Disclaimer: One piece no me pertenece, así como sus personajes, su autoría corresponde a Eichiro Oda.

Adevertencias: Todo es posible en esta vida.

Parejas: ante todo MihawxZoro, la pareja protagonista de esta historia cual hará que gire todo, sin embargo, no todo girará alrededor de ella. En este fic aparecerán otras muchas parejas. Las especificaría, pero aparte de que es bastante dificil creo que el hacerlo le quitaría el efecto sorpresa que tiene este fic; tambien es que en algunos casos irán cambiando. Aun así creo que la mayoría de las parejas aparecidas serán del gusto de todos, cofcofkiddlawcofcof.

Notas: Bueno, en esta historia versión estudiantes pasará de todo, y aunque tengamos dos protagonistas principales ( Mihawk y Zoro) a cada momento de la historia tomará el protagonismo otro personaje. Más de una vez he considerado este fic un conjunto de otros muchos fics unidos en una misma historia. Solo espero que no se os haga largo y que lo disfrutéis.

Antes de que se me olvide, este es un fic de One piece, sin embargo se contará con las apariciones de dos personajes de otro manga. Con estos personajes no importa si no habéis leído su manga, visto su anime o conocéis su vida; aparecerán como uno más en la historia, es decir, si no los conocéis podéis tomarlos perfectamente como personajes originales (aunque no lo sean, ya señalaré eso en los futuros disclaimers), añado también no pertenecen a mangas precisamente desconocidos.

Y ya si que nada mas xD (por el momento) ¡espero que lo disfrutéis!

Recordad: Pensamientos en cursiva.

Capitulo 1. Todo es acostumbrarse

-Próxima parada... -la voz de interfono traspasó todo el vagón despertando al joven que dormía con la mejilla pegada al cristal. Miró por la ventana, el paisaje había cambiado completamente; no sabia si se acostumbraría a vivir en una ciudad al lado del mar, no le producía buenas vibraciones, le daba la sensación de que donde empezaba la orilla se acababa el mundo, nada comparado con la protección que le daba las montañas a las que tan acostumbrado estaba, pero... ¿qué remedio le quedaba?

Cuando murió su padre, su madre decidió rehacer su vida con otro hombre, ella intentó que su hijo conectara en esa nueva familia que quería formar, pero su nuevo marido, mucho mas mayor que ella, no estuvo muy por labor; finalmente, desde sus siete años, estuvo viviendo con su abuela, quien le había criado como si de su propio hijo se tratara. Aun así, los tiempos cambian, él ya no era un crío, ya tenia quince años, sus gastos no eran los mismos que cuando era pequeño, y con gastos se refería a estudios. Su abuela no podía permitirse pagarle el bachillerato, ni mucho menos fuera, ya que para colmo, donde vivían, el instituto acababa en la educación secundaria. Siendo esto así, la anciana habló con uno de sus conocidos para que le hiciera el favor; y ahí estaba, tendría que pasar dos años de su vida con un viejo ricachón, yendo a un instituto llenos de niños de papá y mamá, y encima, en una ciudad con mar.

Sinceramente, a él ni le gustaba ni quería estudiar, prefería encontrar cualquier trabajo para sacar a su abuela y a él adelante, pero su abuela era, como saltaba a la vista, mucho mayor que él, y por lo tanto mas cabezota. Pelearon varias veces sobre el asunto, ella le repetía una y otra vez que prometió sobre la tumba de su padre convertirlo en un hombre hecho y derecho y que no retiraría su palabra de honor.

-un hombre hecho y derecho-pensaba él-como si eso tuviera que ver con los estudios.

La voz del interfono le avisó de su llegada, cogió su equipaje de mano, lo único que llevaba para al menos ese fin de semana ya que su abuela le enviaría el resto. Salió del vagón a empujones con la gente, no entendía a que venia tanto agobio un sábado por la mañana.

Suspiró, para bien o para mal había llegado.

Con dificultad, ya por la gente o por su mala orientación, encontró la salida de la estación de tren. Al cruzar la gran puerta frontal vio a un hombre maduro, más bien anciano; no mediría más de un metro sesenta, tenía, igual que el bigote, el pelo color cano, echado para atrás, ojos achinados detrás de unas gafas de media luna, nariz de águila y vestía con un traje que parecía de mayordomo.

