"Una leyenda cuenta que hace mucho tiempo, un emperador se enteró de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa, la cual poseía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino, por lo que la mandó llevar ante su presencia.

Cuando la bruja llegó a palacio, el emperador le ordenó al instante que buscase el otro extremo del hilo que llevaba atado a su meñique con el fin de encontrar así a la que sería su esposa.

La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo. Esta búsqueda los llevo hasta un mercado, donde una pobre campesina con una pequeña bebé en los brazos ofrecía sus productos.

Al llegar hasta donde estaba dicha campesina, se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse en pié, para poco después pedirle al joven emperador que se acercara.

"Aquí termina tu hilo" le indicó la bruja, sin embargo al escuchar esto, el emperador enfureció creyendo que la bruja pretendía burlarse de él.

Sin mediar palabra se marchó, pero en su camino empujó a la campesina que aún sostenía a su pequeña en los brazos y la hizo caer... Lo cual provocó que la bebé se hiciera una gran herida en la frente, sin embargo no se molestó a perder tiempo ni se dignó a mirar atrás, el joven emperador ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortasen la cabeza.

Muchos años después, llegó el momento en el que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor sería que desposara a la hija de un general muy poderoso, por lo que sopesando el bien que le haría a su reino, aceptó el consejo. Sin embargo, para cuando llegó el día de la boda y el momento en el que vería por primera vez el rostro de su futura esposa, la cual entró al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente, al levantarle el velo vió por primera vez que el hermoso rostro de la doncella tenía una cicatriz muy peculiar en la frente...

Y es por esto que nosotros los japoneses, tenemos la creencia de que las personas que están destinadas a conocerse se encuentran unidas por un hilo rojo atado a cada uno de sus meñiques. Es invisible y permanece unido a estas dos personas a pesar del tiempo, del lugar, de las circunstancias...

El hilo puede enredarse o tensarse, pero nunca puede cortarse"

Al terminar su narración, Yuuji dirigió la mirada a la diminuta silueta que yacía recostada a su lado, la pequeña estaba completamente dormida y aún asía una de las mangas de su pijama engurruñado en un onde sus pequeños puñitos. Ante esto, no fue capaz de evitar que una sonrisa se dibujase en sus labios.

La contempló tomándose su tiempo para poco después abrazar a su hija y disponerse a dormir.

8 años más tarde:

Secundaria, urg... Ya sabéis, unos cuantos años de aburrimiento obligatorio ¡con los cuales someterte a espartanos exámenes! Que luego evaluarán si eres apto o no para acceder a la preparatoria... Hoy es el día, el comienzo de un nuevo curso... Sigh

"Aika chaaan~~" Tras ese grito como forma de buenos días, Kiriya Yuuji osó abrir mi puerta de un golpe y entró como un vendaval en mi habitación.

Ya había previsto esto la noche anterior, pero aún así, pese a todas mis precauciones logré esquivar a duras penas una embestida que parecía llevar toda la intención de espachurrarme en el "supuesto ataque del abrazo del oso", en fin... ¡Sólo a alguien como a él se le ocurriría poner esa clase de nombres horteras!

" ¡Que mala A-chan! ¡Podías darme los buenos días al menos!" Dijo el hombre totalmente esperanzado, a la vez que abría sus brazos para que me dirigiera a ellos.

Simplemente lo ignoré, y cansada hice mi camino hacia la cocina, con la deidad de la efusividad pisándome los talones...

"¿Ya tienes todo preparado? ¿Has decidido a que club te unirás?" Sin dejar de disparar mil y una preguntas, se quitó el delantal para unirse a mi en la mesa, todavía parecía dispuesto a seguir sin quitarme ojo de encima, mientras que su sonrisa de oreja a oreja no desfallecía ni por un segundo.

"Tou-chan por favor, dame un respiro" refunfuñé entre dientes mientras continuaba engullendo mi tostada.

