N/A. Estos dos son como KLASJJHASDKJHSEXO. Segundo drabble que hago de ellos, en esta ocasión para el amigo invisible de navidad 2008 organizado por adhara phoenix, a petición de mushi :3

ALMA NEGRA

Puede decirse que Vermouth ha visto a unos cuantos hombres desnudos. A bastantes, incluso. Si alguien le invitara a una copa (pues todo secreto tiene su precio) confesaría que la mayoría de ellos, cuando se quitan la ropa, enseñan también el alma.

Por eso empezó a acostarse con él. Por ver si era como el resto.

Ahora ya sabe que a Gin le da lo mismo estar vestido que desnudo.

Se mira en el espejo del tocador y se sonríe. Su cabello rubio cae por su espalda y despide destellos dorados a la luz de las velas. Cuando se mueve, le hace cosquillas en los brazos. Se ha sentado en el taburete de terciopelo turquesa sin molestarse en cubrirse.

Él también está desnudo. Lo puede ver en el reflejo. Se ha sentado en el borde de la cama, las piernas un poco abiertas, las sábanas revueltas sobre el colchón. Suena un chasquido seco cuando carga la pistola que tiene entre las manos.

-¿Nunca le quitas el silenciador? –pregunta ella, una media sonrisa asomando a sus labios.

-Nunca sé cuándo voy a necesitarla.

Su voz es grave, peligrosa. Su respuesta seca. Da igual las veces que se acuesten, las veces que le escuche jadear junto a su oído. Hay cosas que nunca cambian.

Gin se levanta. Deja la pistola sobre la cama. Tiene un cuerpo delgado; se le marcan los huesos de las caderas, y las costillas. Y, sin embargo, también los músculos de los brazos nervudos. Atraviesa la habitación en un par de zancadas, llegando al respaldo de la silla donde ha dejado la ropa y la gabardina negras.

Vermouth se deja caer sobre la cama. La pistola se hunde con su peso, y se desliza hasta chocar contra su muslo. El metal frío le pone la carne de gallina. Estira el brazo para cogerla, pero Gin vuelve deprisa. Le agarra de la muñeca, dejándole los dedos marcados, su otra mano cogiéndola de la barbilla y obligándole a mirarlo. Sonríe con crueldad, y luego la suelta.

La mujer se echa a reír.

-¿Acaso no te fías de mí?

-Los secretos hacen a la mujer, ¿no? –responde con ironía, repitiendo sus palabras. Se guarda la pistola en el bolsillo interior de la gabardina y se lleva un cigarrillo a los labios-. Y tú tienes demasiados.

La sonrisa no desaparece de sus labios finos en ningún momento. Vermouth se pone de rodillas, acercándose tanto a él que Gin es capaz de notar sus pechos a través de la ropa. Ella le roba el cigarro, y amaga el beso, pero acaba dejándose caer entre las sábanas. Huelen a sudor y a sexo.

-Y te tomas demasiadas confianzas también –gruñe, viéndola encenderlo en la llama de la vela que hay sobre la mesilla.

Ella entreabre la boca, expulsando el humo despacio mientras le ve marcharse sin decir nada más.

Se da cuenta entonces. Se da cuenta de que siempre lo ha sabido.

De que nunca podrá ver su alma, porque es negra.