Nada tenía tanta importancia para mí, ahora, solo podía ver todo a mi alrededor como una espectadora. Podía verme a mí misma sentada, en clases, mirando hacia la ventana, pensando en solo una persona ¿Por qué la profesora no dejará de hablar? ¿De qué va la clase? Realmente todo era como un sueño. No podía dejar de pensar en él ¿dónde estará en este momento? ¿Lo seguirán presentando en las demás aulas? Mi corazón no dejaba de latir. Estaba realmente sorprendida de haberlo visto. Su sonrisa, esa forma de levantar los lentes sobre su nariz, sus ojos cafés tan brillantes y alegres como siempre, como si no viera el lado malo del mundo.

Era tan puro.

Mi corazón se estrechó de solo pensar en sus ojos posándose en mí, con una sonrisa cálida.

Estaba aquí.

Trabajaría aquí.

Podría verlo todos los días.

Solté un suspiro, tenía tantas ganas de verlo ahora mismo. ¿Por qué? ¿Por qué no podía parar de sentir esto? ¿Desde cuándo pasó? Lo conozco desde que era una niña, siempre estuvo conmigo. Él fue mi soporte cuando mi madre nos dejó, fue quien me acompaño a las actividades de la escuela cuando mi padre estuvo sumergido en la depresión, estuvo conmigo cuando el decidió marcharse asegurando que necesitaba volverse más fuerte para poder afrontar la perdida de la mujer que amaba (la mujer que todos amábamos) él fue… el primer amor que conocí.

-¿Akane-san? – la voz de la maestra sonó fuerte.

En ese momento me di cuenta que era el centro de atención de la clase. Todas las miradas estaban sobre mí.

-¡Si! – dije levantándome de mi asiento. Mi cara ardía de la vergüenza.

-¿Te sientes bien? ¿Quieres ir a la enfermería?

Mi corazón comenzó a latir con más fuerza. Podría jurar que estaba mareada, pude sentir los síntomas necesarios para ir a enfermería. No desaproveche el ofrecimiento de la maestra y me dirigí corriendo hacia la enfermería.

Al abrir la puerta corrediza, lo vi. Estaba mirando los papeles de su escritorio. Estaba tan concentrado que no había escuchado la puerta. En ocasiones solía ser tan despistado. Adoraba ver sus gestos, parecía que estaba aislado del mundo, como yo ¿Se sentirá solo como yo? No, él no es así. Es tan amable, es tan compasivo, él no tendría este sentimiento de soledad, amargura, vacío.

-Con permiso – mi voz sonaba temblorosa.

-¡Oh! Akane, no esperaba verte – dijo acomodando sus lentes – Es mi primer día de trabajo ¡Estoy tan contento!

-Felicitaciones doctor Tofu ¿Por qué no me lo había contado? – no podía ocultar mi sonrisa.

-Bueno, no esperaba que las cosas surgieran así. Pero como el consultorio no está en buenas condiciones y la reconstrucción tardará algún tiempo, aproveche que me hayan ofrecido el empleo.

-Todos lo extrañaremos, era el doctor favorito de todo el vecindario.

Y no mentía.

-Bueno, tampoco no es que desaparezca. Di mi número a todos para cuando me necesiten.

Es siempre tan amable.

-Oh, lo siento. Yo contándote mis cosas pero si estás aquí me imagino que es por algo ¿Te sientes mal? – su sonrisa se borró por una mueca de preocupación.

No, solo…quería verte.

-Sí, estoy un poco mareada. Creo que no he dormido bien últimamente –dije tocándome la frente un poco apenada por haber mentido.

-Akane, te he dicho que tienes que descansar las horas necesarias ¿Sigues entrenando en las madrugadas?

-Bueno, últimamente sí.

El doctor Tofu me miro desaprobatoriamente. Adoraba la manera en que se preocupaba por mí, pero al mismo tiempo odiaba sentirme como una niña pequeña, sabía que él no me veía con los mismos ojos que yo. Era algo que me dolía en ocasiones, pero el dolor desaparecía cuando estaba cerca de él. Era un sentimiento extraño, raro de explicar. Era como tenerlo cerca, pero a la vez lejos. El doctor Tofu era mucho mayor que yo. Además…

-Puedes acostarte y descansar. Te daré unas vitaminas ¿Ya comiste?

-No.

-Bien, entonces te daré esto – se giró para buscar lo que necesitaba –Descansa unos minutos, almuerza y luego ve a clases. Eres una chica fuerte, Akane-chan. Sé que con esto mejorarás enseguida.

¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué tenía que conformarme con esto? Nunca me había atrevido a confesarle mis sentimientos. Quizás, sabía lo que respondería. No quería ser rechazada, tampoco quería cambiar el trato entre nosotros. No sabría cuál sería la postura del doctor Tofu si llegara a confesarle mis sentimientos.

Después de descansar, no tenía ganas de volver a clases, aún falta para el receso. Así que me fui a la azotea de la escuela. Comería ese día sola. Había quedado en comer con Ryoga, pero creo que no hubiera podido de todas formas, casi siempre pasaba ocupado ya que formaba parte del consejo estudiantil. Me senté en la esquina de la pared. La sombra era reconfortante para el calor que hacía. Por un momento cerré mis ojos disfrutando de la soledad. Era agradable en ocasiones. No pensar en nada, no pensar en mi familia, no pensar en los problemas.

El sonido de alguien tomando jugo me hizo abrir los ojos. Me senté recta y me incline para ver de quien se trataba.

