Lamentablemente Kaleido Star no me pertenece.


Primero que nada, el summary está bastante ambiguo...lamento eso. Segundo, ésta historia es en un AU. Los personajes son de edades mayores que en la serie, por lo que tratará de temas un poco "fuertes" (not really jaja). Creo que en realidad debería ponerle "M", pero no estoy segura, alguien dígame jajaja No les quiero explicar más porque a medida que lean se aclararan las cosas. La historia está escrita en tercera persona y vamos a pasar por las mentes de todos (casi). Básicamente trata de líos amorosos (muchos) y pues de la vida como tal jajaja Espero sea de su agrado y que dejen reviews. Yo tengo pensado un rumbo para la historia, pero si el público pide ciertas cosas, hay flexibilidad jaja

En los primeros capítulos, van a leer más narración que diálogo, en los que sigan probablemente sea más diálogo…a ver qué, no sé jaja

¡Ah! Otra cosa, hay varios extranjerismos (y los habrá en toda la historia). Espero eso no resulte muy confuso, pero ustedes pregunten si no saben. Exijan notas explicativas si quieren jaja


Amber Moon

Capítulo 1: Kabukichō

La noche no tenía nada de especial, era brillante como cualquier otra. Con las calles siempre iluminadas por los letreros neón de miles de establecimientos, los orgullosos ladrones del brillo de las estrellas. Sin embargo, en esa noche de la gran ciudad, un resplandeciente ámbar adornaba el cielo y el viento se tornaba gélido advirtiendo el otoño por venir.

Una azulada luz neón anunciaba el lugar, un ruidoso club nocturno lleno de gaijins, bailando, tomando, fumando, ligando, tomando…No se podía esperar menos al encontrarnos en la zona de Roppongi, la zona más atestada de bares y clubes nocturnos, los refugios de los extranjeros. La música era como la de cualquier club, algunas canciones exitosas de América y otros hits de Japón. El ambiente estaba bastante animado y hasta los más cohibidos eran empujados a la pista de baile.

En una mesa un poco alejada de las demás, o más bien en la mesa que se encontraba casi escondida, se encontraba un grupo de amigos. Estaban sentados tranquilamente, tratando de charlar entre humo sofocante, luces deslumbradoras y música incomprensible. Definitivamente no habían elegido el mejor lugar para charlar, deberían haber elegido algún restaurante o algo similar. Pero no se podían quejar, no habían pagado cover y las bebidas les habían salido bastante baratas, podían tomar lo que quisieran, como negarse ante esa ganga. El grupo se reunió para festejar el cumpleaños número 24 del introvertido Ken Robbins. El chico se veía claramente incómodo con toda la situación, pero era de esas personas que no sabían decir que no. Después de todo, la idea había sido de su jefe inmediato, Yuri Killan. Quien sin duda, era el que más estaba disfrutando del momento y como no disfrutarlo, si a su lado se encontraba la despampanante rubia Layla Hamilton. Curiosamente nunca les habían mencionado a sus amigos de su relación, pero era más que obvia. Además, el anillo de compromiso en la mano de la ojiazul no podía mentir.

De pronto, la única no gaijin del grupo, Sora Naegino, se puso de pie e invitó a su amiga/rival May Wong a bailar. Como siempre, Sora resultaba ser inoportuna y se había dirigido a su amiga en un pésimo momento. La chica estaba notablemente molesta, casi echaba humo, ya que su compañero francés Leon Oswald, había rechazado su invitación a bailar recién llegaron al lugar. El hecho de que May y Leon trabajaran juntos constantemente, no aseguraba que fueran los mejores amigos, pero era algo que a la chica no le entraba en la cabeza.

— ¡Dije que no iba a bailar!—exclamó May indignada mientras le dirigía una mirada asesina a Leon.

— Vamos May, será divertido — dijo la japonesa sonriendo y halando el brazo de su amiga — ¿Qué tal si vamos a bailar sólo las chicas? — preguntó mirando a la rubia.

Al oír la pregunta y ver como Layla se ponía de pie, la peliazul se paró de su asiento tan rápido que el alcohol hizo de las suyas y casi logró que perdiera el equilibrio. La chica maldijo internamente por haberse puesto esos altísimos tacones con los que seguro, tendría un accidente.

