Fogoso.
Era un día claro y sereno, apenas se oía el murmullo de unos niños que jugaban en algún lugar, desde el amanecer se hallaba transportando pesados fardos de víveres, empaquetando obsequios, empacando prendas de vestir.
Acababa de acomodar los frascos en la alacena y descansaba acodada en el alfeizar de la ventana cuando él llegó.
No lo esperaba, en realidad nisiquiera sabía que se encontraba en la ciudad.
Zuko… una figura violente y potente no le había demostrado más que una torpeza y una impaciencia exageradas para afrontar la vida.
Lo bueno era que esta torpeza e impaciencia se hacían a un lado en la cama y solo quedaban la potencia y la violencia.
Se supone que el sexo no debía ser violento pero ella no consideraba los mordiscos, azotes y estrujones como violencia, si es cierto que era morbosamente doloroso pera aquella era su forma de fortalecerse mutuamente.
Fin.
