Harry Potter pertenece a J

Harry Potter pertenece a J.K. Rowling

"La Sempiterna Trova"

Por Ar-Nárwen

Primer Canto:

La Masacre de Autumn Hill

Reuniros gente, os tengo una historia que contar:

Por salvajes tierras he viajado, bosques encantados y reinos ocultos al ojo humano.

Reuniros gente y escuchad, sobre los horrores y padecimientos,

Sobre bestias y dragones,

Reuniros gente y escuchad… Hoy tengo una historia que contar.

Cuando el mundo era oscuro,

Cuando las bestias rondaban las noches,

Cuando el poder no venía de la espada, dicen

Enormes bestias arremetieron contra los hombres.

Bestias grandes y escamosas,

Bestias voladoras,

Bestias que escupían fuego, dicen

Dragones.

Autumn Hill era un conjunto de colinas de diferentes alturas, en cuyas cimas se encontraba el pequeño reino de Lady Ravenclaw.

Lady Ravenclaw había enviudado a los pocos años de casada y en posesión de las tierras de su marido, así como también de una hija cuya edad no superaba los dos años, se había convertido en la máxima autoridad.

Autumn Hill, bautizada así en honor a la estación del año en que el castillo fue creado, mantenía excelentes relaciones comerciales con sus vecinos, así como una alianza en tiempos de guerra. Su centro era el castillo, que se encontraba en la colina de mayor altura, a cuyo alrededor se construía en círculo el resto de las viviendas. Los habitantes de Autumn Hill no superarían los 600 habitantes y tenían una particularidad, todos eran magos.

En los tiempos actuales, magos que no vivían en comunidades exclusivas debían practicar el arte de la magia en secreto y con los pocos conocimientos que se tuvieran. No había escuelas, tampoco expertos en las materias y era por esto que la magia estaba extinguiéndose rápidamente tanto por ignorancia como por el miedo que los muggles le tenían a esta y a sus practicantes. Si bien había algunas aldeas que contaban con un hechicero u hechicera, la práctica no era lo común.

Autumn Hill contaba con familias de antiguos linajes, poseedoras de muchos conocimientos y maestros reconocidos en el arte de pociones y botánica. Era una comunidad tranquila y la benevolencia de Lady Ravenclaw se había convertido en leyenda.

-He oído que los dragones están haciendo estragos en el norte.

-Nadie está a salvo de esos demonios escupe fuego. Viven en lo más alto de las montañas, donde nadie puede alcanzarlos. Destruyen los campos de cultivo por placer, se comen a nuestros animales y parecen incitar al resto de las criaturas oscuras a salir de sus moradas y atacarnos cuando estamos intentando apagar el fuego.

-Tienes toda la razón, son seres aborrecibles y sin corazón. Ojalá dejasen de existir todos y cada uno de ellos, pues ningún bien hacen en nuestras vidas.

-No me sentiría tranquila viviendo en esas aldeas donde atacan regularmente. Celebro la prudencia de Lady Ravenclaw de mandar a llamar a esos cazadores antes de que los dragones lleguen a prestarnos atención.

-La benevolencia de Lady Ravenclaw siempre ha sido muy grande. Ayudar a las aldeas de los otros a costa de su propio oro. No sé cómo sobreviven sin magia para darle una pequeña protección a sus casas o cultivos.

-Aquellas aldeas no perduran mucho tiempo, por eso Lady Ravenclaw ha decidido intervenir y librar a la región de esos demonios.

-Lo que no comprendo es cómo acaban con ellos ¡si la magia no les hace ni cosquillas!

-Mi buena señora, los cazadores de dragones conocen artes que para usted o para mí serían impensables. Sus poderes son incomprensibles y comienzan su entrenamiento desde pequeños. Ocurre lo mismo con Lady Ravenclaw, desde pequeña se rumorea fue más poderosa que los demás. Sólo un estudio constante y severo entrenamiento en el arte de la curación la han llevado a poseer el conocimiento y habilidad que hoy en día no duda en usar a favor de otro.

