¡Buenas!

Os traigo un one-shot, podría decirse drabble por la duración del mismo. Dedicado a Afrodita de Piscis.
Espero que os guste.
**Disclaimer: El personaje de Afrodita pertenece a Masami Kurumada y la Toei o quien tenga los derechos**
**El fan art que ilustra este fic es mío, de Melissia-Scorpio. Es Afrodita de Piscis (obviamente) en versión realista. Podéis verlo en mi Deviantart**


Te regalo mis rosas

Se hallaba sentado, con las piernas cruzadas, sobre un pequeño muro semiderruido por el paso del tiempo y los estragos que el aire y el agua horadaban en aquel lugar construido en la era mitológica.

La flor giraba entre sus dedos, en un gesto puramente femenino y coqueto. De vez en cuando, el caballero cesaba aquel movimiento hipnótico para acercarla a su rostro y tratar de desentrañar el aroma.

Por más que oliera aquella rosa, no era capaz de distinguir las notas de aquel perfume.

Así que optó por desnudar a aquella hermosa flor, pétalo a pétalo.

—Realmente, tienes un color hermoso…

Murmuró arrancando el primero de aquellos pétalos de aspecto aterciopelado y tacto sedoso.

—A pesar de que no has crecido en mi jardín— admitió tomándolo entre el pulgar y el índice, entre aquellos finos dedos, propios de una dama de alta alcurnia en lugar de un temible guerrero.

La delicada capa con la que la rosa se vestía, fue cayendo hacia el suelo, empujada por el suave pero frío viento nocturno.

—Rosa Grandiflora…muy típica…color "dolce vita"…se ha delatado a sí mismo…—prosiguió con su monólogo, mientras un rictus amargo se dibujó en sus labios.

Arrancó varios pétalos más dejándolos caer al suelo.

—Apuesto a que te las compró en aquella floristería del pueblo. ¡Je! Como si no fuera a averiguarlo…

Los dedos de Afrodita arrancaron con furia seis pétalos más, despojando a la rosa de su bien más preciado. Como garras, despedazando la flor en un súbito ataque de rabia.

—Pues que sepas, querida, que estamos ante una situación un tanto delicada, ¿sabes? Bueno— dijo dejando escapar una risa—, la verdad es que no mereces mis rosas. Pero en estas circunstancias, ha sido todo un honor regalártelas.

Más pétalos llovieron sobre el suelo de piedra.

—Y es que hace un par de días, él vino a preguntarme si podía entregarle un ramo de mis rosas— prosiguió con gesto desdeñoso—. Obviamente le respondí que de ninguna manera mis hermosas flores serían regaladas a alguien como tú. ¿Y sabes qué hizo?— preguntó— ¡Me intentó pegar!— expresó con fastidio.

Los pétalos que ahora iba arrancando se encerraban sobre sí mismos, creando un pequeño capullo que no claudicaría ante aquel guerrero.

—Pero henos aquí…en esta magnífica noche sin luna. Y al final, te he regalado mis rosas. Estarás contenta…

Afrodita sostuvo el capullo a la altura de sus ojos, antes de dejarlo caer al suelo. Junto al resto de rosas de aquel magnífico ramo, desperdigado por lo imprevisto de las acciones tomadas minutos antes.

Descruzando las piernas, dio un salto al suelo. Sus pies chapotearon en un líquido denso y oscuro.

Sus ojos recorrieron el cuerpo inerte a sus pies. Una joven de piel blanca y cabellos rubios, teñidos ahora de su propio líquido vital. Cubierta de pétalos negros, de aquellas rosas que cultivaba Afrodita.

—Perfectas para el lugar que te corresponde. No volverás a interferir entre él y yo.

Afrodita sacudió su melena con un aspaviento altivo, mientras una cruel sonrisa perfiló su hermoso rostro y se alejó de aquel lugar, sepultura de aquella desgraciada joven.