El individuo no le hubiera llamado ninguna atención si no fuera porque entre sus manos mantenía un cartel que decía claramente "Zoro Roronoa". Le estaba esperando a él.

-disculpe...

-¿es usted el señorito Roronoa?- preguntó con amabilidad. Su voz era la de un viejo abuelito de estos que se sientan al lado de la chimenea con su fiel perro al lado.

-si..-respondió más que extrañado porque lo tratara de "señorito".

-un placer conocerle- retiró su mano del cartel para tendérsela- soy Hermes, trabajo en la casa del señor Yurakiur.

Zoro le tomó la mano, finalizando así el saludo.

-igualmente.

-sígame por favor.

El buen hombre, le llevó su maleta y le guió hasta un coche negro, por la parte superior blanco, de estilo antiguo. Zoro se dispuso a abrir la puerta, pero antes de que sus dedos rozaran el pestillo, el anciano ya se la había abierto y le ofrecía entrar. Eso no le dio muy buena impresión, para él, eso quería decir que el hombre con el que iba a convivir no hacia nada por si mismo, ni tan siquiera abrir la puerta del coche o llevar una maleta.

-gracias..

-no tiene por que dármelas señorito, es mi trabajo

-ya..

Se sentó, inclinado su cuerpo hacia la puerta ya cerrada, y puso su vista en el paisaje que pasaba ante sus ojos. Una ciudad al lado del mar, por lo que sabía de ella, las temperaturas no tenían cambios bruscos y era moderada, pero debido a las borrascas que afectaban esa zona la gran mayoría del año siempre hacia un viento casi huracanado.

-todos estamos muy complacidos de tenerlos con nosotros, hacia mucho tiempo que no aparecía una cara tan joven. La empleada más joven tiene veinticinco años, no lleva mucho tiempo con nosotros, apenas un año, pero es buena chica.

-¿no hay nadie de mi edad en esa casa?

-me temo que no señorito, el señor lleva ye muchos años viviendo solo.-esto último lo dijo algo apenado.

-entiendo...-eso no le pareció tan mala idea, él no era muy hablador y no le gustaba contar sus cosas a nadie, si el hombre vivía solo desde hace mucho puede que fuera tan huraño como él y pudieran vivir en una armoniosa indiferencia.

Pasaron el resto del trayecto en silencio. Zoro se puso una sudadera blanca que no creería que le haría falta, suerte que le hizo caso a su abuela, después de todo estaban a principios de septiembre, y cuando salió ese sábado por la mañana hacía un calor considerable, pero... tenia frío.

-¿se encuentra bien?- preguntó el mayordomo- no es día para ponerse una chaqueta.

-si, estoy bien, es solo que...-hizo una pausa- no me acostumbro.

Traspasaron la cuidad, llegando a la zona más apartada del mar, y elevado en altura, por lo que se tenia una vista completa de esa inmensidad azul junto con todo el conjunto urbanístico. Todo era acostumbrarse, suponía.

Pasaron la reja que rodeaba la casa. Zoro intentó abrir por si mismo la puerta del coche pero nuevamente Hermes se adelantó a sus pensamientos. Salió del coche, frente a él se situaba la enorme y oscura mansión, hecha en piedra y pintada de arriba abajo de negro.

Hermes abrió la gran puerta de la casa dejando pasar al joven. Por dentro daba la sensación de que aun era mas grande. La sala de recepción estaba presidida por unas enormes escaleras aterciopeladas; había una montón de cuadros de diferentes épocas y esculturas carísimas.

Escucharon un portazo y los dos dieron un respingo. Seguidamente oyeron el ruido de unos pasos acelerados y vieron salir dos siluetas por el pasillo superior. La primera era un hombre maduro, pelo negro y unos ojos amarillos como los de un halcón; la segunda persona era un chica rubia con ojos azules, con el pelo liso recogido en una coleta, que seguía al hombre llevando una corbata.

-espere señor, su corbata.

-¿señor?- se preguntó así mismo el chico.-¿El es el señor? Pero si no es un viejo.

