NA: Este es un proyecto sobre el desarrollo de una idea que ronda mi cabeza desde hace una eternidad. Quería inspirar un OC en una famosa pirata francesa que hizo algunas cosas bastante guays en el caribe... y en algún punto pensé ¿Qué clase de cosas hizo Rocinante para tener solo 26 y ya tener un título de Comandante? Idk, la gente no escribe mucho sobre Rocinante si no son historias que encuentro creepy AF sobre él y Law, o DoffyCoras... IDK voy a escribir alto sobre él que me gustaría leer.
OP no me pretence, ya lo sabéis.
I
Cuando dicen que del amor al odio solo hay un paso yo creo que se trata de una visión egoísta de los sentimientos, y no es difícil de ver por qué. La idea de que mis padres, dedicados y cariñosos era perfecta hasta que dejamos Mariejoa a los ojos de mi hermano, por ejemplo. ¿Les amaba? A mi madre sí, pero es obvio que a mi padre no tanto. Uno no deja de sentir afecto por las personas, incluso aunque se sienta traicionado, solo te acostumbras a la decepción.
Sea como fuera, la situación que viene extendiendóse en este texto no tiene tanto que ver con Doflamingo como conmigo y mi incapacidad para ser alguien frío.
Después de varios años desde la muerte de mi padre yo había conseguido un rango más o menos decente en la marina, y tenía en mente preguntas constantes sobre el bien, el mal y la justicia real en el mundo. Cuando éramos pequeños y huíamos de aquel montón de gente que pensaba sólo en su venganza personal, mi padre me dijo algo que me ayudaría a formarme como persona y probablemente nos llevaría a ambos a la tumba.
— Roci, Doffy, tened en cuenta que si buscamos venganza en esta gente herida que nos persigue no seremos mejores que ellos, dejaremos de ser víctimas para ser asesinos y monstruos — dijo. Había sido un discurso largo, algo que trataba de concienciar a mi hermano, pero que me marcó a mí hasta un punto inimaginable.
Me marcó porque yo evitaba ver las ejecuciones, los juicios y repelía cualquier intento o misiva que requiriera visitar Impel Down. Era consciente de la necesidad de todo aquello, pero me preguntaba seriamente si aquellos actos no convertían a la justicia en monstruos tan repelentes como los que intentaban retener. Con el tiempo esa filosofía se fue puliendo y entendí que las cosas no son blancas o negras, a veces uno tiene que ser verdugo para proteger a las víctimas o está actuando como agresor. Pero a mis dieciséis años yo solo pensaba en que debía parar a Doffy, y en que Sengoku nunca me daba el visto bueno para aquella misión que tanto esperaba.
Y una mañana, Sengoku me hizo ir a su despacho para hablarme de una nueva misión y un nuevo rango que yo creía que me llevaría al lugar al que esperaba llegar. Lejos de ser así, me vi plantado en el despacho de aquel hombre, casi mi padre adoptivo, rodeado de tres reclutas en entrenamiento que iban a ser mis subordinados.
— Hina, Smoker y Min-su estarán a tus órdenes cuando no estén entrenando — dijo señalándolos. Una niña de 11 años, el hijo de un marine que temía fuera brutalmente egocéntrico y una chica que solo bufaba y se cruzaba de brazos durante los quince minutos que duró la reunión. Con el tiempo supe que Hina era una una recluta especialmente eficiente, que Smoker estaba allí por mérito propio y que Min-su tenía ligeras razones para estar en contra de todo aquello. Los nervios que sentía en el momento y la decepción al no ser lo que yo quería nublaban mi juicio por completo.
— Con el debido respeto ¿Qué hay de la misión de la que le hablé? — pregunté ansioso. Yo no quería cuidar de reclutas aunque fueran los mejores del cuartel y llegáramos lejos, yo tenía una misión que me había dado el destino y esa era vigilar a mi hermano, por mucho que Sengoku creyera que no estaba preparado para ello.
— Dele la misión que quiere, es obvio que no necesitamos que un crío, porque ni tan siquiera es un adulto, sea quien nos mande — añadió Min-su antes de que Sengoku pudiera decir nada. Y creo que fue el único momento en el que la vi descruzar sus brazos a lo largo del día. Me irritó que hablara de aquel modo, porque ella ni tan siquiera debía pasar lo quince.—. Estarán de acuerdo conmigo, Smoloquesea y Hina.
Sengoku nos mandó callar a los dos. Hizo salir a Hina y Smoker de la sala, y propuso un castigo para aquella chica de pelo verde pino y para mí. Cosas que no había tenido que sufrir desde que yo mismo era un nuevo recluta, y solo había sido una vez porque un instructor creía que no estaba atendiendo. Solo teníamos que ayudar a fregar las duchas por las mañanas durante dos semanas, pero aquello se llevó cualquier buen punto de vista que tuviera sobre aquella chica insolente que debía ser mi subordinada.
El almirante de flota mandó salir a la chica e hizo llamar a Monkey D. Garp, que ya parecía extraño que estando en el cuartel general no estuviera por allí haciendo uso de su amistad con Sengoku para inmiscuirse en todo. Me gustaba Garp hasta cierto punto, se reía mucho y sabía trasmitir seguridad, pero prefería trabajar solo que a sus ordenes. Solía dormirse cuando Bogard le hablaba y no le importaba qué o cómo hicieras las cosas mientras cumplieras con tu misión, lo cual ahora no me parece mal, pero en el pasado me parecía reprochable.
— Garp, el informe sobre Min-su, es momento de entregárselo a Rocinante — dijo Sengoku y Garp estaba más por la labor de abrir una bolsa de galletas de arroz que Sengoku tenía por allí.
— La verdad es que aún no he redactado el informe — dijo Garp con una risa circunstancial, seguidamente se enfiló la bolsa de galletas mientras Sengoku no dudaba en darle un sermón a gritos —. Le mandé hacerlo a alguien, pero aún no me lo ha traído.
Nunca sabré si yo podía presenciar ese tipo de escenas por la confianza que me tenían o simplemente cualquiera lo podía ver. Mayoritariamente porque yo era alguien introvertido y a duras penas me llevaba con mis compañeros si no era en materia de trabajo, pero aquellos momentos eran un poco incómodos.
— Tienes que vigilar a Min-su — dijo Garp una vez Sengoku hubo terminado.
— Tenemos indicios de que no es de fiar y nos gustaría saberlo a ciencia cierta — añadió Sengoku. Casi como si tuvieran que terminar cada uno las frases del otro, como si fueran un viejo matrimonio que sigue siendo funcional a pesar de lo agrio que se ha vuelto —. Por ese motivo tienes esta misión. Es una preparación a la que tú esperas.
Mi lógica y mi sentido común veían que se trataba de infiltrarme en un grupo y obtener información, tal cual debía hacer con mi hermano, pero no veía por qué querían que lo hiciera y encima sin un informe que me avisara del por qué.
— ¡Garp tendrá el informe de inmediato!
— Sí, sí, por supuesto, como si no tuviera otras tareas importantes que escribir informes sobre niñas que se unen a la marina — Contestó Garp para volver a la pelea y dejarme completamente fuera de la situación.
Me despidieron de la reunión y seguí pensando en ello como en una preparación para mi futura misión. Si podía hacer aquello le pararía los pies a mi hermano, que era lo único que había querido hacer desde que lo vi sujetando aquella pistola frente a nuestro padre.
