Este primer fic de Shingeki no Kyojin está dedicado a Lyan y a AlTimbalerdelBruc. Sin ellas este fic nunca se habría escrito, así que les doy las gracias por abrirme los ojos y ver más allá.

Shingeki no Kyojin no me pertenece.

Advertencias: AU Riren.


Una humilde habitación ubicada en un rincón aislado de una majestuosa casa, fue lo que obtuvo ese joven de quince año desde el momento en que aceptó trabajar para aquel hombre de apariencia fría que era capaz de hacerle temblar con tan solo mirarle a los ojos. En ese dormitorio que constaba solo de una cama, un escritorio y un armario de madera, dormía profundamente Eren, un chico de 17 años, de piel bronceada y cabellos castaños oscuros. A través de las cortinas se filtraban débiles rayos de sol, que alcanzaban a iluminar el rostro sereno de Eren. Aunque al principio le resultó molesto el ser despertado por esa luz, poco a poco se acostumbró a ignorarla.

La pantalla de su móvil se iluminó repentinamente, y la canción Centuries resonó con estruendo entre esas cuatro paredes. Como si le hubieran dado una bofetada en la mejilla, Eren despertó con un sobresalto. Con los ojos entrecerrados, buscó a tientas el móvil que había colocado sobre la mesilla de noche y torpemente apagó la alarma.

Somnoliento, salió de la cama y corrió las cortinas hacia los lados para que entrara la luz del día. Si no ponía su alarma a todo volumen y no iluminaba su dormitorio, seguramente se volvería a dormir en cuestión de segundos. Para él era una especie de ritual. No podía darse el lujo de permanecer en la cama cinco minutos más; la impuntualidad en esa casa no se perdonaba.

Sin dejar escapar ni un solo segundo, se dirigió al minúsculo baño para ducharse, seguidamente se vistió con su uniforme diario: camisa blanca de manga corta y pantalones de color gris. Por último, hizo la cama sin esmerarse mucho, e intentó peinarse sin mucho éxito.

A las 06:20 a.m, Eren salió de la habitación, y avanzó por el pasillo adornado con lujosos muebles y carísimos cuadros. Bajó la gran escalera cubierta por una alfombra roja y al llegar al vestíbulo, torció hacia la derecha para entrar en la cocina. Esta era tres veces más grande que su dormitorio, y el lujo relucía en cada electrodoméstico y mueble. Se colocó el delantal, abrió la nevera y buscó los ingredientes para preparar el desayuno.

Media hora después, Eren se encontraba sentado en la mesa del comedor, a la espera de la llegada de Levi. Rezó en silencio para que no hubiera cometido ningún fallo a la hora de preparar el desayuno. Todavía recordaba claramente la reprimenda que se ganó al confundir el azúcar con la sal, ocasionando que Levi escupiera las fresas meticulosamente preparadas pero extremadamente saladas. Pero si solo hubiera sido eso... Este obligó a Eren a comerse las fresas saladas, todas y cada una de ellas; cada vez que recordaba ese sabor le entraban arcadas.

Desde ese día que Eren procuraba prestar especial atención a la hora de sazonar la comida. No le apetecía repetir esa horrible experiencia... Y por nada del mundo quería volver a ver esa mirada gélida y aterradora que provocaba que todo su cuerpo se viera congelado y que además, le hacía sentirse pequeño y totalmente indefenso. Ya tenía suficiente con sus miradas penetrantes y amenazantes.

A las siete en punto Levi llegó al comedor vestido elegantemente con un traje negro y corbata azul oscuro.

-Buenos días, Levi -saludó Eren con una pequeña inclinación de cabeza.

Sin mirarle y sin responder a su saludo, Levi se sentó cómodamente y empezó a desayunar. Este se apresuró a imitarle y con absoluto silencio, Levi y Eren comieron las tortitas, el bacon y los huevos revueltos junto con las tazas de café. Eren tenía la vista clavada en el plato, evitando ver como el que fue su hermanastro dos años atrás le ignoraba completamente.

Tras terminar su desayuno, Levi se levantó para ir a trabajar, en ese momento el castaño reaccionó y se acordó de la petición que quería hacerle.

-Mmm... Levi, me gustaría pedirle algo.

Este miró al chico inexpresivamente.

-El otro día hablé con mi amigo Armin y... bueno... ¿Podría invitarle esta tarde aquí en casa?

Entrecerrando los ojos, Levi no contestó de inmediato, observaba al chico con sus afilados ojos siempre que este le pedía algo. Eren empezó a ponerse nervioso ante aquella fría mirada.

-Procurad no molestarme.

Eren compuso una sonrisa e inclinándose ligeramente, dijo:

-Gracias, Levi.

El aludido abandonó el comedor para ir a trabajar, en tanto que Eren recogió los platos mientras su yo interior daba saltos de alegría.

Cuando terminó sus tareas, entre las cuales se encontraban la de barrer el suelo, limpiar los cristales, hacer los baños, tender la ropa etc... Eren se dirigió al estudio, encendió el portátil que se había comprado tras haber ahorrado durante meses, y como cada día, se puso a estudiar para aprobar con éxito el curso de programación y redes en el que llevaba ya dos meses inscrito.