— May, deberías ser más cuidadosa — dijo Leon al tomar el brazo de la sorprendida chica para evitar que cayera.

May se sonrojó al contacto de su compañero y retiró su brazo para tomar a sus dos amigas de la mano y alejarse apresuradamente hacia la pista.

Los jóvenes se habían quedado sin compañía femenina y por un momento hubo un silencio casi fúnebre. El silencio se terminó cuando el rubio Yuri le preguntó al cumpleañero si había ido alguna vez a Kabukichō. El chico lo miró asustado, como si su jefe hubiera dicho alguna barbaridad. Pero la verdad era que se había sobrecogido con la pregunta, ya que él sabía que se trataba de la zona roja de Shinjuku. Yuri, al ver la cara de estupefacto de su compañero, soltó una risotada y llamó a un mesero para otra ronda de bebidas.

—Necesitas relajarte, man—dijo al darle una palmada en el hombro a Ken —Supongo tú si has ido—volteó maliciosamente hacia el otro lado de la mesa — ¿o me equivoco, Leon?

El joven lo miró fijamente mientras tomaba un sorbo de su bebida. Yuri se había convertido en su amigo, pero era imposible que olvidara lo que le había hecho a su hermana. Por eso, había momentos en que cualquier cosa que hiciera o dijera el rubio le molestaba. Y éste era uno de esos momentos.

Leon asintió con la cabeza y siguió tomando sin decir nada. Yuri continuó hablando divertido del asunto y propuso que después de dejar a las chicas en sus departamentos, podían ir a distraerse en el distrito rojo. El cumpleañero quería negarse ante el plan de su jefe, pero no pudo. El francés reflejaba indiferencia, la cual podían tomar tanto como un "sí" como un "no" y para fines prácticos de Yuri, éste lo tomó como un "sí".

— Entonces ya está decidido. Y no se preocupen, yo invito. ¡En honor al cumpleañero!


Las chicas bailaban juntas en una pista donde las nacionalidades se mezclaban como los cocteles que bebían. De la nada, alguien tomó a la carismática pelimorada de la cintura y la volteó hacia sí mismo. Se trataba de algún extranjero ebrio, que al notar a la aparente única japonesa del lugar, no pudo controlarse y quiso bailar con ella. Los gaijins suelen tener esa obsesión con las japonesas e incluso con las asiáticas en general, nada fuera de lo común. La Yellow Fever haciendo de las suyas. Sora se sobresaltó por las acciones del típico gaijin y lo empujó tímidamente para alejarse de él, pero él insistente se volvió a acercar. Cuando la rubia vio lo que sucedía con su amiga, no lo pensó dos veces y le dio una fuerte bofetada al alcoholizado joven.

—Fuck you, bitch!—dijo el intoxicado dejándose caer.

El joven iba a caer al suelo, pero gracias al mar de gente sólo consiguió empujar a los que se encontraban a su alrededor. La ojizul se enfureció ante el insulto y estaba dispuesta a bofetearlo de nuevo, pero tenía que mantener cierta imagen y no podía meterse en peleas y escándalos. Lo último que quería era a su padre dándole sermones sobre lo decepcionado que estaba de ella, no iba a permitirlo de nuevo.

May sintió celos de Sora por enésima vez y hubiera preferido que lo que le acababa de pasar a su amiga, le hubiera pasado a ella, sólo para ser defendida por la heroína Layla. Dado el incidente, decidieron que quizá lo mejor era retirarse. Al siguiente día tenían que trabajar y todos iban a llegar con una resaca y un desvelo espantosos.

Las tres amigas se dirigieron a sus compañeros que seguían bebiendo plácidamente. Layla les pidió autoritariamente que dejaran de beber y que las llevaran a sus hogares. Ya había pasado la hora en que llegaban los últimos trenes a las estaciones de Roppongi, y tomar un taxi no era la mejor opción. En ese momento, sólo Yuri había llevado su automóvil, ya que Layla se había acostumbrado a que el rubio la llevara a todos lados.

—Somos seis, ¡debiste haber traído tu auto! —dijo Yuri a su prometida.

— ¡No me reclames nada Yuri Killan!—la rubia aún estaba molesta por lo que había pasado— Leon y Ken pueden tomar un taxi juntos, viven muy cerca uno del otro ¿no? —preguntó alterada.

