Disclaimer: Zuko y Katara no me pertenecen, tampoco el entorno. Apenas esta trama sin trama :)
AU, Katara se encuentra de visita en la Nación del Fuego, y de repente el anochecer la encuentra tomando té con el Señor del Fuego.
Familia
Había sido un largo día, casi como uno cualquiera de ese verano en particular. Largo, caluroso y agotador. A pesar de haberse levantado rozando el mediodía diferentes asuntos la habían arrastrado dentro y fuera del palacio casi sin tregua; por lo que el atardecer la encontró sudada y agotada. La criada que le habían asignado a su servicio, y que la seguía a todos lados innecesariamente, le dijo ni bien llegaron al palacio que podía darse un baño a lo que Katara accedió encantada.
Porque necesitaba estar sola, pidió que le sirvieran la cena en su habitación y despachó a la muchacha. Disfrutó de su comida con tranquilidad y saboreando cada bocado. De vez en cuando alejarse del mundo no venía mal, pensó. Sin embargo, al ver la oscuridad fuera de su ventana consideró que quizás la soledad ya había sido demasiado y pensó en salir al jardín para aunque sea interactuar con algún ser viviente. Y quizás como todas las noches de los últimos dos meses, él estaría allí, esperándola, sin esperarla. Pero listo al día siguiente recriminarle por su ausencia.
Habían pasado tres años casi desde la última vez que se habían visto, en Ba Sing Se, pero después de que Aang pareciera ser extremadamente necesario en la nueva Ciudad República, había juzgado una buena idea visitarlo. Y pronto una semana se convirtió en un mes, y un mes en dos y recientemente había decidido demorar su partida hasta el final del verano. Aang no la necesitaba y ella siempre tenía algo para hacer en esta tierra poco familiar pero que la había acogido con los brazos abiertos.
Abrió la puerta y le pidió a uno de los guardias innecesariamente apostados en su puerta que por favor le encargara a la joven criada a su servicio que le llevara un poco de té de jazmín en el jardín. El guardia la saludó y partió con velocidad. Ella siguió su camino hacia su nuevo destino.
Un par de meses atrás, en el último otoño, cuando habían pasado por Ba Sing Se, Iroh había dicho que no había mejor forma de empezar el día, ni de terminarlo, que con una buena taza de té en el jardín, absorbiendo el fresco que daba la ausencia del sol. Y considerándolo un buen consejo, se descubrió en el jardín la primera semana de su llegada disfrutando de la humeante bebida con su amigo, justo después de caída la noche y acabada la cena, porque rara vez coincidían al empezar el día.
Él se levantaba junto al sol y ella en contadas ocasiones lo hacía. Almorzar juntos era una mera formalidad que nunca concretaban y cenar un lujo que pocas veces podían darse.
Eran amigos compartiendo un espacio y tiempo específicos, invitados en un lugar de paso. Él era el amo y señor de toda la nación pero ordenaba y obedecía tanto o más que ella. Ella no tenía ningún derecho sobre esas tierras de volcanes dormidos y puertas de oro pero inspiraba tanto respeto que hasta los dragones se inclinaban a su paso.
Sin embargo, después del crepúsculo, eran solo ellos dos. Zuko y Katara, el Señor del Fuego y la Maestra Agua, el príncipe exiliado y la campesina, dos amigos tomando el té y hablando de lo extenuante que había sido el día. Quejándose de la vida y compartiendo tres mínimas alegrías que de un momento a otro parecían seiscientas mil por el solo hecho de ser compartidas.
Esa noche, una de las tantas que compartían, pero que sin embargo parecía precipitar el final del verano con una brisa fresca que anticipaba la lluvia y, además, auguraba un poco de calma al calor sofocante del día, Katara resolvió indagar sobre algo que no se había atrevido siquiera a considerar. Parecía el momento justo, un cúmulo de confianza necesaria y prudente distancia de los años sin el peligro de ofender nigún orgullo.
Llegó y se sentó sin saludar porque él rara vez lo hacía. Era innecesario, le había dicho, se veían incontables veces durante el día tan solo de paso, y según él, una sola mirada en su dirección bastaba como saludo. Le había reconocido alguna que otra vez que en ocasiones se cansaba hasta de hablar.
Él cabeceó sin mirarla, con los ojos cerrados, y la taza contra los labios. Parecía concentrado en relajarse. Katara sonrió. Era un ser tan complicado ese que tenía enfrente. Había cambiado, tenía el cabello largo aunque se lo recogía como antes, no le gustaba tanto parecerse a su padre. Y había semanas en que parecía estar considerando crecer una barba, pero esa noche, no. Esa noche tenía la piel suave y tersa como cuando era niño.