Para Eren fue imposible terminar sus estudios secundarios en el Instituto Shiganshina después de enterarse de la muerte de su madre, y aunque ahora quisiera retomar sus estudios, no podía por la falta de dinero. Extrañamente, Levi había sido generoso respecto al sueldo de Eren, pero ahora este ya no vivía en la ciudad Maria, sino en la capital Sina, y allí los institutos eran tres veces más caros que en Maria. Su sueldo no llegaba a pagar esos colegios tan elitistas.

Completamente frustrado, decidió que lo mejor sería hacer un curso a distancia de informática, puesto que parecía ser lo que mejor se le daba.


Eran ya las cinco de la tarde cuando el sonido del coche de Levi -un porsche negro- llegó a oídos de Eren. Levantando la vista, miró a través de la ventana y vio como el chófer, Berthold, iba hasta la parte trasera del coche y abría la puerta. Con su habitual porte elegante pero a la vez sereno y frío, Levi salió del coche cargando su maletín.

Sin darse cuenta, Eren pasó varios segundos observándolo embelesado.

Puede que sea más frío que el mármol de la encimera, pero aun así es muy elegante.

Cuando fue consciente de lo que había pensado, negó frenéticamente con la cabeza y volvió a concentrarse en la página web que estaba leyendo.

A las seis de la tarde, el timbre de la puerta sonó dos veces. Eren, quien había estado esperando impaciente a su amigo durante horas, llegó hasta la puerta principal y la abrió. Allí, plantado delante de él, estaba Armin: un chico pálido de baja estatura, rubio y de ojos azules.

-¡Armin! ¡Pasa, pasa! -exclamó Eren haciéndose a un lado.

El pequeño rubio entró en la casa y sin poder evitarlo, recorrió con la mirada el interior de esta. No es que no hubiera visitado a su amigo anteriormente, pero aquella casa siempre le fascinaba.

-¿Qué tal estás, Eren?

-Bien, no me quejo -contestó encogiéndose de hombros mientras cerraba la puerta.

-Oye, Eren... ¿Estás seguro que puedo estar aquí? -preguntó Armin con voz tímida.

Este sonrió ante la pregunta.

-Sí, claro, mientras no molestemos a Levi... -dijo cerrando la puerta.

-¡No, no! -saltó Armin negando con la cabeza. En verdad se sentiría muy mal si por su culpa Levi regañaba a Eren-. No te preocupes, no seré ninguna molestia.

-¡No digas tonterías! Aquí la única molestia creo que soy yo -comentó a modo de broma. Aunque Armin creyó ver algo de resignación en el rostro de su amigo.

El rubio intuyó que Levi seguía tratando a Eren con hostilidad, y le pareció injusto que después de dos años no hubiera cambiado lo más mínimo.

Subieron las escaleras, torcieron hacia la derecha y atravesando todo el largo pasillo, Eren condujo a Armin hasta su habitación que se encontraba al final de todo. Este frunció el entrecejo al entrar en ella... Era pequeña, sencilla y sin lujos... Nada que ver con el resto de la casa.

Eren se sentó en el borde de la cama y dejó que Armin ocupara la silla de su escritorio.

-¿Qué tal la universidad? -preguntó Eren curioso.

-El otro día empezamos con la retórica -dijo Armin entusiasmado-. ¡Es fascinante! Nos han mandado a elaborar un discurso por el cual debemos defender una postura en particular delante de toda la clase... Espero hacerlo bien.

-Seguro que sí -le animó Eren con una sonrisa algo triste. Estaba feliz por su amigo, quien había ingresado en una prestigiosa universidad de Sina ese mismo año, pero a la vez, sentía mucha envidia... Ojalá a él también le pagaran los estudios.

-Aunque me siento un poco solo sin ti -admitió Armin en voz baja-. En mi facultad la gente es muy formal y esnob, no resulta fácil hacer amigos.

Eren se sintió mal ante ese comentario. Sus amigos de bachillerato ahora estudiaban cada uno una carrera diferente o trabajaban, y debido a los irregulares y distintos horarios, casi no habían podido quedar en aquellos tres meses.

-¡Pero no importa! -exclamó Armin sonriendo-. Derecho es una carrera en la que tienes que estudiar mucho y pasarte muchas horas en biblioteca. De momento ya me he leído siete de los veinte libros que nos han pedido.

-Me alegro que te esté gustando.

Armin asintió, y titubeó antes de preguntar lo siguiente:

-¿Cómo te va con Levi?

-Como siempre -respondió Eren sin mucho entusiasmo-. Creo que ya no me odia, así que supongo que bien.

-Yo diría que solo está molesto contigo -aventuró Armin.

Eren agachó la cabeza. Desde un principio que su relación con Levi no había sido nada fácil. Para él, Eren era solo un mocoso que sin comerlo ni beberlo, terminó viviendo en una mansión solo porque su madre había entablado una relación con el padre de Levi.