—Ellos viven muy lejos de aquí, les saldrá carísimo. En todo caso tú y May deberían ir en taxi, son las que viven más cerca—dijo Yuri mientras pensaba en que su novia podía arruinar los planes que tenía con sus amigos.

— ¿Que-e-é? ¿Me vas a mandar a MÍ en un taxi?—preguntó casi gritando, su prometido la estaba sacando de sus casillas —Estas loco Yuri.

—Ya, ya. Ken y Leon me pueden esperar aquí mientras yo las llevo a ustedes a sus departamentos. ¿Feliz?

— ¡Vámonos ya!—dijo enojada mientras empujaba a sus amigas a la salida.

Yuri se acercó a sus amigos y les dijo que los recogería en una hora o una hora y media. Los dos jóvenes se miraron, se encogieron de hombros y continuaron bebiendo. El rubio lo interpretó como un gesto de acuerdo y se apresuró para alcanzar a las chicas.

Ken y Leon se quedaron solos en el club. Ellos definitivamente no se consideraban amigos, pero no era porque no se pudieran llevar bien, sino más bien porque ambos eran muy callados y ninguno tomaba la iniciativa. Realmente sólo hablaban cuando se trataba de asuntos de trabajo y Leon no daba mucho pie a las conversaciones triviales.


Yuri se estacionó muy cerca del lujoso edificio de Ginza donde vivía Layla y se bajó para abrirle la puerta. Cuando la rubia bajó, el joven la acompañó hasta la entrada. Las curiosas chicas bajaron el vidrio del auto para escuchar lo que decían, ya que parecía que peleaban. No pudieron escuchar nada y se quedaron en silencio en señal de resignación. Todos los compañeros del trabajo rumoraban que ellos vivían juntos, pero no era así. Sólo daba la casualidad de que el edificio donde vivía Yuri estaba a unas cuadras de distancia.

Cuando el joven regresó, Sora se cambió al asiento del copiloto. Ella sería la última en bajar y no querían que pareciera que Yuri iba de su chofer. May le repitió su dirección al rubio, él cuál no se ubicaba con sus indicaciones. La chica se rindió y le pidió que la dejara en la estación Omote-sandō, que quedaba a unos minutos del condo donde vivía y arrancaron.

A Sora le preocupaba que Layla y Yuri pelearan, ya que si en verdad terminaban casándose, probablemente no duraría. Ella solo quería ver a sus amigos felices.

—Joven Yuri…la señorita Layla no estaba enojada con usted, estaba enojada por algo que sucedió en el club—explicó encogidamente la chica.

—No te preocupes Sora, yo sé como es Layla. Si no supiera cómo es…—meditó lo que diría—me hubiera casado hace mucho– bromeó.

Los tres rieron y el trayecto se hizo más ameno. Platicaban y bromeaban de cosas insignificantes, nadie podía decir que no se llevaban de maravilla.


En el club seguían esperando Ken y Leon, no habían intercambiado ni dos palabras en todo el rato que tenían ahí, pero la música ahogaba su silencio. Ociosos, daban vueltas a sus vasos y una chica, probablemente europea, trato de acercarse a los jóvenes. La chica estaba a punto de sentarse a un lado del ojigris, pero se retiró casi corriendo. Leon la había ahuyentado sólo con la mirada, era impresionante lo que podía causar sin decir una palabra.

— ¿A dónde crees que nos llevará Yuri?—preguntó Ken con mucho esfuerzo.

— Ni idea. Podría ser a un pachinko, a un go-go bar o a un strip club, a un hotel health, a un hostess club…— la lista de negocios de la zona roja parecía interminable — Lo más seguro es que al hostess club — el joven miró su copa— aunque no creo poder tomar más.

— Parece que sabes mucho de esos lugares… —el cumpleañero advirtió que lo que acaba de decir sonaba muy incriminatorio.

— Ya llevamos algo de tiempo aquí en Japón, deberías tratar de aprender de su cultura.

— Tienes razón, es parte de la cultura— dijo apenado.

— Sólo te diré que los pachinkos, por más aburridos que parezcan, pueden ser muy adictivos— dijo con una leve mueca que quería ser risa.

Lograron mantener la conversación por un rato mientras seguían tomando. Quizá ya habían bebido demasiado. Sin darse cuenta, pasó la hora y media y su jefe estaba de vuelta.

