Capítulo 1.- Estamos todos, de nuevo
Llegado el punto en que no soportaba ni un segundo más, Kyle bufó desesperado y abandonó la empresa. No conseguiría hablar con la encargada y tenia que aceptarlo.
A tan solo días del "Gran Derrumbe", el joven trabajador había sido despedido de su piesto humilde como contador dentro de la factoría. El edificio de un piso, con largos y estrechos corredores, un penetrante olor a rack de tela y el sonido del viento silbando entre los pequeños agujeros de las paredes, no eran cosas que extrañaría. El trabajo era duro y mal pagado, pero al menos llevaba comida a su mesa. No se imaginaba volviendo a casa con las manos vacías, especialmente con las fechas santas a tan poco tiempo de llegar. Se maldecía internamente por haber respondido con fiereza a los acercamientos del jefe en turno.
— ¿Que tal todo, Ky?, ¿pudiste hablar con la señora?
—No... Y no creo que vaya a suceder. Es la tercera ocasión que voy y se ha hecho negar de nuevo... ¿Hay algo en los periódicos para mi, Leopold?
—Salchichas, Ky, no tengo buenas noticias. Parece que no encontraremos empleo hasta pasadas las fechas santas... —su joven amigo, un rubio de ojos celestes, se revolvía con pena sobre su silla de madera. La aldea hacia el ruido de la muchedumbre en en el fondo, pero ni siquiera eso podía distraerlos de la verdad evidente. —Kyle...
—Lo sé... Lo sé... el pan se terminó ayer y si Ike sigue enfermo, tendré que emplear los ahorros en medicamento. Tengo que idear algo pronto, pero mientras sucede, iré a buscar a Tweek. Ojalá le esté yendo mejor que a nosotros. Cuida de Ike por mi, enseguida vuelvo.
Su amigo sonrió tanto como pudo fingir, pero se encontraba sinceramente preocupado. En un pequeño pueblito sin demasiadas empresas, era bastante sencillo morir de hambre y ellos parecían cercanos a esa idea. Sin mejor solución que rezar, el joven se sintió atrapado dentro de su propia inutilidad.
Kyle Broflovski, un pelirrojo testarudo de gran dignidad y buen corazón, era un aldeano más de Little South Park, la primera aldea a las faldas de la enorme colina Café. Vivía en un cuarto rentado, junto a su amigo Leopold, un muchacho cuya timidez competía con su nobleza. Ademas de su hermano pequeño, Ike, quien llevaba días en cama, por culpa de un malestar que ninguna sanadora podía descifrar. ¿Un doctor?, seria impensable pagar uno. Y sin empleo... Kyle comenzó a creer que debería pedirle a su amigo Tweek que lo volviera un agricultor.
— ¿Buscabas a Tweekers, Kyle?, se encuentra en el almacén.
— Buen día, señora Tweak.
Conociendo el camino de memoria, Kyle anduvo hasta encontrar su ultima esperanza. Llegó a descubrir, con amargura, que la esperanza no es lo último que muere.
— Estoy peor que tu, amigo Kyle... —afectado por sus temblores esporádicos, el rubio ojiverde se revolvió sobre el mismo sitio, con los brazos en cada límite del camizón.— Y mamá ya empezó a revolver las papas con acerrín. Si no cultivaramos café, ni siquiera eso habría.
El pelirrojo se mortificó el doble tras oir aquello. La comida escaceaba, volviéndola cada vez más cara y su amigo ya no tenía forma alguna de proporcionarle un trabajo temporal. Aun si parecía lejano a ese momento, temía la posibilidad de encontrarse metido en trabajos deshonrosos que garantizaran su sobrevivencia.
— ¡Pero no te desanimes!, ngh... Esta tarde iré a atender a mi señor y me dará el segundo pago. La primera ocasión fue muy generoso... Dios mío, espero que lo siga siendo.
Sin ánimo de ofender a su amigo, Kyle agradeció con un gesto de cabeza e ignoró los pensamientos sombríos dentro de su cabeza. Desde que Tweek había comenzado a trabajar con el amo del antiguo Señorío en Little South Park, toda clase de comentarios crueles y malinfundados se formaron alrededor de su amigo. El amo era una persona alejada de la alta sociedad, un caballero al que no se le conocían correrías ni chismes de faldas, pues vivía en completa soledad junto a su familia, de la que se sabía únicamente que tenía un hermano enfermo del cual se hacía cargo. Siendo Tweek un muchacho soltero y único empleado del señor, levantaba toda clase de suspicacias. Su amigo Kyle los ignoraba, enfadado con su ligereza para juzgar. Pensaba que, cayendo en la necesidad, cualquiera haría por su familia lo que su amigo Tweek era acusado de hacer. Si es que en realidad lo hacía.
