HOLA GENTEEEEE! Bueno, en primer lugar me alegro de volver a las andadas con un pequeño tributo al tan poco cultivado AshexSejuani QUE ES HERMOSO! Por qué la gente no entiende que es una relación extrañamente hermosa de amor/odio? Bueno, sea como sea, si estais aquí es porque os gusta la pareja. Si hemos clasificado (y digo hemos porque en este trabajo ha participado equitativamente Aviro, él ha escrito el segundo capítulo ;) ) este two-shot en M, es porque, de algún modo u otro, este relato contiene fragmentos que son clasificados como M. Así que vosotros sabreis lo que leeis! Un placer serviros y traeros entretenimiento. Saludos!
-Brian Fuera-
La tormenta de nieve arreciaba imponente sobre las cordilleras que dividían Freljord. El frío no se apiadaba de nadie, y menos de los fieros guerreros que avanzaban hacia el sur con ansia de conquista. El viento cortante azotaba sus pieles con gélida crueldad, sin conseguir amenizar la furia de todos aquellos que reclamaban lo que supuestamente debía ser suyo. Una mujer, jinete de jabalí, trotaba por delante de sus tropas avivando el fuego de la guerra. Con su maza apuntaba a su objetivo de ataque, otra joven muchacha con un arco de hielo que les cortaba el paso acompañada de lo que parecían ser otras quinientas arqueras, como poco.
-¡Sejuani!-Gritó la portadora del arco de Avarosa, dejando escapar de entre sus labios palabras envueltas en vaho.- ¡Esta guerra no tiene sentido! ¡Detén tu avance! ¡Si nos unimos, seremos más fuertes, no pasaréis más hambre y estaremos preparados para la oscuridad que nos acecha!
-¡Palabrerías de una niña insensata!-Vociferó Sejuani, la jinete del jabalí blanco.- ¡Nos consideraste débiles, como lo es tu pueblo! ¡Tus deseos de paz nos traerán la desdicha! ¡En lugar de intentar imponerte con tu patética mano blanda, haz fuerte a tus guerreros y lucha como una auténtica líder!
-Veo que no hay negocio posible contigo...-Murmuró Ashe, la líder de los avarosan.
-La letra con sangre entra...-Respondió la portadora de la maza, preparándose para evitar un flechazo helado por parte de su enemiga.
La guerra estalló con violencia después de que la primera flecha surcase el cielo. Hachas rompieron escudos, cadenas atraparon espadas y vástagos atravesaron el pecho de muchos guerreros de ambos bandos, haciéndolos caer estrepitosamente contra el manto blanco para no volverse a levantar. Numerosas franciscas partían cráneos por donde quiera que pasaban a manos de su dueño berserker, Olaf, que no dudaba un segundo antes de lanzarlas sin piedad contra sus enemigos. El bárbaro profirió un grito que se escuchó hasta en los fiordos más lejanos del norte de Freljord, provocando desprendimientos de nieve que arrastró a varios yetis que Nunu había reunido para prestarlos al servicio de los descendientes de Avarosa. Sejuani galopaba velozmente entre sus guerreros, golpeando con su mangual helado a todo ser viviente que no fuera de su tribu o aliados. Avanzaba arrasando a cualquiera que se le cruzase en su camino, buscando a una persona en especial. Pudo vislumbrar que Volibear mantuvo su palabra y que varios de sus ursains más poderosos cercaban a algunos enemigos por el flanco derecho. Pronto llegarían más aliados ocultos en la umbría de la montaña. Otro avarosan cayó bajo la maza helada de Sejuani, acercándola cada vez más a su rival. Pudo descubrirla oculta tras una improvisada barricada de nieve y ramas de coníferas muertas, perforando con suma precisión costados y cabezas hostiles, impidiendo el paso de los conquistadores hacia el sur de Freljord.