Estaba apoyado al otro lado de la pared mirando el cielo. Tenía el jugo en su mano y mordía el sorbete como si no se diera cuenta de que lo estaba haciendo ¿Qué hacia este chico aquí? ¿No se supone que debería estar en clases? ¿Se habrá escapado? Entonces sus ojos azules, intensos como un mar furioso, se posaron en mí. Dejó de morder el sorbete y bajó su mano. En sus ojos no había ningún sentimiento aparente. No había sorpresa, molestia, simpatía. Nada.

-Hola.

-¿Te escapaste de clases? – fue lo primero que pude decir.

El pareció asombrado por mi pregunta. Miro al cielo de nuevo, pensativo. Luego se echó a reír ¿Había dicho algo gracioso?

-De hecho, no entré – dijo señalando un bolso a su lado.

Oh, no había entrado a clases ¿Eso no contaba cómo fuga?

-Te meterás en problemas.

-¿Cómo tú? Aun no es hora del receso y tu estas aquí, hablando conmigo –me miró con una sonrisa - ¿Te escapaste de clases?

Su pregunta me molestó. Yo no era de ese tipo de personas. Al contrario, era una estudiante destacada, responsable e iba al pie con las normas. Pero en esta ocasión, tenía todo el permiso para faltar. Me lo había dicho el doctor Tofu. Incluso fue a buscar mi almuerzo por mí. Era tan amable.

-Tengo permiso de estar aquí – dije volviéndome a recostar en la pared.

No quise prestarle más atención aquel chico extraño y saqué mi almuerzo. Kasumi (mi hermana mayor) lo había preparado para mí. Ella era un ángel, lo único bueno que había en casa, la única persona que hacía sentir aquel lugar frio como un hogar. Aparte de Nabiki (mi otra hermana mayor) que casi no pasaba en casa y era fría con nosotras.

-¡Se ve delicioso! ¿Me das un poco? – dijo acercándose a mí, invadiendo mi espacio personal.

-Ni siquiera te conozco – dije de mala gana, alejándome de él.

-Me llamo Ranma Saotome. Soy nuevo en la escuela, mucho gusto – dijo con una sonrisa pícara.

-Me llamo Akane Tendo. Y de todas formas no te voy a dar.

-Vamos, no seas egoísta. Perdí mi almuerzo por escapar de unos gatos y tengo mucha hambre – dijo rascándose la cabeza.

-Eres muy extraño ¿Te lo han dicho? – miré sus ojos y luego mi almuerzo.

-Siempre que puedas compartir con alguien, hazlo – Las palabras del doctor Tofu rondaron en mi cabeza ¿Si hago esto, él se fijaría más en mí?

-Está bien, pero solo un poco. Y no vayas a mal interpretar las cosas – le advertí apuntándolo con los palillos, como si fueran cuchillas.

-Tranquila, me gusta alguien más – dijo alzando las manos al aire en inocencia.

Vaya tenía novia. Bueno, mirándolo bien, él no era para nada feo. Al contrario. Era muy atractivo. Su cuerpo estaba bien formado, su piel era blanca y su cabello azabache un poco largo atado con una trenza le daba un aire rebelde, sus labios eran un poco gruesos, casi perfectos. Su nariz era perfilada y sus pestañas gruesas. Si, en definitiva era muy apuesto. Era obvio que un chico como el tuviera novia.

-¿Y dónde está ella? ¿Se quedó en tu antigua escuela? – la curiosidad me invadió.

-Nop, ella estudia aquí. De hecho, yo vine buscándola.

Oh. Eso no me lo esperaba. ¿Era amor? Dejar todo por la persona que amas. No pude evitar sonreír y sentir un poco de envidia al mismo tiempo ¿Sería capaz de dejar todo por el doctor Tofu? Tal vez, si ¿Él lo dejaría todo por mí? Tal vez, no. Lo mío era un amor imposible ¿Por qué tenía que haberme enamorado de él?

-¿Cómo se llama? Tal vez la conozca – dije separando el almuerzo y sacando otros palillos de emergencia.

-Su nombre es Ukyo kuonji, su cabello es largo y castaño. Sus ojos son cafés y…

-La conozco – dije deteniéndolo – Esta en el 2-B. yo estoy en el 2-A, sé que es una chica muy popular. Es linda.

-Diablos, mi suerte es mala. Pensé que estaba en el 2-A – dijo cabizbajo –Bueno, creo que tú y yo seremos compañeros de clases.

-No te preocupes, seguramente ella está feliz porque estés aquí, no le importará que estén en cursos diferentes.

-De hecho… - dejó la salchicha a mitad de camino a su boca –ella no sabe que estoy aquí. Es por esa razón, que no quise entrar a clases.

Ranma parecía preocupado. A diferencia de todos los chicos que había conocido en la escuela, era la primera vez que conocía a uno que de verdad parecía gustarle una chica de verdad. Los otros, simplemente buscaban diversión por un rato, casi nunca miraban a las chicas para algo serio. He visto algunas compañeras de clases del año pasado, ser rechazadas, engañadas y humilladas. Por eso no me gustaban los chicos de mi edad, eran unos inmaduros.

-Humm… ¿Y cuándo piensas dar la cara? Eres un cobarde.

-¡Nadie me llama cobarde! Por favor, soy Ranma Saotome, nada me asusta.

Lo mire con fastidio.

-Sí, claro. Bueno, en todo caso tarde o temprano tendrás que verla – dije mientras seguía comiendo.

No dijo nada, comimos en silencio. No nos dimos cuenta de que había sonado la campana de receso y tampoco nos dimos cuenta cuando había terminado. Nos habíamos quedado en silencio, cada quien sumergido en sus pensamientos. Yo estaba contenta, el doctor Tofu había entrado a trabajar al colegio. Y por otro lado, Ranma parecía estar contento también.

Hoy era un día especial.