¡¡Hola

¡¡Hola!! Aquí traigo un fic un poco rarito. No es de Harry Potter ni de Twilight sino de aquellos cuentos de hadas que nos han contado desde pequeñitas. Pero con un toque de humor y algo de ironía y realidad. No creo que sean más de cuatro o cinco capítulos, pero intentaré que sean larguitos. Este es sólo el preámbulo, así que esperaos más palabras xD

En fin, que como nunca supe cómo se llamaba la bella durmiente pues aquí le he puesto mi nombre (no el mío xD) inventado, y oye, que si sabéis cómo se llama, lo cambio xDD y así sigo los cánones como Dios manda.

Y eso es todo por ahora, espero que os guste

Besos

Shio

La Bella durmiente que despertó sin príncipe

Aurora Screenger cree que lo sabe todo sobre ella misma. Sobre quién es, cómo es, que hace con su vida, y que es lo que quiere hacer. Pero lo que no entiende es porqué se siente así cuando ve al pequeño Tom acercarse a ella para hablarle de flores.

Tom es el jardinero real y ella la princesa. Y por lo tanto no tienen futuro. Por mucho que los hombros de Tom sean los perfectos para dar apoyo; sus brazos, los que desearía que la abrazaran; su piel, la que le gustaría acariciar cada noche antes de ir a dormir y nada más despertar; y sus labios, esos a los que le gustaría robarle un beso, o dos, o tres o cientos de ellos.

Pero su padre tiene otros planes para ella y como niña obediente y modelo, que ha sido siempre, Aurora va a seguirlos al pie de la letra. Aunque eso la vuelva loca cada vez que se cruce con Tom.

El oráculo dijo hace mucho lo que pasaría: ella se pincharía el dedo con una rueca –si es que esos aparatos no han dejado de fabricarse ya-, se dormiría indefinidamente y sólo se despertaría cuando un apuesto príncipe fuera a rescatarla.

Sus padres han decidido que es perfecto, un auténtico cuento de hadas, aunque hay ciertos detallitos que ha Ópalo no se le pasan desapercibidos. Como ese de la dote, de cómo será el príncipe –amable, guapo…-, cuanto tiempo dormirá y qué le habrá pasado al mundo cuando despierte.

Mas sus padres le han intentado consolar diciendo que el oráculo rara vez erra en los casos de las princesas, más que nada por la cuenta que les trae. El oráculo y las hadas, seres aliados para que la vida de las princesas sea perfectas. Algo por lo que muchas personas darían todo lo que tienen y más.

Así que cuando cumple dieciocho años Aurora y se harta de ver a Tom entre sus sueños se pone a buscarle. Sabe que dentro de poco se tiene que dormir, así que por lo menos, va a despedirse en condiciones. Pero no lo encuentra, no tiene ni idea de donde está. Ve a una ancianita desmontando un aparato sumamente viejo y recuerda que Tom adora esas cosas. Quizás, ya que no le está permitido besarse antes del matrimonio y menos aún con el jardinero, un regalo sea lo mejor para decir adiós.

Se acerca a la señora, que sonríe amablemente ante la curiosidad de la chica. Cuando ésta le pide que no lo destroce y que lo envuelva, ella entra a buscar algo con lo que recubrir la vieja máquina de coser. Lo malo es que Ópalo tiene una curiosidad de esas que son –y serán, palabras de su padre- un peligro para la humanidad; y en cuanto la señora se ha dado la vuelta se ha puesto a toquetear todo.

Por lo tanto no sé de qué os extrañáis si a la vuelta de la anciana ve a la pobre muchacha tirada en el suelo, con un sopor encima difícil de entender para alguien con sus conocimientos. ¿Resultado? La vieja quemada en la hoguera, la doncella acostada en su lecho, Tom desaparecido –eso explicaría porqué la maleza se come el castillo- y los demás habitantes dormidos para la eternidad.

En fin, siento desanimaros pero el cuento, esta vez, no acaba con el príncipe apuesto que despertará a Aurora. Ya sabéis, esos de los que terminan con ellos cazando perdices en pleno bosque y que mientras sus galgos están muertos de cansancio, ellos están felices. Para nada. De hecho me gustaría que entendierais que yo no tengo la culpa, pero las hadas se enfadaron –entre ella, con el oráculo, con los humanos, qué se yo- y se negaron a hacer las cosas bien.

Y que por casualidades de la vida me he enterado de lo que en realidad le pasó a Aurora. El caballero nunca vino, se perdió no se sabe por dónde; Tom nunca regresó, como otros tantos que huyeron; la maleza se comió al castillo desde sus cimientos; y los habitantes del castillo, bueno, digamos que lo de dormir eternamente lo hicieron al pie de la letra. Pero, por azares del destino, el pulso de Ópalo aún seguía su ritmo.

Ahora mismo, está abriendo los ojos, moviendo la nariz en círculos –algo que siempre hace cuando recuerda lo que ha acaba de soñar- y mirando a su alrededor con los ojos abiertos.

-Felicidades, pequeña –le dice una voz alegre- ya pronto te van a dar el alta.

Porque Aurora acaba de despertar de un coma profundo en el que lleva, la tira de tiempo; sigue teniendo dieciocho años, no me preguntéis a mí cómo va eso porque nunca acabaré por entenderlo; y está en plenas facultades de descubrir el mundo del siglo XXI con todo lo que ello significa.

¿Seguirá habiendo hadas? ¿O se habrán ido cómo cuando las tocó cuidar de ellas? Ópalo está dispuesta a averiguarlo, porque aunque no sabe cómo comportarse en un mundo así, la hija –una adolescente snob hasta no poder más- de la enfermera, ha sido encandilado por su belleza y está dispuesta a enseñarle todo.