Hola, ha pasado mucho tiempo que no he publicado un fic y pues esta historia es una historia que cree con personajes mios. Pero, despues me dieron ganas de hacerlo un fic jajaja y bueno. Antes que nada quisiera aclarar algunas cosas:

Allistor Kirkland- Escocia

Dylan Kirkland- Wales

Diana es la princesa de GalesCarlos el principe de Gales. Ellos hacen el papel de los padres de Arthur quise ponerlo de esta manera ya que segun yo la historia seria más real y tendria más sentido aunque no tiene mucho que ver con el timeline respectivo.

Y bueno me dejo de tanto parloteo los personajes no son mios sino de Hiamruya- sensei y los demas a ellos mismo (?)


Querida Diana ,

Han pasado 4 años y aún sigo pensando en ti. Tu recuerdo me mata y hay veces en las que sinceramente no sé qué hacer. No sé qué ocurrirá con el futuro o si seré capaz de seguir con esta sombra que me devora al pasar de los días. No puedo dormir. Algo grita dentro de mi mente. Mi conciencia no me deja en paz, no soy capaz de atreverme... Te extraño y el simple hecho de saber que ya no estás me mata. No sé qué hacer, estoy perdido, tengo miedo de nunca más encontrarme.

Quiero verte. Te necesito. Te amo y te amaré infinitamente.

Arthur.

Pasé el dedo por el encendedor, el papel se dejó consumir por las llamas y las cenizas volaban y se funcionaban con el viento en una danza que desaparecía en segundos.

Respiré profundamente y contemplé el bosque. ¿Será verdad que de esta manera el dolor no se queda tan adentro?

En el fondo donde se encontraba ese nada que no se sabe si existe apareció una variedad de colores como si un pintor se haya olvidado de acabar su cuadro y mostrará su pieza incompleta al público.

Iba a empezar.

Guarde mis manos en los bolsillos de mi abrigo y aguarde a que la alarma del reloj de mi muñeca sonará.

- cinco, cuatro -cerré los ojos,- tres, dos, uno y ... cero

Las sábanas amarillas y anaranjadas del sol atravesaron la copa de los árboles como una daga. Abrí mis brazos y me coloqué en el borde de la terraza y espere ansioso. Sus rayos tocaron mis pies y poco a poco con esa lentitud propia, rodeo todo mi cuerpo. Me estremecí y aguante la respiración. El aire helado golpeaba mi cara, no la podía sentir.

El sol brillo por unos segundos en el centro de su escenario, mas una nube gruesa lo termino ocultando.

Me senté, mis piernas guindaban y podía sentir como la gravedad me jalaba invitándome a una aventura sin fin.

Hazlo

La distancia era de casi 6 metros, un solo impulso y todo este juego acabaría. Sin embargo, la voz de Carlos interrumpió mis pensamientos:

¡Arthur!

No le respondí y baje con rapidez las escaleras hacia la cocina.

-¡Arth..

-Estoy aquí- respondí de mala gana

-Ya estaba harto de tanto llamarte. Parezco grabadora dañada ¿por qué no respondías?

Me senté y tomé mi jugo de naranja.

Ese silencio surgió otra vez, ese silencio que sabe a soledad y está lleno de tantas cosas que entendemos, pero nos rehusamos a hablar.

Tenía el cabello con gel peinado perfectamente hacia atrás, en sus patillas se asomaban unas cuantas canas y en su rostro unas arrugas. A veces no reconocía a este hombre que se encuentra leyendo el periódico con su típica taza de café cortado. Me costaba creer que era mi padre.

El pasado nos había distanciado a tal punto de que nos impedía reconocernos. Con sus tenazas nos amenazaba con descuartizar nuestros organismos, y en esa huida nos perdimos y nos olvidamos del significado de ser un padre y un hijo, de ser una familia.

-¿Qué tanto andas mirando? ¡Come!

Me lleve los huevos revueltos a la boca. No sabían a nada y lo único que sentía era nauseas. Me levante, cogí mi plato y lo puse en el fregadero.

-Vamos- le dije, se removió sus lentes y se levantó arrastrando la silla.

Los arboles pasaban rápido, todo pasaba demasiado rápido. Me dolía el pecho. Inconscientemente me abrase a mí mismo dejando esconder parte de mi rostro en mi suéter.

-Tu profesora de literatura me llamó ayer

Me quede sin respiración

-Ya- solamente me atreví a decir.

- Dijo que si no sacabas un 10 en el próximo examen te reprueba y que está vez no habría segunda oportunidad.

Hice un bufido.

- Lo único que hace esa vieja es joder

- Háblame bien que no soy ninguno de tus amigos. Si no pasas ese examen te sacaré del colegio y terminarás trabajando en la calle. Vamos a ver si así aprendes a valorar la educación que te doy.

- El colegio es una porquería.- pensé en voz alta.

- Pues esa porquería es lo único que te sacará de la pobreza o ¿es qué acaso piensas que yo trabajo como burro de por gusto?