Una sonrisa ambiciosa grabó el rostro de la jinete, azuzando a su puerco, que galopó sin intenciones de detenerse hacia la barricada. Bristle encajó su enorme calavera en el muro de contención y, con un brusco movimiento, la barrera protectora fue destruida sin que el animal siquiera se despeinara. Ashe quedó vulnerable ante la soberana figura de la representante de La Garra Invernal, que sacudía su orbe de hielo sobre su cabeza, provocando que las partículas de agua fría y hielo fueran atraídas y formaran un imponente remolino azulado que bajó aún más la temperatura ambiente. Éste fenómeno dificultó la huida de Ashe, pero no impidió que pudiera lanzarse por la pendiente sombría de la cordillera. La arquera rodó abrazada a su arma. El dolor de los golpes que sufrió mientras caía se manifestaron al llegar al centro de la lengua del glaciar. Apoyándose en sus dos manos, logró ponerse en pié, con algo de dificultad. Estaba confusa y mareada. Aquella intentona de escape de animal acorralado le habían regalado unos preciados segundos de ventaja, pero no sabía si una insignificante distancia entre ella y su enemiga compensaba el daño que había sufrido al caer. Decidió correr y someter a su contrincante a una persecución fatigosa entre rocas escarpadas y hielo para intentarla guiar hasta el territorio protegido por los avarosan, donde podrían reducirla y capturarla.
Sus piernas comenzaron a moverse con rapidez. Parecía que Sejuani había aceptado el juego con gusto. Todos sabían del placer que embargaba a aquella mujer cuando perseguía a sus presas moribundas, víctimas del terror que ella misma les infundía, las arrinconaba y terminaba con su existencia de un golpe limpio de su arma. Sólo ella sabía cuánto estaba disfrutando al galopar a toda velocidad tras el joven y magullado cuerpo de aquella pequeña princesa autoproclamada. Su frenesí aumentaba al imaginarse el miedo en los ojos de la arquera, al visualizar sus pequeñas y delicadas manos pálidas intentando frenar la sed de sangre de aquella mujer bestializada por las adversidades de la vida, y lo que más la motivaba aún era la imagen de ella misma portando el inerte torso adolescente de Ashe sobre sobre su hombro, rugiendo victoriosa, observando el renacer de Freljord bajo la mano de su nueva reina mientras los débiles avarosan caían arrodillados con una extraña mezcla de temor por la nueva era que se avecinaba y pena por la pérdida de su valerosa líder. Reía abrumada por sus propias ilusiones futuristas. Ashe lanzaba alguna que otra flecha hacia atrás, intentando ganar tiempo mientras se adentraba entre las rocas. Sejuani pateaba el lomo de su jabalí, exigiendo mayor velocidad al animal, que obedecía sin rechistar.
Ashe estaba comenzando a temer verdaderamente por su vida. Nunca le había preocupado realmente morir por defender en lo que creía. Pocas veces se había encontrado en una situación tan encarnizada como en la que se veía ahora, perseguida por una depredadora nata a la que sólo le importaba verla destrozada contra la pureza de la nieve, pero ahora sentía miedo. Verdadero miedo. Consiguió esconderse en una grieta del pedregal antes de que Sejuani blandiera su arma y reventara toneladas de riscos, sembrando el frío a su paso. La piel de la arquera se congeló, cansándola más. Confiaba en poder sobrevivir a aquel ataque, pero el destino era incierto, Sejuani era rápida como el viento y la situación de los avarosan peligraría si llegaba a morir. La muerte no era una opción. Tenía que aguantar. Por ella. Por Freljord. El canchal de hielo de la jinete aterrizó de nuevo muy cerca de donde se encontraba la fugitiva. Pudo apartarse a tiempo antes de que la maza destruyera de nuevo parte de su escondite. Saltó por encima de la barrera de escollos que la mantenía lejos del alcance de su perseguidora y corrió de nuevo cuesta abajo. Bristle enristró tras la joven, siguiéndola bien de cerca. El agotamiento hacía mella en la que iba a pié. No podía correr durante tanto tiempo por un terreno tan dificultoso como aquel. Bastante estaba resistiendo con las heridas que se había provocado al salir rodando ladera abajo. Aún así, siguió avanzando con presteza, saltando de un lado a otro tras las rocas que podían prestarle cierta seguridad temporal ante los incisivos ataques de Sejuani. Llegó hasta un claro nevado, rodeado de cantos de granito y limitado por una escarpada pared pétrea que soportaba el peso de la montaña y bordeaba la cima. De un salto, Ashe se encaramó al peñasco y comenzó a escalarlo tan rápido como sus extremidades se lo permitían.
