El avión despega y se aferra a los brazos de su asiento con toda la fuerza de la que dispone, es la primera vez que se monta en un avión, la primera vez en sus 18 años de vida y no puede creer que sea por un motivo tan... extravagante.

Miró la carta que tenía en las manos.

- ¿Sigues releyéndola? – pregunta una voz a su lado.

Sube la vista para mirar a su amiga.

- Es que... esto es...

- ¡Increíble! – añadió.

- Irreal, pero ese término también vale – no pudo esconder la sonrisa que amenazaba con salir de sus labios ante el entusiasmo que mostraba su mejor amiga.

- Sólo disfrútalo, ¿quieres? Vamos a pasar en Londres los últimos días de verano. Es una buena razón para disfrutar - pero al ver que Sophie no responde, clava sus ojos en ella.- ¿Estás preocupada?

No la miró, no le hacía falta. Sabía que Louise tenía sus expresivos ojos clavados en ella.

- Es imposible.

- No lo es – le aseguró, comprensiva.

Entonces sí la enfrentó y se encontró con aquellos grandes ojos castaños que la caracterizaban; aquellos ojos llenos de coraje y valentía deseosos de vivir aventuras. Sí, su amiga había nacido para ello. Sin embargo, comenzaba a pensar que no era su caso.

- Lulú, ¿desde cuándo sabes que tus padres son magos?

Louise se quedó pensativa un segundo.

- Un año y medio quizás. Los pillé haciendo magia para bañar a los perros el día que volvimos de nuestras vacaciones de verano.

Sophie asintió, recordaba aquellos días sabáticos.

- Entonces, ¿ahora qué sigue?

Louise sonrió sin contestar la pregunta. No quería arruinarle las sorpresas que Hogwarts les tenía preparadas. Su amiga estaba preocupada, pero ella sabía que la muchacha de ojos verdes disfrutaría como nunca.

Dirigió sus ojos a la ventanilla para ver el cielo nocturno plagado de nubes.

Londres les esperaba.

Continuará...