Me quedé callado.

¡Respóndeme Arthur!- le lanzó un golpe al volante.

El semáforo señaló rojo. Mierda.

Cada vez es lo mismo, que no estudias, que te fugas, que no le haces caso a los profesores, que sólo pasas durmiendo en clases. También me contó que te peleaste con un compañero.

Esa vieja le había contado absolutamente todo.

- Él tuvo la culpa, Carlos- susurré.

- Me importa un cuerno quién tuvo la culpa, Arthur. No me importa. Estoy hasta aquí, - señaló su frente- de quejas de los profesores y del director hasta del psicólogo ¡Por el amor a dios! No te reviento a palos porque estamos en el carro.

Tenía ganas de abrir la puerta y que toda mi cara raspe el concreto y me quedé inconsciente para siempre.

Estaba harto de su charla y su amenaza tras amenaza.

- Se me hace difícil literatura

- No sé, para algo se te paga el colegio, ¿no? Para que atiendas y aprendas

- No entiendo nada de lo que esa señora explica

- Entonces pide ayuda. No sé haz algo porque donde me vengas con otra nota más o donde oiga otra queja…- se estremeció y una risa cruda brotó de su garganta.

Más que miedo, tuve enojo a todo y solo quería gritarle esas palabras que me he tragado en los últimos meses.

El carro se detuve en la entrada principal del colegio.

- No es tan sencillo pedir ayuda. Si no sabes o si se te ha olvidado todos en este colegio son una maldita mierda. Y sí, prefiero vender chicle en la calle antes que estar aquí.

Entorno los ojos y me agarró del brazo enterrando sus uñas en mi piel.

- No me provoques, Arthur, que sabes bien de lo que soy capaz. Te estoy dando una última oportunidad úsala a conciencia.

No le dije nada me iba a ir, pero aún me sostenía del brazo.

- ¿Entendiste?

- Sí- la voz me salió rasposa.

¡Que hermosa manera de comenzar el día!

Cerré la puerta con enojo.

- Imbécil

Me sentía tan vacío.

Cuando muera se arrepentirá por todo el daño que me causo. Quise coger una piedra y lanzarle al carro que no estaba tan lejos, mas me contuve.

- ¡Púdrete!- grité.

Algunas personas que estaban cerca me quedaron viendo. Creían que estaba loco.

Me puse mis audífonos y subí el volumen al máximo. Quería escaparme un rato de la realidad.

Abrí mi casillero, y me coloque mi capucha. Miré para ambos lados, saque con apuro mis libros y los metí en mi mochila. Alguien me toco el hombro y la piel se me erizo. Me di la vuelta, el ayudante del inspector me hablaba con una arruga en la frente así que supuse que no andaba de buen humor.

- ¿Qué ocurre? - pregunte quitándome un audífono.

- Llevas diez minutos de retraso

- El profesor siempre llega tarde y además tengo cinco minutos para recoger mis cosas- cerré mi casillero con fuerza.

- ¿Cinco minutos? Eso desapareció hace años.

Suspiré y tomé el papel y lo guarde en mi bolsillo.

- Que fastidió.

- Tomaré en cuenta tu comentario.

- Eres muy inteligente al hacerlo.

- Y también estará en tu reporte.

Me le acerque y le hablé de cerca.

Mira chupamedias, no estoy de humor para que me andes jodiendo con tus papelitos de retraso. Anda a repartir boletas a la plaza que a los demás les va bien eso de leer los asuntos de otros.- le di dos palmaditas en la mejilla. Me quito la mano bruscamente.

La amenaza no surgió, me di la vuelta antes de que me comenzará a gritar.

Al llegar a la clase, el profesor no había llegado. Me senté y deje reposando mi mejilla en el pupitre, abrace mi cabeza y trate de dormir.

Sería bueno que todo sea un sueño y que pueda despertar pronto. Pero, como siempre cada vez que pido que algo bueno ocurra me dan lo contrario.

- Pssss... Hernández- no me moví.

Me dieron un golpe en la cabeza.

Respira profundo, Arthur, no puedes descontrolarte, mantén la calma.

-¿Qué quieres?- miré a Dylan por el rabillo del ojo.

- Ah.. ¿con qué tuviste la valentía de responder?

- Déjame tranquilo.

Un risa seca brotó de su garganta.

- ¿Por qué debería? ¿No te divierte jugar con nosotros? - sonrío como el guasón.

Lo miré fijamente y él arrugo la frente.

- ¿Qué tanto miras? Das asco - dije con una sonrisa levantándome de la banca.

- Solo porque tu jefe no está, no puedes hacer nada, pareces un perro mugriento. Eres patético.

- Te arrepentirás de haber dicho eso virgencita

- Estoy harto de que me jodan la existencia. ¿Acaso no tienen una vida?

- Es divertido ver tus ojos con miedo- esa misma sonrisa. Se acercó lentamente y yo retrocedí

- ¿Me vas a pegar?- pregunte de forma amenazante.

