Miré alrededor mío, nada, no había nadie hacia ninguno de los dos lados. Tampoco podía estar seguro de ello, era todo demasiado oscuro. Seguí avanzando hacia la siguiente puerta, la abrí con mucho cuidado, nadie debería saber que yo andaba por allí. Abrí la puerta, esta chirrió. Una luz blanca e inmaculada entró por el arco de la puerta. Entrecerré mis ojos e intenté distinguir lo que tenía delante de mí. Mi vista al fin se aclaró. Esa era la habitación que estaba buscando. Removí todo lo que se encontraba encima de una pequeña mesa de caoba que tenía delante. Leí por encima de todos los papeles que encontraba para saber, con cierta esperanza, que eso era lo que estaba buscando. Nada, encima no había nada

Giré a la derecha, donde se hallaba una pequeña estantería. Empecé a rebuscar entre los antiguos libros, leyendo el nombre de la portada de cada uno de ellos. Casi todos eran historias fantasiosas pero ¿de que me iba a servir a mí esa información? No necesito saber que le ocurrió a un personaje fantasioso, estoy buscando algo más.

Retiré los libros y los fui depositando sin mucho cuidado sobre el resquebrajado suelo.

Miré por todos los pisos de la pequeña estantería. No encontraba nada. ¿Dónde podía seguir buscando? Miré en el más bajo de los estantes, donde al mirar en un recoveco entre los libros, un chillido salió, seguido de aquella criatura que hizo ese ruido: una rata.

Esta, al verme, salió rápidamente de allí y se escabulló a otro rincón de la habitación. Busqué en ese lugar si había algo. Con la vista recorrí el pequeño espacio: Solo había algo de pan, y la estructura de madera de la estantería estaba completamente roída.

Metí la mano en esas pequeñas penumbras, la casa de la rata, por si acaso mis ojos no habían visto algo. El suelo estaba mojado, casi inundado.

Pero no había nada más.

Cogí uno de los libros que cubrían el recoveco donde dormitaba el pequeño animal, no era más que otra novela fantástica.

Me volví a levantar, y empecé a preguntarme donde podría estar ese libro. Entonces reparé en algo. Encima del alfeizar de la ventana que estaba enfrente de la residía una pequeña llave de color celeste. La recogí y me la guardé en el bolsillo derecho de la chaqueta. ¿Quién sabe para que serviría?

Luego volví a mirar la mesa. Tenía el presentimiento desde que entré que el libro que estaba buscando estaba ahí. Di la vuelta a la estructura de madera, hasta que vi. un pequeño cajón de un color muy oscuro.

Lo abrí con mucho cuidado he hizo un sonido amortiguado por el rozamiento, allí había un libro de tapas celestes, donde en letras plateadas ponía "Memorias de Kalenia"

Eso es lo que estaba buscando. El último ejemplar auténtico de ese libro, donde se contaban todos los secretos de kalenia. Cogió el libro, y lo metió en una pequeña bolsa de cuero que colgaba de uno de sus hombros.

Entonces, escuché algo. Unos ruidos que provenían del pasillo se empezaron a escuchar. Si me pillaban en esa situación, me atraparían. Tenía que buscar una salida rápidamente e irme si no quería que me ocurriera algo. Empecé a observar la habitación, no encontraba nada y no podía irme así, dejando la habitación tan desorganizada. Pero algo ocurrió. La pequeña rata que había encontrado volvió con una veintena de los suyos hacia ella: la excusa perfecta. Si alguien encontraba la habitación llena de ratas, nadie sospecharía de algo más, el desorden lo han causado ellas.

Entonces se me ocurrió una idea más. Volvió a mirar en el recoveco donde había encontrado a la criatura y cogí todo el pan que había. También agarré un libro y arranqué pequeños trozos de algunas páginas y lo mojé. Metí el libro abierto dentro del cajón y luego introdució el pan. Las ratas, al ver donde depositaba el pan, fueron hacia allí. Los pasos se hacían cada vez mas fuerte, abrí la ventana, me puso de cuclillas en el alfeizar y me apoyé en el marco de la ventana para no caerme. Me incorporé de nuevo.

Miré si había alguien en los patios de la parte de abajo, al no ver a nadie, y antes de que los guardias que pasaran por allí me vieran, me tiré.

Noté como el aire me golpeara fuertemente en la cara mientras iba cayendo a una velocidad vertiginosa.

