Notas: Este fic se me ocurrió hace unos días, y me pareció divertido publicarlo. La idea empezó cuando noté en el final de como Yuri estaba en Rusia, junto a Maccachin. Lo que da a entender que pasaron por otras cosas antes de llegar a ese punto. Viajar a Japón, buscar al hermoso caniche y ese tipo de trivialidades que ahora son un delicioso hueco donde estará esta pequeña historia.
Pareja principal: Victor x Yuri.
DISTURBIO SOCIAL
Capítulo 1: Invitación.
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Había pasado una semana después del que Grand Prix Final culminó y despidió a los participantes con broche de Oro por las grandes puertas.
Los atletas se habían soltado de sus lazos creados, para regresar al país de origen que ellos representaban con orgullo y luchaban con ahínco para llevarle un título por el deporte que amaban. Sólo tres participantes se fueron con los cuellos coronados por la victoria.
Sin embargo, a costa de las vivencias compartidas la despedidas eran más sentidas con los repetitivos: "No veremos en el próximo GPF." Incluso el ruso más talentoso, el soltero más codiciado, Eros por naturaleza, y el Harry Potter que había realizado el hechizo para convertir a un cerdo en príncipe, tuvo que también desligarse momentáneamente de su creación y decir similares palabras.
—¿A qué hora sale tu vuelo? —preguntaba Victor, unido a la masa que poblaba el aeropuerto y se movía como si fueran piedras arrastradas por un río.
—En un par de horas —contestó Yuri, sumido en los brazos que lo acobijaban, guardando en su memoria la seguridad que sentía cuando lo rodeaban. Todo dentro de esa bóveda parecía un universo poblado de un cautivador sueño, creando un pequeño espacio donde los colores y las inhibidas sensaciones opacadas, cobraban una intensidad. Coloreando cada resquicio con abrazos, susurros y esa íntima confianza que no deseaba abandonar jamás.
—No me agrada la idea de irme primero —Victor hundió más el rostro en su cuello—. Cuida bien de Maccachin...
Eso hizo que Yuri abriera los ojos, detrás del cristal de sus lentes que daban un antifaz a su rostro.
—¿No lo buscarás? —quiso saber, apartándose para visualizar la respuesta.
Un pequeño rictus divertido se desplegó en la expresión de Victor.
—Iré de nuevo, Yuri —Se alejó un poco y con su mano cubierta por los guantes, le rozó el pómulo—. Tengo que arreglar mis cosas con Yakov y estoy seguro que querrá acapararme por completo, si no tengo nada que me haga ir de nuevo a Hasetsu.
Entendiendo las trampas de ese plan, Yuri esbozó una sonrisa. La verdad le causaba cierta gracia como Victor siempre lograba zafarse de las cadenas de su entrenador, incluso por autonomía propia era capaz de desobedecerlo.
—Cuidaré de Maccachin hasta tu regreso. —aseguró.
La voz de Yakov se levantó en púlpito como un bramido sobre la marea de personas, al llamar con estruendo a Victor apresurándolo para abordar el avión.
—Me tengo que ir —Suspiró éste, denotando la nota que revelaba la contrariedad que tenía por esas palabras.
Fue Yuri quien le dio un último abrazo, uno que expresaba el asfixiante significado del emblemático; hasta luego. Lógicamente la disconformidad había arrastrado sus sañas a la expresión de Victor, similar a su despedida antes del final de la copa Rostelecom.
Estaban dramatizando, eso era un hecho y sentía que Yuri se lo decía silenciosamente al frotar la frente contra su hombro. Susurrándole que no iba a abandonarlo, y que recordara la promesa figurada en el anillo que portaban sus dedos.
—Cuida de Maccachin como si fuera nuestro hijo —le dijo con la boca pegada al oído—. No olvides lo que me prometiste.
Su insinuación fue efectivamente recibida y le dio una gota de gracia genuina que la inocencia de Yuri le provocaba. Sus manos enlazadas lentamente se fueron alejando, permitiendo que el oro que coronaba sus anulares, se despidieran y los martirizaba en distintas equivalencias.