Ella no era la misma, aunque creía serlo. Los años la habían favorecido y sus ojos ya no parecían ser los rasgos más sobresalientes de sí, aunque seguían siendo los más expresivos. Más su cuerpo ya tenía las curvas de una mujer, y se comportaba como tal, aunque quizás siempre lo hubiera hecho en realidad.
Se echó hacia atrás en la silla y estiró las piernas bajo la mesita de mármol de jardín. Con los ojos azules clavados en la luna, pensando en Yué, en Sokka, en traición y en entrega habló quedamente.
-¿Por qué esa vez en las catacumbas dudaste? Porque cuando Azula llegó, tú la atacaste y pareció que por un momento... estarías de nuestro lado… pero, finalmente decidiste darnos la espalda –terminó con amargura, a la espera de una respuesta.
Zuko la miró extrañado, dejó la taza sobre la mesa y se reclinó hacia atrás en el sillón de mimbre. Conservó la expresión de extrañeza durante unos segundos más, recargando la cabeza sobre sus largos y blancos dedos y finalmente suspiró antes de contestar.
-Porque creí que Azula podía darme algo que ustedes no.
Katara sonrió con suficiencia y arqueó una ceja.
-Ya sabía yo que eras un mocoso arrogante y…
Él levantó la mano para imponerle silencio y ella calló de inmediato, un tanto sorprendida ante esa frialdad. Zuko sonrió solemne.
-Aún no había terminado, Katara –ese tono condescendiente que usaba para regañar a sus criados u oficiales y que había oído emplear con Toph y Aang se le metía bajo la piel y le provocaba escozor, a duras penas logró permanecer callada -. Como decía antes que me interrumpieras –sonrió aún más cuando ella lo fulminó con la mirada-, creí que Azula podía darme algo que ustedes no. Creí que si me unía a Azula y la ayudaba a derrotarlos todo volvería a ser como antes… recuperaría mi lugar aquí, volvería a sentirme en una familia… pero… pero no fue así –hizo una pausa larga, tomó la taza y la vació de un trago-. Nunca podría volver a sentirme en una familia con ellos, porque nunca lo habíamos sido –lanzó un suspiro hondo y la miró-. Ey, no llores –estiró la mano y le secó una lágrima que corría por su mejilla.
Katara sacudió la cabeza, no se había dado cuenta de que estaba llorando. Cerró los ojos y apretó los labios. Lo miró con pena, sintiendo un inmenso dolor por dentro.
-La sangre tira –masculló lentamente.
-Exactamente –coincidió él-. La sangre tira, Azula era, es y será mi hermana. Azula podrá tener todas las oportunidades que quiera. Porque es mi hermana y la quiero porque es sangre de mi sangre. Porque estuvo a mi lado aún cuando no quiso estarlo –agregó con sorna-. A pesar de todo, Azula es familia.
Ella asintió y le tomó la mano que había dejado cerca de sí, sobre la mesa. La encerró entre las suyas y la apretó con firmeza.
-Tú eres mi familia, ¿sabes? –Zuko cabeceó e hizo ademán de hablar pero ella no se lo permitió-. Eres mi familia, y la familia merece todas las oportunidades que quiera. Porque están allí aún cuando no quieren estarlo, porque la sangre tira, la sangre es más fuerte… y aunque tu sangre no es la misma que la mía… nuestros corazones casi laten al mismo ritmo, ¿verdad?
Zuko echó la cabeza hacia atrás y rió.
-Sí, así es –admitió risueño-. ¿De dónde sale tanta miel para conmigo? -preguntó, expresando su extrañeza desde que ella había hecho la pregunta.
-No lo sé –admitió ella, soltándole la mano y reclinándose en la silla-, solo se sentía como el momento adecuado, y creo que tanto calor me ha derretido el corazón –agregó con una mueca.
-Lo dudo mucho, princesita.
-¡Ja! Si no lo hubiera visto, diría que tu corazón necesita ser calcinado para echarse a andar -se mofó recordando esa vez hacia ya casi cuatro años en que pensó que lo perdería por un rayo dirigido a ella.
El Señor del Fuego soltó una sonora carcajada y la miró con suficiencia.
-¿En serio? A mi corazón lo puso andar otra cosa.
Ella se ruborizó, bajo la atenta mirada de sus ojos dorados demasiado brillantes, demasiado penetrantes, demasiado adorables, rememorando el momento en que había sentido su corazón latir bajo sus manos, primero débilmente y luego con más fuerza. Sacudió la cabeza e insistió.
-Eres familia, pero todavía no habías tenido tu oportunidad.