-buenos días, señor- lo saludó el viejo mayordomo.

-buenos días- dijo de manera antipática y tajante.

-señor Yurakiur- lo volvió a llamar la chica- su corbata.

El hombre se paró de mal humor delante de la puerta y se giró para que la chica le pusiera la corbata. Mientras ella hacia su labor, este por primera vez reparó en su huésped a quien había pasado de largo sin reparos.

-¿tu eres el hijo de Kotaro?

-si- el mayor lo examinó de arriba abajo. El peliverde llevaba unos pantalones desgastados y su sudadera blanca.

-supongo que no iras siempre así vestido- dijo molesto. Zoro le iba a replicar, pero antes de que abriera la boca, el moreno había posado su atención en el mayordomo- Hermes, si ya as terminado con el niño ¿te importaría llevarme? Lesbia se puede encargar perfectamente de llevarle a su habitación.

La cara de Hermes se tornó dubitativa.

-claro señor. Lesbia- llamó a la chica que ya había terminado con la corbata, dejando salir de la casa a su señor- por favor lleva al señorito a su habitación- le pidió pasándole la maleta.

-puedo llevarla yo-dijo el joven.

-no se preocupe señorito- dijo la chica con una sonrisa- soy lo bastante fuerte.

-pero yo puedo hacerlo por mi mismo...- el mayordomo le llamo la atención poniéndole la mano en el hombro.

-no se preocupe señorito, es nuestro trabajo.

-si pero...

-no hay mas que hablar- le cortó la chica con enérgica alegría cogiéndole la maleta- sígame por favor.

-Lesbia, prepara algo de comer que debe venir hambriento.- dijo el mayordomo que ya salia por la puerta.

-a sus ordenes mi sargento- dijo haciéndole un saludo militar. El anciano le sonrió y cerró la puerta- bueno... venga usted por aquí señorito.

La chica le guió por la laberíntica casa a su nuevo cuarto. Era un habitación cuadrangular, de madera negra como el resto de la casa, con una gran ventana que daba una hermosa vista al mar. La cama, tamaño matrimonio, tenia cuatro columnas en sus ángulos que sostenían un toldo color burdeos, como el suelo y la colcha, que colgaba del techo; a cada uno de sus lados había dos mesitas de noche con largas lamparas amarillas de madera clara, desentonando un poco con la estancia. También tenía una mesa de estudio y un armario de diseño rococó.

-es bonita verdad- dijo la chica. -Las lamparas son nuevas, por eso desentonan un poco, pero como ninguna pegaba mucho me decante por las mas bonitas -explicaba alegremente-. ¿que le parece señorito?

-esta muy bien... gracias- dijo con una sonrisa forzada.

-usted descanse señorito, en un rato le preparo el almuerzo, ¿quiere algo en especial?

-no, cualquier cosa me vale.

-esta bien.- se disponía a cerrar la puerta tras de si.

-¿te podría pedir una cosa?

-claro ¿que desea?

-yo... no me gusta lo de señorito, preferiría que me llamaras Zoro.

-¿queeee?-exclamó la chica alterada- pero, el nombre es para lo amigos, y si somos amigos podríamos pasar a enamorarnos, y si nos enamoramos nos casaremos, si nos casamos tendremos hijos ¡y yo estando embarazada no puedo trabajar!-a Zoro le resbalaban gotitas de sudor al ver como la chica en cinco segundos se había montado toda su vida.

-bu..bueno, vale.

La chica sonrió.

-estamos muy contentos de su llegada señorito- y cerró la puerta dejando al chico solo en la habitación. Se tiró bocabajo en la cama, preguntándose que si los empleados actuarían así aunque no les pagaran nada.

-que casa más fría.


-el señorito se parece mucho a su padre, sobre todo en la cara, el pelo lo ha sacado en un tono más claro, pero puede que sea la mezcla con e rubio de su madre, también a sacado sus ojos negros.

-y seguro que es tan impresentable como su padre- habló con desprecio el moreno.

El viejo mayordomo prefirió no decir nada más en cuanto al tema, aunque no le sentaba bien por Roronoa (padre); pensó que al aceptar su hijo en su casa quería decir que, su señor, por fin había vencido ese odio, pero era evidente que estaba equivocado.


