Renuncia: Todo a Sui Ishida.

Notas: Cass ***hearts***.


«I know nothing except that I'm waiting for you and that you never come»

Dylan Thomas.


Arrástrame lentamente


«Dios, perdona esta alma mía: me he enamorado de un muerto viviente».

Y si Haise-kun no fuera tan amnésico y ridículo como siempre, ella lo podría besar. Si Arima no fuera tan inmenso, si su corazón de niñita enamorada no se acelerara sólo por él, Hairu correspondería las miradas ridículamente tímidas que Haise-kun lanza sobre ella. Pero lo perdona, un poco, porque a ella le gusta las cicatrices invisibles sobre sus labios (ella ha logrado encontrarlas).

Antes de partir al campo de batalla una última vez, antes de que él despierte sus recuerdos ("buenas noches, Haise, bienvenido de vuelta, Kaneki-kun"), antes de que ella muera con una sonrisa tristona en sus labios llenos de cereza, Haise la detiene en la puerta (a escondidas de todos los monstruos que lo buscan, de todos los fantasmas que quieres sacar su ignorancia).

Susurran, sin estar diciéndose realmente nada:

"Arrástrame lentamente

sobre la grava, bajo el

cielo almendrado.

Arrástrame lentamente

por tus dedos, por tus

huesos rasposos, por tus labios gritadores;

y no seas cruel, no busques consuelo en el camino

no busques curar lo que no se cura"

Cuando él entrelaza sus manos con las suyas, Hairu se coloca en puntas de pie ("oh, así que él es más alto que yo") y se inclina sobre sus labios. Es el primer beso de ambos, el último de ella en la vida. Cuando se separan, él enreda sus dedos temblorosos en las hebras rosadas, y tiene el valor de inclinarse una vez más, confirmando su sabor extremadamente dulce (Ihei-san tiene la comisura de los labios azucarados).

Cuando ella muere, es olvidada por todos. Kaneki, con otra muchacha entre sus brazos (Haise-kun ha desaparecido tiempo atrás) tiene recuerdos vagos, la imagen borrosa llegando una noche al azar cada tantos años, para perderse entre sueños y pesadillas que se metamorfosean con otros amores suyos. No recuerda su nombre, ni su voz ni el puñado de palabras que ella le susurró antes de partir (¿a dónde?). Sólo la sensación hormigueante sobre sus labios lo cubre, un sabor a cerezas bajo el paladar, ayudándolo a olvidar el sabor a carne ajena.

A veces, muy en el fondo de su tráquea, siente una especie de tristeza por no recordarla, pero le basta con recordar (casi con detalle) aquella sensación nostálgica. Pues no hay nada más desgarrador que olvidar un primer beso. (O la primera vez que se ama, si algo así realmente puede pasar).