Los personajes son de Meyer, yo los tomo prestados para dar rienda suelta a mi imaginación.

Beteado por Mentxu Masen (Beta FFAD) ; www facebook groups / betasffaddiction, le agradezco el apoyo por esto que en esencia es importante para mí.

EDWARD EN ESTE FIC, SUFRE ESQUIZOFRENIA TIPO PARANOIDE.


La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca.

Summary: Él ha perdido las esperanzas para continuar, no sabe que es real y que es ficticio. Vive en un mundo perdido, donde su unica compañia es su mente desquiciada que por bondad u obra del destino a decidido obsequiarle un bello regalo Isabella. La chica del prado, creada en sus fantasías y delirios.

Sus manos están atadas, eso es lo que él sabe. Su mirada está perdida en el horizonte que no es más que un enorme cuarto acolchonado, blanco, lleno de fisuras casi imperceptibles para todos. Pero no para él. Su cuerpo casi inmóvil las ha generado. Su pasatiempo en los últimos años ha sido descubrirlas y crear historias en su mente basado en ellas. Está sentado en una esquina con las rodillas frente a unos ojos que están abiertos como platos, algo que es constante casi todo el tiempo. Su cabeza gira en varias direcciones, él no lo nota.

En su mente, se reproducen voces extrañas que él desea eliminar. Por eso se sacude, las odia. Se asquea cuando aparecen y no lo dejan en paz. Le repiten todo el tiempo cuánto lo odian, cuan dura será su muerte. Reproducen las imágenes de él en pedazos, inmóvil y sin vida. Imágenes de las personas que una vez fueron su familia, pero que ya no están y que, avergonzados de tenerlo a él, lo han botado como trapo viejo. Empieza a gritar y a revolcarse. Se levanta con gran dificultad. Teniendo mitad de su cuerpo atado empieza a correr, olvidando por completo las paredes que lo mantienen preso. Se golpea una, dos, tres veces, pero no lo nota. Su percepción de lo real le hace creer que está en otro sitio, otro menos terrible y que los golpes que siente su cuerpo son producto de aquellos dueños de las voces que lo persiguen para matarlo. Pero de lo que hablo es algo constante, lo que es su vida desde los 16 años en que toda la mierda empezó y su cabeza se volvió lo que es hoy.

Las puertas de su cuarto se abren por 3ra vez esa semana y no se asombra. Tiene consciencia por momentos y piensa. Una sonrisa pícara adorna su rostro constantemente perdido e inexpresivo. Le alegra comprender lo que viene. Él sigue gritando y revolcándose. Los enfermeros lo toman con fuerza, pero la demencia es un arma doble que hace a los hombres antinaturales. La noradrenalina es liberada más veces de la normal, diciéndole a cada fibra de su cuerpo que esté alerta, que tome más fuerza y que huya. Trata de obedecer inútilmente cuando un tercer enfermero incrusta una aguja en la parte alta de su cuello. Se empieza a perder, con una sonrisa, en la deriva. Empieza a ver colores demasiado vividos. Aquel es el mundo que él desea, uno que no es real.

Él corre a gran velocidad por la senda que lo llevará a su mundo mágico y colorido Sus pies son firmes y marcan, con el pasar de los segundos, un ritmo mucho más veloz del establecido. Una sonrisa enorme lo acompaña, mostrando unos relucientes dientes blancos y perfectos. Su cabello baila al viento, entremezclándose con el aroma primaveral que desprenden los arboles. Empieza a impacientarse, no llega lo suficientemente rápido. Tal vez no la verá, tal vez llegue tarde. Su pecho se agita aterrado por la simple idea de no verla, es lo único que lo mantiene atado, lo único por lo que no se ha perdido del todo. Unos familiares pinos le indican que está cerca. Disminuye su andar y empieza la precaución. Cada paso es sigiloso, tratando de hacer el menor ruido posible, no quiere ser descubierto o se esfumará de su mente por siempre.

Oculto tras su gran árbol, la observa en la distancia, apreciando con maravilla cada centímetro de ella… Está estirada en una manta, con los ojos cerrados y su cabello caoba esparcido. Tiene la boca abierta como si tratara de absorber la esencia de aquel lugar, una sonrisita empieza a formarse en sus labios, él sonríe igualmente. La mirada verde y penetrante empieza a serpentear por su cuerpo. Su piel es blanca, perfecta y sin defectos. Él desea pasar su lengua y probar su sabor. Se detiene a mirar su cuello por unos instantes, los deseos primarios están siempre a flote en él, solo quiere marcarla, clavar sus dientes y dejar una mancha roja que al ver los demás hombres les indique el peligro que supondría posar sus ojos en ella. El recorrido continuo y las curvas de la muchacha lo reciben, son simplemente perfectas, o eso es lo que él se dice. No conoce nada más. Cuando sus ojos van a toparse con el resto de su cuerpo, un sonido dulce igual que el de las campanas lo sacan de sus pensamientos.