Y fue así como le dio la espalda, para unirse al grupo de rusos que ya estaban impacientados por su tardía. La voz de Yurio granizó una queja patentada con mal vocabulario, que había provocado otro tipo de risa en el pentacampeón del mundo.
Más atrás, Yuri Katsuki sonrió con nostalgia al ver esa escena, porque ese era el verdadero lugar donde Victor pertenecía, donde debía estar y nunca debió sacarlo de allí.
Se dio vuelta dispuesto a ir a tomar su lugar junto a Minako y su hermana que habían perseguido los pasos de Chris para despedirlo en llanto desesperado. Suponía que esperaría a la vista de ellas, mientras el reloj cumplía la cuenta progresiva hasta la hora que su avión despegaría hacia las alturas.
—¡Yuri! —La mención de su nombre tiró de su atención y buscando la fuente, vio a Phichit acercarse a grandes zancadas—. ¿Ya te vas?
—Phichit-kun —Sonrió al reconocerlo, deteniendo sus pasos para a esperar a su único amigo de Detroit—. Mi vuelo se retrasó. Debo esperar unas horas.
—¡Qué bueno! —expresó éste y eso lo descolocó, dibujando el signo de interrogación en su rostro.
Phichit llegó hasta él, riendo por el efecto de su desconocida emoción.
—Yuri, quería hablar contigo de algo importante —empezó con esa chispa acreditada por la alegría que perseguía sus palabras. Yuri no tuvo tiempo de preguntar el motivo, cuando ya se le volvía a adelantar, saltando la respuesta fuera de su boca—: ¿Qué harás cuando regreses a Japón?
Esa pregunta detuvo el mundo que giraba alrededor del medallista de plata, quién ya se había preguntado varias veces aquello. Una incógnita que casi podía dolerle como un cuchillo sin filo que sólo le quitaba el aire de los pulmones.
—Aun no lo sé —se sinceró—. Supongo que me daré un descanso, antes de pensar en la siguiente competición.
Su respuesta encendió las pupilas azabaches de su amigo, unas que destilaron una repentina euforia que parecía borbotear.
—¡¿Entonces... —Phichit contuvo la respiración—, te gustaría irte a Tailandia conmigo?!
—¡¿Ah?!
Phichit se carcajeó y el sueño que lo había llevado a sonreír incluso en último programa, escapó de su cerebro para situarse en la emoción de su voz. Le contó a Yuri su deseo de crear un pequeño evento en su país, para demostrarle a su gente el amor y la pasión que ellos vivían en el hielo. Añadió que deseaba con todo su corazón que él participara, porque no había nada más que le hiciera feliz que compartir un número con él.
También le participó que había hablado con algunos patinadores, pero que todos se habían negado por querer descansar. Oyendo el relato, Yuri estuvo pensando desde el inicio una manera sutil para rechazar la propuesta, pero el ver una nueva decepción en su amigo, lo empujó a una encrucijada.
—¿Quieres, Yuri? —finalizó con la pregunta del millón y blandió una dulce sonrisa—. Yo entendería sino puedes.
—La verdad... —iba a decir, antes de ver como la burbuja de ilusión y emoción era reventada por la decepción del rechazo en el rostro de Phichit. Sintió su corazón encogerse y cambió las palabras—: ¿Cuánto tiempo tengo para pensarlo?
—¡Cinco minutos! —se rió el tailandés—. Podemos hacerlo todo en una semana y así después descansaremos.
El rostro de Yuri se pintó de blanco y una gota le bajó por la sien. Si era sincero, no quería despreciar a Phichit, pero tampoco le sabía muy bien la idea de irse a otro país. Quería descansar, esas últimas semanas estuvieron retorcidas con hilos tensados y llenas de frenéticas emociones que fueron peor que estar en una montaña rusa. Pensó en el deseo de ver a su familia, amigos, y por supuesto, velar por Maccachin.