—Entonces, mucha suerte.
Una vez su amigo se fue y terminó de hacer inventario, Tweek se cambió con el ropaje más limpio que encontró, tomó su canasta con envoltorios de café y huyó corriendo en dirección del Señorío, no muy lejos, colina arriba.
Su amo era una persona severa y odiaba los retrasos y las excusas. Cuando Tweek lo conoció, se encontraba trabajando entre los cultivos de café. Tan pronto lo vio el hombre, decidió ofrecerle trabajo en su mansión. Sin saber por que, el rubio se sintió "atraído" a ese hombre desde el primer instante en que se vieron. Pensaba, sin saber el motivo, que él sentía algo similar.
Como en cada visita, Tweek depositó los envoltorios de café en la alacena de una enorme cocina vacía y corrió en dirección de la sala común. Solo un poco más y llegaría tarde.
— ¡Mi señor, ngh, ah!, ya llegué.
El hombre, no mucho mayor a Tweek, con un semblante mesurado, cabello y ojos oscuros, un cuerpo alto y fuerte, una voz monótona y un tono claro, pero contundente, cerró el pergamino que leía y alzó la vista para topar su mirada con la del tembloroso jovencito.
—Llegas tarde. —Advirtió, a forma de regaño.
Como si el reloj estuviera al pendiente de su conversación, sonoras campanadas irrumpieron en los pasillos del edificio, haciendo un eco sordo por todo el lugar.
—Llegué a tiempo —corrigió el menor— mi... señor...
No importaba cuantas veces lo pensara, Tweek no encontraba un motivo para su propia confianza. Siempre que se trataba de aquel hombre, le era más sencillo ser valiente y decir las cosas. Parecía inspirado por su presencia. Lucía motivado para defenderse.
—A tiempo significa tarde. Tarde significa tarde. Temprano es lo que ordené. —Mientras explicaba, el hombre guardó sus documentos y se alzó de la silla frente al enorme escritorio.
Como en todas las ocasiones anteriores, era dificil para Tweek el adivinar que esperaba su señor de él. No era estúpido, conocía todas las horrendas afirmaciones de sus vecinos en el pueblo, que afirmaban con la mas segura de las opiniones, que Tweek vendía su honor a cambio del pan en su mesa. Supuso que, incluso diciendo la verdad, los chismes no pararían. Y en realidad, la verdad era bastante difícil de creer.
Su señor se limitaba a observarlo. Haciendo lo cotidiano o acompañándolo en su soledad, lo único que ese hombre tranquilo pedía de Tweek era su tiempo. Y eso, por supuesto, nadie lo creería. ¿Que hombre apuesto, rico, de buenas maneras e importante pagaría por su compañía? Si su señor fuera la criatura innoble que ellos decían, habría reclamado su honor allá, en el suelo de sus cultivos, donde lo conoció, en donde se encontraban solos y cuando nadie habría venido en su rescate. Jamás le pagaría por un placer fugaz que podía conseguir a la fuerza.
—Espero que hayas entendido. Sientate con mi hermano, prende leña en su chimenea, yo los acompañaré después.
Como solía, dio la orden y siguió con su trabajo. Tweek se sacudió el ropaje y caminó de forma acelerada hasta la última habitación del enorme edificio. Su amo vivía en completa soledad, exceptuando a su hermano menor, con quien no parecía tener relación alguna. Su hermano se encontraba postrado en cama y Tweek jamás lo veía abandonar sus habitaciones. De cabellos negros como el mas oscuro de los tiznes, enormes ojos carmesí y un semblante aun más serio que el de su amo, Tweek encontraba más amable las maneras del señor Damien que las de su señor. Aun si lo apreciaba un poco.
—Señor Damien, ¿está despierto?
— Eres tu el que duerme, Tweek... pasa...
El rubio introdujo la suficiente leña para encender la chimenea y se inclinó para prenderla. Tras el dosel de la cama cercana, un par de ojos carmesí lo observaban con cuidado, escudriñando toda su figura. Como su amo, el amo Damien lo miraba de aquella forma, ambos tan similares, como si recordaran cosas dulces y muy tristes. Además de esas frases que Damien siempre le dedicaba. Nunca tenían sentido.
— ¿Quiere sentarse cerca del fuego?
—Estoy bien aquí... gracias, Tweek. —Sin sonreír siquiera, Tweek sabía que el amo Damien era sincero en su agradecimiento. Eso lo hacía sonreír a el. — ¿qué está sucediendo allá fuera?
—El pueblo tiene problemas, mi señor... Estamos —corrigió al instante— es complicado. Se está volviendo dificil conseguir alimento.
