Bien, he vuelto con una idea que me ha estado rondando la cabeza hace días, no se lo que saldrá de este fic que con mucho cariño traigo para ustedes. Quiero hacer algo decente que les llame la atención y así poder ganarme aún más un espacio en su tiempo para que lean mis disparates. Sin mas los dejo con la historia.

Hyakki Yako

Capitulo 1.

Otoño… dulce otoño.

Las hojas de los árboles del aquel templo caían en sus tonos dorados, naranjas y café que hacían a la vista una agradable sensación de calidez aún cuando el frío próximo del invierno se hacia presente día con día.

El cielo en su tono celestial en oras de la mañana se apreciaba igual como los zafiros orbes que despertaban con los rayos del astro mayor. Hermosos, si, los ojos de aquella miko que reflejaban el misterio del cielo junto a aquella sincera calidez que brotaba de los mismos y de su sonrisa. ¿Quién no amaba esos ojos? Eran tan místicos que de este mundo no parecían, una bendición de Kami-Sama para con cualquiera que tuviera la dicha de verlos.

La joven mujer despertaba con el sonido de su molesto despertador, cuan inoportuno era, siempre la sacaba de su mundo de sueños. Aquel mundo del que no quería salir puesto que se sentía feliz, porque allí, en ese mundo paralelo estaba si8empre con aquellos que tanto amaba y que por desgracia ahora ya no podía verlos más.

Se levanto perezosamente dejando la calidez de las sabanas que acariciaban su cuerpo, sentándose en el borde de la cama se estiro, dejando de lado ese sueño que la embriagaba. De soslayo miro el reloj, las 7:03am día domingo y se levantaba a estas horas puesto que ahora como miko del templo shinto Higurashi tenia responsabilidades.

Levantándose de la cama camino unos cuantos pasos más hasta estar en la puerta de su dormitorio, viendo ahora con detenimiento las fechas del calendario que hacían un nudo en su pecho, hizo una mueca simulando una sonrisa llena de nostalgia

-Tres años ya… Como vuela el tiempo –Dijo para si misma en sutil susurro melancólico.

Tomo la perilla y la giro, saliendo de sus aposentos dispuesta a darse una ducha rápida ya que tenía trabajo pendiente.

Después de aseada y vestida con una hakama verde claro ajustada a su cintura con las escotaduras laterales un poco mas abiertas de lo normal y una franelilla de tirantes gruesos blanca unas sandalias tradicionales son sus medias tobilleras blancas, esto es para ella la ropa "tradicional" a su gusto ya que se ha rehusado enormemente a vestir el chihaya correctamente, de ningún modo quería sentirse una sombra de nuevo, aunque, siendo sincera ya no le guardaba ningún recelo ni sentimiento negativo a su antecesora, pero esta forma de rebeldía en ropa solo se le perdonaba a esta miko en particular.

Kagome Higurashi es una estudiante con un futuro prometedor en las artes médicas, una gran destreza en la gimnasia y arquería así como una joven con un presente lleno de elogios por parte de los sacerdotes de otros templos de todo el Japón.

Ella bajaba lentamente las escaleras del templo, encaminándose hasta donde una lujosa limusina aguardaba desde hacia pocos minutos a que ella hiciera acto de presencia. Un hombre mayor, de baja estatura, cabello grisáceo y escaso que bestia un esmoquin de chofer tenia entre sus manos el gorro correspondiente al atuendo del mismo, este la vio bajar las imponentes y exhaustas escaleras con toda la facilidad del mundo sin sentir vértigo al descenderlas.

-Buen día, Miko-Sama, he venido por usted, soy de chofer de la familia Nikeda, la cual requiere con urgencia de sus servicios. – Dicha las palabras del nombre mayor hizo una reverencia.

-Buen día… Vamos. – Saludo cabeceando al mayor quien le abrió la puerta del vehiculo negro.

oOoOoOo

Llevaban ya alrededor de media hora de camino cuando el hombre carraspeo haciendo que Kagome le dedicara atención solo entreabriendo sus orbes zafiro, aquellos orbes que vio a través del espejo retrovisor y casi le hacen perder el control del volante, calmadote ya dio un respiro profundo tratando de tranquilizarse.

-…Señorita… -Murmuro el hombre-

-..¿Dígame? –Respondió ella con un tono vació.-

-Yo… Ayude a la señorita Mina, se lo ruego. – Su voz se oyó en un hilo quebrado de preocupación y angustia.- Es solo una niña…- Continuo.

