Descargo de responsabilidad: Norte y Sur no es mío. Tampoco John Thornton. Ni Armitage. *Suspiro*.
¿CUÁNDO FUE?
¿Cuándo fue? ¿En qué momento se dio cuenta?
¿Quizás la misma mañana en que le propuso matrimonio? Ella lo había rechazado. No quería un matrimonio por compromiso y lo creía tan orgulloso como para casarse por hacer 'lo correcto'. Solo porque ella se había puesto en evidencia delante de todos los manifestantes al protegerlo. Ella hablaba de reputación y él le hablaba de amor. No, no podía ser. No creía que la amara. No podía amarla. Un matrimonio con ella era solo la justa retribución a su intervención aquel día. Saldar las cuentas. Un matrimonio a cambio de una reputación. No, no podía amarla. Hasta que el señor Bell comentó que había visto al señor Thornton descompuesto y distraído esa misma mañana. Hace tan solo un rato. Justo cuando salió de su casa, con el corazón roto. Y el suyo, ¿por qué se agitó cuando oyó ese comentario?
¿Quizás cuándo lo encontró en Londres? Durante la Exposición Universal, en el Palacio de Cristal... Ella le había reprochado que no la conocía en absoluto y luego huyó. Él la siguió. Y sin saber cómo, Henry Lennox y él habían acabado en una tensa conversación sobre algodón. Pero realmente no estaban hablando de algodón. Y aún así, ella tuvo la audacia desesperada de enviar un recado a su madre con él. ¿Por qué ella no podía dejarlo en paz?
¿Quizás cuándo mintió por ella? Cuando hizo que la apartaran de la investigación policial, a sabiendas de que era ella efectivamente la que había estado en la estación. Él la había visto. Con otro hombre, a solas, de noche... Una conducta impropia de una dama. Un escándalo si se supiera... Da igual que se tratara de su hermano. Ella no podía decirlo. Ni él saberlo. Y aún así… Y aún así él había mentido por ella… La había protegido. A pesar de creerla una cualquiera, una descarriada... ¿Por qué le importaba tanto la opinión que pudiera tener de ella?
¿Quizás aquella última vez que lo vio? Cuando le entregó el libro de Platón que había pertenecido a su padre, y él sonrió en su recuerdo. Él la había mirado con tanta intensidad que por un momento pensó que quizás de veras la amara, que quizás la siguiera amando. Pero tal cosa era imposible. Él le había dicho que su 'pasión insensata' por ella ya no existía. Claramente. Y el señor Thornton es un hombre de palabra y de convicciones firmes. "Le deseo lo mejor", le dijo ella. Y él se dio la vuelta sin decir nada más. Nevaba cuando dejó su casa. ¿Por qué ella no miró atrás?
¿Quizás cuándo se enteró que estaba hundido? Hundido y arruinado por permanecer fiel a su forma honesta de hacer negocios. Negándose a involucrarse en la especulación, y con ciertos pedidos fallidos, lo había perdido todo. Había intentado por todos los medios mantener la empresa a flote, pero ahora, con la fábrica cerrada y endeudado, no tenía nada. Tendría que comenzar de nuevo. Y ella no dudaba ni por instante de que sería capaz de ponerse en pie. Había sido su arrendadora primero, y ahora quería proponerle ser su socia para poner en marcha de nuevo la fábrica. ¿Por qué insistía en mantener un vínculo con él?
Porque no quería perderlo.
Sí, tan simple como eso.
No, no sabe cuándo fue. No sabe cuándo se dio cuenta de que estaba enamorada.
Sí, porque Margaret Hale amaba a John Thornton. Ahora lo sabía. Pero ya no había esperanza… Jamás se le propondría por una segunda vez. Aunque los negocios volvieran a cruzar sus caminos. Aunque volvieran a entrar en la vida del otro. Algún cortés pero frío intercambio de saludos, alguna firma de documentos, algún posible evento social, pero nada más. Eso sería todo, y eso debería bastarle. Ella lo había perdido porque no había sabido ver la verdad. No le había creído. Y no había sabido entender a su propio corazón. Perdido, perdido para siempre.
Y este tren a Londres que la aleja más y más de él… Ojalá parara y nunca llegara a Londres…
