¡Hola a todos! Les traigo una nueva y extraña creación. Sé que el principio no es de lo mejor, pero creo que os gustará mucho el desarrollo de la historia =^.^=
Diga lo que diga el resumen, es un Sasunaru/Narusasu
Disclaimer: Naruto no me pertenece. Es de la propiedad de Masashi Kishimoto.
Espero que os guste.
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RECUERDOS DE JUGUETE
Prólogo: Hola, Tokio
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Luces.
Gente.
Caos.
Esas palabras atravesaron el cristal del taxi y llegaron hasta la mente de Naruto. Carteles luminosos, bullicio ajetreado y edificios kilométricos pasaban a velocidad de vértigo por la retina de los tres sujetos que rellenaban el coche amarillo japonés. El joven de ojos azules miró de reojo a Sakura y ésta le lanzó una sonrisa furtiva a Naruto. ¿Estaban realmente en Tokio? Maldita sea, parecía otro planeta.
—La casa que buscan deberá estar al final de este parque —comentó el taxista mientras pisaba el freno y paraba el taxímetro—. Siento no poderos acercar más chicos, pero la calle está cortada.
—No se preocupe.
—Da lo mismo, señor —articuló Naruto mientras pagaba lo debido y Sakura bajaba las maletas del portabultos—. Gracias.
Segundos después, el taxi se alejaba con un retazo de humo a la saga, perdiéndose entre el hervidero de vehículos nocturnos. Naruto escudriñó el paseo que serpenteaba las entrañas del parque y se preguntó si sería capaz de cruzarlo de una pieza. Claro que era una pregunta retórica. Las últimas doce horas habían supuesto un giro de 180º en su vida. Ya no sabía dónde estaba realmente, ni quién era, ni cuál era su propósito en la vida.
Ahora se encontraba perdido en el viento.
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…
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Las hojas se deslizaban lentamente por las corrientes de aire que barrían el barranco. A lo lejos, las siluetas de los árboles de Okinawa apuñalaban el acentuado atardecer, las gaviotas errantes y las nubes de algodón.
Con los pies suspendidos en el aire y con los ojos cerrados, miraba el paisaje. El suave viento primaveral mecía su cabello dorado, relajando sus facciones y despejando su mente.
—¡Naruto! —una voz lejana caló en su subconsciente—. ¡Si no te levantas de ahí ya iré yo misma a por ti!
—Enseguida voy, Sakura —respondió ausente y sin ganas.
—¡El ferry debe de estar al caer! ¡Coge rápido la maleta y espabila!
Naruto se levantó con parsimonia y cargó con la maleta que le había regalado Iruka-sensei por su último cumpleaños. Ahora más que nunca, dudaba seriamente sobre si su decisión había sido, o no, la correcta. No estaba seguro de querer coger aquel ferry hacia Tokio. No tenía ni idea sobre qué haría tan lejos de su hogar, sobre qué haría sin las puras puestas de Sol de Okinawa. Era algo que lo había estado carcomiendo desde que recibiese la carta de admisión para entrar en uno de las universidades más prestigiosas del país.
Reprimió un suspiro ahogado al pasar al lado de su amiga Sakura, la cual canturreaba alegremente mientras levantaba en alto las dos cartas que los reconocían oficialmente como alumnos de la Universidad Waseda. Naruto sabía perfectamente lo ilusionada que estaba, por lo que se tragó su malestar y le dedicó una sonrisa cariñosa.
—Tengo el presentimiento de que algo bueno nos depara el destino, Naruto —dijo Sakura, agarrando su brazo—. Ya lo verás.
—Eso espero —musitó con un rastro de sombra en la mirada al divisar un barco en el horizonte—. Ojalá.
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…
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El hilo de sus memorias se rompió de raíz y Naruto se giró extrañado cuando no sintió la presencia de su amiga pelirrosa a su lado. ¿Dónde se había metido? ¿Estaba tan sumido en sus pensamientos que ni si quiera se había dado cuenta de que estaba andando solo? Miró en todas las direcciones pero no logró dar con ella. Algo alterado, el joven dio media vuelta y echó a correr por donde había venido. Barrió el paseo lo mejor que pudo, dejando que la preocupación lo fuese absorbiendo poco a poco. No había rastro de Sakura por ningún sitio. Asustado, pensó en llamar a algún guardia, mas cuando se disponía a hacerlo una risa familiar llegó hasta él.
—¿Sakura?
La risa se oía cercana, al otro lado de la arboleda. Naruto se abrió paso entre los árboles y los matorrales floreados hasta divisar –no sin alivio- la silueta de su escurridiza amiga a un par de metros.
—¡Mira, Naruto! ¿No es genial?
El chico de Okinawa se quedó parado frente a un gran tablero de ajedrez iluminado por una luz portátil artificial. Un hombre de lentes negras deslizaba un caballo por el flanco derecho de la tabla y lo depositaba a una casilla del alfil negro de su adversario. El otro jugador, imperturbable, avanzaba un simple paso con un peón.
