Disclaimer: nada me pertenece, pues todo es de George Martin. La escritura para mí es una afición, un placer, un pasatiempo. Ni un solo céntimo cae en mi bolsillo.

Esta historia pertenece al reto nº 6 Pairings arriesgados del foro Alas Negras, Palabras Negras.


I


Aunque muchos sean incapaces de creerme, no es fácil adaptarse a la Fortaleza Roja. Lejos del lujo —o mejor dicho, conviviendo con él— hay demasiadas miradas y el doble de susurros, ponzoñosos y mentirosos, que a veces logran destruir a la mente más férrea en lo que tarda un pajarillo en batir sus alas. Precisamente así los llaman a los que trabajan para la Araña, ese hombre afable por fuera y podre por dentro. Si hay algo que tengo con Rhaegar son largas charlas sobre libros y destructores del reino, las únicas cosas que parecen abundar en su mente. Jamás me confiesa sus más bizarros miedos ni me hace partícipe de aquello que está tramando contra el Rey. Hace tiempo que me di cuenta de que tampoco deseo saberlo, ya que lo único que conseguiría sería meterme de lleno a mí y a mis hijos en un pozo oscuro donde sólo se oyese el trinar entrometido de los pajaritos.

Por suerte, cada vez que se va a Refugio Estival a hacerle el amor a su eterna melancolía, deja unas cuantas espadas para defenderme. El frufrú de la capa blanca contra armadura y pantalones me es de sobra conocido. Me sigue a todas partes, como cuando éramos niños. Al principio me hacía gracia recordar esas cosas tan infantiles, propias de una doncella atolondrada y no de una princesa dorniense. Un día le pregunté si recordaba cuando lo empujaba a las piscinas de los Jardines del Agua, cómo le empapaba el cabello rubio y cómo me agarraba por la cintura en venganza, alzándome del suelo y haciéndome girar un par de veces hasta reírnos como los críos que éramos. Él me sonrió, en una mueca poco ensayada, fruto del tiempo mudo y obediente y para mí fue suficiente.

Al menos, por ahora, suficiente.