El joven almorzaba presidiendo una larga mesa situada en el centro de un gran y lujoso comedor. La planta del sitio era rectangular. En uno de los lados inferiores estaba un ventanal que daba al bello jardín trasero, al otro (donde el estaba sentado) un inmenso cuadro que el joven no entendía muy bien, pero como lo tenía a su espalda tampoco es que se hubiera parado mucho a pensar en la pintura; lo que le extraño es que fuera la única habitación no rodeada de cuadros. Ya por los lados mayores de la habitación se encontraba, por uno, la puerta de la cocina, por otro, la puerta de entrada al comedor. Del techo colgaban dos grandes lamparas de cristal.

Las estancia, como el resto de la casa era muy fría, pero no por la temperatura natural de esta; nada más entrar, el joven sitió un escalofrió al ver ese gran comedor, con esa enorme mesa rodeada de un montón de sillas completamente vacías.

Le pasó por su mente aquel pequeño salón comedor de su casa y como su abuela por mucho que él se retrasara lo esperaba para comer y volvía a calentar los platos en el fuego; eso también generaba peleas porque el podía calentársela en el microondas perfectamente.

Comía sin ninguna ilusión, pero con rapidez, ese comedor lo podía malo.

-¿esta bien señorito?- preguntó la chica.

-si, si, esta muy bueno.

-me refería a usted, no tiene muy buena cara.

-ah... yo, si... estoy-tuvo pensarse lo que le iba a contestar- bien.

-no se preocupe, pronto se acostumbrara- le sonrió, el joven intentó corresponderla pero más que una sonrisa le salió una mueca.- ¡ah! ahora que me acuerdo, tengo que hacerte unas pruebas.

-¿que? ¿De que?

-de su uniforme, tenemos que ver si acertamos con las tallas, pero ahora descanse, de eso nos encargamos por esta tarde.

-vale- dijo con desgana. La idea no le hacia mucha gracia, él veía el uniforme como una marca identificadora por si un niño de la guardería se perdía, pero, llevar a su edad uniforme... era como llevar bolsas con el logo de una tienda para hacerle propaganda.

La chica le ofreció que se tomara un baño; no puso objeción, tal vez así entraba en calor. Lesbia le llevó por la mansión, estaba claro que si iba solo no tardaría mucho en perderse.

El baño lo dejó con la boca abierta

-¿es que aquí todo es grande? ¿Tendrá algún complejo?

Era casi tan grande como el comedor, la bañera parecía una piscina.

-bueno, déjeme que le explique, esa palanca de allí

-¿no hay algo mas normal?- preguntó cortándola algo desesperado.

-¿normal?

-un baño más pequeño.

-está el baño del servicio pero...

-¿no puedo usar ese?

-si pero ¿que tiene este de malo? Creo, que cualquier persona desearía bañarse en un sitio así.

-¡pero si parece que te va a salir un tiburón!

-jajajaja, señorito, que gracioso es usted- dijo a carcajadas la chica- esta bien, puede que sean demasiadas cosas de sopentón para usted. Le enseñare el cuarto de baño del servicio.

El baño de servicio era también lujoso, pero entraba en la media de lo que el joven consideraba normal. La empelada el trajo toallas.

-gracias... oye ¿vivís todos aquí?

-solo Hermes y yo. Los demás empleados viven en la ciudad y libran durante el fin de semana.

-¿y porque solo vosotros dos?

-bueno, Hermes lleva viviendo aquí desde que el señor nació, y en mi caso... cuando vine a trabajar aquí, no encontraba piso donde alojarme, así que Hermes habló con el señor y no hubo problemas.

-¿no te agobia vivir aquí?

-no- contesto con una sonrisa- todos son muy amables y el señor aunque no quiera aparentarlo es muy bueno.

-...

-bueno, me voy para que se duche tranquilo- salio del cuarto de baño. El joven, tras desnudarse, entró en la bañera y activó la chufa que colgaba de la pared. Ni tan siquiera el agua que resbalaba por su cuerpo la daba sensación de realidad.


