Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer. La historia es de mi autoría.

Capítulo beteado por Jocelynne Ulloa, Betas FFAD

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Miré con tristeza el reflejo que de mí daba el espejo del recibidor de la casa de Ben.

Respirando profundamente caminé lentamente hacia el salón comedor. La luz de la lámpara rinconera estaba encendida y como en decenas de momentos aquella iluminación daba al entorno y ambiente íntimo y acogedor. Traspasé el umbral de la puerta limpiando las resecas lágrimas que habían dejado huella en mi maquillaje y alcé la mirada para buscar a Ben, pero...

—Hola, Isabella—. Me quedé paralizada. Viveka Tunner se hallaba sentada en el cómodo sillón uniplaza de cuero oscuro de Ben. Sonrió de manera ladeada, arrastrando de manera brusca un cigarrillo en la base del cenicero de cristal.

—Veo que esperabas a Ben. Él... no está, lo he mandado a comprar cena asiática... ¿Sabes? Me encanta—. Ella se levantó y alzó una ceja provocándome. —Deberías saber eso de tu futura suegra, querida.

—Viveka...— Apreté las manos con fuerza e intenté mantenerme correcta. No estaba de humor de aguantar fanfarronerías de parte de ella ahora, no después de toda la información que me había vomitado Edward Cullen. — ¿Deduzco que no estás aquí por casualidad?

Mi carácter estaba seriamente agriado. No tenía ganas de enfrentamientos, pero si aquella señora con cara de perra quería buscarme las cosquillas, me las iba a encontrar. Ya estaba harta de que todo el mundo creyese que podía manipularme y oscilarme como un péndulo a su antojo.

— ¡Punto para la chica!—. Chocó las palmas de sus manos en un gesto lleno de sarcasmo y elevó una de aquellas cejas bien definidas y curvilíneas. —No te quiero cerca de Ben. Si hice toda aquella pantomima en España es porque tenía la firme convicción de venir a hablar contigo y expresarte... mi decisión.

La miré desafiante. ¿Que se creía aquella mujer de rostro siniestro?

—Amo a Ben, si es eso lo que le preocupa. No quiero su dinero por que como ya sabe, llegará un día que llegaré a tener quizás más que él. No entiendo. Explíqueme, por favor.

Ella cabeceó sin perder la sonrisa y me desafió nuevamente con su altura.
Viveka Tunner era más alta que yo, y en aquellos momentos calzaba unos zapatos de plataforma que le hacían verse aún más alta de lo que era.

—Tengo información sobre ti. Y sé que has estado ligada a los Cullen, sobre todo a uno de ellos. Tú ya sabes a quién me refiero, al egocéntrico y malcriado de Edward Cullen—. Abrí la boca para hablar, ella ya tenía un Cullen en su entorno y era Jacob. —Sé que vas a sacar a colación a Jacob. No sé si lo sabrás, pero él no es en realidad un Cullen. Jacob Black es adoptado.

Mi cara de asombro la hizo reír de manera siniestra.

—Vaya... la señorita Swan no tiene idea de muchas cosas. Bueno, pues si no tienes idea yo te voy a poner en antecedentes. Mira niña, Benjamin y tú no pueden estar juntos. Es imposible. Ellos son hermanastros, Isabella. Benjamin y Edward, son hermanos—. Su rostro se acercó desafiante y fiero. — ¿Enfrentarás a dos hermanos de sangre por ti?—. Se retiró haciendo una mueca de asco. —La verdad no sé que ha podido ver mi hijo en ti y... ese Edward. Por lo que sé, ha perdido a su mujer hace poco y no cejará en llevarte a su cama si se lo propone. Conozco a los de su ralea. Es un buen hijo de su padre; Carlisle Cullen. ¿Qué crees que hizo conmigo? Me aduló, me llevó a su cama con promesas y luego me dejó, embaraza de un hijo alegando que debía estar con su mujer porque ella estaba esperando. ¡Ya es bastante doloroso saber que ese pendejo de ojos verdes y mi hijo comparten la misma sangre!
Estaba lívida, seguro.

¿Edward y Ben, hermanos?

Me llevé la mano a la frente y negué ambas veces con la cabeza. Había comenzado a llorar y ni siquiera me había dado cuenta, estaba tan absorbida en mis pensamientos que no tenía conciencia de mi estado corporal.

Edward odiaba a Ben. Él me había ordenado que abandonara a mi amado. Ben...
Pensar en abandonarlo, me dolía como miles de esquirlas clavadas en el corazón, estaba sangrando de dolor.

Primero la amenaza de Edward... y ahora de la madre del hombre del que estaba perdidamente enamorada.

Ben estaba rodeado de personas malvadas que querían herirle y yo no iba a ser una más.

— ¿Puedo preguntarle algo, señora Tunner?

Ella asintió, evaluándome lentamente.

— ¿Sabe que si desaparezco de la vida de Ben su hijo sufrirá? ¿No le importa verlo sufrir?

Su carcajada me heló los huesos y sin perder la sonrisa me habló.

—Tú eres el peón perfecto, Isabella Swan. Con tu abandono él odiará a los Cullen y entonces será el momento de decirle la verdad.

— ¿Porqué? —Susurré—. Él ama a su padre.

