Advertencias: basado en el episodio 2 del anime. Si no lo has visto, probablemente no lo pilles.
N/A. Esta escena siempre me ha hecho tantísima gracia… No pude evitarlo xD Pequeña historia hecha para aloneinkioto, a la que tuve que mandar cartas y cosas en lo que organizamos el año pasado en livejournal para celebrar la navidad.
LUCIÉRNAGAS
Mugen corrió desnudo por el camino de piedras y se lanzó al agua caliente, salpicando al samurai. Jin, que llevaba bañándose un rato en las termas, lo miró fastidiado a través de los cristales llenos de gotitas de sus gafas.
-¿Siempre tienes que hacer lo mismo?
-Ahhhhhhhh –se desperezó Mugen, apoyándose en el borde del estanque. Dejó que el agua le cubriera hasta el pecho y disfrutó de la relajante sensación. Era una noche agradable, de cielo oscuro y despejado, con las estrellas bien brillantes ahí, encima de ellos. El viento soplaba con suavidad agitando las copas de los árboles cercanos, arrastrando algunas hojas hasta el agua.
Habían encontrado la posada cerca del camino, y, por una vez que tenían dinero, habían decidido aprovechar. Comida caliente, futones cómodos y baños lamentablemente separados por sexos, pero baños al fin y al cabo. Era un sitio decente, limpio, solitario. No había nadie que los molestase, ni forma alguna (cosa que Fuu y Jin supieron apreciar) de que Mugen se metiera en problemas.
-¡Ja! –exclamó este último de pronto, rompiendo el silencio. Una sonrisa triunfante le cruzaba la cara.
Jin enarcó las cejas, sin entender nada. Su compañero tenía las manos juntas, ahuecadas, como si hubiera capturado algo, y las acercaba hacia su cara, sacando la lengua de pura concentración. En cuanto dejó un hueco un bicho luminoso salió disparado, y a Mugen se le escapó una retahíla de insultos que no paró en un buen rato.
-¿Sabes por qué las luciérnagas brillan? –preguntó Jin en voz baja, alzando la mirada hacia todos los puntitos centelleantes que flotaban en el aire.
-¿Eh?
-Lo hacen para atraerse machos y hembras.
-Por supuesto que lo sabía –afirmó con rotundidad Mugen, soltando un resoplido.
-Aunque a veces se equivocan y los machos se llaman entre ellos sin darse cuenta.
-No me digas –terminó por decir tras un pesado silencio. Jin lo miró, y Mugen se levantó, saliendo del agua. Hizo un gesto con la mano, como restando importancia al asunto, y se dispuso a volver al interior de la posada-. Cuando se te pase el calentón me avisas para volver.
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