Sabes, ¿podrías tomar valor y venir aquí? —se sobresalta y aterrado empieza alejarse. Lo ha descubierto—. –Puff. Qué idiota eres si huyes.

Se acerca aterrado, preparado para correr en caso de que algo salga mal.

¿Vas a venir o no? —exaspera frustrada—. Si no vienes me largo y no regreso.

Corre a su lado porque sería inconcebible no volver a verla, aunque no sea real.

Yo…yo… es que tengo miedo —la afirmación está cargada de temor, uno que nunca sintió. Algo que le cuela los huesos y le hace estremecer su carne.

Está sedado, pero aún siente y percibe. En su saber, no es un sueño, tal vez por eso llegan los delirios como una vía de escape a la que es una vida mejor y más real, en la que su mente no lo engaña tan vilmente. Porque no es vil ser engañado con algo tan hermoso como ella.

No tengas miedo de mí, Edward Cullen —esa sonrisa es el sol, las estrellas y la luna. Es esa luz que esta siempre iluminando de forma constante.

Él parpadea sorprendido y tratando de encontrar una explicación del porqué conoce su nombre. No le encuentra la lógica, se pierde la mayoría del tiempo para él.

Se deja llevar y disfruta, es lo mejor que puede hacer, al menos hasta que despierte y las pesadillas, las voces y los estremecimientos y dolores que padece vuelvan, aunque él no sea muy consciente de lo que ocurre.

¿Acaso eres mudo? —dice la chica—. Según recuerdo, momentos atrás tú dijiste algo así como: Tengo miedo —la voz de ella imita la de un retrasado al mencionar lo último.

Edward no se enoja, es feliz teniéndola en su cabeza.

S…í.

Vaya, ¿es lo único que dirás?

No.

Sabes, me estoy frustrando. Podrías dejar de decir idioteces, en verdad podría hace cosas más interesantes.

No sé qué decir. Las palabras poco importan para mí, yo observo, escucho y percibo, no comunico. Es algo que deje de hacer hace ya mucho.

Sí, hablas. Soy feliz —ella da saltitos y lo mira con una sonrisa dejándolo deslumbrado

Sí, hablo, pero mis propias palabras no son mis favoritas. Llega un momento en el que me pierdo y no sé nada.

Entonces hablaré sin palabras —ella lo sorprende. Cierra su boca y empieza a caminar, mirándole por momentos.

Se concentra en cada acción que realiza. Él piensa que ha olvidado su presencia. La chica camina sin rumbo fijo con los ojos cerrados, guiándose por su olfato, tacto y oído. Siente como los olores inundan sus fosas nasales y trata de que cada parte de aquel lugar maravilloso se le impregne en la piel. Empieza a mover su cuerpo como si una melodía circundara el lugar, mueve sus caderas y pies al compás de su propia música, diciéndole a él sin palabras quién era ella. Una chica alegre y feliz que sonríe al viento.

Abre los ojos y trata de moverse, está atado de pies y manos en una cama que lo tienen como prisionero, aunque si vamos al caso, él es cautivo sobre todo de sí mismo y nunca será libre.

Su mirada observa el lugar, es como un cuarto de hospital común, solo que a diferencia de estos, los medicamentos aquí lo ponen cada día peor. ¿Por qué? Porque ellos quieren que él esté así.

—Veamos que tenemos aquí —no le hablan a él en realidad, pero su cabeza está alerta, siempre lo está. Estaría alerta ante un mosquito—. Edward Anthony Cullen, 26 años, cuadro clínico esquizofrenia, Dx clínico DSM IV- Eje I- F20.0x Tipo paranoide de esquizofrenia.

Es un golpe duro, recién despierta y recién le recuerdan que está loco. Las voces ríen y triunfantes celebran por su dolor. Las lágrimas inundan sus ojos. La única forma en la que se disfruta la locura es mirando desde afuera. En el interior, para quien la padece, es el infierno mismo. Algo que nunca se logrará entender.

—Vaya —si es un Dr. o un practicante Edward no lo sabe, pero sigue golpeando sus llagas—. Está jodido, pobre tipo.