—Ya veo... ¿Tu también, Tweek?
—Hay gente peor que yo, mi señor... Aunque no sé por cuanto tiempo pueda afirmar eso— dijo con una sonrisa que nada tenía de divertida. Damien miró con un deje de ironía al que conoció como el emperador más importante de la historia, en un tiempo muy lejano, ahora convertido en un miserable campesino. La vida era complicada.
—¿Que harás cuando eso suceda? —sin el menor aviso y como solía, su amo apareció en el umbral de la entrada, cargando un maletín de cuero que Tweek jamás había visto. —¿que harás cuando ya no tengas como alimentar a tu familia?
Sin pensar demasiado, el rubio respondió con una voz triste y un semblante sombrío.
—Cosas despreciables... Supongo.
Su amo y Damien intercambiaron miradas en complicidad. Había llegado el momento.
—Tweek... ¿sabes que tengo en este maletín?
—¿Documentos, mi señor? —el rubio dejó por un momento el cepillo con el que había comenzado a peinar las telas de los sillones.
—Esto fue redactado por un ministro y es sumamente importante.
—¿Desea usted que los entregue, mi señor? —no sería de extrañar para Tweek que su amo lo usara de mandadero, pero una vez que el señor Damien se puso de pie y abandonó la cama que en muy contadas ocasiones lo había visto dejar, Tweek supo que había algo muy grave sucediendo.
—Lo que yo quiero que hagas es que lo firmes. ¿Sabes escribir, Tweek?
—Si sé, mi señor... pero... ¿de que está hablando?, ¿que dice ahí?
—Es una garantía... dentro de poco vendrán a Little South Park toda una turba de gente y entre ellos vendrá un sujeto de quien necesito...
—Resguardarte... —soltó Damien, pero rapidamente fue corregido por el otro, con un tono severo de indignación.
—Tomar precauciones.
— ¿Un enemigo suyo, mi señor?
—No lo sé, pero sería estúpido pensar que no lo es.
— ¿Y eso que relación tiene conmigo, mi señor?, ¿que puedo hacer yo para ayudarlo con tan solo firmar un papel?
El hombre se acercó hasta el fuego, visto desde ahí, su rostro pálido lució anguloso, sus ojos oscuros se tornaron casi rojos por un instante y su cabellera desaliñada pareció cobrar vida propia. La imagen se dibujó macabra frente a Tweek.
—Firma esto y tu familia jamás volverá a tener hambre, Tweek. Firmalo y te convertirás en la persona más poderosa de este lugar.
—Pero, ¿que está diciendo?, ¿que contiene ese papel?, ¿está usted hablando en serio?
—No te preocupes, Tweek. —Damien se acercó al rubio por la espalda, haciendo que este brincara del susto. —Yo jamás permitiré que Christophé te haga daño.
— ¿Mi señor?
—Esto, Tweek, es un acta de matrimonio. Tiene tu nombre y el mío escritos. Te haré mi esposo.
Los temblores tipicos del rubio se intensificaron. Su señor no era de esos hombres que bromean con cosas como esa, pero que un hombre como él afirmara algo como eso parecía una broma estúpida. Mas importante aun, no tenía sentido.
— ¿Por qué haría algo así, mi señor?
Los hermanos se observaron entre ellos y después a Tweek. Si iban a volver a la guerra, necesitarían mover todo a su favor para tener la mínima oportunidad de ganar.
—Para tener controlado a Craig Tucker.
O-o-o-o-o-O
—Pues parece real, Tweek... Dios mío...
Tan pronto abandonó la mansión, Tweek corrió colina abajo, en dirección de las aldeas, su pequeño cultivo de café y la casa de su amigo Kyle, el judío que lo había buscado tan solo unas horas antes.
No sabía como empezar, así que lo soltó todo de golpe a sus amigos, pues Leopold también se encontraba en la casa. Era maravilloso, pero intrigante, sospechoso e inaudito. Un señor, ¡su amo!, pidiendo no solo la mano de un plebeyo agricultor, sino prometiendo todos los bienes de su rango. Kyle, un contador con pobres estudios legales, conocía lo suficiente de papeles oficiales como para reconocer las firmas del ministro local y clero. Aquel papel era una auténtica acta de matrimonio.
—¡Te dije que su interés era distinto!