- Si y lo disfrutare tanto. Prepárate para rezarle a Dios que te de un paso al cielo.

- Puedes pegarme todo lo que quieras Dylan, pero ¿sabes algo? Esto no te hará cambiar seguirás siendo el lame culos de Allistor.- tragué en seco y comencé a correr.

- ¡Te mataré virgen!

- ¿¡Qué ocurre aquí!?- el chupamedias salió de su oficina y pase delante de él, Dylan venia como un toro enfurecido, yo solo seguí corriendo lo más que podía, cuando escuche algo; Dylan estaba caído en el suelo y el chupamedias parado como un héroe de Marvel. La multitud que salía del salón estaba anonadada al igual que yo, me miró y pensé que me iba a pegar también, mas me tomo de la mano y salimos corriendo.

- ¡Me las pagarás Jones!- él se río y casi se enreda con sus propios pies.

¿Qué estaba pasando?

Me reí también y quizás en ese momento fue cuando todo surgió. Su mano que me sostenía con fuerza, pero con una calidez inexplicable sus ojos que parecían unas rectas peludas junto a sus carcajadas, hacían que esta persecución sea como el de las películas con un final feliz.

- Ven para acá- estábamos atrás de las gradas.

Me lancé al suelo mi pecho no dejaba de subir y bajar, me incorporé tratando de recuperar el aire. El chupamedias estaba mirando por las rendijas si alguien entraba al gimnasio por alguna de las puertas.

- ¿Por qué me estas ayudando?

- Siempre he odiado a Allistor y a ese grupo de malcriados.- ¿malcriados? -. Antes de que me asignaran como secretario del inspector también se me cargaban y siempre jure que iba a hacer lo imposible para que los expulsen.

No sé por qué, pero parecía que esa no era la única razón.

- Nunca imagine que entre todas las personas tú me ayudarías.

- ¿Por qué?- parecía ofendido.

- Porque eres un gruñón, eres como un abuelo cascarrabias- arrugo el ceño.- Sin ofender

- Esta bien ya estoy acostumbrado a que digan esas cosas.

No le dije nada más y él me pregunto otra vez.

- ¿Y qué ocurrió?

- La vida, eso ocurrió.

- ¿Por qué te cuesta tanto decir la verdad?

- Digamos que no me gusta que me tengan pena- mis ojos toparon esas orbes avellanas. No me había dado cuenta hasta ahora de que varios rulos caían sobre su frente como resortes gruesos y que sus ojos eran hermosos.

- ¿Por qué te tendrían pena?

- Hay ¨cosas¨ que apartamos de los demás y las escondemos porque creemos que así será más seguro.

- ¿Y qué pasa si esas cosas son grandes y lentamente te devoran?

Lo miré de reojo. Me preguntó como si supiese del tema, como si hubiese vivido algo parecido.

- A veces es mejor que te devoren ¿no crees?

- No, créeme que no. No es para nada lindo que esas ¨cosas¨ te devoren.

- Pareces un psicólogo.- me reí entre dientes.- Aún así prefiero dejar las cosas como están.

- ¿A qué te refieres? No me digas que no quieres que le diga al director.- me miro con resignación.

- No, me van a molestar más y esto no tendrá fin.

- No lo harán tienes que tener un poco de fe.

- Euh... No- me levanté de un salto y le tendí mi mano.

- ¿A dónde vas?- me preguntó confundido.

- A mi casa

- ¿No te cansas de huir?- se levanto

- ¿Quieres venir?- le respondí con otra pregunta.

Se río.

- ¿Estás loco? Suficientes problemas con los que tengo ahora.

- Gallina, gallina. El chupamedias es un gallina- arrugo el ceño y una vena apareció en su frente.

- Eres un niño

- Eres un gallina, gallina- comencé a hacer sonidos de ese animal. Se arrojo encima mío haciéndome caer en el suelo, me comenzó a pegar en la barriga haciéndome cosquillas.

- D-detente, maldito chupamedias. Me ahogo.

Me dolían las costillas y las mejillas de tanto reírme... Y se sentía increíble poder reírme sin esa constante necesidad de mirar atrás, de huir de esos fantasmas que me arrinconan en una esquina sin salida. Creo que en ese instante, con él encima mío, me sentía el chico más libre de este puto mundo.

- ¡Deja de decirme chupamedias!- me reí

- Esta bien, Alfred.

Para ese entonces no tenia ni la más remota idea que esta persona, que había entrado a mi vida de la nada significaría mi todo.


Para las que no saben que es chupamedias es cuando una persona alaba exageradamente a otra con el fin de conseguir algo (significado encontrado por ahi) perdon por mezclar los nombres y la confusiones

Si llegaron hasta aqui se lo agradezco millon, millon ya que esta historia representa mucho para mi. Dejen sus reviews si ven alguna falta ortografica o si no les gusta por favor diganme la razon o si les aburrio. Muchas Gracias les mando un abrazo grande!