El uniforme no era la pomoposidad que tenia en su cabeza, pero no por ello la hacia más gracia; se componía por unos zapatos negros, unos pantalones grises, un polo blanco con el escudo del instituto, y un jersey que no sabia muy bien si era negro o azul oscuro, de cuello de pico, y en el filo de las mangas y el cuello llevaba dibujada una franja roja; al igual que el polo, el jersey también llevaba el escudo en la parte izquierda del pecho.

-creo que te esta bien de talla ¿cómo lo llevas?

-el pantalón pica- dijo rascándose la pierna.

-me temo que eso es cosa de la tela, se va a tener que acostumbrar. Mirese al espejo ¿que tal? Yo le veo muy guapo.

El joven se miró en el espejo de su armario

-me dan ganas de pegarme una paliza.

-es usted muy gracioso señorito.

-see, mi mama quería que fuera cómico – dijo con un tono de sarcasmo.

-pues no se le da nada mal, creo que es usted lo que le hacia falta a esta casa. Un poco de juventud siempre viene bien.

-tu no es que seas una vieja.

-si pero no es lo mismo.

Se escuchó desde fuera como un coche aparcaba en la entrada. El señor de la casa, junto con su anciano séquito habían vuelto.

-¡oh ya están aquí! ¿pero qué hora es? ¡tengo que hacer la cena!- salió corriendo de la habitación.

Zoro los observó por la ventana, se quedo mirando al "señor", su porte era elegante a la par que egocéntrico y soberbio. Hablaba con su mayordomo, mantenía el ceño fruncido ¿era ese su estado natural?

El moreno dejó de hablar con su mayordomo y puso la vista en la ventana por donde miraba el joven, que se sobresaltó al encontrarse tan de repente esa penetrante mirada cruzándose con la suya. Se apartó de la ventana en un acto reflejo.


Pasó cosa de una hora cuando tuvo que volver a ese comedor. Se sentó donde antes, aunque esta vez había una clara diferencia, a su frente , en el otro extremo de la tabla se sentaba el hombre con los ojos de ave rapaz. En cada bocado sentía los ojos puestos en él, cuando levantaba la vista él lo miraba con molestia y desprecio, como si oliera mal o fuera amorfo. Ganas le dieron de decirle que si no le gustaba que mirara a otro lado, pero si su objetivo era una armoniosa indiferencia debía guardarse sus comentarios.

-que molesto- le oyó murmurar.

-¿perdón?- pregunto un poco desconcertado.

-¿tu abuela no te enseñó a comer?- ante esa pregunta realizada con tan mala leche Zoro se observó así mismo, pero no entendía que había hecho mal.- en principio no apoyes los codos en la mesa y, segundo, no sorbas, es un ruido insoportable.

-entiendo lo de sorber ¿pero lo demás a quien le importa?

-encima respondón. La forma de comer dice mucho de una persona, y la tuya dice exactamente de donde vienes, del campo de vivir como animales.

-no vivimos como animales ¿y que tiene de malo vivir en el campo?

-nada. Vivís cerrados en vuestro cuento de hadas sin querer saber nada de la vida real, incapaces de enfrentaros a ellas.

-y lo dice un hombre que vive solo refugiado en su casa.- dijo con mirada desafiante. El moreno lo observó durante un par de segundos. Apartó la mirada y dijo con aire de suficiencia:

-ja, eres solo un crío que se cree algo importante pero que en realidad no sabe nada de la vida.

¿Que demonios era eso? ¿que se había creído? si tanto le molestaba tenerlo en su casa que no lo hubiera acogido en un principio.

-he terminado- dijo levantandose indignado- ¿donde esta el teléfono?

-levantándote antes de terminar, veo que tus malos modales no son solo sutiles.-Zoro se resistió a atravesar el largo comedor y pegarle un puñetazo- Hermes, dale un teléfono por favor.

-si, señor- los dos salieron del comedor- no se enfade señorito. El señor no ha querido hacerlo.

-pues mas bien parece todo lo contrario.-gritaba alterado- Me tiene sentenciado desde que crucé la puerta de esta casa

-el señor a tenido una vida difícil, él no...

-¿¡y lo tiene que pagar conmigo!?

-no, señorito- suspiró- la verdad es que no- dijo apenado.