Ese recordatorio que ramificaba a otro nombre que no quería deletrear, lo despertó en una realidad. Victor no estaría.
Encontraría su habitación vacía, en la pista patinaría solo, en las aguas termales, en el comedor... Victor no estaría. Todo se sentiría como un sueño, sino fuera por la medalla de plata que llevaría en su cuello y el anillo en su dedo.
Todo sería opresivo, lo sabía. Se había aferrado tanto a Victor que caminar sin él por esas semanas sería como estar inválido. Pensaría demasiado en él, lo recordaría y... lo extrañaría.
La oferta de Phichit se volvió tentadora.
Quizás...
—Está bien —accedió finalmente con una sonrisa—. Hablaré con Minako-sensei.
Phichit dejó salir su felicidad echándole los brazos al cuello, agradeciendo. Yuri sonrió, aunque dentro de él, sabía que había aceptado sólo porque no quería pensar en la ausencia de Victor.
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El vuelo hacia San Petersburgo fue menos nostálgico de lo que Victor pensó. Su hogar lo había recibido con un ahogante silencio, denotando la falta de las andadas y ladridos de Maccachin.
La ciudad aplastada por un cielo de plomo, había dejado las calles maquilladas de un gélido blanco y un aliento helado que paralizaba las articulaciones. El frío quizás fue lo más acogedor por la tira de recuerdos que despertó. Rusia ya no era el refugio de soledad que le supiera agradable.
Atravesó su habitación vestida de nacarada pintura, forjada de lienzos y cortinajes tejidos de vapor. Un sol perezoso se veía más allá de los ventanales, bañando con apagadas agujas de luz su espacio personal.
Deseó regresar, ir al aeropuerto, volar hacia Hasetsu, abrazar a su perro y besar a Yuri. Dormir los tres juntos, en el nuevo rincón que ahora era su claustro de calidez.
Esa noche ni siquiera pudo dormir, se le dificultó el sueño que ni el cansancio fue capaz de procrear. El calor ausente de Yuri provocó que le costara una barbaridad fundirse en el sueño, a las faldas de la madrugada.
Su mente estuvo plagada de tantos recuerdos, de esa súbita nostalgia de extrañar a Yuri que casi le robaba el aire. Echó de menos sus noches en el hotel, sus brazos, el olor inconfundible de su cabello. No podía apartarse del nombre que se había clavado en su corazón; Aquel patinador que le había hecho plantearse la idea de abandonar el hielo sólo para permanecer a su lado.
Juntar sus camas para dormir fue su idea, y lo que le impresionó en aquel entonces, era que Yuri había accedido a ese capricho sin problemas. Incluso aprendió a dormirse con un brazo sobre su cintura, y besos en el cuello.
"Desearía que nunca te retiraras"
Quiso llamarlo, preguntarle cómo había sido su vuelo, si había roto la dieta comiendo tazones de cerdos, si bañaba en las aguas termales y si lo extrañaba tanto como él.
Estiró su brazo para alcanzar su celular depositado en el buró contiguo a su cama, pero se contuvo a medio contacto, no debería apresurarse. Quizás Yuri quisiera descansar del mundo del baile artístico y, eso lo incluía a él.
Casi hizo un puchero, porque no se imaginó la magnitud de la añoranza que le provocaría el pequeño desenlace. Se preguntó si le pasaría lo mismo a ese cerdito.
Los recalcinantes entrenamientos de Yakov no habían hecho la diferencia, aun cuando éste creía que había óxido en sus talones. Si supiera su entrenador que la resistencia de Yuri lo habían exprimido las primeras veces, hasta el punto que tuvo que adaptarse a su ritmo.
Demostró su valía como pentacampeón y ahora que su corazón ardía de pasión, inspiración y motivación, su regreso a la pista abrió las quijadas. Pero sobretodo, llegó a los corazones.