-Despreocúpese… -Sonrió calida Kagome ante las palabras del mayor, el la vio y se alegro enormemente de ver ese brillo dulce en los orbes que casi le hacen estrellarse. – No dejare que nada malo le pase. –

-Se lo agradezco…-

oOoOoOo

El camino hasta la mansión de los Nikeda fue tranquilo aunque un poco agotador ya que duro hora y media, a la llegada Kagome fue recibida por una pareja, un hombre mayor pero con un muy buen porte, de cabello castaño ya con algunas canas presentes y un abundante bigote, se le veía amable y serenos, a diferencia de su compañera, una mujer de aspecto extranjero de cabello rubio y tes blanca su rostro denotaba aires de arrogancia en cada poro. No le importo.

-Bienvenida sea, Miko-Sama… gracias por atender nuestro llamado. – Dijo el hombre.- Soy Saito Nikeda y ella es mi esposa, Anastasia..

-Un placer señores… - Contesto Kagome alzando la vista a una de las ventanas de la mansión.-

-… Miko-Sama, le llamamos por….

-Un ente maligno, ya lo ví… Esta en el segundo piso en aquella habitación… -Señalo serena ante la mirada atónita de los presentes.

-….¿L-lo ha visto? Oh Kami… Ningún monje o sacerdotisa que hemos traído aquí ha podido dar una respuesta tan…

-Falsa…- Hablo la esposa - Se ve que esta mujer se ha enterado de los demás charlatanes que han venido a nuestro hogar a sacarnos dinero…

-Anastasia, por favor

-¡Por favor nada! Mira como viene esta niña ante nosotros, parece una vulgar con esas ropas, esas no son dignas de una sacerdotisa... Dios mío, mírala, es solo una mocosa…

-¡YA BASTA! – Gritó fúrico el hombre. – Respeta a la señorita Higurashi, ¡Siempre me haces pasar vergüenza delante de todo el mundo, calla!

La mujer quedo sin ganas de replicar, ofendida miro a la joven sacerdotisa que se encontraba serena, si expresión parecía el de una muñeca de porcelana, con esa piel blanca pálida y esos ojos. Esos malditos ojos desde que los vio en todos los diarios y televisores le daban repugnancia y ahora que los tenia en frente le causaban aun mas asco, dio media vuelta y se adentro en la casona dejando a los tres solos.

El hombre se disculpo con Kagome quien solo sonrió ante las curdas ofensas de la mujer.

oOoOoOo

la puerta de caoba era hermosa, estaba detallada con tallados de hadas y flores, cual cuento mágico pero que en penumbra rodeado de maldad se encontraba, el kuro ōra brotaba de las comisuras de la puerta.

Sin permiso alguno Kagome entro a la habitación donde en el fondo de la misma se encontraba una cama en donde reposaba como dormida una niña de cabello castaño de unos 13 años quizás, el aura demoníaca pensaba enormemente para el padre de la niña mas para la joven oji-zafiro era solo un zumbido en sus oídos. Busco y busco por toda la habitación mientras la detallaba.

Habían cuadros de finas pinceladas en tinta, se veían hermosos, muñecas japonesas en una repisa especial era lo que mas llamaba la atención del decorado, mas una pintura llamo su atención, una pintura de una mujer con cuello alargado fumando una pipeta. Los trazados eran en negro con un tono algo rojizo muy oscuro, de allí provenía el aura maligna que se esparcía por toda la habitación y que también hacia de grillete en el cuello de la menor.

-Sal ya… Rokurokubi… - Hablo Kagome en un tono de hielo mirando directamente la pintura la cual comenzó a ondear como si un viento inexistente la moviera al tiempo de que una mujer con aspecto de geisha hacia acto de presencia saliendo del lienzo, el hombre se desplomo en el suelo aterrado, ¿Cómo demonios podía existir eso? Miro a la dueña de los ondulados y largos cabellos azabaches quien se posiciono frente a el.

-Vaya… Una miko… Uhmmm. – La mujer con el cuello alargado y flexible detallo a la sacerdotisa unos momentos haciendo memoria de esa presencia, si, sabia de ese poder pero en menor proporción, mucho menor, volvió al pasado, hace mas de 500 años y al fin dio con la respuesta. - ¡TU!... Maldita mujer, ¿¡Cómo es que estas viva!?

-… Calla, libera a la niña…- Dijo gélida.

Saito escucho lo dicho y por una extraña razón no se inmuto ante las palabras dichas por la mujer de la pintura.

-No lo haré… ¡Já! Vaya, tu eras esa niña, la miko con ropas de papel… Tsk… -Dijo con veneno en sus palabras.- ¡Muere!

Bien, hasta aquí por el día de hoy… Ojala tenga aunque sea 10 comentario xD No pido mucho ¿Oh si? Hasta el siguiente capitulo!