-Debo decir que los otros me inspiran profunda lástima y a la vez me repugnan. He oído que hacen todo tipo de barbáricos sacrificios para calmar la furia de los dragones con el objetivo que estos los dejen tranquilos. Usted sabe que son criaturas ambiciosas y que pueden ser de cierta manera persuadidos con grandes tesoros, pero nunca se debe una fiar de un dragón, son traicioneros y malignos.

-Celebro la llegada de los señores Potter y Black. Nunca conocí destreza igual y a pesar de que arriesgan sus vidas constantemente, siempre se les encuentra alegres, riéndose de alguna broma.

-Debemos mencionar la espléndida cuna que los precede, no confiaría mi seguridad a un mago cuya cuna no pueda ser rastreada varias generaciones atrás.

-¿Y qué opinas, buena mujer, de la señora Potter? Me pareció terrible que viajara en tal estado, pero me satisface la seguridad de que no podría encontrar mejor asistencia para traer a un niño al mundo que la de nuestra excelencia.

-Esa niña es otro tema. Excelente disposición e imagino gran fortaleza de carácter para viajar con dos hombres cuyo oficio es tan peligroso. Por lo que he observado, es una influencia maravillosa en la impulsividad del joven Black y seguro lo fue también en la del señor Potter antes de que contrajeran matrimonio.

-¿Esas cualidades la excusan, en ese caso, para haber viajado en tal estado?

-No diría que fue lo más prudente, pero cuentan con una alfombra voladora y sabes que ésas son un lujo más allá de la imaginación de cualquiera. Si ni Lady Ravenclaw posee una; podría apostar que la recibieron en pago por algún trabajo y viajando así, entonces puede excusarse la falta de juicio cometida.

Autumn Hill recibió durante el verano al matrimonio Potter y a su buen amigo, el señor Black, contratados para librar a las aldeas aledañas de un dragón que estaba amenazándolas hacía algunos días.

Hospedados en el castillo de Lady Ravenclaw, la señora Potter encontró las comodidades necesarias para pasar las últimas semanas de embarazo en el descanso y tranquilidad que eran necesarias, y al ser madre primeriza mujeres del reino no dejaron de visitarla con el fin de conversar un poco y aconsejarla sobre el gran paso que estaba por vivir.

Lo que en un principio iba a ser un par de meses, se convirtió en unos cuantos años. Los cazadores de dragones habían acabado exitosamente con la bestia y Lily Potter se había encariñado de tal manera con el reino, que Autumn Hill se había convertido en el nuevo hogar de la familia. Sirius Black no había estado del todo de acuerdo con el arreglo, le gustaba deambular por el país, pero era el padrino de Harry y debía velar por el bienestar de su ahijado. Cuando el niño fuera grande, podrían retomar la vida que tanto le gustaba.

A la edad de siete años, Harry Potter era bien conocido en Autumn Hill por sus brillantes ojos verdes y por la predilección que le profesaba a la hija mayor de la familia Granger. Los Granger eran una familia de muggles que se habían encontrado con la sorpresa de tener una hija fuera de lo común. Desamparados al verse expulsados de su última morada, se habían topado por casualidad con un mago de Autumn Hill que reconoció en la pequeña Hermione, la aptitud mágica. Desde ese entonces, vivían en Autum Hill, y aunque ellos no poseyeran magia, al menos tenían la certeza de que su hija se estaba desarrollando en un ambiente donde nadie la miraría extraño ni le temería por sus habilidades.

El arte del exterminio de dragones no se trataba de una práctica extendida. Sólo aquellos lo suficientemente valientes, o cuya codicia fuera más grande que su arraigo a la vida, se entregaban a la tarea de cazar dragones.

El conocimiento que se tenía de las criaturas era muy básico y los secretos que con la experiencia se iban aprendiendo se guardaban celosamente para que otro no se beneficiara de ellos. Por esta razón, Harry tenía estrictamente prohibido mencionar lo que aprendía sobre las temibles criaturas con su mejor amiga.

De esta manera, la existencia en Autumn Hill era pacífica. Sin disturbios ni dragones, sus habitantes comenzaban a relajarse y creer que de una vez por todas, podrían vivir sin miedo. Qué equivocados estaban.

