CAPITULO 1: ¿Cualquier clase de deseos?
En el bosque Shikón, en una de las partes más obscuras y desoladas se elevaba un imponente castillo muy al estilo medieval.
Debía atravesarse el majestuoso jardín que ostentaba el palacio, para poder llegar a la puerta principal, de color carmesí con pequeños arreglos de bronce; a un lado se encontraba colocada una pequeña campana con forma de chimeco la cual servía de timbre.
En el interior del castillo, había un largo corredor de piedra adornado con armaduras, pinturas y costosas estatuillas de porcelana que figuraban hermosas mujeres, con vestidos de la época medieval. El corredor termina, en una elegante y hermosa sala en la cual destacaban los bellos sofás que la amueblaban, un gigantesco librero que contenía varios libros antiguos, que con el paso del tiempo sus páginas se habían tornado en un color café y una chimenea, sobre esta habían dos pinturas una al lado de la otra.
La pintura del lado derecho, retrataba a una chica pelinegra con ojos color chocolate en un hermoso vestido en tonalidades blanco, verde y rojo. La pintura del lado izquierdo retrataba a un joven de cabellos plateados con ojos dorados usando un traje color gris con tonos en blanco y una capa color rojo.
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En un sillón color café de la majestuosa sala, se encontraba mirando fijamente la chimenea el rey del palacio, su mirada reflejaba nostalgia y desolación.
En una esquina de la habitación estaba el bufón tocando su laúd tratando de cambiar de ánimo a su amo. Este vestía un traje café y sobre su cabeza llevaba un gorro con unas graciosas puntas que finalizaban en pequeños cascabeles.
-¡Déjame solo un momento! – le ordenó el rey al bufón, este salió corriendo torpemente y tropezó con un escalón, cayendo sobre su laúd.
El rey no apartaba la vista de la chimenea, de repente un pequeño ser con vestimentas verdes se abalanzó a su rostro, sacándolo de su letargo.
Este trato de matar de un golpe al pequeño que se encontraba aún en su rostro, pero una pequeña y conocida voz lo detuvo.
-¡No señor!… ¿No me recuerda?… ¡Soy Mioga! – Tratando de detenerlo con sus diminutas manos - ¡Su fiel mensajero!
-¡¿Que quieres?! - bajando su mano.
-Tengo una noticia muy importante para usted – posándose en la mano de rey Inuyasha.
-Ya nada… tiene importancia para mi, Mioga – con la voz entrecortada y su mirada triste.
-Sé que esto le interesara mucho señor. – Tratando de convencerlo
-Qué más da… - bajando su mirada – dime de una vez… ¡De qué se trata!
-Totosai me invitó a su casa hace cinco días y me comentó que había tenido una visión sobre un pozo, que concedía deseos –seriamente.
-¿Deseos? - sorprendido - ¿Cualquier clase de deseos?
-¡Sí señor!, pero le advierto que se encuentra muy lejos y que está custodiado por un terrible demonio.
-Feh, los demonios al verme tiemblan de terror y huyen. - muy seguro de sí mismo.
-Lo sé señor, usted es muy fuerte, pero estos últimos años desde su última batalla los demonios se han hecho muchos más fuertesy poderosos. - bajando el rostro- desde que su señora…-
-Cállate Pulga inútil…-
-Pero señor, el adivino Totosai sugiere que lleve un ejército con usted. – tratando de convencerlo.
-No, yo iré sólo, así será mejor –Mirando fijamente a Mioga que permanecía en su mano - ¡Nada me detendrá! – cambiando su rostro de tristeza a uno de alegría profunda.
-Bueno haga lo que usted quiera entonces amo - bajando la mirada – Yo debo irme, tengo unas cositas que hacer.- Tratando de saltar lejos de él.
Inuyasha se puso de pie y vio al anciano Mioga con una sonrisa de malicia en su rostro.
-No me vea así amo, que me da miedito - tratando nuevamente saltar de la mano del rey.
Pero Inuyasha agarro al anciano Mioga por sus brazos y lo metió en un pequeño recipiente que se encontraba en una pequeña mesa al costado del sillón y agujereo su superficie para dejarle pasar el aire.
-¡Sáqueme de aquí, amo Inuyasha! - gritaba el anciano.
-¡No, tú me tendrás que acompañar! – Riendo muy divertido – debes darme las gracias porque yo el gran Inuyasha necesito de tu ayuda - dando media vuelta hacia una puerta, tratando de no hacer mucho ruido.
El bufón había escuchado toda su conversación desde el piso donde había caído momentos antes, se levantó y corrió a su habitación para arreglar un pequeño equipaje, él tenía un deseo y quería que se cumpliese y no perdería esa oportunidad.
Mientras tanto Inuyasha caminaba lentamente por la habitación, observó a lo lejos una pequeña rendija en la pared, se acerco lentamente y la presiono, esta se hizo mucho más grande dándole así paso al rey.
Ya dentro camino hacia una mesa color naranja, sobre esta había una espada vieja y oxidada, la tomo y se dirigió al otro extremo de la mesa allí se encontraba su reluciente armadura de plata, se la colocó con una mueca de sonrisa recordando las veces que la había usado.
Se dirigió a la rendija por donde había entrado anteriormente, llegando a su habitación, elevó su vista a un retrato que colgaba en el centro de la hermosa y refinada habitación.
El retrato mostraba a dos figuras sujetadas por las manos una era él y la otra era la misma joven ojos chocolates pero esta vez vestía un vestido blanco precioso.
-Te amo preciosa- dijo en voz baja – Haré todo lo posible para que vuelvas a mi lado- dio media vuelta y salió de la habitación.
Al llegar al salón tomo el pequeño recipiente con el anciano Mioga dentro y salió del castillo.
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El bufón llamado Koga busco la maleta más pequeña y metió un par de ropas. Salió corriendo hacia el jardín esperando a que el rey Inuyasha saliese.
Espero un momento de repente lo vio escabullirse por una de las puertas secretas del palacio.
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Tras una puerta, el mago del palacio, había escuchado lo que el anciano le contaba a Inuyasha y pensó que el también quería ir.
Espero con paciencia a que Inuyasha saliera del castillo para acompañarlo, aun sabiendo que seria súper difícil convencerlo de su compañía.
Al transcurso de una hora, Inuyasha salió por la puerta secreta y Miroku fue a su encuentro.
-Vamos- dijo Miroku con una mirada divertida.
-¿Qué? – dijo Inuyasha molesto, ¿Cómo se había dado cuenta el mago Miroku de su viaje?
-Te dije que nos fuéramos que se nos hace tarde.
-Yo viajaré sólo – molesto – ¡No necesito tu compañía! - empezando su camino – no tengo tiempo de esperar a debiluchos como tú.
El mago Miroku no le hizo mayor caso y lo siguió.
Al verlos suficientemente lejos como para ignorar su presencia, Kouga salió de su escondite y los siguió ocultándose siempre entre los matorrales.
Un poco corto, pero espero les haya sido de su agrado no olviden sus reviews, para saber si les gusto o no…
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