La sonrisa deslumbrante del hombre reflejó tristeza por una fracción de segundo, antes de suspirar derrotado...

"¿Cómo era posible que todo hubiera cambiado tanto de golpe, sólo en el transcurso de un año?" Sopesó el varón para sus adentros.

Noté como su mirada volvía a posarse sobre mi, sin embargo ésta vez había tratado de hacerlo de forma más disimulada. Aunque, pese a todo, era capaz de ver reflejado en sus ojos el dolor del recuerdo, que parecía nublar sus irises cada vez que dirigía su mirada hacia mi. Por mucho que tratase de ocultarlo y se esforzase, era consciente de ello. Al igual que toda la gente que se empeñaba en decirme cuánto me parecía a mi madre, no lo hacía muy difícil de averiguar...

Nunca le había prestado mayor importancia a ninguno de esos comentarios, hasta que poco a poco fui siendo cada vez más y más consciente de la dolorosa carga que parecía salir a flote en las expresiones de mi padre, en cuanto me encontraba a la vista y fijaba sus ojos castaños sobre mi figura. Y mi curiosidad, como siempre, había decidido tomar cartas en el asunto... Por lo que una tarde que Yuuji no estaba en casa, había husmeado en busca de alguna foto o algo que pudiera mostrarme como era ella... Tras horas de debate interno, había decidido que debía comprobarlo por mi misma.

Sin embargo, la mezcla de sentimientos que habían dejado en mi el hallazgo de aquella desgastada foto, habían resultado difíciles de entender en un principio... Pero ahora, la pena y la culpabilidad parecían corroerme desde lo más profundo de mi ser, cada vez que mi padre hacía inconscientemente alguna de ésas apenadas y dolorosas expresiones...

Parecía ser que éste último año toda revelación había caído sobre mi como un jarro de agua fría.

Traté de hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad, y dejar así todos mis pensamientos pesimistas a un lado, en un desesperado intento de concentrarme ante el agotador día que me esperaba por delante.

Me despedí de Yuuji y sin perder más tiempo me encaminé abstraída hacia la secundaria Teiko.

Como si tratase de apaciguar mi interior, mientras pasaba por entre aquel camino rodeado de árboles de sakura que se encontraban en pleno esplendor.
La música del piano parecía fluír desde mis cascos, abriéndose paso por mis oídos para poco después circular por mis venas, recorriendo así cada fibra de mi ser...

No podía negar que el conjunto resultaba fascinante, por lo que no me lo pensé dos veces... Me acuclillé en el suelo, totalmente ajena a la marea de estudiantes que pasaban de largo por mi lado, con intención de dirigirse camino a sus clases matutinas.

Recogí un puñado de pétalos caídos, llenando mis pálidas manos tanto como pude y me puse en pié de un salto, para poco después lanzarlos al aire. Me resultaba imposible no observar ensimismada como las diminutas manchas rosadas, parecían bailar al compás invisible que dibujaba el viento, mientras descendían lentamente, describiendo círculos y ciligranas en el aire, para poco después caer sobre mi larga melena y a mi alrededor de nuevo.

Reprimí una pequeña risa y poco después continué mi camino hacia el tormentoso inicio de las clases, no me había molestado ni en sacudirme del uniforme o del cabello las posibles pruebas del delito de mi pequeño arrebato.

Pero, mientras todo esto ocurría, había permanecido ajena a las miradas de los estupefactos estudiantes, ante mi repentino y absurdo acto.

Algunos me habían mirado con asombro, otros con incredulidad escrita por toda su cara... Sin embargo, cierto chico, que parecía totalmente divertido ante el espectáculo mañanero, osó tomar una fotografía de la muñeca de tamaño real, que pocos minutos antes había reído de forma tonta bajo la improvisada lluvia de pétalos de cerezo. Una cosa estaba clara, éste año iba a resultar más que interesante para Aomine Daiki.