Por aquel entonces, Eren tenía solo diez años, y se caracterizaba por ser un niño activo y muy hablador... Todo lo contrario a Levi, que contaba con 25 años y solo hablaba si era estrictamente necesario. Todavía recordaba claramente como su sola presencia bastaba para que se quedara sin habla... Pese a ser hermanastros, muy pocas veces cruzaron más de cuatros palabras y debido a lo intimidante que era Levi, Eren procuraba mantenerse siempre alejado de él.

-A mi parecer, Levi está siendo muy inmaduro -continuó el rubio tras pensarlo detenidamente-. No tiene sentido que siga con esa postura tan irascible...

Eren tampoco lo entendía. A fin de cuentas no era culpa suya que su madre y el padre de Levi murieran en un accidente mientras estaban de viaje. En uno de los muchos intentos por comprender la actitud de Levi, Eren se puso en su lugar y creyó que seguramente este esperaba que la relación de Carla y Aubert no durase demasiado, y que tarde o temprano tanto Eren como su madre volverían a Maria. Supuso que el echo de permitirle vivir allí era lo último que quería. Eren se avergonzaba cada vez que recordaba aquella conversación; seguramente Levi pensó que era patético.


2 años antes...

-¡Por favor! Le ruego que me deje vivir aquí -dijo Eren con un matiz de desesperación en su voz.

-¿Por qué tendría que hacerlo?

-No tengo a donde ir, mi madre vendió la casa que teníamos en Maria... Así que no puedo volver allí...

-Tsk... Ese no es mi problema... Alquilate un piso -sugirió Levi desviando la vista molesto.

-¡No puedo! No tengo dinero -respondió Eren al borde del llanto.

-¿Y el dinero que tenía tu madre?

-En el banco me dijeron que lo gastó todo años atrás...

De brazos cruzados y observando a Eren con el entrecejo fruncido, Levi no contraatacó, se le estaban agotando las excusas.

-Si... ¡Si deja que me quede, le ofreceré mis servicios! -gritó Eren completamente desesperado.

Al oír eso, Levi alzó una ceja y miró a Eren de forma curiosa. Al darse cuenta de cómo lo había dicho, Eren negó con la cabeza abochornado.

-¡No! Lo que... Lo que quería decir era que.. Trabajaré para usted -dijo Eren sintiendo como le ardían las mejillas-. Después de lo ocurrido... Estará saturado de trabajo en el banco... Y no tendrá tiempo para ocuparse de la casa...

Levi no respondió de inmediato; al parecer Eren había jugado bien sus cartas. Tras meditarlo unos instantes, accedió a su oferta.

-De acuerdo, trabajarás para mí.


- ... Y al final conseguirás que te respete.

Eren volvió a la realidad y lo único que escuchó de Armin fueron esas pocas palabras. No tenía ni idea de lo que le había dicho, así que con una sonrisa nerviosa dijo:

-Espero que tengas razón.

Armin asintió muy seguro de sus palabras. Eren se sintió mal por no haber escuchado a su amigo.

No volvieron a tocar el tema de Levi, por el contrario, estuvieron un buen rato hablando sobre sus amoríos, Eren tenía poca cosa que contar, ni siquiera había salido con nadie aún, sin embargo, Armin reconoció que había conocido a alguien y que empezaba a gustarle.

-¿¡Eh!? Pero... ¿No te gustaba Annie? -preguntó Eren sorprendido.

Armin enrojeció y balbuceó algo incomprensible. Respirando hondo, volvió a intentarlo.

-En...En realidad me sigue gustando, pero no puedo evitar sentirme atraído por esa persona.

-¿¡Y quién es!? -quiso saber el castaño cada vez más intrigado.

Armin vaciló, pero al ver el interés de su amigo accedió, no sin sentirse avergonzado.

-Bueno... Solo lo he visto en un par de ocasiones, aunque en una ocasión me salté una clase para oír una de sus conferencias en la Facultad de Empresariales.

-¡Vaya! ¡Pues si que debe gustarte! -reconoció Eren asombrado. Sin embargo, cayó en un pequeño detalle-. ¡Espera! ¿Has dicho que daba conferencias? ¿Qué edad tiene?

-No, no es profesor -respondió Armin cada vez más rojo-. Pero...Sí, es mayor... Él... debe tener unos treinta años...

-¡¿Él?! ¡¿Treinta años?!

Eren tardó varios segundos en reaccionar. Tras comprobar que no había oído mal, no supo qué decir. Descubrir a esas alturas que su amigo se sentía atraído por un hombre y que además este fuera mayor... Comparado con eso, el que le gustara Annie, -la chica más callada y prepotente que jamás había conocido- parecía algo insignificante. Quería darle ánimos a Armin, pero no sabía cómo. Al parecer, su amigo no era de retos fáciles.

-¿Intentarás conquistarlo? -preguntó Eren después de recuperarse de esa noticia-. Puedes usar la retórica como método de seducción.

Los dos rieron ante la sugerencia. El moreno intuyó que Armin todavía no estaba preparado para hablar con él... Y la verdad, él tampoco lo estaría si tuviera que pedirle a la persona que le gustara una cita.