Me puse triste al ver los pocos fanfics que hay de este hermoso libro, Forbidden de Tabitha Suzuma. Si no lo has leído, no esperes más, te encantará.

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Kit llevaba más de una semana sin poder dormir correctamente. Habían pasado una semana y dos días desde lo ocurrido con Lochan y Maya. Desde aquel fatídico donde quiso hacerse el líder que encabezaba una revolución imaginaria. La revolución contra Lochan Whitely.

Se sintió desfallecer cuando el profesor dijo delante de toda la clase que tenía miedo a las alturas y que estaba fuera de la lista de una actividad de la cual ni siquiera recordaba ya su nombre.

Recordaba como salió alteradísimo de allí, con una niebla roja cubriéndole la vista. Los puños fuertemente apretados, los pisotones apreaurados por el pasto del colegio. Marcó a su madre. Lochan podría pensar que era tonto, ¿no? Pero Kit Whitely no lo era.

Había notado todo lo que Lochan y Maya se habían esforzado tanto por ocultar. Cuando Lochan faltaba a clase, Maya también. Los abrazos demasiado cariñosos. La manera en la que se miraban. El tacto, todo.

E incluso una noche los vió besarse. Al principio sintió repulsión, asco. Después pensó que no era su culpa. Se habían vuelto padres de facto para él Tiffin y Willa, habían asumido unos roles que no les tenían que tocar.

Pero como dice él, no es tonto.

Se percató, finalmente, que se amaban. Esa cosa tan extraña y efímera, amor.

A veces lo atacaba el miedo, ¿y si Maya y Lochan se escapaban como papá y su nueva esposa? ¿Se irían ellos a otro país bien lejos de él y sus otros hermanos? Pero siempre recordaba que no serían capaces, que por algo lo ocultaban, ¿no?

Al tercer tono su madre contestó con una voz adormecida:

— ¿Diga?

Kit prácticamente le gritó desesperado.

— ¡Mamá, Lochan besó a Maya! ¡Estoy seguro de que va a abusar de ella, están solos en casa!

Mentiras. Su madre chilló algo y al segundo cortó la línea.

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Cuando llegó a casa palideció. Polícias, su madre en pánico, Lochan siendo arrestado y Maya llorando. Se sentía miserable. Le gritó a Lochan que lo sentía, que no pensaba que esto acabaría así.

Persiguió el coche patrulla por la acera, esperanzado de pararlo y detener toda esta locura. Maya reaccionó y comenzó a gritar como loca que era consentido, que le devolvieran a su Lochie, que los dejaran en paz.

Kit, con los ojos aguados en lágrimas, le pegó un bofetazo a su madre. Ésta comprendería el horror que había ayudado a desatar.

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Maya se había suicidado un mes después de todo aquello. Ella y Lochan, siempre habían ido juntos. Como almas gemelas, desde pequeños; esta vez no sería diferente. Su padre vino. Kit no le dirigió la palabra a nadie en el funeral de Maya, y no dejo que su madre ni su padre se acercaran a Willa y Tiffin.

Tal vez él no era tan listo como había creído, pero ya no sería más un tonto.

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Los años habían pasado y las cosas habían cambiado. Su madre seguía ausente, pero les pasaba el dinero necesario, amenazada por Kit de llamar a las autoridades.

Kit se hizo cargo de sus hermanos. Estudió y comenzó un trabajo a media jornada para pagarse una carrera mientras hacía un módulo. Tiffin y Willa estudiaban en el instituto al que habían acudido alguna vez sus hermanos mayores.

El recuerdo de Maya y Lochan siempre estaría presente. Kit se encargaba de eso.

Eran... felices.

Kit iba la mayoría de las tardes a la tumba de Lochan y Maya. Él había hecho que fuera así, que estuvieran juntos en su eternidad. Siempre estaría esa culpabilidad, ése ¿que hubiera pasado sí...?

En la tumba de los que fueron en un pasado dos amantes clandestinos rezaba:

Lochan y Maya Whitely

Puedes cerrar los ojos a lo que no quieres ver, pero no el corazón a las cosas que no quieres sentir.

Y aquella pulsera que una vez Lochan consiguió para Maya yacía escondida en la lápida, para siempre.