Cuando llevaba media caída hacia el suelo, mi espalda brilló, y dos grandes alas, de colores azul, lila y blanco, brotaron de mi espaldas. Las agité en el aire y remonté al vuelo yendo paralelo al cercano suelo que se extendía bajo mí. Baje una de mis manos y pude sentir el fresco toque de la hierba rozando mis dedos. Volví alzar el vuelo para elevarme por encima de los muros, donde para todos aquellos que me vieran tan solo era una pequeña ave recorriendo el cielo.

Llevaba ya un buen rato volando por encima de las blancas nubes.

Pero entonces un ruido empezó a oírse atrás de mis espaldas. Giré 180º para mirar que es lo que se estaba moviendo detrás de mí.

Una criatura enorme, de color negro, estaba intentando alcanzarme.

Tenía una cara alargada, con una mandíbula provista de afilados dientes. Sus ojos eran de un color negro muy brillante y tan oscuro, que apenas se diferenciaba la pupila. Un cuello alargado, que se movía lentamente al compás del viento, intentando alcanzarme. Un cuerpo que, en comparación con sus grandes alas membranosas, era muy pequeño, y también estirado y en medio de éste tenía una especie de marca de color azul tremendamente oscuro. Carecía de patas y brazos. Estaba muy claro que, mirases donde mirases, esa criatura era una serpiente descomunalmente larga.

La serpiente alada voló más alto que yo, y se lanzó de forma inclinada hacia mi cuerpo. Sin mucha dificultad, logré moverme a la izquierda. Esquivé por muy poco el ataque de la voraz víbora, e incluso puede ver como pequeñas plumas de plata caían de mis alas. Pero la sierpe no se rindió, giró su cuerpo en medio círculo y, aunque intenté huir elevándome más, la culebra logró morder con su gran cabeza mi ala derecha.

Fue un dolor terrorífico, miré hacia la serpiente y vi como mi ala estaba sangrando mientras ésta absorbía el líquido rojo, a la vez que gritaba furiosamente. Empezaba ya a perder el equilibrio aerodinámico, cuando otras tres criaturas aladas más se acercaban a mí. Todas del mismo color negro, mas o menos, ya que cabe a destacar, que parte de una de ellas tenía partes rojas, como por ejemplo, en los ojos. Mientras que otra tenía pequeñas manchas plateadas a lo largo de su cuerpo y la última no era tan negra, era de un color grisáceo, como el color que tiene el acero, y sus alas tenían un color un poco más oscuro.

Las tres vinieron hacia mí, pero ya me esperaba algo así, esperé y cuando estuvieron muy cerca, logré milagrosamente mover mi ala derecha, consiguiendo deshacerme de la criatura negra y dirigiéndola brutalmente hacia las otras tres. Las criaturas, que no se lo esperaban, apenas lograron esquivar a la criatura, dejándolas alarmadas.

Aproveché el momento, y me fui volando lo mas lejos que pude, huyendo de las criaturas lo mas rápido que mi ala herida me permitía, e intentando buscar algún escondrijo para ocultarme de ellas.

Pero nada fue suficiente, las cuatro se dirigieron rápido y velozmente hacia mí. Al ver mi única posibilidad de salida, bajé en picado hacia un bosque. Las cuatro criaturas me siguieron. Ellas eran más rápidas que yo, y se dieron cuenta que la herida que una de ellas me había provocado mi cuerpo se dirigía hacia la derecha.

Eran mas rápidas que yo después de todo poco podía hacer con mi ala rota entonces se me ocurrió algo, cerré los ojos.

Cuando las serpientes pensaban que me tenían a punta pala, abrí los ojos, y una onda blanca salió desde mi cuerpo, hasta unos dos metros mas lejos de mí, empujando a las sierpes fuera de mi alcance.

Aunque físicamente no estaba muy bien, mi entrenamiento con la magia me bastaba para sacarme de peleas como ésta. Cuando me di cuenta de que el bosque estaba a cinco metros de donde estaba yo, empecé a ponerme recta a la vez que mis alas con un gran esfuerzo amainaban mi velocidad. Cuando vi una rama árbol lo suficientemente gruesa para permitirme aterrizar sobre ella, agité mis alas para que el último metro no me hiciera daño, y caí suavemente sobre ella. Me senté en ella, y empecé a descansar.

Yo ya sabía que eran aquellas criaturas, pertenecían a la misma orden a la cual le había robado uno de los pocos ejemplares auténticos que quedaban de "las memorias de Kalenia" que me ayudarían a encontrar… lo que buscaba.

Esas criaturas son las que vigilan el patio del enorme castillo donde, gracias a mis métodos, logré llegar a esa habitación, donde sentía la presencia del libro.

Si no os importe que cambie algo de tema, al lugar a donde yo quiero llegar, es un pequeño pueblo donde tranquilamente podré leer el libro.