— ¿Listos?— preguntó el rubio mientras sacaba a sus amigos de lugar.

Yuri manejó muy rápido hacia Shinjuku, o así lo sintieron los jóvenes. Ken empezaba a marearse, creyó que vomitaría en cualquier momento, pero trató de ocultarlo para no pasar como el "débil" del grupo. El rubio se estacionó a unas cuadras de su destino y siguieron a pie rumbo a la iluminada calle.

Se encontraban en la parte de Shinjuku menos amigable, menos limpia. Las calles estaban sucias y a diferencia de lo que la mayoría pensaría, había algo de basura en los suelos. Las áreas para fumadores estaban atiborradas de gente y se podía sentir el espeso humo esparciéndose lejos de esas áreas, creando una viciosa atmósfera donde caían los despistados transeúntes. Los vagabundos se sentaban indiscriminadamente en puntos arbitrarios de las banquetas, volviéndose obstáculos atléticos. La gente se movía con prisa y descortésmente, golpeando a otros paseantes sin disculparse. Había muchos chicos y chicas en las banquetas invitando a los transeúntes a entrar a sus clubs, a sus restaurantes, etc. Ya era muy tarde, así que llamarlo el barrio que nunca dormía era más que acertado.

Mientras los jóvenes caminaban, se dieron cuenta de que faltaba el festejado. Inmediatamente dieron la vuelta, sólo para ver como una simpática maid se colgaba del chico mientras trataba de convencerlo para que entrara a su restaurante. Los jóvenes rieron y llamaron a su distraído amigo, quien al oír su nombre se soltó de la chica y corrió hacia ellos. Se disculpó por quedarse atrás y continuaron recorriendo el excéntrico barrio.

Por fin llegaron a la famosa calle, en la "entrada", había un anuncio luminoso en el que se podía leer "Kabukichō" en kanji. Ninguno de los tres podía leer tantos kanji aún, pero sabían que era el lugar.

El único que nunca había puesto un pie en la zona era Ken, por lo que miraba boquiabierto todo a su alrededor. Edificios con una gran lista de nombres en la entrada, ordenados por piso, parecía que todos eran bares. Ensordecedores pachinkos en ambos lados de la calle… Había muchos anuncios peculiares afuera de los establecimientos que podían provocar una que otra risa. Eran tantos los anuncios luminosos, que lo pudieron haber cegado. El chico se hubiera atrevido a decir que literalmente todo brillaba en esa calle y que de alguna manera le resultaba fascinante. Pero sus amigos parecían bastante indiferentes con el entorno.

Entre más avanzaban, empezaban a aparecer los hosts a las entradas de los clubes, tratando de atraer a las aparentemente adineradas japonesas que pasaban por la calle. Veían los casi panorámicos a las entradas de los clubes con fotos modificadas de los hosts y hostess. Cuando comenzaron a aproximarse a los clubes de hostess, no faltó quien tratara de atraer a los tres jóvenes a su club. Yuri y Leon sólo miraban molestos a las chicas mientras se las quitaban de encima. En cambio Ken, no tenía ni idea de que hacer y sólo reía nerviosamente. Sus amigos tenían que jalarlo para alejarlo de las garras de las hostess.

Yuri se detuvo en seco frente a un edificio con diversos anuncios a lo largo de la estructura.

—Ah, es aquí—estuvo a punto de pasar de largo por el lugar a donde planeaba llevar a sus amigos.

Leon, quién ya había dado sus caminatas por el barrio, se sorprendió de que el lugar a donde entrarían no se veía ni como un club ni como un bar. Empezó a sospechar del tipo de entretenimiento al que los estaba dirigiendo el rubio y pensó que éste no estaba en condiciones de acudir a ese tipo de lugares. No cuando estaba a punto de casarse. Se incomodó y permaneció en silencio mientras subían al 3er piso del edificio.

Llegaron a una modesta recepción donde un hombre les dio la bienvenida. Yuri se acercó al mostrador y le dijo algunas cosas en japonés. Tenía que comunicarse en ese idioma ya que por lo regular esos lugares no atienden a extranjeros. Al oír que el gaijin podía comunicarse, el hombre le explicó que primero debían elegir a una chica, después debían ir a una habitación en particular de un love hotel en específico. Un poco después la chica que escogieron llegaría a la habitación y tendrían el tiempo por el que pagaron.