James Potter y Sirius Black se despedían a gritos mientras sus caballos galopaban ladera abajo. Luego de muchos años, volvían a tener avisos de un dragón haciendo de las suyas. Ambos cazadores bullían de emoción ante las nuevas y no necesitaron más de un llamado para ir a ocuparse del problema. Este dragón se rumoreaba, era un gigante plateado y si las habladurías decían la verdad, sería la primera vez que se encontraban con uno de ese tipo. Habían peleado contra verdes, negros e incluso uno rojo que les dio muchísimos problemas, pero un gigante plateado ¡eso era una oportunidad única en la vida! Como buenos profesionales, habían escuchado que los dragones gigantes eran los más feroces y peligrosos, en su carrera no se habían topado con uno, otra razón para estar emocionados sobre este nuevo exterminio.

-¡No puedo creer que por fin vayamos a ver a este dragoncito! –gritó Sirius Black, pasando a la carrera a su amigo.

-Lo que yo no puedo creer es que creas que puedes ganarme –gritó James azuzando a su caballo para que fuera más rápido.

Ambos cazadores tenían planeado galopar hasta cierto punto que divisado desde Autumn Hill, les serviría como campamento la primera noche. Luego, debían galopar dos días más y si los cálculos de Sirius Black no se equivocaban, cosa que según el aludido nunca pasaba, entonces encontrarían la provincia que estaba siendo atacada.

-¿Qué sabemos de esta bestia en especial? –preguntó James bajándose del caballo e instalando el campamento ayudado por su magia.

-Además que es de los grandes que nunca hemos visto y plateado, sospecho que acaba de tener crías. Según el mensajero, sale diariamente y por períodos muy cortos de tiempo, no puede significar otra cosa –aseguró Sirius.

-Si es de los grandes su cueva debería estar en lo más alto de las montañas, pero si como dices acaba de tener crías, puede que en ese caso estén en una provisional. Es bastante iluso, pero ya nos ha pasado otras veces.

-Tenemos que atacar cuando el dragón macho no esté en la cueva. La hembra debe estar débil y las crías no tienen cómo defenderse contra nosotros.

-Hasta el momento es el mejor plan con el que contamos. Lady Ravenclaw me confió que la provincia es de habitantes no mágicos, lo que nos significa tener que trabajar con más cuidado que de costumbre.

-¿No le habrán dado algún sacrificio para ese entonces? –preguntó Sirius haciendo una mueca de asco.

-Esperemos que nuestra llegada evite que lleguen a esos extremos.

A los diez días de ausencia, Lily Potter comenzó a preocuparse. Sabía que el trabajo no era rápido, pero esta vez tenía un peso en el estómago que le imposibilitaba dormir en las noches y su hijo comenzaba a darse cuenta.

En el reino comenzaron a preocuparse por su salud y Harry fue invitado por la señora Granger a quedarse con ellos un par de días para así, hacerle más fácil el trabajo de llevar la casa a su madre.

Al decimoséptimo día, un mensajero de Lady Ravenclaw llegó a la casa de los Potter con horribles noticias. Sirius Black había vuelto a caballo con el cuerpo de un herido de muerte, James Potter. Con detalles que ofrecer no contaba, pero se pedía la presencia de Lily inmediatamente en el castillo, donde su señoría estaba atendiendo especialmente las heridas de uno de sus héroes.

James Potter no vivió para ver un nuevo amanecer. Sus heridas no pudieron ser curadas, pero si amainado el dolor. Se despidió de su mujer e hijo con todo el amor que por ellos sentía. Hizo prometer a aquél que consideraba como su hermano que cuidaría a su familia como él lo había hecho y antes de dar su último respiro, Harry fue sacado de la habitación para que no viera la muerte y su madre pudiera compartir con su marido un último beso.

-¿Qué pasó, Sirius? –preguntó Lily mientras los sirvientes del castillo perfumaban al muerto y almidonaban la ropa que iba a usar para ser enterrado.