Patinó de nuevo, creando nuevos pasos, mientras pensaba en la belleza asiática que lo había transformado. No le sorprendió verse encabezando las redes sociales por la fanaticada, leyendo el pronóstico de que en la próxima temporada se llevaría el podio de oro nuevamente para su país.
"Vida & Amor", ahora podía patinar saboreando ambas. Todo por...
Respiró hondo, ya faltaba poco. Sólo contaba los días para volar de regreso a Hasetsu y tirarse a los brazos del patinador que ya tenía una corona de plata. No dejaría ese hechizo a medias, lo convertiría en un príncipe con corona de oro.
El anillo que conservaba en su dedo se convirtió en más que un amuleto, se unió a él hasta ser una extensión necesaria de su cuerpo. Que incluso el tiempo que duraba en la ducha, le eran torturadores. Sentía que se alejaba de Yuri si se lo quitaba, que su conexión se perdía, que una parte de su pecho se quebraba.
Incluso para lograr llamar al sueño, había abrazado los trajes que Yuri había lucido en sus programas. Aún tenían su olor, y sentía que oía su nombre cuando sumergía la nariz entre los lienzos de tela. Besar el anillo, como si besara sus labios también marcó la diferencia, y casi podía igualar el frío metal abriendo contacto a través de la tierra para llegar hasta él.
Transcurrió una eterna y tiránica semana, tiempo suficiente para poder comunicarse con Yuri. Luchó siete días, 168 horas, noches en desvela, comidas sin sabor y bebidas que sólo habían doblado el efecto en su cerebro. Vaya despecho. No se imaginaba lo que habría pasado con él, si ese japonés se hubiese retirado. Mínimo se arrojaría de un balcón.
Salió de la pista al culminar su entrenamiento, despidiéndose de los espectadores e ignorando a Yakov que ya gruñía como un animal.
—Alguien parece descontento. Qué cruel, Yakov. —se burló sutilmente, disfrutando de la expresión tensada—. ¿Esperabas que me desmayara, acaso?
—No creas que ésta vez será sencillo, Vitya —advirtió el anciano—. Ya superaron tus marcas, lo que significa que ya no eres el patinador inalcanzable.
Una curva sencilla bordeó los labios del pentacampeón.
—Eso lo veremos, Yakov. —se despidió, pasándose la chaqueta por los brazos.
Caminó hacia los vestidores para quitarse los patines y cambiarse de atuendo para regresar a su casual elegancia. Se sentó en uno de los bancos que hacían filas entre ellos, en el tiempo que desataba las agujetas. No había terminado cuando una sombra se le plantó en frente, obstaculizándole el paso de luz.
—Dime, Yurio —dijo sin levantar la vista, al reconocer la zapatillas deportivas del pequeño prodigio que había ganado un oro en su primer debut.
—Patinas pensando en ese cerdo —apuntó, y a pesar que tenía el ceño fruncido, no había el reclamo usual en su voz—. Haz cambiado tu forma de patinar.
—Esta temporada será difícil.
Yurio bufó.
—Le gané a tu cerdo, tú ya no eres un reto.
Levantándose, Victor esgrimió una sonrisa lobuna.
—No creas que conmigo será igual —contestó, y tras una pausa, añadió—: Y Yuri tampoco será el mismo.
—Eso me gustará verlo —Sonrió altivo—. Será aburrido de lo contrario.
Victor se acomodó en sus zapatos de vestir, y cuando disponía a irse, la pantalla del teléfono de Yurio se estrelló contra su rostro. Antes de replicarle u observarlo sin expresión como mayormente hacía cuando ese chiquillo se salía de sus casillas, éste habló:
—Descuidas al tazón de cerdo unos días, y ya otro parece querer probarlo —La expresión de diversión del vándalo se hizo más profunda cuando su móvil cayó en las manos de Victor y éste pudo visualizar con detalles la respuesta en forma de foto publicada en instragram.
Victor al darle forma a la imagen que se dibujaba en pixeles frente a él, sintió como si de repente el mundo empezara a dar vueltas. Lo que Yurio le estaba mostrando era un selfie de Phichit con... ¿su Yuri? ¿En una pista de hielo?