Sí, estoy jodido.

Un profesional de la salud mental jamás diría aquello, pero Edward no lo sabía y como para él, aquel hombre fue un Psiquiatra, siguió creyendo y autodenominándose loco, imponiéndose compasión hasta que su mente cansada de la cordura volvió a la locura, perdiéndose nuevamente. Hundiéndose en el fondo del muchacho.

¿Qué hacia él? Nada, era algo que no comandaba, una cabeza no se jode porque sí, lo hace porque es necesario, porque debía pasar. Porque tu cuerpo dejó de funcionar o alguna neurona explotó. No es como si un gusano empezara a carcomer tu interior, era algo mucho más profundo y complejo, algo que lo aniquiló. Él era una maquina, que ya ni en sueños volvía. Su cabeza era un pozo profundo que ataba y torturaba a su yo consciente y que seguramente terminaría mentándolo.

El tiempo seguía sin trascurrir, ahora, como autista, repetía acciones todo el día. Eso era mejor a quedarse inmóvil y gritar de dolor por los terribles calambres que creaba tu cuerpo luego de estar quieto todo el día. Y mientras la locura avanzaba, él terminaba de perderse por completo, olvidando incluso ese sueño que lo mantenía un poco aferrado a la realidad.

En aquel lugar pocos lo veían, pocos trataban de hacer algo por él. No era solo el tiempo de estadía, era su estado cada día más precario y lamentable. No importaba sacarle a pasear. Sus ojos no veían, sus pies no reaccionaban, ni siquiera el viento colmado de libertad llenaba sus pulmones de emoción. Era solo el puto oxigeno que le daba vida, una vida que en aquella condiciones no importaba.

—He oído que ha evolucionado a Esquizofrenia catártica —la chica de ojos azules lo mira con lastima.

—Pobrecillo, tan apuesto, tan joven… no deberían ocurrir cosas como aquellas.

La chica mencionó algo tan novelesco, pues aunque nos enojemos el mundo no es justo.

—Lo llevaré al jardín, tal vez hoy reaccione —está ilusionada.

—Intenta, no funcionará.

Las palabras castigan y el mundo es muy impredecible. Una de las tantas enfermas se acerca hipnotizada por el enigma que envuelve aquel joven e, impulsada por los deseos irracionales primos en ella, corre a él y besa su boca. Él grita desesperado y se agita, mira a la enfermera, alarmado y con el asco dibujado en sus facciones.

No, no, no…. No.

—Libérenme —grita- Sáquenme de este cuerpo, maten mi mente —agarras sus cabellos con ira y los hala tratando de arrancarlos—. Mátenlos a ellos, me torturan, me dicen cosas feas que no quiero escuchar. ¿Es que acaso no me escuchan, carajo?

La pobre chica está cerca del pabellón de urgencias y, corriendo, arrastra la silla con el chico en crisis. Una joven psicóloga con su grupo de amigas sonríe contenta. Una visita la ha llevado a aquel lugar. Su profesión no está basada en atender dementes. Ella atiende en estados menos severos donde la lucidez prima, donde conoce a las personas en su forma básica, egoísta, celosos, envidiosos, ladrones… Conoce la locura a fondo por los años de estudio universitario, pero de lejos, le tiene miedo. Cuando escucha los gritos, aterrada, gira buscando el dueño de aquella voz.

Él la mira con odio irracional, la perfora, la asesina. Ella no se asusta, está fascinada, sostiene su mirada.

Debes acabarla, te está mirando, te hará daño. Acábala antes de que te acabe.

Lo he visto antes.-Se dice la chica.

Y es que ella no recuerda, pero hace algunos años cuando era aun una niña, un chico acude al mismo consultorio que ella, empezando a padecer lo que a fin de cuentas ha terminado con todo. Él no sabe que aquella que hace tiempo no lo visita en su cabeza es una representación de quien lo reta con la mirada, que en ese tiempo cuando aún era cuerdo lo cautivo por la profundidad de su mirada. Por ese lenguaje mudo que siempre le recordaba su fascinación.


Esto fue la primer cosa que escribí, al menos con Edward y Bella. Lo hice una tarde después de visitar por primera vez un hospital mental por una mirada que aun tengo grabada en mi memoria de un chico de aproximados 16 que me cautivo e hizo que en mí creciera aun más esa fascinación por la locura. He modificado algunas cosas pero en esencia esta la idea original. Esto tendrá maxim capitulos y puede que tarde en actualizar.