Capítulo 1
Exhalando ruidosamente se atrevió a mirar hacia el cielo que continuaban en sollozos de lluvia violenta.
Las mismas lágrimas que ella había empezado dos años atrás, por la última vez de unos increíbles ojos color verdeazul, pero ella no había sido su amada. Ella Sólo había sido el divertido pasatiempo de un hombre casado. De un maldito canalla que jugó con sus sentimientos.
Inesperadamente noto como la palma de su mano estaba lastimada apunto de cortarse, había estado estrujando con demasiado nervio sin darse cuenta las llaves en uno de sus bolsillos. Pero eso no era nada Comparado con el dolor del corazón.
La lluvia se había entre mezclado con las lágrimas de su rostro sentía que quemaban como el potente veneno de la sucia verdad. Caminaba con una sensación difusa de angustia de terror, y deseaba regresar cuanto antes a la seguridad de su hogar. Volver a esconderse a sí misma de la vista de todos, pero ya había llegado demasiado lejos.
Bruscamente salió debajo de la sudadera, la única vía de evasión que poseía en esos momentos. Fue entonces cuando se preguntó, no por primera vez en esa tarde. Quién era el verdadero catalizador de su mal. Todos aquellos desbaneos corporales y mentales fueron a causa de...él.
Porque Terrence Grandchester había vuelto.
Tenía que ser él, y quería, necesitaba, comprobarlo, con sus propios ojos.
Así que, en cuanto vio los informativos televisivos que cerraban con la noticia del Gran empresario Inglés había arribado en los muelles.
El mundo a su alrededor de pronto, parecía haber sido tragado por las cataratas abiertas del cielo.
Boquiabierta echó hacia atrás la capucha regada en agua que tapaba su cabeza y dejó al descubierto su melena dorada. Un pequeño estremecimiento de alegría penetró en ella, y aquello la aterrorizó.
¿Era amor lo que aún sentía? ¿Seguía amando a Terrence Grandchester?.
"¡NO!"
Ella no podía continuar enamorada del hombre que le había arrancado el corazón y pisoteado debajo de sus pies. Del hombre por el que había llorado en secreto un río de lágrimas durante tanto tiempo.
Una amargura la apuñaló en el pecho tensandolo hasta dolerle. Abatida a Candy le flaquearon las energías y cayó. Las palmas de sus manos, sus rodillas bruscamente impactaron en el duro pavimento. Nuevas lágrimas inundaban sus ojos. Candy empezó a hiperventilar como una niña.
Ella no había sabido construir el puente que le hubiese permitido cruzar el río del desamor y superarlo, por el contrario se había quedado en el lado equivocado de la corriente observando con anhelo la orilla que nunca alcanzó. Terrence GrandChester continuaba trastornandola, seguía atrayendola peligrosamente, aún poseía el poder de derribar todas y cada una de sus barreras.
"No estás preparada para volar"
Tal y como había hecho en el pasado en su monótona existencia y cambiar su destino para siempre.
Dos años atras.
Había un pequeño reguero de sangre en las rejas hechas en hierro forjado que dividían el exterior del acceso principal a la vivienda de la chica que habia despertado en él, más que una actracción fisica, conseguir su dirección había sido fácil. Comprobando que no había nadie a su alrededor, Terrence sacó la pistola que solía esconder en la parte trasera de su pantalón cada vez que se atrevía a salir de la seguridad de su entorno; siempre amenazado, sin la protección de ninguno de sus hombres. Empujó con el hombro la verja y se adentró. La tranquilidad flotaba en el ambiente, solo interrumpida de vez en cuando por el ruido de los carros. Desconfiado, empuñó el arma, corrió el seguro y siguió adelante con cautela. Aquella quietud, podía tratarse solo de la calma que antecedía a un huracán. Su progenitor, había sido un auténtico bastardo narcisista que jamás mostró compasión, ni siquiera por sus propio hijo. Pero debía admitir que el maldito había sido tan astuto como el diablo y que lo había entrenado realmente bien. Ser más sigiloso que un fantasma y diestro con las armas, había sido solo una de las pocas tareas que habían compartido como padre e hijo. Recelar de cada individuo que tuviese cerca, incluso si ese individuo fuese el mismo, estar en constante alerta, habían sido dos de los mandamientos que desde niño había tenido que aprender a base de golpes.
Cuando alcanzó la puerta principal la encontró entreabierta, pero la cerradura no parecía haber sido forzada. Se fijó en cómo estaba también manchada de sangre.
«¿Qué demonios… ?»
Achicó la vista y aguzó al máximo el oído antes de empujar despacio y entrar al vestíbulo. Había procurado en todo momento no tocar nada. No dejar huellas. Al fin y al cabo, había aprendido del mejor criminal de todos: su padre. Ya en el interior, Terrence echó un rápido vistazo adentro.