-Con James teníamos la teoría de que el dragón debía tener crías recientes por los extraños hábitos que nos habían descrito. Nos hemos topado algunas veces con que usan cuevas alternativas cuando las crías son pequeñas y este caso no fue diferente. Observamos varios días y esperamos a que el dragón macho saliera de la cueva para atacar a la dragona y a las crías, pero lo que encontramos fue completamente diferente: la cueva resultó ser una alternativa, no tenía tesoro alguno, pero no habían crías recién nacidas y la dragona no se veía por ninguna parte. Encontramos restos de comidas y un conjunto de pieles que deben haberle servido de cama a alguien o algo –Sirius hizo una pausa-, había un niño entre las pieles, no debía tener más de algunos meses y creímos que dormía. De la nada una mujer furiosa se nos tiró encima y comenzó a pegarnos con una piedra. No hubo forma de razonar con ella y explicarle que la liberaríamos, estaba empeñada en defender a la criatura entre las pieles, como si nosotros fuéramos a hacerle algo ¡era humano! –bufó Sirius pasándose una mano por el pelo-. Quiso sacarnos por la fuerza. Logramos reducirla y atarla para llevarla de vuelta a la aldea cuando llegó el dragón macho. Todo fue muy rápido, James y yo comenzamos a atacar y uno de los hechizos dio contra la mujer. Se desmayó y golpeó la cabeza contra una piedra irregular. La sangre brotaba y el dragón macho se volvió loco. No nos quedó más opción que huir antes de que nos quemara vivos. El dragón no nos siguió fuera de la cueva y no lo vimos los dos días siguientes, aunque desde su caverna, los gruñidos y bramidos más horribles se escuchaban. La aldea estaba completamente aterrorizada y nos echó de mala manera diciendo que habíamos molestado al dragón y que ningún tributo iba a ser capaz de calmar su furia. Le ofrecieron tres vírgenes, a las cuales encontraron al día siguiente quemadas en el claro donde las habían ofrecido. Sabíamos que la bestia no iba a aceptar tributo alguno e intentamos decírselos en todos los tonos, pero esa gente puede ser muy terca cuando quiere. El dragón volvió y te lo juro, Lily, nos reconoció. Apenas nos vio, lanzó fuego sobre las casas y voló en nuestra dirección, todo fue muy rápido y antes de que lo hiriéramos, James fue herido. Destruyó la provincia por completo. No comió los animales, tampoco a la gente, sólo los despedazaba ferozmente con sus garras o en su defecto los quemaba. Poco fue lo que pude hacer por mi cuenta y de haberme quedado más tiempo temí que James no llegara vivo. Me devolví con él a todo lo que daba el caballo y eso fue lo que pasó –terminó Sirius con la voz desgarrada.

Los días que siguieron al entierro, en el reino no se vio ni la sombra de los Potter. Sirius Black en cambio, vagaba de un lugar a otro, la sombra de lo que fuera antes. Hasta los animales que pastaban en las laderas se habían enterado del triste suceso y nadie decía una palabra al respecto por respeto a la memoria del héroe caído.

Los ataques del dragón plateado, que seguía rondando la zona, comenzaron a concentrarse cada vez más cerca de Autumn Hill. Los habitantes del reino estaban aterrorizados y si bien contaban con Sirius Black para exterminar a la bestia, cuando la ocasión se presentó fue poco lo que el hombre pudo hacer.

Los tomó por sorpresa en mitad de la noche. Los centinelas juraban que había aparecido de la nada y el fuego ya se esparcía por varias casas antes de que todos los hombres del reino despertaran. El dragón sólo buscaba algo y Sirius Black apostaba su varita a que era venganza.

La gente salía de sus casas aterrorizada, la cola del dragón destruía lo que el fuego no tocaba y con profunda satisfacción aplastaba a quien se cruzara en su camino. Los habitantes del reino sabían lo que tenían que hacer, todos escondidos en el sótano del castillo, rezaban vigorosamente para que los hombres pudieran acabar con la bestia y así sus vidas volvieran a la normalidad.

