Naruto y sus personajes no me pertenecen.
No pude resistirme ante tal escena; tenía que escribir algo sobre eso.
Tadaima
Naruto abre la puerta de su casa luego de casi tres largos años fuera de Konoha y, tras gritarle a la nada que ha vuelto y quitarse las sandalias, camina hasta su habitación. Prende la luz y lo primero que nota es polvo y telarañas; mañana tendrá que madrugar para limpiar al menos un poco. El lugar está inhabitable. Corre hasta la ventana y la abre, sacando la mitad del cuerpo fuera y tosiendo por el insoportable hedor a despoblado que hay en el cuarto.
Cuando cree que se ha ventilado lo suficiente como para poder respirar, se da vuelta sobre la cama y nota el retrato del Equipo 7. Está repleto de polvo y ni siquiera se ve la fotografía. Tomándolo en sus manos, lo limpia y se queda observándolo.
Su rostro se torna nostálgico al pasar sus ojos por cada uno de los miembros de la foto, deteniéndose brevemente en sí mismo y pensando que los últimos años con Ero-sennin le han hecho madurar. Mira el rostro sonriente de Kakashi-sensei por unos segundos y sigue con el de Sakura-chan. Ver su adorable expresión en la foto le hace reflexionar sobre su compañera de equipo; la muchacha ciertamente se ha vuelto fuerte, tanto física como mentalmente, y tiene que reconocer que la idea de pelear contra ella se le hace un reto mayor a lo que hubiera sido en épocas de antaño.
Finalmente, sus ojos se posan en la última persona de la fotografía: Sasuke. El rostro molesto que luce en la imagen le hace rememorar todas esas peleas que tuvo con él por las cosas más triviales, y una sonrisa anhelante se forma involuntariamente en su rostro. Ciertamente, mentiría si dijera que no le extraña, y por un momento se siente impotente por haber fracasado en traerle a casa aquella vez en el Valle del Fin. Cambia de parecer rápidamente, su fuerte determinación diciéndole que sí, ha fracasado esa vez, pero que la próxima eso no volverá a ocurrir y le traerá de vuelta, incluso aunque tenga que romperle las piernas y arrastrarle, o llevarle a cuestas sobre un hombro. Y que cuando estén en Konoha, le propinará tal golpe que el Uchiha se arrepentirá de alguna vez haber querido huir, y le gritará que si alguna vez llega a siquiera considerar la idea de dejarle nuevamente, lo lamentará.
Cierra los ojos brevemente, deteniendo el recorrido que sus dedos comenzaron sin permiso sobre la figura del chico, y al volver a abrirlos su rostro destila un cariño inconmensurable.
—Tadaima, Sasuke. Para traerte de vuelta.
La única respuesta que recibe es el silencio de una casa vacía.