Su mano derecha se sujetó con fuerza a un saliente antes de que éste explotara por un durísimo impacto de la maza de Sejuani. Todo lo que le servía como sujeción se desprendió y cayó junto a ella sobre la nieve del claro. Débil, se revolvió en el suelo, intentando incorporarse de nuevo. La jinete se bajó de su montura y se acercó sonriente, apoyando su arma sobre su hombro.
-Cómo me conozco ésta escena...-Declaró triunfante, colocando su bota sobre el costado de Ashe y obligándola a girar para terminar boca arriba y verla el rostro mientras hablaba.- La triste liebre, después de haber intentado escapar en vano de su captor, afrontando internamente su destino.
Ashe tosió. Intentó llevarse una mano al estómago para tratar de calmar el dolor, pero Sejuani, desconfiada, se lo impidió.
-Ni la velocidad ni el ingenio la ha podido salvar del hambre del lobo.-La guerrera se agachó a su lado, llevando sus toscos dedos al rostro de la derrotada joven.- No puede haber paz sin guerra, muchacha. Mira a lo que te ha conducido tu estúpida honradez.
Ashe cerró los ojos esperando el golpe de gracia cuando Sejuani levantó su mano con intenciones de descargar toda su fuerza bruta contra su cabeza.
Un vendaval repentino invadió el claro. La arquera abrió los ojos para ver que su agresora había sido arrastrada por la fuerte corriente de aire gélido hacia atrás y había impedido el ataque.
Anivia sobrevolaba la zona y vio la pelea. Ante la crítica situación de su aliada, decidió actuar, descendiendo en picado y creando el fuerte viento al abrir sus alas batiéndolas ante la berserker.
Unas cadenas de hielo colisionaron contra el criofénix, dejándolo congelado dentro de una prisión glacial y provocando su caída por el acantilado al que daban la espalda.
Mientras el ave caía irremediablemente y se despeñaba, Ashe formó una flecha entre sus dedos, tensó su arco e impulsó el proyectil hacia el hombro de Sejuani, quien chilló de dolor al sentir cómo la piel, el músculo, la sangre y los nervios que entraron en contacto con el helado vástago se entumecían y congelaban. De la impresión, retrocedió los pasos suficientes para que sus talones llegaran al límite del área horizontal del claro y no encontraran soporte. Sejuani no pudo concentrarse para mantener el equilibrio y tropezó, golpeando con su espalda el suelo. Su cuerpo giró por la nieve hasta que quedó inerte al borde de una enorme y profunda brecha en el hielo. La delicada estructura del margen de la abertura no soportó el peso de la guerrera, por lo que se fracturó y se derrumbó, precipitándose con Sejuani al vacío desolador de aquel boquete. Ashe corrió hacia la orilla del agujero, pero llegó demasiado tarde para poder ayudar a la mujer. Sólo pudo limitarse a mirar hacia la oscuridad de la grieta, sin sospechar que Bristle, enfadada, trotaba furiosa hacia ella clamando venganza por la pérdida de su ama. Lo último que Ashe pudo percibir antes de ser engullida por las entrañas de la Tierra es un fortísimo dolor en la espalda, producto de la bestial embestida que la jabalí le proporcionó.