Leon no se había equivocado, sus sospechas eran ciertas. Yuri los había llevado a un hotel health o deriheru, en realidad ya no recordaba la diferencia. No quería estar ahí, pero ya había llegado demasiado lejos, el tiempo para decir "no" había pasado hace mucho y su amigo se encontraba desembolsando el dinero.

Ken estaba totalmente confundido, había escuchado y entendido todo lo que había dicho el hombre pero no sabía cómo responder. Su jefe llamó a los jóvenes para que se acercaran al mostrador, donde habrían de leer unas hojas con ciertas especificaciones del servicio.

— Es esto, como… ¡¿un burdel?! — preguntó atónito Ken mientras leía — ¿A qué se refieren con que...

— No seas escandaloso, como si nunca hubieras ido a uno — interrumpió el rubio — ¿También me vas a salir con que eres virgen? — preguntó sarcásticamente.

El chico no contestó y dirigió su mirada al suelo.

— ¡No puede ser! ¡Lo eres! Pues qué bueno que te traje aquí — dijo sonriendo Yuri — Ya, traiga a las chicas para que escojamos— le dijo al encargado.

El hombre dio un grito y rápidamente corrieron hacia una escalera unas 12 chicas que se encontraban en el medio piso arriba de la recepción. Las chicas se quedaron en fila en la escalera mientras miraban a los jóvenes sonriendo. Algunas eran japonesas, otras eran de algún otro país asiático como Tailandia, China, Filipinas, etc.

Yuri las examinó y eligió a una japonesa relativamente voluptuosa. Entonces el hombre le dio una dirección al rubio, le dijo que la chica saldría en 10 minutos y el joven se retiró del lugar, dejando solos a sus amigos.

El hombre comenzó a apresurar a los jóvenes para que escogieran a su chica, ya que se habían quedado inmóviles y mudos. Leon recordó que lo mejor era no hacer enojar a nadie y no meterse en problemas en ningún establecimiento del distrito rojo, dado que podía resultar peligroso.

Le dijo a Ken que no importaba a quien escogiera, bien podía ir al love ho y no hacer nada si no quería. El chico asintió y escogió a una japonesa, el encargado le dio una dirección y antes de que se fuera, su compañero le advirtió que tuviera cuidado.

Ya sólo faltaba Leon de escoger y el encargado empezaba a fastidiarse. De repente, se oyeron los pasos de alguien que se acercaba corriendo, se trataba de una chica que trabajaba en el lugar, pero ésta era diferente. No era asiática. Llegó con el encargado y le pidió disculpas por haber llegado tarde. El hombre estaba sumamente furioso con la chica, la jaló del cabello mientras la regañaba por su impuntualidad, daba la sensación de estar a punto de darle una bofetada.

— Quiero a esa— dijo Leon en un intento por detener al hombre. No estaba bien que un hombre golpeara a una mujer.

Al oír eso, el encargado soltó el cabello de la chica y la dejó subir para que se preparara.

— Que extraño es usted, por lo regular los occidentales prefieren a las asiáticas, ¿está seguro de que quiere a esa?

—Totalmente, ya deme la dirección.

—Como usted diga…


Ken casi se había desviado del camino al love ho gracias a varias hostess que encontró a su paso. El hotel estaba a unas cuadras y por fin dio con él a pesar de lo escondido que estaba. El chico se acercó nervioso a la recepción y entregó una hoja que le había dado el encargado. Una mujer de cómo 40 años y algo tosca, sonrió y le entregó la llave para una de las habitaciones.

Entró a la habitación y se asombró de lo impecable que era. El chico había esperado que fuera uno de esos hoteles de mala muerte con olores indescriptibles, llenos de suciedad, manchas mutantes y quién sabe qué más. Se sentó al borde de la cama y espero, recordó las palabras de su compañero sobre que no tenía que hacer nada si no quería y que tuviera cuidado. Se las repitió así mismo como si tratara de memorizarlas.

Observó como la puerta se abría y entraba la chica que había escogido anteriormente. La chica le dijo que la llamará Mei-chan y que estaba a sus órdenes. Fue muy embarazoso para él, la chica se llamaba como su compañera peliazul. Ken se quedó perplejo viendo como la chica se ponía un uniforme escolar. Por alguna razón sintió la necesidad de hacer conversación, le dijo a la chica su nombre y le explicó como su jefe lo había traído a ese lugar por su cumpleaños.