—Wow —fue lo único que salió de sus labios. No parecía el Ice Castle, tampoco Detroit. ¿Dónde era?
Le devolvió el teléfono a Yurio, y éste aprovechó para preguntarle.
—¿Qué harás?
Esbozó una sonrisa, no era una mueca de gracia sino una curva doblada con portentosa arrogancia.
—Cuando el plato tiene dueño, a todo el mundo le da hambre —fue su respuesta, torciendo sus talones para abandonar el lugar.
Yurio no le siguió.
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Más tarde, sumergido en el baño de hombres porque necesitaba privacidad parar usar sus medios de stalker, Victor no lo podía creer.
¡¿Cómo se atrevía Yuri a irse a Tailandia?! ¡Tailandia! Y lo peor, ¡no le había dicho nada!
¡¿Cómo Yuri había sido capaz de serle infiel a él?! ¡A Victor Nikiforov!
Bien, no eran nada para decir que tenían una relación oficial, pero dormir juntos, bañarse, compartir anillos y haberse besado en distintas ocasiones, implicaba lógicamente un desborde de —una relación normal .
Él no estaba celoso. Claro que no. Yuri, Yuri ¡¿cómo se atrevía?! ¡Evidentemente estaba celoso! ¡Ya se las vería ese cerdo con su tenedor!
Ardía en ese sentimiento que casi le había hecho reír, nunca había fue partidario de sus efectos. Y, cabía recalcar que no era algo que admitiría en voz alta. Aun tenía la bandera de su dignidad.
Estuvo dos horas registrando desde su smartphone el perfil de aquel patinador que no seguía en esa red social. Se preguntó cómo era posible que no se había enterado sino hasta el paso de los sietes días que inocentemente dejó pasar para darle espacio.
Al pasar por la red social, recordó que Phichit sólo había llegado a la final en ese GPF, y como era de esperar, no era tan ilustremente reconocido para que figuras públicas como él tomaran el interés de seguir sus publicaciones. Razón obvia del porqué se había perdido los detalles de ese pequeñísimo asunto.
Yuri casi nunca publicaba nada, salvo de tazones de cerdo en diferentes ángulos y algunas fotos con él. Por lo que era lógico que se sorprendiera, al encontrar una lluvia de fotos desde hacía una semana.
Una semana. Una maldita semana.
Encontró una foto de Yuri dormido en el avión y Phichit haciéndole morisquetas mientras capturaba el momento. Localizó otras de turismo, comidas... y... y
¿What the hell?
Respira, Victor. Eso tenía que ser una broma. Sí, eso era, debía reírse. Porque no era posible que Phichit hiciera un dueto en el hielo con Yuri.
Todas las venas que se tejían en su sien se prensaron. Y casi soltó un grito cuando vio otra imagen de ese tailandés con... con...
No, no era. Era imposible. Claro que no. No..., ese no era, ¡¿su Maccachin?!
No sólo Yuri practicaba la infidelidad, ¿sino también su caniche?
¡Traición!
¡Quiero el divorcio, Yuri!
No llamaba a la sociedad protectora de animales porque no tenía al número.
Al pasar las fotos, que cada una era más crispante que la anterior, se topó con un vídeo que le llamó la atrayente atención. Tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para ver todo el clip, al sólo tener la anticipación de la imagen de preview.
Cuando empezó la grabación, el hielo desfiló con sus brillos de escarcha, escoltando en alfombra blanca a Phichit practicando un salchow cuádruple.
Wait, se dijo Victor. ¿No era que no tenía más repertorio cuádruple más que toe-loop?
Se escuchó el estrépito de la caída y Victor casi había sonreído. Casi. Porque después de que se levantaba, se reía y se acercaba a la cámara; una voz habló.
El cuerpo se le erizó.
—¿Estás bien, Phichit-kun? —preguntó el camarógrafo que Victor había identificado.
—Duele, Yuri —se quejaba sonriente—. Tendrás que volverme a mostrar cómo se hace.