-¿Todavía no? –le tomó la mano, ella no la soltó, pero desvió la mirada.
-Todavía no –repitió-. No podía dejarte morir. No cuando no sabías que te había perdonado y que confiaba en ti. No se puede dejar morir a la familia, además.
-¿Aún cuando se lo merezca? -creyó escuchar que la voz de él bajaba una octava, como si temiera su respuesta.
-Creo que por primera vez desde que nos habíamos cruzado no merecías morir… -suspiró-. Suena mal, pero fue la primera vez que deseé que nadie te tocara, que no te dieran una muerte lenta y dolorosa.
Zuko arqueó los labios en una mueca pero asintió.
-Creo que si esa noche hubieras muerto no me lo hubiera perdonado, jamás -volvió a mirarlo, le brillaban los ojos y creyó ver que los de él también-. Saltaste a defenderme incluso cuando yo internamente todavía deseaba que algo horrible te sucediera…
-No sabía que eras tan rencorosa… -se burló bajito pero dio un suspiro de alivio.
Ella se ruborizó una vez más. Y lo miró, sacudiendo la cabeza.
-Yo tampoco sabía que podía detestar tanto a alguien… pero tú representabas todo lo malo para mí. Eras la cara del enemigo, el primer objetivo que se cruzaba en mi mente cuando peleábamos contra la Nación del Fuego. Azula, tu padre y tú merecían pudrirse en la cárcel…
El Señor del Fuego sintió que se encogía un tanto en su asiento pero permaneció inmutable dejando que se descargara. Ella terminó agitada y con las mejillas encendidas, temblando de cólera y al borde del llanto. Lo miró con el ceño fruncido, haciendo su mejor esfuerzo para contener las lágrimas.
-Lo siento mucho, siento mucho haberte negado una oportunidad cuando más lo merecías. Siento que hubieras tenido que estar a un paso de la muerte para que yo comprendiera que en verdad querías cambiar –le volvió a tomar la mano y con la otra le acarició la mejilla sana, sus pupilas azules brillaban incandescentes.
Zuko apenas podía contenerse dentro de su misma piel, algo extraño le sucedía. Sentía punzadas para nada desagradables en la boca del estómago y terminó de unir su mano a la de ella sobre su mejilla.
-Lo sé… lamento mucho todo el daño que te causé. Lamento no ser capaz de expresarme con claridad -se sonrió con tristeza-. Incluso ahora, pasando la mayoría de edad tengo problemas para hacerme entender con los demás -Ella lo miró con una sonrisa divertida y asintió. Él no tardó en volver a ponerse serio-. No me alcanzará la vida para que comprendas lo arrepentido que estoy…
Katara bufó risueña.
-No hace falta -aseveró con sinceridad-, él que tiene que perdonarse eres tú –retrucó con algo muy parecido a la ternura. Lo miró unos instantes antes de agregar-: Yo podría ayudarte… si tú quisieras.
Él sintió que se le humedecían los ojos muy a su pesar, pero le sostuvo la mirada.
-Gracias. Gracias por incluirme en tu familia.
Ella sonrió de lado y Zuko sintió que algo cálido le estremecía el corazón. Por un momento acarició la idea de corregir la frase y decirla tal cual la había pensado.
Suspiró hondo y se puso de pie, alejándose de ella muy despacio; sin decir palabra se despidió de ella con una suave inclinación; ella lo miró aún sonriendo. Rodeó la mesita y las sillas y se dispuso a alejarse, pero se detuvo a último momento, giró sobre si y la besó suavemente en la mejilla.
-Gracias por ser mi familia –le susurró al oído y sonrió cuando ella se estremeció, antes de desaparecer furtivamente.
NA: Todavía no estoy segura de dónde salió esto, solo sé que lo encontré en mi computadora y me pareció lo suficientemente decente como para publicarlo. Por favor háganme saber si no es así, para que pueda bajarlo :) Espero que alguien lo haya disfrutado, a pesar de las traducciones es el primer Zutara que me animé a escribir y ahora a corregir, y probablemente sea parte de alguna de las miles de historias Zutara que pienso/pensaba escribir en algún momento. No estoy segura, me fijé y lo escribí en el 2010 (septiembre) y bueno, cosas que pasan, acá esta con algunas modificaciones (no puedo creer que llegué a las dos mil palabras). Puede que devenga en algo más, puede que en unos días me decida por terminarlo aquí, el tiempo dirá :)
Aprovecho para agradecer a la cantidad de gente que ha agregado las historias o a mí (!) a sus favoritos o ha comentado. Ahora que estoy de vacaciones prometo volver al ruedo con La Caída del Loto Blanco.
¡Gracias por leer! Espero su opinión :)