— ¿Así que cumples años, Ken?—preguntó con una sonrisa pícara—Yo me encargaré de que nunca olvides éste cumpleaños.


En otra habitación de un hotel contiguo, se encontraba el francés caminando en círculos. Le parecía que lo que estaba haciendo su jefe con Layla, no era justo. Pero a final de cuentas, no era su problema y la rubia debía haber advertido como era su prometido desde un principio. Sabía que ella no era tonta y que probablemente de alguna manera se vengaba de todas las cosas que hacia Yuri. Simplemente hay personas a las que les gusta tener relaciones así de conflictivas.

La puerta se abrió de golpe y casi disparada entró la chica de hace un rato, se quitó los zapatos, colgó su bolsa y se sentó en medio de la cama, sin decir una sola palabra. Abrazó sus rodillas mientras su mirada se perdía en el infinito. Llevaba una falda negra, una blusa blanca de holanes con botones, un suéter y calcetas arriba de las rodillas, tenía todo el look de colegiala. Su cabello era muy oscuro y largo, ondeándose debajo de su pecho. Sus ojos eran un océano, un color entre azul y verde. Se veía muy jovén como para usar tanto maquillaje, pero el maquillaje no sólo es un adorno. También oculta cosas. Y era bonita, pero tenía una sombría aura que lo opacaba todo.

Leon creyó que la chica le agradecería lo que había hecho hace un rato por ella, pero había sido muy ingenuo. Se notaba que ella detestaba lo que hacía y lo que menos iba a hacer era agradecer estar ahí. Le dio lástima la chica. No quería seguir en esa habitación y caminó hacia la puerta.

Cuando la chica notó que el joven se iba, se levantó y bloqueó la puerta. No podía permitir que el cliente se fuera antes de tiempo, eso solo iba a demostrar que había hecho un mal trabajo y seguro la castigarían.

—No se vaya por favor, quédese—dijo suplicante la chica—Puede pedirme lo que quiera, pero por favor no se vaya. No aún.

El joven vio la preocupación de la chica y le pareció que debía quedarse. Se sentó en la cama e iba a dejar que sólo pasara el tiempo, iban a ser los minutos más largos de su vida. La chica se sentó a su lado, sin decir más. Se quedó inerte esperando a que pasara lo usual.

Ella no estaba acostumbrada a lo que estaba pasando, los clientes no solían desperdiciar el tiempo. Sólo tenía que dejarse, ser paciente y mirar al techo. El silencio le era familiar, ya que muy pocos le dirigían la palabra, y los que lo hacían, soltaban veneno. Consideraba que todos hombres tenían vidas muy vacías y esperaba con ansias a que llegara el día en que podría dejar ese trabajo. Pero quizá estaba esperando en vano. Al examinar a su cliente, pensó que ese joven que tenía a su lado, tampoco quería estar ahí, pero no estaba dispuesta a preguntarle nada. Sin embargo, fue él quien rompió el silencio.

— ¿Cómo te llamas?—preguntó ya harto del silencio que le había parecido eterno.

En ese mundo a ella la llamaban Yoru. Sólo su jefe se dirigía a ella por su nombre real. Sabía que si alguien le preguntaba su nombre, ella tenía que responder eso Yoru, pero no fue así.

— Alena — respondió inconscientemente.

— Yo soy Leon Oswald. Soy de Francia, pero por cuestiones de trabajo terminé viviendo un tiempo en Nueva York y ahora estoy aquí en Japón. Llevo como un año y medio aquí…—explicó mecánicamente sin mirar a la chica.

El joven volteó a ver a la chica al notar el silencio y sintió que lo miraba confundida, empezó a creer que su japonés era tan horrible que ella no podía entender lo que decía o que de seguro estaba diciendo incoherencias tal como esas traducciones que hacían los japoneses al inglés. La chica era extranjera, de eso no había duda, pero desconocía su procedencia y por lo tanto no sabía qué idioma era mejor para comunicarse con ella. Consideró que probablemente no habría problema si le hablaba en inglés.

— ¿De dónde eres?—preguntó en inglés.