—La partida está muy igualada —explicó Sakura—. No entiendo muy bien como se juega a esto, pero Ebisu-san me lo ha dicho. ¡Parece súper interesante!
—Lo cierto es que llevamos casi dos horas con la misma partida. ¿Sabes jugar al ajedrez, chico? —el tal Ebisu observó expectante a Naruto con un deje de auxilio.
—Sólo un poco.
—¿Lo suficiente para ayudar a este pobre viejo?
—Bueno…
Naruto se arrodilló en el suelo y contempló la batalla que se libraba en el tablero. Parecía ser que el ejército blanco abarcaba más terreno y tenía más combatientes. Sin embargo, el ejército negro parecía una piña inexpugnable. Su tamaño era reducido, más bien escueto, y el rey se mantenía clavado en el centro de la pequeña muralla sin intenciones de ceder su trono. Realmente, era difícil adivinar quién saldría vencedor en aquella guerra. Naruto probó de todas formas.
—Creo que no deberías seguir avanzando. Si continúas haciéndolo tienes las de perder, porque aunque tus piezas son más, su fortaleza es muy superior.
—Pensamos igual. Pero ya es demasiado tarde. No puedo detener mi avance porque tengo la obligación de mover ficha. Además, este condenado chaval siempre se las arregla para desplazar su masa de piezas en perfecto orden.
Tanto Naruto como Sakura repararon por primera vez en poderoso oponente de Ebisu-san. Éste le había llamado "chaval", pero curiosamente aparentaba ser algo mayor que Naruto. Tenía un rostro muy pálido y sonrojado por el frío, el pelo lacio de un negro tinta muy brillante y unos ojos color gris oscuro. El rictus serio que se dibujaba furiosamente en sus labios y en su mirada pensativa rozaba lo intimidatorio. Por su puesto, quedó bastante claro que trataba de ignorar lo máximo posible a los dos espectadores que se habían entrometido en su juego.
—Quizás lo más adecuado sea intentar romperle la defensa por algún flanco o esquina —dijo Naruto volviendo a fijar su atención en el tablero de ajedrez—. A lo mejor con ese caballo…
—¡Claro, el caballo se mueve en forma de L! ¿No es así, Ebisu-san?
—Sí, niña. Como bien ha dicho tu amigo, podría atacarle por ahí y luego invadirle. Pero no sé, es algo arriesgado y…
—Estúpido.
Tanto los dos recién llegados de Okinawa como Ebisu-san callaron abruptamente. Ahora en vez de tramar un plan de ataque entre ellos, miraban al joven de pelo negro que les sostenía la mirada con fastidio.
—Es la idea más estúpida que he oído desde hace días —prosiguió frunciendo los labios en un línea—. Ebisu, si quieres tener alguna oportunidad de ganarme, más te valdría alejar a estos dos mocosos de aquí.
—¿A quién estás llamando mocoso? —le recriminó Naruto con voz tensa.
—No pareces muy espabilado, ¿eh? ¿Tú qué crees, usuratonkachi?
—Mira, no sé quien eres, pero te estás llevando todas las papeletas para que te dé una paliza.
—¡Naruto, tranquilízate! Vámonos.
—Eso es. Hazle caso a la mocosa punki de pelo rosa y vete a casa.
El joven de pelo rubio pudo sentir cómo se atragantaba con su propia saliva. Era su imaginación o ese tipo altanero acababa de llamar a Sakura… ¿mocosa punki? Sonrió con malicia para sus adentros. ¡Ese tío ya era hombre muerto!
—Voy a hacer que no te oído decir eso —contestó Sakura con seca dulzura.
Naruto sintió venirse abajo.
¿Por qué demonios no le zurra? ¡A mí me hubiera partido la cara en dos!, pensó con rabia. Seguro que es porque le parece guapo, aunque no pensaba que Sakura tuviese tan mal gusto para los hombres.
—Sinceramente, hoy tenemos prisa y no estoy de humor como para pelearme con un niñato como tú. Pero no me faltan las razones para hacerlo. Sakura, vámonos de aquí antes de que el casero se enfade.
—Sí. Adiós, Ebisu-san.
Ambos se alejaron lentamente de la mesita donde se disputaba una fiera partida de ajedrez. Pronto, tanto Ebisu como el chico de mirada gris oscura, perdieron de vista las siluetas de los otros dos jóvenes entre la creciente niebla del parque. Todo había vuelto a su cauce primario. Borrón y cuenta nueva. O por lo menos así era para el hombre de lentes negras, porque para su adversario algo había comenzado a revolverse despacio en su mente.
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ToBeContinued...
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Muchas gracias por leer. Volveré pronto con la continuación.
Un Saludo,
Coelum
