Aqui va el inicio de otra historia... no se asusten, seguiré posteando en Aiaru (de hecho ya tengo algunas muuy buenas ideas para mis proximos capítulos) pero este bebé tenía rato que quería salir a ver el sol...

Ya saben ni Sesshomaru es mío (si lo fuera sería algo incómodo para mi prometido), ni Rin ni alguno de los personajes de Inuyasha, todos son de Rumiko Takahashi (a quien personalmente le mato un pollo todos los días por crear al precioso anti-héroe de cabellos plateados)... ejem... bueno comenzamos!


Rin se hallaba recostada sobre el montón de paja que se suponía era su cama más muerta que viva, había gritado, llorado hasta que se le acabaron las lágrimas, demandado, pedido, rogado… nada de eso había servido.

El resto de las esclavas que estaban en la misma habitación que ella la evitaban como a la peste, ni siquiera se acercaron cuando la sangre emanaba de las heridas de su espalda y menos lo harían ahora. En algún momento de la noche alguien le había arrojado a la espalda agua caliente con sal y luego de un ardor terrible había dejado de sangrar, pero aún ardía.

Claro que ella no era como el resto de las esclavas, ella había nacido libre, ama y señora de si misma y de lo que la rodeaba. Antes de encontrarse en esa situación nunca le habían pegado ni levantado la voz, había sido amada, consentida y cuidada.

Ahora, a miles de brazas de su hogar, todo eso parecía nunca haber ocurrido. Luego de que asesinaron brutalmente a sus padres y a sus hermanos, a ella la vendieron a un mercader que desde entonces había tratado de venderla como esclava, cuando ella no intentaba escaparse.

Lo cierto es que lo intentaba, más nunca lograba, esta vez había llegado muy lejos (quizá por ello la furia del látigo había sido mayor y había durado más), su piel antes hermosa blanca y lisa, ahora estaba llena de cicatrices por toda su espalda.


Un grito la despertó, era un nuevo día en el mercado de Bagdad, el cual nunca le había parecido tan horrible como ahora que era prisionera. Reunieron a todas en grupo y a ella le echaron en la espalda un manto, no por cubrir su cuerpo del frío, sino para cubrir sus heridas de los compradores. Les arrojaron agua de rosas y una vez medio secas las sacaron jalándolas por cadenas al puesto del mercader.

Rin solo veía los rostros lujuriosos de hombres horribles que las observaban de arriba abajo y hacían ofrecimientos por ellas, rogaba porque no la compraran, para así tener otro día para intentar escaparse.

Apareció en el mercado entonces un hombre que parecía ser un sultán o algo por el estilo, algo entrado en años con el cabello curiosamente plateado. Se quedó mirando a todas las mujeres del lugar pero Rin fue la única que le devolvió la mirada, luego de unos momentos se acercó al mercader y habló con él.

Mientras pensaba de qué manera iba a escaparse esa noche, sintió un tirón en sus manos, la habían separado de las otras chicas y la llevaban al encuentro del mercader. A empujones la colocaron frente al hombre de los cabellos plateados que dijo:

- Si, esta es…

- Son 30,000 dinares su señoría…

- Solo te daré 15,000 grandísimo ladrón – y con ello comenzaron a regatear frente a ella. Rin aún no podía comprender lo que sucedía hasta que, luego de acordar una cifra de 21,000 dinares por ella, el mercader le entregó la cadena al hombre de cabellos plateados y de un tirón la sacó del puesto.


El hombre era fuerte, de eso no había duda, a pesar de que Rin caminaba con lentitud, este la hacía andar más rápido hasta que llegaron a donde tenía su caballo. Una hermosísima bestia color blanca cuyas crines resplandecían al sol. El hombre montó en su caballo y enganchó la cadena que aún la sujetaba a éste y comenzó a andar.

Cabalgó a paso moderado durante toda la tarde, lo que suponía ir brincando y trotando para Rin, sin mencionar el calor seco y abrazador que la rodeaba y quemaba sus pies descalzos, varias veces se tropezó y más de una se cayó a lo que lo único que hizo "su nuevo amo" fue jalar con más fuerza las cadenas y obligarla a levantarse. Finalmente cuando comenzaba a anochecer llegaron al palacio.

Luego de entregarla con el jefe de los eunucos del harem le ordenó que la alistara y la llevara a su presencia, el hombre asintió con una reverencia y tomó la cadena de ella, la llevó con un grupo de ancianas que sin más contemplaciones la desnudaron y comenzaron a tallarle toda la arena y la mugre que se le había ido pegando en su estancia en el mercado.

Rin aulló de dolor cuando comenzaron a tallarle la espalda por las heridas apenas cicatrizadas, la que parecía ser la más importante de todas le dio una bofetada y luego de ello continuaron lavándola.

Luego de lavarla y perfumarla, la presentaron a su señor. Se sentía más desnuda que nunca llevando solo el traje de las esclavas del harem que consistía en un pantalón casi transparente que le entallaba perfectamente la cadera y un top que únicamente le cubría el busto. Sujetaba con fuerza y nerviosismo sus manos mientras su "nuevo señor la observaba" luego le pidió que se girara y la observó con disgusto.

- Le quedará marcada de por vida – dijo sobre su espalda. Rin quiso contestar que no era su culpa que la hubieran azotado hasta dejarla medio desangrada pero se abstuvo, lo poco que había aprendido en esas tierras extrañas era que el hacer algún sonido recibía como respuesta un golpe.

- Encárgate que le pongan compresas en la espalda y la bañen en leche – dijo al jefe de los eunucos que la llevaba – ya puedes quitarle las cadenas, pero si intenta escapar mátala…

Rin levantó la vista, al menos ahí no la tratarían tan mal como en el mercado, tendría que resignarse a ser una esclava el resto de su vida ya que si no tenía una verdadera oportunidad, nunca podría escapar.

Al ver sus hermosos ojos verdes como la selva le tomó por la cara para observarla mejor y dijo:

- Altiva… orgullosa… me parece bien, hace falta sangre viva. ¡Llévatela y haz lo que te ordené! – dijo a su esclavo.

- Escucho y obedezco señor Inu Taisho – así que ese es el nombre de "su amo". El esclavo le soltó las cadenas de las muñecas y le indicó que lo siguiera. Por el momento la chica decidió que era mejor obedecer a arriesgar su vida.