¡¿Tendría qué?!
Era Yuri. Su Yuri. No de él. Era suyo. De Victor Nikiforov. Un diamante que él había pulido y hecho que brillara. No tenía nada contra Phichit, de hecho antes había disfrutado de su caudal energía, pero que metiera sus manos en platos ajenos la historia cambiaba de rumbo.
Alguien iba a salir herido si seguía surfeando en ese perfil, pero necesitaba respuestas. Todo lo que estaba viendo habían arrojado palabras:
Entrenamiento, Tailandia, dueto. El resultado de esa suma no le estaba gustando.
Frustrado, casi había agrietado la pantalla de su móvil cuando encontró otra demostración capturada en un vídeo.
Esta vez Yuri era el protagonista, patinando, a solas y, a juzgar por la nitidez de la imagen, debió de ser de noche. Inclusive antes que Phichit empezara a hablar, Victor ya conocía ese escenario.
Yuri patinaba de noche cuando estaba nervioso. ¿De qué lo estaría?
Prestó la súbita y celosa atención de un policía, cuando inició la coreografía.
...Observen como Yuri Katsuki, mi mejor amigo, muestra su talento... Una clara demostración de su pasión y de su motivo por participar en otra temporada.
Phichit enfocaba la secuencia de pasos, y era una que Victor conocía muy bien. Después de todo, él la había hecho.
Yuri on ice.
La rutina que creó contando la historia de aquel asiático. Se oía como clavaba los saltos y en su giro de cierre de la pirueta combinada, extendió su mano en dirección a la cámara.
El tan figurativo: "A ti", "Por ti ", "Gracias a ti".
El grito de Phichit le hizo dar un respingo cuando empezó a oír que Yuri le dedicó el baile. Su ceja bailó en su sitio y tuvo que contener el tic en su ojo antes de arrojar su celular al inodoro.
Victor quiso reírse. Phichit debía conocer la cadena alimenticia en el patinaje; no se le quitaba el cerdo a un león.
Claramente tenía que tener una conversación con Yuri sobre las cláusulas de dedicar programas que ya tenían dueño patentado. Estaba tan molesto que no captó los últimos segundos donde se veía la fugaz imagen de un Yuri negando con la cabeza, sorprendido por la cámara escondida.
Un suspiro salió de los labios del pentacampeón. Sentía la mente espesa y creía que nunca en su vida estuvo tan irritado como lo estaba ahora. Si le tiraban un balde agua fría, ésta capaz se derretía en su piel.
Todo lo que pasaba era nuevo para su cuerpo. Él tenía una paciencia bastante elástica, y un control en sus emociones casi insultante cuando de molestia se trataba. A veces la ocultaba detrás de una máscara con forma de sonrisa , o fruncía el ceño con tranquilidad aplastante.
Su teléfono vibró en una llamada entrante y al ver los números que pestañeaban en la pantalla, reconoció el índice extranjero. Mal momento. No estaba de humor para entablar una conversación con cualquier ser vivo, pero la descortesía no estaba en sus facultades.
Sin muchos ánimos, deslizó la pantalla y respondió la llamada.
—Chris. —dijo, y casi se arrepintió de haber impreso tanta sequedad.
—Oh, ¿llamo en mal momento, entrenador Victor? —La sedosidad de su voz no perdió distorsión ni por las bocinas del teléfono, ni por la respuesta—. ¿Viste el vídeo que publicó Phichit? —fue directo al grano.
—Sí, ya tuve el placer —contestó sarcásticamente.
¿Acaso era el único que no lo había visto? Respiró hondo. Más hondo. Más.
Chris se rió.
—¿Y qué pasó con el compromiso? ¿La boda? ¿La luna de miel? —Chris tomó una pausa, como conteniendo una risa que sabía que estaba ahí—. Al parecer, alguien te ha robado el pastel en plena ceremonia.
—Cuando el gato no está los ratones hacen fiesta. —Sonrió—. Sin embargo, en este caso es un cerdito rebelde, que cree que puede desfilar su carne.