Zoro miró al viejo con algo de culpabilidad.

-siento haberte gritado Hermes- se disculpó- tu tampoco tienes culpa.

El anciano sonrió.

-es usted un buen muchacho, señorito; y el señor también es buena persona, por favor, no le tenga en cuenta este incidente.

-esta bien. Pero este no ha sido un buen comienzo.

El mayordomo lo llevó hasta otra estancia, este era un salón, de tamaño normal, en el centro había un sillón mirando a una chimenea apagada. En una de las paredes un pequeña estantería. Hermes encendió la luz.

-ahí esta el teléfono señorito- dijo señalando una mesita donde se posaba el teléfono- que pase buena noche.- y así salio de la habitación.

El peliverde caminó hacia el teléfono, marco el numero...

-piiii, piiiii, clap ¿si? ¿Quien llama?.

-hola abuela, soy yo.

-¡ohh! ¿como te a ido el viaje?

-bien, solo que...

-¿has comido?

-claro, pero...

-¿vas abrigado?

-si abuela, pero...-se quedó callado.

-¿que te pasa?

-abuela, ya sé que parezco un crió, pero yo... no necesito estudios, yo solo quiero vivir un vida normal. Cada minuto que paso en esta casa me ahogo, es una de esas casas típicas que aparecen el la películas de terror, como la película la guarida, esa tan mala de una gente que tiene miedo y van a una casa, y aparecen niños muertos y uno muere aguillotinado y...

-pues entonces tendrás suerte por que eres un crió y los niños de la película iban al cielo.

-no te preocupa que muera entre estas paredes.

-me preocupa que mueras sin conocer lo que es la vida. Y yo no puedo darte las puertas para que la conozcas, pero Mihawk si.

-no creo que le me enseñe nada.

-el es un señor de lo más respetable, tu padre siempre lo decía.

-pues él que tiene boca se equivoca. Ese hombre es un egocéntrico que solo piensa en si mismo ¿porque si no viviría solo? Estoy seguro de que solo espera el momento indicado para rajarme con uno de sus lujosos cuchillos de cocina.

-Zoro, no insultes más a ese hombre, nos esta haciendo un favor muy grande.

-enseñarme lo que es la vida, pues no se como lo va hacer porque tiene cara e muerto ¡Oye! abuela, a lo mejor es eso, esta muerto, como la película de Los Otros.

-ya basta de películas Zoro. Te vas a quedar allí te guste o no. No me resoples ¿quieres que te envíe algo en especial?

Suspiró resignado.

-me gustaría tener aquí mi vieja bicicleta

-de acuerdo, te la enviaré, pero sabes que no está en sus mejores condiciones, tal vez, como ya no tengo que ocuparme de tus gastos escolares, te podría compra una nueva.

-No digas tonterías abuela, ese dinero es tuyo y para ti. Además, sabes que no cambiaría esa bicicleta por ninguna otra.

-Lo sé, bueno... que pases buena noche, come y abrígate bien.

-De acuerdo, cuídate.

-Un beso, clap, piiii,piiiii- se cortó la llamada. Zoro también colocó el teléfono en su sitio, se giró y dio un sobresalto, el moreno estaba sentado en un sillón leyendo.

-¿Desde cuando estas aquí?

-Desde "ese hombre es un egocéntrico"- dijo sin levantar la vista del libro.

-vamos, que lo ha escuchado todo.-Prefirió salir sin decir nada más, el mayor tampoco dio nada.

Llegó a su habitación, se había levantado algo de viento y golpeaba contra las ventanas, dándole al habitáculo un tono más tétrico. Suspiró.

-bueno, todo es acostumbrarse...

Continuará...

Notas finales: ¿que tal? ¿os ha gustado? La verdad es que este primer capitulo es un poco prólogo sin serlo.

Bueno, quería hablaros de Lesbia y Hermes, los que habéis leído Te Estaba Esperando y Entre Dimensiones ya los conoceréis, con la diferencia de que esta vez Hermes no esta precisamente en la flor de la vida. Son mis primeros OCs que pasaron a cobrar vida, simpáticos ¿verdad? Bueno, ya dejo de daros la vara xD.

¡Seguiré subiendo! ¡Bye!