Disclaimer: Tengo tanto parecido a Rowling, como Voldemort de bueno y mugle… ¿No verdad? Pues eso.
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Palabras: 980.
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NT: Una vez más, enfrentándonos a un reto. Y una vez más, con un personaje nunca antes escrito…, aunque eso sí, varias veces leído. Aunque Rowling dice bien poco de este personaje, yo aquí, en tres viñetas, os presento a mi Theodore mental. ¡Espero que esté a vuestra altura! Queridos Shlys.
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Nostalgia.
Duerme. En una cama de cortinas de grueso telar, sueña. Imágenes se deslizan en su adormecida memoria, trayendo a la mente un tórrido olor a desesperación. Su cuerpo se agita queriendo despertar, enredándose en las cobijas al comenzar a temblar debido a las pesadillas. En algún momento de tanta agitación, sus labios se entreabren en un grito silencioso. No es que no pueda emitir sonido alguno, es que en el proceso de turbación, sus pulmones olvidaron el para qué de su función, cuando, una vez más, recordó que la persona que más amaba, había dejado de amarle a él. ...
... Tiene siete años y está de pie, observando con fingida indiferencia las acciones de la mujer que le vio nacer. Ella se apalanca, codos en la mesa y manos en la barbilla, sobre un escritorio repleto de pergaminos y tinteros casi desnudos. Garabatea con prisa algo en el revés de un pergamino, enviándolo después, ventanas abiertas y lechuza al aire, hacia un renuente destinatario. Luego se gira y le sonríe, camuflando la tensión de su cuerpo con suaves caricias en su rostro, una ternura genuina que no acaba de velar la preocupación de sus ojos oscuros. Ojos heredados. Ojos inseguros. ...
... A pesar de que sus párpados se han abierto a una rendija de luz mañanera, los insistentes recuerdos del pasado siguen siendo su peor enemigo. Le dicen, le soplan, le recalcan. Le rodean, le atosigan, le atacan. Todos ellos forman la prueba inequívoca de que su madre se ha ido. La maldita prueba, por si no tuviese suficiente con el regodeo de sus compañeros, de que padre es un enmascarado más, madre un cadáver cualquiera, y él..., la nostalgia ambulante y personificada. ...
... Y derrumban la puerta. Sin previo aviso, sin anunciar.
Y lo presencia todo. Un puño de hierro llamando a las puertas de un desprevenido estómago, inclinando forzosamente a la figura que lo recibe hacia un agónico ángulo. Varias palmadas propinadas por manos masculinas y enjoyadas, cayendo en una lluvia de improperios contra una boca ya ensangrentada que sin embargo no calla, y que continúa con su protesta.
Y mientras ve como esa mano de varón, cubierto por un fino vello moreno que enmarca el dorso de una mano, bombardea a esa mujer en una postura idónea para un eterno descanso, sus pequeños puños se aprietan simulando un gesto instintivo, primitivo y humano: el golpe, la defensa; mientras sus finos labios se encuentran en una lívida línea fantasmal, la barrera entre una vida feliz y otra llena de soledad cae rendida al suelo, muerta e inalcanzable, a los pies de su otrora marido, su antaño carcelero, su recién verdugo..., su padre. ...
... No hay piedad, no hay descanso. ¿Para qué? el dolor de una nostalgia no requiere de un engaño para seguir castigando. Y si en su mente se libra una batalla entre el pasado y el presente, su cuerpo recostado no da ningún indicio sobre ello. No, perder la calma no es una opción que pueda siquiera contemplar.
Retira con ligereza las gruesas mantas que le protegen del cortante clima de otoño, y abandona la esquina de la cama en la que ha estado recostado. Se acerca a la ventana y alarga un enfundado brazo hacia el cristal. Tras el frío metal, la noche empieza a esconderse dejándose sustituir por la primera uña mañanera del sol, recreando la crudeza de un enrojecido amanecer del que no se salva ni la misma muerte.
Lo ignora. No es tan difícil, a fin de cuentas.
Su mirada está fija, escrutadora, en la fotografía inmóvil de una mujer. Su dedo se estira recorriendo su contorno, delineando tembloroso el afilado perfil de aquella figura tan bien recordada. Su madre.
En un marco de relieve victoriano, ella posa risueña bajo el amparo de un paraguas de sol, dirigiendo burlonas muecas hacia el dueño secreto del flash. Tiene un mechón de su castaño pelo enrollado en el mismo dedo que presume la gargantilla de bodas, mientras la otra mano reposa dulcemente en su abultado vientre.
Theo la prefiere así, estática e inmóvil como una mugle más, porque así no cambia; porque así no se le escurre en los tristes remedios de la nostalgia. ...
... Es muy joven, a penas un muchacho; pero la pena y la desesperación es, aún así, absoluta. El dolor le engulle los latidos, en los primeros momentos de su encuentro con la tristeza. Las lágrimas no caen, visibles en su cara; es en el interior de su pecho, en la corteza hueca y abandonada en la que se ha convertido, donde conoce el verdadero significado del sufrimiento y la nostalgia. ...
... Acaricia distraído la ventana al posar la frente en ella, los ojos nublados, la mente embotada, y el corazón desgarrado.
Cuerpo flaco, alto y desgarbado, con unos hombros caídos que acusan el escondite de su atormentada persona. Manos frías, de uñas mordidas, perdidas en la inmensidad de un bolsillo vacío. Cara joven pero seria, tierna pero helada, apenada y desesperada. Figura reclinada, encorvada bajo el sofocante peso del llanto, la impotencia y la añoranza.
Diez años han pasado desde que vive con esa sensación de vacío en el estómago, pero es algo que no abraza. A lo que no puede acostumbrarse. De lo que su mente, en una sintonía con su espíritu y su retraída esperanza, no puede deshacerse.
Porque si la mañana, alzada tras los largos y verdosos prados del castillo y las pesadillas que cada vez son menos habituales, son el mundo al que, en teoría corresponde… el día soleado, las bromas y carcajadas, los guiños de su madre a las patadas estomacales de su hijo…, son el mundo al que realmente desea pertenecer. Porque aunque difícil y no imposible de llevar, la nostalgia, por alguien, es la huella más permanente que se grava y nunca se separa del alma.
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¿Comentarios? Me los merezco (creo) aunque sean malos y constructivos (espero). ¡Mmmuácatos!
