Cuando Martín finalmente (luego de quién sabe cuántos años) escuchó de labios ajenos y vio circular, a través de páginas Web, la "supuesta" información que oculta se había mantenido, no pudo mas que mantener su mirada estoica ante los recuerdos y sus sospechas confirmadas.

Sí, Inglaterra planeaba bombardear Buenos Aires y Córdoba.

Aunque Martín sea de aquellos que se van a los extremos, había puntos en su comportamiento que nadie podía comprender-debido a la gravedad de la noticia recibida-se imaginaron a un furioso argentino cuestionándole a Francia sobre cuán divertido fue brindar armamento, mientras señalaba a Inglaterra sus puntos débiles, cuán jugosos y exorbitante fue el armamento que obtuvo Brasil al ocultarle la cara no vista de aquel oscuro '82 y maldiciendo aun mas al inglés y su desvergonzado y asesino gobierno; pero nada de eso paso.

Martín no hizo nada de eso.

Y si bien en la última conferencia mundial, a la cual cabe destacar que el rubio del Sur asistió con algo de disgusto, las miradas y el ambiente incómodo inundaban la sala: Francis y Luciano, al parecer, quisieron acercarse a Martín, pero, o bien no supieron como o lo creyeron innecesario; lo conocían poco al argentino, no sabían si éste creería la noticia o no, más allá de lo que dijeran ellos. Y la actitud contradictoria de Argentina, no ayudaba mucho.

Sí, era mejor que las cosas siguieran su curso. Luego se vería.

Finalizada la conferencia, el País del Sur se dispuso a irse. Al salir del recinto, notó que lloviznaba y, como al destino le divierte jugar, se encontró empujando a un inglés apurado debido al resbalón que se propino por la humedad del suelo.

Ninguno cayó, pero al igual que ellos, sus miradas chocaron.

Quizás hubiese sido por mera ilusión de la lluvia; pero Arthur podía apostar que los ojos de Martín estaban acuosos. Solo esperaba que fuese una ilusión de la lluvia, si es que él se encontraba en las mismas condiciones.

Se miraban, nada más.

Otra vez, verde contra verde.

Otra vez, el silencio.

Otra vez, la lluvia.

Otra vez, el dolor.

Otra vez, los recuerdos.

Nuevamente, Arthur esperaba un puñetazo o algo más, no lo sabía con exactitud. Argentina dio unos pasos, el europeo se tenso y se puso a la defensiva, aunque no lo demostrara en sus acciones, su orgullo y su desconcierto se lo impedían.

Martín, continuo con sus pasos y se marchó.

Arthur, sentía una opresión en el pecho; esperó una puteada, un golpe, algo…

Pero nada paso.

Martín no hizo nada de eso.

Sin poder evitarlo, se giro para ver la silueta del argentino alejarse, agacho la mirada, reflejándose en un charco que se había formado gracias a la lluvia.

"Probablemente, Martín ya lo sospecha, entonces… ¿Por qué…"—Se indagaba en sus pensamientos.

Sabía que esa actitud en el latino, no era normal.

Otra vez, lo había herido.

Otra vez, hubiese preferido discusiones o puñetazos.

Otra vez, lo veía irse.

Otra vez, apagado.

Otra vez, profanado.

Otra vez, quebrado.

Otra vez, llanto.

Otra vez, locura.

Otra vez, Argentina e Inglaterra.

Otra vez, Martín y Arthur.