Todo estaba en penumbra y parecía en orden y en calma. Sin fiarse del espeluznante remanso de paz, alzó el arma a la altura de su cara. Listo, preparado para entrar en acción en cualquier momento, al menor movimiento que detectara a su alrededor. Pero de pronto, el único intruso que invadió su espacio vigilado fue el sonido de un sollozo. Escaneó rápidamente de arriba a abajo con la vista la sala de estar para averiguar su procedencia. Y entonces la vio. Escondida. Agazapada entre el sofá y uno de los muebles. Se había cubierto la cara con las manos. De sus labios escapaban gemidos de tristeza, a pesar de que se había tapado la boca intentando evitar que escapara de ella cualquier sonido.
Terry hizo una mueca en disgusto. Aquello era un maldito inconveniente. Desempeñar tareas de cuidador no figuraba en su agenda del día. Y sin embargo, puso el seguro a la pistola de vuelta y la regresó a la parte trasera de su pantalón, se arrodilló a su lado. Inmediatamente, su enorme mano se alzó para levantarle su rostro.
Terry en un impulso, le repasó la suave tez de su mejilla izquierda con el pulgar.
Candy estaba completamente pálida y temblaba de pies a cabeza. Su respiración era superficial y dificultosa. Sus ojos rebotaban de un lugar a otro; como si buscara algo, como si temiera a alguien. Estaba definitivamente en estado de shock. Él apretó la mandíbula con tanta fuerza que un músculo se le contrajo nerviosamente.
—¿Quién te hizo esto? «Esa voz de ligero acento… » Candy tenía la mente embotada y no podía pensar con claridad. Los oídos le pitaban y la bilis se precipitaba hacia su garganta. Se estremeció mientras intentaba controlar las náuseas y hacerse más pequeña de lo que ya era en la posición que estaba.
En realidad, deseó apartar de una sola patada al individuo que, con amables palabras trataba de engatusarla. Solo Dios sabía con qué intenciones. Quería echar a correr, pero sentía las rodillas de mantequilla. Estaba a punto de vomitar. No llegaría muy lejos y, sospechaba además, que su enloquecida acción solo serviría para enfurecer al hombre que podía convertirse en su ángel de la guarda, o en la peor de sus pesadillas
―Mírame sólo a mí, bonita, a ninguna otra parte. Sólo a mí. —Candy vio como le brillaron los ojos intensamente al hombre, le parecía un rostros familiar pero la voz cuando repitió—: ¿Quién te hizo esto? la hicieron desviarse de los recuerdos
—Trataron de robarme y. Yo… Caí…
En realidad él tipo intento violarla, aparte de robarle. Candy lo hubo ocultado por vergüenza.
La suave voz de la pecosa flotó hacia él, interrumpiendo sus pensamientos de violencia.
Terrence se obligó a mantenerse inflexible. Nunca se permitía sentir compasión por nadie. Entonces, ¿por qué iba a empezar a importarle la suerte de la pecosa? Se dijo que solamente debía enderezarse, darle la espalda y largarse de allí de inmediato. Y, si le quedaba una pizca de bondad en el agujero negro que tenía por corazón, llamar a Emergencias para que la auxiliaran.
Pero no se movió.
Por el contrario, se puso en marcha
para ser él, y solo él, quien se ocupara de ella. —Hay que desinfectar esas heridas antes de que empeoren. ―resolvió él, utilizando las yemas de los dedos para quitar las lágrimas.
Pequeña, mírame un segundo. ¿Tienes gasas y suero fisiológico? —No-o… no lo sé —Negó y los dientes le castañetearon. Terrence inspiró hondo de nuevo. Su imagen desvalida era muy difícil de soportar.
Por culpa de esa visión iba a hacer una cosa que nunca antes había hecho por nadie más.
Tomó en sus brazos a Candy, y se dirigió con ella escaleras a arriba a la planta superior. En el corto trayecto, la joven había metido la cabeza entre el hueco de su cuello y hombro. Sus delgados brazos habían envuelto su cuello. Terrence se sorprendió así mismo permitiéndose un breve instante para abrazarla también. El cuerpo tembloroso de Candy, el latido acelerado y su vibración golpeando salvajemente contra su pecho, parecieron relajarse unas décimas cuando lo hizo.
La depositó con suavidad sobre la cama y se condujo al baño. En el instante en el que él la soltó, Candy se quedó destemplada. Los brazos que la habían rodeado y le habían brindado un sorprendente consuelo, un santuario cálido y seguro, ahora ya no estaban y su lugar quedaba solamente una sensación intensa y dolorosa de pena y de pérdida. Su cuerpo temblaba y Terry lo noto.
—Sé que estás aterrada, pero te juro por lo más sagrado que no tienes razones para temerme —declaró despacio, como si le arrancaran las palabras a la fuerza—. Solo quiero asegurarme de que estarás bien.
