Los personajes no me pertenecen...


Mitsutada corría con prisa por los pasillos de la escuela para llegar a su primera clase, iba muy tarde, pero al menos llegaría. El haberse quedaba hablando con Tsurumaru hasta la madrugada no había sido muy inteligente de su parte. Ni siquiera desayunó, realmente no le importaba mucho, luego se fumaría 2 cigarrillos en la azotea para mitigar el hambre, aunque detestara el olor y el sabor amargo que el cigarro le dejaba en la boca. No tenía ni idea del porqué se había forjado una imagen de chico malo al comenzar a fumar y eventualmente tomar licor, además de fingir ser un experto en sexo y haberse acostado con más de 15 personas, cuando únicamente se había acostado con una persona en su toda vida. Suponía que era su mecanismo de defensa contra el mundo para ocultar sus traumas y su vulnerabilidad, para que toda esa actitud hiciera juego con el parche en el ojo y los guantes que ocultaban las marcas del incidente que le cambió por completo la vida.

Sentía que se ahogaba al correr tan rápido con el uniforme de otoño por los pasillos; la chaqueta pesada, el chaleco, la camisa blanca, los zapatos de charol. Era un infierno correr de esa manera. Al voltear la esquina casi se choca con Hasebe, el presidente de la clase, el representante de los estudiantes, Míster perfecto, la perra del director y el único tipo con el que había tenido sexo. El muchacho de ojos violetas de lanzó una mirada de desprecio para luego hablar con veneno en la voz.

-Vas tarde a clase.

-Evidentemente tú también - le esbozó una sonrisa con malicia sabiendo perfectamente que el motivo eran sus visitas mañaneras a la oficina del director, el tinte rosado en sus mejillas y labios, la ropa algo arrugada y el cabello a medio despeinar lo delataban. - Una mañana agitada ¿No?

-Idiota.

-¿Vamos? – le volvió a sonreír, conociendo el efecto que su sonrisa tenía en el rubio, que por cierto guardaba su compostura la perfección. Seguramente le estaba hirviendo la sangre y no precisamente de ira.

Al llegar a clase juntos, todos los alumnos se quedaron asombrados al ver el aspecto de Hasebe, por un minuto todos cuchicheaban incluso el profesor Mikazuki se quedó reparándolos a través de sus lentes sin marco. La fama que acarreaba Mitsutada les hizo dudar si en realidad podría haber conquistado al indiferente e incorruptible Heshikiri Hasebe, pero la idea fue descartada por todos de inmediato puesto que la frialdad del trato del alumno ejemplar hacia el casanova incorregible era evidente.

-Silencio, por favor. – Dijo el profesor con su voz apacible – Jóvenes, tomen asiento. Al terminar la clase, vayan con el director a reportarse por llegar tarde. – volteó impasible para continuar con su clase, no permitía que nada perturbara su tranquilidad.

Mitsutada se sentó en su puesto habitual con Tsurumaru sonriendo a su lado algo enterado de toda la situación en general, además con Ooukurikara frente a él, con cara de pocos amigos. El joven de cabello negro tenía la gran suerte de que sus medios hermanos estuvieran en el mismo salón que él, se sentía más a gusto a pesar de tener mil cuchicheos a sus espaldas, también se alegraba de que Sadamune estuviera en los primeros grados de la secundaria y no tuviera que ver su comportamiento.

Se pasó el resto de la mañana mirando al tablero sin tomar nota, sin leer los textos escolares, sin pensar siquiera en la escuela. Francamente la escuela no era lo suyo, sólo le gustaba ir al club de cocina y sí, le parecía ridículo que en una escuela de sólo chicos hubiera un club de cocina, pero se lo tenía que agradecer a Kasen y su extraña manera de ser.

-Mitsu-bou. – Tsurumaru le llamó la atención – vamos a comer.

- No tengo dinero para el almuerzo en este momento.

Te comparto del mío.

Se fueron juntos a la azotea donde rara vez subía alguien más, Ookurikara los seguía de cerca, todos caminando con paso lento y poco animado. En general los 3 tenían pereza de siquiera asistir al internado, tener que rendir cuentas académicamente hablando, y lidiar con la vida social del bachillerato era una verdadera carga.

-Y bien… ¿Qué pasó esta mañana? Llegaste agitado – se río musicalmente Tsurumaru mientras partía su bentou en 2 para compartirlo con el pelinegro.

-Venía tarde y casi me estrello con Hasebe en el pasillo, nada grave.

¿Seguro? – inquirió el albino – Por un momento pensé que se habían estado revolcando en el club de cocina bien temprano en la mañana.