"¿De dónde eres?", una pregunta que hundía el filo en la herida. A nadie le había importado nunca de donde venía, para todos era "la occidental", "la no asiática". Incluso había quienes se atrevían a ponerle la nacionalidad que se les daba la gana. Ella venía de un lugar de Europa, un lugar que hace siete años no pisaba. Un lugar donde aún estaría de no ser por ese viaje a Taiwán. Tenía que sacarlo de su sistema y ese extraño que estaba a su lado, parecía el indicado para desahogarse.

—Nací en Bélgica, pero crecí en Francia. Tengo siete años aquí en Japón, no vine por voluntad propia. Y tampoco hago esto porque quiera.

El ojigris la miró entre sorprendido y consternado. Esa chica había vivido en el mismo lugar de donde él provenía, y se encontraba en la misma ciudad que él, pero él si estaba ahí porque quería.

— ¿Cómo llegaste aquí?— preguntó ahora en francés.

Alena suspiró, miró hacia el suelo y después al techo. Le iba a costar contar porque estaba ahí, pero tampoco quería causar lastima. Lo mejor era contar todo de una manera resumida, aunque ocultar su desdicha sería mentirse a sí misma. Comenzó por contarle como su familia había realizado un viaje a Taiwán, a su madre le encantaba conocer todos los rincones del mundo. Habían ido de vacaciones, por diversión. Pero la diversión no duró demasiado, ya que en ese lugar, fue secuestrada. Jamás iba a terminar de maldecir ese viaje. En ese entonces ella sólo tenía 14 años, no sabía nada sobre la trata de blancas en los países de Asia. Ahora a sus 21 años, no entendía por qué le había sucedido eso, dado que generalmente las chicas secuestradas o engañadas eran asiáticas y ella no lo era. Cuando la llevaron a Japón, trabajo en un burdel en Osaka. Pero en uno de verdad, no en algo como ese loophole en la ley en el que se encontraba trabajando ahora. Aunque ante los ojos de la ley no era una prostituta, ella sabía que lo era y lo odiaba. Pero no tenía otra opción, era todo lo que tenía, aunque hubiera preferido no tener nada.

El joven estaba totalmente abrumado, no podía decir que no sabía que se trataba de una situación real, un problema que pasaba desde hace muchos años. Pero oírlo directamente de una víctima, era espantoso. Ahora él sentía culpa, se sentía parte del problema, sólo por estar ahí en esa habitación. Aunque se tranquilizó y concluyó que la culpa era de Yuri y estaba seguro de que no era la primera vez que su amigo adquiría esos servicios. Incluso sintió algo de repulsión hacia él.

—Lo siento.

La chica continuó contándole su historia. Había omitido detalles de los que no se sentía lista para hablar, pero siguió con lo demás. Hacia 4 años que empezó a trabajar en Tokio, sucedió cuando el burdel de Osaka tuvo que cerrar para evitarse problemas con la policía. Las chicas fueron vendidas a negocios más "legales". Y el líder de uno de los grupos criminales de Tokio quiso comprarla a ella junto con otras chicas para que trabajaran para él. Ese hombre la había escogido por una atracción inusual hacia ella. Ya que en ningún momento le había pedido sexo ni había intentado tocarla nunca. Sólo le gustaba su compañía y trataba de que estuviera "bien" dentro de lo que cabía mientras trabajara en sus negocios.

Inesperadamente sonó el celular de la chica. Un sonido poco perceptible pero conocido para ella. Cuando sonaba su celular significaba que la recogerían en 15 minutos. No tenía que contestar, sólo era un aviso. La llamada que vendría después si tenía que ser contestada.

La chica no le dijo nada a su cliente sobre los 15 minutos, después de todo, no estaban "ocupados". Le siguió contando sobre cómo funcionaba el negocio, como funcionaba Kabukichō, cómo podían ser considerados un negocio legal, entre otras cosas. Alguien podría haber dicho que estaba hablando de más, pero era lo que menos importaba. Leon la escuchaba atentamente, el semblante de ella había cambiado desde que él le empezó a hablar, era difícil creer que fuera la misma de hace un rato. El joven sintió el impulso de contarle sobre sí mismo, su trabajo, sus amigos…Aunque igual que ella, había aspectos de su vida con los que no se sentía cómodo hablando y no hablaría de ello. Su vida no se comparaba con la de ella, pero igual quería contarla. Inclusive le contaría como había terminado en esa habitación.