Se oyó una carcajada a través de la línea.
—¿Vas a permitirlo?
—Por supuesto que no —respondió de inmediato—. Sólo tengo que averiguar más detalles.
—Leí por intragram que el evento se llevará a cabo en una semana —participó Chris—. A mí llamaron para ir, pero si tú no vas, será aburrido.
—¿Evento? —planteó la primera pregunta.
—¿No lo sabes?
Victor, cálmate. Autocontrol. Aspira. Expira. Eres el reconocido ganador de cinco veces consecutivas del Grand Prix Final. Patinador número uno. Con marcas que ya fueron superadas y con un estudiante que te monta los cuernos.
—¿Hay algo con importancia que deba saber? —replicó a cambio—. Estaba ocupado con mi regreso a la pista de patinaje.
Eso no estaba funcionando.
—Ah, sí, vi las entrevistas esta mañana...
Antes que Chris desviara el tema, Victor se adelantó:
—Chris, el evento.
A su amigo se le escapó una pequeña carcajada.
—Te resumo los detalles: Phichit y Celestino patrocinarán una exhibición en Tailandia. Yuri es invitado especial y, al parecer, harán un programa juntos. —Y como si recordara de último momento, añadió—: Yo creí que tú harías la coreografía.
¿Really?
Victor tuvo que tomar unos segundos de silencio para poder responder.
—Por desgracia no. —replicó—. Ya tengo otro rival que te desbancará, Chris.
—Ya quisieras —reaccionó con voz burlona—. Mi Eros no se compara con ese recién llegado.
Victor contuvo una risita.
—Eso no es un problema. Ya es hora que regrese al cerdo a su debido plato.
Chris reaccionó dejando salir una exclamación gutural.
—Por cierto, Chris —agregó Victor en el último segundo—, necesitaré que me hagas un favor. Y también quiero que conservemos este pequeño secreto de que yo estoy al tanto de la situación.
Accediendo a la petición, Chris oyó las palabras de su eterno rival. Él le terminó de contar las especificaciones del programa en Tailandia, a lo que Victor había respondido con cierta elocuencia. Esbozó una sonrisa excitado, y prometiéndole que haría todo lo que estuviera en su poder, culminó la llamada.
Por el lado de Victor, tras haber tomado una improvisada clase de yoga para bajarse los humos, salió del baño, en búsqueda del sapo que nunca debió descuidar y se le escapó entre los dedos.
Llamó a su aerolínea, hizo unas cuantas consultas de hoteles y verificó en internet el costo de unas utilidades que tenía en mente.
Yakov quizás le intentara colocarle una correa al cuello, pero ya era demasiado tarde. Cuando el ave ya saboreaba la libertad, volverlo a enjaular sería técnicamente imposible. Y no sabía porque usaba referencia de animales para tratarse a sí mismo.
Bueno, el hombre al final de cuentas, sólo era otro animal con razón más evolucionada.
Ahora, sólo le quedaba refugiarse en la excusa que rescataría a su Maccachin de ese secuestro. Ah, y si Yuri se colaba amordazado y encadenado, sin derecho a libertad condicional, por supuesto eso no estaba en lo previsto.
Soltó un bufido y se removió el flequillo que le caía en el rostro. Debió arrastrar a Yuri con él desde el principio. Meterlo en su maleta para que Yakov no lo viera y ya después lo soltaba.
No, Victor, no.
¿Quién dijo que no? Claro que podía. Ser entrenador le daba cierta priorización, dominio, derecho a potestad, secuestro, robo a mano alzada y acaparamiento de su protegido.
Y ahora se volvía a hacer la pregunta que estaba deletreándose en su cabeza como un disco rayado.
¡¿Por qué Yuri no le había dicho nada?!
No tardó en abandonar las instalaciones del centro de patinaje, descendiendo el par de escaleras con el humor revestido por mil demonios.
