La única cosa que cautivo a Tomura fueron aquellos malditos ojos azules.

Los ojos azules de Dabi adquirirían un brillo azul amenazante cada que el fuego lo rodease y con el pasar de los días esa locura que no temía el estar en libertad aumentaría en niveles incontrolables. Semejante a un monstruo salvaje y herido.

La piel oscura y casi marchita por lo que parecían ser quemaduras antiguas se encargaba de dar los detalles importantes para ese maligno papel.

Dabi era alguien a quien no soportaba, despreciable y horrible en niveles insoportables. Un idiota del cual no se podía deshacer pues aunque le fastidiase reconocía el valor que este tenía en toda aquella revolución a la que tanto tiempo le había dedicado durante los días y varias horas de la noche.

Sin embargo, contra lo que Tomura esperase de él, Dabi por muy mal que pareciese estar en esa sociedad aún conservaba algo de una humanidad lejana y casi olvidada.

Las lágrimas se deslizaron por la mejilla maltrecha de forma irregular debido a las cicatrices junto a la forma peligrosa y extremadamente irregular en que el corazón de Tomura latió.

— Es la primera vez que haces algo como eso

Los dedos pálidos y ásperos recorren todo el camino por el que las lágrimas se han deslizado. Incapaz de dar una respuesta mordaz, muerde su labio inferior y suspira.

— Di tu nombre

El abrigo obscuro y desgarrado de Dabi se agita con el viento presente a las altas horas de la madrugada. Los dedos pálidos se aferran con violencia en la camisa como una advertencia de que no se atreva a desobedecer la orden implícita en la suavidad con la que las tres palabras fueron pronunciadas.

La sonrisa de Dabi, lejana de su personalidad fría y distante, le arrebata el aliento. Inexplicablemente Tomura permite también que le arrebate la mano —aquella que lleva en su rostro— de su padre.

— En verdad eres más feo en persona

Las dos últimas oraciones que han compartido son como un recuerdo distante de la primera vez que entraron en contacto. Y es de esperar que el verdadero nombre nunca va a ser pronunciado.

La rabia se dispara como una mecha corta de un explosivo letal y los ojos rojos demuestran veneno puro. Shigaraki Tomura ya tiene que estar acostumbrado a ese trato.

Sin embargo, la rabia disminuye con rapidez anormal y su corazón acelerado no obedece a sus pensamientos. La sonrisa de Dabi sigue allí, casi esperando a que él descubriese el porque.

Dabi retoma la conversación.

— Sin embargo —Pausa. Tomura se relame los labios resecos a la espera de que continue— Sin embargo tienes unos buenos ojos

La respiración de Dabi se siente sobre su rostro y todo su cuerpo sufre de un escalofrió por culpa de la temperatura y el viento fuerte de la madrugada. Si, el viento.

Algo cae a unos pasos de distancia de ellos y se separan cada quien dando un paso largo hacía atrás.

Tomura gruñe, irritado y con ansias de acabar la existencia de Dabi. Con el deseo profundo de tocarlo con sus cinco dedos y ver como se convierte en polvo. O quizás encuentre una mayor satisfacción en destrozarlo hasta que su maldita sangre se acabe.

Antes de que pueda desaparecer del lugar la mano de Dabi se aferra a su brazo y lo jala hacía su cuerpo cálido.

— Touya. Mi nombre es Touya.

Dabi es el primero en irse, dejando a Tomura en la semi obscuridad de un callejón sucio con una calidez suave y reconfortante en los labios debido a un beso que nunca se volverá a repetir. Sabe que es imposible.