Es interesante como se puede llegar a tener tanta confianza con un desconocido. Quizá porque cuando se habla con un desconocido, siempre está esa distancia emocional que no se puede traspasar. No se siente nada hacia esa persona, no te puede alcanzar y tú tampoco. Muchas veces sus vidas no se volverán a cruzar jamás y habrá sido como si nunca hubieran hablado. Un momento que se olvida y se pierde en un abismo.

Ya habían pasado los 15 minutos, el celular volvió a sonar. Torpemente, Alena sacó de su bolso el celular saturado de dijes, mascots, etc., contestando lo más rápido que pudo.

—Sí, ya. Entendido — y colgó.

Se puso aprisa los zapatos sin abrochar y corrió a la puerta. Le dijo a su cliente que ya era tiempo de irse, estaba bastante apurada. Al ojigris ahora no le apetecía irse, quería seguir conversando. Pero la chica ya se encontraba atravesando la puerta.

—Espera—dijo tomándola del brazo

— ¿Qué pasa? —caminaba por el pasillo seguida de su cliente.

El joven la soltó para buscar algo en los bolsillos de su saco. Cuando lo encontró, se sintió aliviado. Le entrego a la chica su tarjeta de presentación, creía que ya había entregado todas las que traía consigo, pero afortunadamente le quedaba esa.

— Llámame o escríbeme—su tono había sido un poco mandón—si quieres—añadió.

—Está bien.

Guardó la tarjeta en su bolso, corrió por las escaleras y estaba a punto de caerse, la había salvado el barandal. Debería haberse abrochado los zapatos, pero siempre se enojaban si se tardaba cuando la habían llamado para recogerla. Se despidió de la mujer que se encontraba en la recepción y salió de prisa.

Leon bajó las escaleras tranquilamente, pasó la lúgubre recepción y se dirigía a la puerta, iba a marcar el número de alguno de sus amigos para reunirse. Después de todo, el había sido el último en escoger chica, sus amigos ya debían de haberse desocupado. Estaba a punto de presionar el botón para marcarle a su jefe, pero éste se le adelanto.

¿Ya terminaste también verdad? Nos vemos en la entrada de Kabukichō.


Los tres amigos se encontraron en la resplandeciente entrada. De alguna manera, el trío se veía feliz. Todos habían disfrutado de la noche a su manera. Yuri preguntó a sus amigos si la habían pasado bien, a lo que ambos asintieron.

—Oiga jefe, debería dejarnos entrar más tarde mañana—dijo Ken en parte en broma y en parte en serio.

El rubio soltó una carcajada.

—Ya saben que no depende de mí. Lo siento, tendremos que veremos las caras de crudos a las 8 de la mañana. ¡Y todavía los tengo que ir a dejar! Probablemente no dormiré—rió caminando hacia el auto.


FYI: En Japón no tienen a mujeres o niñas trabajando de esas cosas a la fuerza, debido a la intervención de la policía y a las leyes que tienen(ignorando lo de los loopholes), pero en otros países de Asia sí (se supone). Sin embargo (según artículos que he leído), se sigue dando en lugares contados (y "marginados") muy por debajo del agua, por lo que ese plot no está tan fuera de lugar. En cuanto a lo demás que escribí, funciona así tal cual. Quise tocar éste tema taboo y en futuros capítulos tal vez incluya otros.


N.A:

Uy, no sé qué tal estuvo. Espero que les haya interesado, no explique muchas cosas a propósito jajaja En el capítulo siguiente se explican varias. Estoy tratando de tomar varios elementos de la serie y de alguna manera adaptarlos a ésta historia (y más adelante se explicaran y desarrollaran). Quise poner a Layla y a Yuri como la única pareja consolidada desde el principio, porque realmente son los únicos a los que a través de la serie les vi esa posibilidad. Para los demás, siento que debe irse dando. Aún me faltan varios personajes de la serie, pero ya irán apareciendo. En cuanto a nuevos personajes "importantes" (o ¿recurrentes?) van a ser tres, apenas presentamos a uno…le dedique una buena parte del capítulo para no tener que volver a explicar su background y etc. Igual tardará un buen rato(capítulos) en volver a aparecer jaja

Creo que abuse un poco de las horizontal lines jaja