—Voy contigo. —anunció una voz detrás de un pilar y cuando Victor giró la cabeza se encontró al vándalo ruso.
—¿Y por qué ese repentino interés? —Victor lo traspasó con el azul salvaje de sus ojos.
Yurio la había visto en tocadas ocasiones esa mirada, con aquella curva torcida en sus labios que parecían pronosticar indicios de guerra. La última vez que había sido espectador de esa imagen fue cuando le pateó la espalda por la osadía de verse enredado en el asado de un cerdo.
"Victor está muerto", había dicho. Y sí, ese que estaba ahí era otro Victor.
Se despegó del pilar con las manos dentro de su chaqueta, con la capucha cubriendo los hilos dorados de su cabello.
—Quiero ver en primera fila como fríes vivo al tazón de cerdo.
Eso ha sido un comentario extrañamente inusual, porque Victor no era agresivo. Podía ser imprudente, pero conocía sus límites. Sin embargo, muchos sabían que el estilo de sus palabras podían herir más que un puñetazo. Sus ojos de hielo siempre podían aplicar más efecto que cualquier otra provocación.
—¿Otavek te dijo que participaría en el evento de Tailandia? —Primer ataque.
Los ojos de Yurio se abrieron.
—Supongo que no —Segundo golpe—. ¿Sabes que somos los únicos que no fuimos invitados? —Tercer gancho.
—¿Qué demon...?
No culminó, cuando se oyó el escandaloso llamado que retumbó en las paredes, provocando una nevada de ecos.
—¡Victor, Yuri! —rugía Yakov—. ¡¿Dónde están?!
—Ya se dio cuenta —Giró la cabeza Yurio, y tal como su acompañante, regresó a la calma impávida.
Los pasos del entrenador resonaron en el suelo en un anuncio que anticipaba la cólera de aquel anciano, quien no tardó en alcanzarlos.
—¡Ni se les ocurra escapar de nuevo a Japón! —los amenazó, señalándolos con el dedo.
—¡Silencio, viejo! —replicó Yurio, por su anta costumbre de llevarle la contraria.
Antes de que abriera una nueva disputa, Victor se acercó sigilosamente.
—Yakov, no intentes detenerme —advirtió y con ello volvió a transformar el ambiente que se había tensado con un alambre, cuando la máscara de severidad dio paso a una sonrisa—. Me llevaré a Yurio, porque ha de buscar conmigo a su madre.
—¡¿Ah?! —exclamó el medallista de oro, pero Victor ya se daba vuelta y desaparecía entre las lágrimas de hielo con una sonrisa.
Lo mejor estaba por venir, y lo supo cuando la prensa corría desesperadamente hacia su casa de entrenamiento y se le arrojaban a Yakov con la pregunta milenaria:
"¿Es cierto que Victor Nikiforov anunció a través de las redes sociales su boda oficial... con Katsuki Yuri?"
N/finales: Me divertí ciertamente escribiendo este fic, espero que les haya gustado :) No sé de cuántos capítulos será, tengo una idea más o menos lo que quiero, pero casi siempre sale a la inversa y termino construyendo algo totalmente diferente jaja. Los que me conocen saben a lo que me refiero. No será un long fic, calculo que podría ser de cinco capítulos como máximo, pero no subestimemos a la musa x D
Veamos qué se me ocurre para el próximo capítulo y qué tan pronto puedo actualizar. También tengo un oneshot basado en el último capítulo que publicaré esta semana, después de conseguir un ordenador con internet.
Debo confesar que mi área no es precisamente la comedia, pero éste fic tendrá sus gotas. Ya se pondrán hacer una idea.
A parte he de añadir que obviamente "ese evento", está basado en el sueño que Phichit piensa en su presentación. Y si mencioné a Otavek fue por dos razones, la primera porque la ensoñación lo incluía jaja, sabrán los dioses porqué. Y la segunda, para que tenga participación con Yurio y no dejarlo abandonado. ¿Alguien más se dio cuenta que Phichit excluyó a los sensuales rusos de su sueño?