El primer estruendo en el castillo los alertó. Cuando lo que podía ser sólo tomado como un derrumbe los sorprendió, Lady Ravenclaw, mujer de profunda sabiduría, decretó que lo único posible era la huida. La bestia no sería controlada y ellos no tenían más opción que escapar. Salieron por un pasadizo secreto del castillo que daba hacia lo que a través de los años, se había convertido en un escarpado barranco. Se podía descender, pero a costo de la vida misma.

Los hombres comandados por Black lanzaban hechizo tras hechizo hacia el dragón, pero este no se inmutaba con sus esfuerzos. Debían evitar el fuego y la cola, y por sobretodos las cosas, mantener la cabeza clara. Muchos se hubieran rendido de no ser por sus familias, que contaban con su protección.

-¡No a las escamas! ¡NO apunten hacia las escamas! –gritaba Black, señalando frenéticamente los puntos débiles de la criatura, como un sector del cuello y los costados, justo donde las enormes alas se plegaban.

Harry Potter no estaba dispuesto a dejar que su padrino se quedara luchando solo contra el dragón. Durante años había escuchado las historias en las que su padre y padrino habían acabado con las bestias más fieras y había aprendido de memoria las leyes de un buen cazador de dragones. La primera decía claramente: nunca enfrentarse solo contra un dragón. Sirius estaba yendo en contra de esa ley, tenía que ir en su ayuda.

Se escabulló de las manos de su madre y corrió hacia la entrada del castillo, donde se escuchaban los gritos de los hombres y se veía el fuego brillante ante la oscuridad de la noche.

-¡HARRY! –gritó Lily al notar cómo su pequeño la soltaba de la mano y partía en la dirección contraria.

Tenía que llegar con Sirius, eso era lo único que le importaba. Como era pequeño, no tuvo problemas en escalar por una ventana y salir al aire libre, donde la visión del dragón lo congeló en su sitio. Era gigante, su cola se movía de lado a lado y tenía a un mago en las fauces. Harry sólo podía suponer que el mago estaba muerto.

-¡SIRIUS! –gritó por sobre el ruido para que su padrino lo escuchase.

El dragón soltó a su presa, se quedó quieto y olfateó el aire. Los magos que lo atacaban también se detuvieron, algo estaba pasando. Sirius Black sabía que eso no era una buena señal, el dragón debió haber detectado algo. Miró en todas direcciones, buscando la fuente de distracción de la bestia y ahí, en la entrada del castillo lo vio: Harry estaba de pie, sin moverse, con sus ojos clavados en el dragón.

Un bramido de ira se escuchó en la noche. Un batir furioso de alas elevó a la bestia en el aire, las fauces abiertas a su máximo y los malignos ojos fijos en el pequeño.

-¡HARRY, SAL DE AHÍ!

Sirius no pensó. En una loca carrera, avanzó abriéndose paso como mejor podía hacia su ahijado, que seguía sin reaccionar. El dragón iba a comérselo de un bocado si no llegaba a tiempo. Sacó su espada, un tesoro que Harry y muchos herreros habían admirado a través de los años y lanzando un hechizo escudo alrededor de su sobrino, lanzó el arma hacia un costado del animal.

Un alarido se escuchó, el dragón se desequilibró y alcanzó a herir a Harry con la cola en la frente. El pequeño cayó hacia atrás. Las bestia estaba adolorida y confundida.

-¡HAY QUE ATURDIRLO AHORA!

Haces de luz roja salieron de todos los rincones hacia el dragón, aturdiéndolo y haciéndolo caer estrepitosamente hacia el suelo.

-RETIRADA. NO PODEMOS CONTRA ESTE MONSTRUO, HAY QUE HUIR ANTES DE QUE SE LIBRE DEL HECHIZO, TENEMOS ALGUNOS MINUTOS.

La masacre de Autumn Hill fue una historia que recorrió todos los reinos del país y sus vecinos. Los que lograron sobrevivir se encargaron de difundirla y aquellos fueron pocos. Esa noche, los caminos de Harry Potter y Hermione Granger se separaron. Harry, Lily y Sirius se fueron hacia el norte, donde los Black tenían numerosas tierras y los Granger, debieron partir hacia el sur, donde el señor Granger poseía un terreno modesto en una comarca de muggles.

Continuará

Por Ar-Nárwen