—Shhh, tranquila, bonita, estás segura conmigo. Lo automático y ciego de su respuesta lo sacudió con violencia y quemó sus defensas en el proceso. ¿estaba segura con él? ¿En serio, Terrence? ¿En qué diablos estaba pensando? ¡¿Qué le ocurría?! Él era la última persona en el mundo en la pecosa, y cualquier otro individuo, debería confiar.
Decidido a acabar con aquella indeseada situación cuanto antes, bruscamente se echó hacia atrás, poniendo entre ellos una distancia prudente. Se dedicó a limpiarle la cara primero, sin poder evitar repasar sus rasgos. Tenía el cabello rubio recogido en una coleta y las lágrimas habían trazado surcos de suciedad a los costados de su rostro. Aunque tenia en ese momento un aspecto horrendo, tuvo que admitir que debajo de toda aquella mugre se escondía un rostro bonito, algo que ya había notado en la noche anterior,
Terrence se sintió incómodo. Candy lo observaba como si fuese su jodido héroe. Él no era un héroe, ni siquiera era una buena persona. Pero nunca nadie lo había mirado de una manera tan limpia y desinteresada. Sin oscuras intenciones y sin esperar nada a cambio.
Todo aquel encandilamiento desapareció en el momento en el que él descendió la mano hacia abajo y rozó la cremallera de su pantalón vaquero. Candy lo miró con ojos muy abiertos y asustados e hizo un movimiento como para bajarse de la cama. —Debo quitártelos para curar las heridas de las rodillas —Él la sujetó de manera implacable y la estrechó contra su cuerpo. Esperó la reacción de pánico, el rechazo, pero no llegó. Candy permaneció inmóvil, rígida, con la frente pegada a su barbilla. Aspiró su esencia de mujer, cálida y dulce.
Para Candy, aquella suave caricia provocaron que el corazón le latiera con tanta fuerza contra su pecho que pensó que le iba a explotar. Cerró los ojos, maravillada por su delicadeza, aunque le parecía demasiado bueno para ser verdad. A fin de cuentas, las personas que más se suponía debían quererla, protegerla, le habían abandonado. ¿Por qué él iba a ser diferente? Candy tragó saliva, tratando de contener el llanto.
Terrence colocó la mano sobre la de la mujer y la miró. Ella, completamente ruborizada, lo miraba como si quisiera confirmar que era mejor hombre de lo que pensaba. Maldijo para sus adentros, rompiendo el contacto visual con aquellos grandes ojos Esmeralda que lo hacían creer que aún quedaba algo bueno dentro de él. Reparó en el pecho de la joven subía y bajaba al compás de su respiración. La lozana hinchazón de los senos era visible a través de la tela de la camisa. Era como si estuviera desnuda.
Él cerró los ojos y rezó para mantener el control. ¿Qué demonios le pasaba? Con un gruñido ahogado, frustrado, Terrence volvió a centrarse en su labor de curandero, procurando en todo momento no rozar su piel
Preocupada y rígida como un palo, apretó con fuerza los labios para que no le temblaran mientras el hombre la desprendía del pantalón, lo que la dejaba expuesta de un modo muy indecente con solamente unas braguitas y una camiseta. Sus mejillas prendieron tal fuego que pensó que entrarían en combustión espontánea en cualquier momento.
Pero como el extraño mantuvo la mirada fija en las heridas que curaba con asombrosa amabilidad, y no en las curvas de su cuerpo, poco a poco se relajó. Pero no del todo. Miró a su alrededor buscando un arma, algo lo bastante duro y eficaz. Tal vez había dicho la verdad y sólo quería cerciorarse de que estaba bien. El problema era que nadie nunca, había cuidado de ella.
Terry inspeccionó si tenía, además, algún ligamento desgarrado en los pies, piernas o rodillas. Luego la guio con sencillos ejercicios para verificar que su cuello, espalda y columna estuviesen en su sitio. Pero para descartar cualquier otra lesión; como una contusión cerebral, le comunicó que llamaría a un médico. —¿Quieres qué llame a alguien más? ¿A algún familiar?
Negó lentamente y se concentró en hallar una respuesta.
―¿No tienes a nadie? ―insistió él cuando terminó y empezó a recoger.
Su voz era infinitamente suave. No era una amenaza, solo preocupación.
―No…
—Gracias por… por cuidar de mí —tartamudeó. Vio que el hombre retrocedía, como si quisiera rechazar sus palabras, como si quisiera rechazarla a ella. No le sorprendió. Un surcó de dolor golpeó su pecho y las lágrimas se construyeron en sus ojos como una ola. Inhaló con fuerza para retenerlas.
Nunca sería lo suficientementebuena para nadie. Nunca nadie querría permanecer a su lado.
Continuara...
--Les comparto esta nueva historia, Cómo saben los nombres son prestados y algunas palabras no son completamente mias, pero espero les agrade.
actualizare semanalmente, si es posible antes.
Como sieiempre mil gracias..
By JillValentine.