— ¡Pero mi señor es un hombre honesto!, ¿que caballero de su posición cuidaría así la honra de un plebeyo?, si su intención fuese deshonesta, ¿no me habría asaltado ya a estas alturas?, ¿no se habría forzado en mi en cualquiera de las muchas ocasiones en que nos encontramos solos?... Mi señor habla en serio, su corazón o lo que sea que motive sus acciones, es digno. Oh, Kyle, no sé que debo hacer... Una parte de mi interior siente que todos mis problemas se resolverían con firmar este documento. Mi madre, Kyle, ella está cansada y pronto caerá enferma por el hambre. Es difícil cultivar café después de todos los trabajadores que tuve que despedir. Y sé que mi señor será un caballero conmigo... Yo no lo amo, pero, ¿que otra elección tenemos los hombres como nosotros? Quizá descubra que es cierto eso que todas las madres dicen, que el amor llega después del matrimonio y los hijos. Quizá algún día ame en verdad a mi señor y él, de no poder amarme, al menos me permita cuidar su persona. Me esforzaré en darle herederos saludables, si eso desea. ¡Pero no me mires y calles, Kyle!, Leopold, tu también, di algo, ¡digan algo!, ¿que debo hacer?
Los aludidos se miraron con sospecha. Tweek tenía razón en todo lo que había dicho. Necesitaba el dinero, el apoyo y la estabilidad. Christophé Delorn era un hombre misterioso, del que sabían poco aparte que cargaba consigo una enorme pala oxidada y liberaba humo de cigarro, peor que una chimenea. Montaba a caballo en muy raras ocasiones y cuando era visto, las personas despejaban los caminos para dejarlo cruzar. Jamás se veía involucrado en peleas, de ningún tipo y su unica familia aparente era un hermano, del cual solo habían escuchado hablar a Tweek. Era tanto y tan poco lo que en realidad sabían, que no había motivo real para sospechar ni forma de evitarlo.
—Tienes razón, Tweek... quizá este era tu destino. Vaya, serás un señor... El amo de Little South Park... —Kyle volvió a hojear los documentos, pero no encontró error en estos. El señor Christophé estaba ofreciendo un trato honesto a su amigo.
— ¿Y cuando se casarán, amigo Tweek? —Leopold comenzó a preparar el medicamento que servían a Ike. La taza que maniobraba le trajo recuerdos a Tweek. Extrañas imagenes de un hombre de cabello oscuro que aparecía en sus sueños y en el humo del café, si se dedicaba a meditar frente a él. Pensó que era estúpido esperar a encontrar un personaje de sus sueños, cuando tenía frente a él la realidad: el hambre, la pobreza, la enfermedad y la muerte.
—El amo dice que lo antes posible. Quiero que seas mi testigo, Kyle, quiero que ambos me acompañen... también mi madre. ¡Amigos!, la vida será diferente a partir de ahora. ¡Para ti también, amigo Kyle!, yo los ayudaré y curaremos a Ike, que es tan valioso para mi también.
Aunque las palabras de su amigo parecían cargadas de optimismo, la verdad para Kyle era que el futuro seguía incierto. Pensó entonces que solo podía disimular sus dudas y sobreir para su amigo Tweek.
O-o-o-o-O
— No sé que te sorprende, Damien... En nuestra primera vida tuve 6 esposas.
—Y Gregory mató a todas y cada una de ellas... Excepto a la judía, si recuerdo bien. ¿Es una coincidencia o acto de bondad que hayas decidido desposar al hombre que Craig Tucker busca? Se acercan, sé que también puedes sentirlo... Los hermanos Tucker, Craig y la muerte vienen aquí. Significa que en algún punto cercano, el tiempo y Clyde Donovan despertaron también... Asi como tu nieto y Eric Cartman.
— De Eric Cartman se encargarán los Tucker. De Kyle se encargará mi futuro esposo.
— ¿Y Clyde?
— De él me encargaré yo.
Cuando Damien observó la forma en que Christophé meditaba frente al fuego, supo que su presentimiento era real y una nueva guerra se desataría en aquel sitio, en esa montaña renacida entre las cenizas, donde tiempo atrás estuvo el Tweek, el arbol ancestral de café que Gregory robó del infierno.
Y lo único que él se preguntaba, era donde encontraría a Pip en esta nueva vida.
Este es el inicio de un longfic nuevo, que forma parte de "Una Oportunidad", el primer fanfic de South Park que escribí hace ya años. Me desaparecí por completo del internet, pero estoy de vuelta a la carga y en lugar de actualizar mis otros fics, me me embarco en la misión de escribir esta nueva idea. XD La vida es un riesgo.
Para quienes no quieran leer Una Oportunidad, no se preocupen, aunque al principio parezca confuso, pronto cada personaje irá explicando sus viejas y nuevas motivaciones. Para quienes ya lo leyeron, de nuevo veremos la eterna pelea entre Tweek y Kyle por descubrir quien merece ser feliz con su pareja.
Como suelo, agradezco sus lecturas y espero que nos leamos pronto.