-Ya quisiera…él. – se rieron juntos mientras Ookurikara se mantenía al margen de la conversación. – Sé que continúa con sus asuntos turbios. – Su mirada se tornó sombría mientras revolvía la comida con palillos que habían conseguido en la cafetería – No lo entiendo. Hasebe quiere escapar de eso, pero siempre vuelve como perro regañado. …

-Ha de ser masoquista, que sé yo…

Mitsutada recordó aquella vez que se había quedado hasta tarde en el club de cocina, ensayando una nueva receta de bolas arroz rellenas de dulces occidentales, era una receta innovadora de su autoría, cuando repentinamente sintió los pasos pesados en el pasillo, llanto ahogado y alguien sorbiéndose la nariz, luego el sonido de un golpe seco. Salió corriendo al pasillo para comprobar que ocurría y encontró a Hasebe recostado contra el muro con aire derrotado y lágrimas corriéndole por el rostro, los labios entreabiertos y enrojecidos, el uniforme arrugado, la camisa fuera del pantalón. Era una imagen inquietante, Mitsutada simplemente pensó en que algo malo le había paso….

-¡Por Kamisama! ¿Qué te ocurrió? – le preguntó con preocupación el chico con manos enguantadas

-Nada de importancia – Hasebe puso una barrera entre los dos de inmediato, la voz se le tiñó de hostilidad.

-No se ve como nada, de hecho. – apostilló Mitsutada – ¿Te golpearon?

-Ni por asomo – se limpió las lágrimas – ¡Ya déjame en paz! – se fue por el pasillo apoyándose en la pared y en un momento determinado casi se cae, Mitsutada se apresuró a ayudarlo.

-Muy bien, si no me dices que pasó voy a llamar …a la policía, a tus padres, el director, no sé. – le dijo mientras lo sostenía.

-¡Que me dejes! – le gritó, pero enseguida rompió a llorar y se abrazó al pelinegro para continuar llorando por al menos 2 minutos. Mitsutada lo llevó luego al club de cocina y le ofreció un vaso de agua, observando con detenimiento como la postura del cuerpo de Hasebe era extraña, parecía adolorido.

-Mira, no insistiré más, pero sea lo que sea que te haya pasado, puedes contar conmigo - Mitsutada le ofreció una sonrisa y luego 2 bolas de arroz recién hechas. Hasebe simplemente se quedó abstraído mirando algunos minutos por la ventana mientras Mitsutada comenzaba a lavar los utensilios de cocina cuando finalmente se rompió el silencio.

-Esto me lo busqué yo – murmuró el rubio- siempre quise que pasara, estaba loco por él…el director. Me le pavoneaba en frente como un gato todo el día hasta que…hasta que pasó – suspiró - ¿en que estaba pensando? – se pasó las manos por el cabello color arena – esperaba que todo fuera diferente… ¿Por qué te estoy diciendo esto? – se tornó hostil. – Me siento repugnante, caer tan bajo…

-Todos cometemos errores.

-Yo no puedo cometer errores…

Mitsutada sintió un tirón en la chaqueta, era Tsurumaru llamando su atención.

-¿Estás aquí o tu cerebro finalmente huyó de ti? – le preguntó su amigo con burla.

-Recordé algo.

-Llevas como 10 minutos recordando.

-Es algo importante. – le respondió antes de comenzar a comer. Las circunstancias en las que había comenzado su extraña relación (si es que se le podía llamar así) no eran de lo más normales, pero al fin y al cabo ninguno de los dos lo era.

Nuevamente las clases se le pasaron en un borrón sin sentido, para luego estar en el club de cocina, el atardecer naranja del otoño se refleja contra la pared del salón mientras se despedía de Kasen. El agua hirviendo con los huevos dentro era un sonido reconfortante, estaba preparando las especias y terminando de leer la receta nuevamente.

-Todo va muy bien – se sonrió el pelinegro contabilizando el tiempo exacto de hervido, alguien llamó a la puerta, ojos violetas y cabello color arena. Ojos llorosos, cabello despeinado, cara de fastidio y hastío con el mundo y la vida

Sin ser invitado se sentó en el primer asiento que encontró y tomó una posición pensativa, el pelinegro lo miraba expectante, nunca podía adivinar las palabras que saldrían de la boca de aquél muchacho. Se tardó unos segundos, tragaba saliva y miraba a sus alrededores con incomodidad.

-¿Tardarás mucho en …salir? – le preguntó fingiendo desinterés

-Apenas empezaba la receta – le respondió el chico de guantes negros

-Te … necesito.

-Yo no sé resolver tu tarea. – le respondió dándole la espalda al apagar la estufa.

-Deja de hacerte el estúpido, no es eso.

-Con tanto jaleo el día de hoy, no pensé que vendrías a suplicarme que te haga sentir mejor – le espeté las palabras con amargura, pero aun así le dolía decírselas. Le daba ira verlo arrastrarse ante él y ante el otro tipo, pero también le dolía verlo lastimarse así mismo, seguía sin entender aquel círculo vicioso en el que estaba atrapado Hasebe.

-No tengo a nadie más a quien pedírselo, se supone que soy el nerd intachable de esta escuela. – el rubio murmuró con rabia, el muchacho del parche en el ojo pausó todos sus movimientos, incluso su respiración.

-Mi cuarto.

-¿Eh?

-En mi cuarto, mi compañero no vuelve hoy, se fue hasta el jueves.

-Esa es la respuesta que quería oír. – Hasebe bajó la mirada sonriendo de manera agridulce - ¿Vamos?