—Jhon...—, hizo un gesto con la mano y se giró para buscar entre su bolso de más de tres mil dólares la cajetilla de tabaco, agarró uno y se lo llevó a los labios sin encenderlo. —Sé que está enredado con Jillian... su gestora de campaña, francamente me da igual. Es más emocionante el pensar que mi hijo un día no muy lejano, llegará a tener acciones de Cullen Ltd. ¿Quién sabe? hasta puede compartir mesa presidencial con ustedes... para aplastarlos. Tú por abandonarlo y el hijo de puta de su hermano por joderle la vida. Porque cuando tú desaparezcas, Ben sabrá que lo has hecho por que Cullen te lo pidió.

—No...—susurré—. Yo no haré eso, no le hablaré a Ben mal de Edward.

Ella aspiró de su cigarro al encenderlo y volvió a mostrarme esa sonrisa de maniaca enferma.

—Entonces... ya lo haré yo, querida. Ahora lárgate, si no quieres que yo misma te arrastre hasta la puerta.

Caminé hacia atrás y me giré corriendo hacia la puerta principal, oí su voz con un deje de diversión.

—Deja las llaves en la mesita del recibidor, querida.


Capítulo 1

BELLA'S POV.

—Bienvenidos a los Estados Unidos de América.

Puse los ojos en blanco, aquella azafata estaba sonriendo ridículamente y su cuello largo de cisne tapado con un hortero pañuelo a lista negras y blancas.

El vuelo de Londres a Whasingthon había sido una pesadilla. La bendita suerte hizo que me tocara una gentil ancianita, que no era otra que la gemela de Miss Ropper. Me había calentado la cabeza de tal manera que hubiera aparcado todo signo de educación y la hubiera mandado a la santa mierda. Gracias a ella, tuve un viaje de los putos perros.

Al bajar a la pista de despegue, pude ver una figura repantigada en un coche a lo lejos. El coche de alta gama y negro tenía las luces encendidas, ya que eran casi las diez de la noche.

Tomé aire profundamente y ordené al chico que me llevaba las maletas que me siguiera.

Volver de nuevo significaba muchas cosas, pero sobre todo, significaba volver al dolor, a sentirme sola y a seguir con los dictámenes de mi querido abuelo Aro.

—Mételas aquí, muchacho—. La voz de Jacob me hizo alzar la cabeza. Aquellos cuatro años no habían pasado balde para nadie, ni si quiera para él. Se veía más fornido, ya no era el muchacho que yo recordaba. Me enseñó los dientes en una de aquellas formidables sonrisas suyas y yo lo imité con ganas.

—Hola Jake.

Antes de darme cuenta me tenía atrapada entre su cuerpo, entre sus brazos, dándome aquel abrazo que tanto necesité, hace ya dos años y medio.

Él estaba de luna de miel con Bree en Cancún y no le dijeron nada de lo ocurrido con el abuelo. Los recuerdos me nublaron la mente durante unos momentos, pero de nuevo la voz de Jacob me hizo estrellar contra la realidad.

—Bella...—. Su boca ancha se pegó a mi mejilla y allí descansó unos segundos. Al apartarse ambos nos miramos a los ojos y, pudimos ver lo cambiados que estábamos desde la última vez que nos vimos. Bajamos la mirada, como si el recuerdo de la vida pasada nos hiciera daño y, muy caballerosamente, abrió la puerta del copiloto. Entré con una débil sonrisa y él rodeó el coche para colocarse a mi lado.

Puso el auto en marcha y nos aleamos por la salida de vehículos especiales. Ser nieta del difunto Aro Vulturi y vicepresidenta de Cullen Ltda., tenía ciertas ventajas.

Apoyé la cabeza en el vidrio de la puerta y suspiré.

— ¿Estas preparada cariño?—. Miré a Jake. Tenía una sonrisa instalada en su rostro y miraba hacia la carretera con una expresión divertida. —La prensa está en plena ebullición, después de tanto tiempo vuelves, Bells. Nadie esperaba que lo hicieras. Ni si quiera Bree.

Cuando pronunció el nombre de su esposa, parpadeó un par de veces y perdió la sonrisa.

— ¿Cómo está ella?—, pregunté.

Jake despegó unos segundos la vista de la carretera, para mirarme y acto seguido carraspeó.

—Bien.

Chasqueé la lengua. Bree no se dignaba a dirigirme la palabra, después de abandonar quizás al ser que mas amaba. Me era imposible decir su nombre. Era demasiado doloroso para mí.

— ¿Sabe que viniste a recogerme?

Él asintió y sonrió como si recordara una broma privada.

— ¿Que ocurre, Jake? —pregunté, dándole un suave toque en el hombro.

Negó con la cabeza un par de veces y lanzó una carcajada al aire.

—Me insinuó que si a partir de ahora iba a ser tu chofer o el chico de los recados—. Volvió a reír con ganas y yo lo miré atónita—. Después de todo, tú y Edward son ahora los que cortan el bacalao en la empresa.

—Te agradecería que no lo nombraras. Aún tengo que hacerme a la idea que trabajaré con él todos los santos días. Creo que voy a necesitar tratamiento psicológico.

Jacob volvió a soltar una risotada y gemí malhumorada. La idea de volver a ver al Capitán Hijodeputa me ponía los nervios de punta.

Edward Cullen era uno de los culpables de aquella huída a Londres, junto con Viveka Tunner...

FLASH BACK

Llegué de madrugada a casa del abuelo. Abrí con mis propias llaves ya ante mi asombro, él se hallaba recostado en uno de los sofás con una copa de brandy en la mano. Al verme entrar con el cabello mojado y con los ojos perdidos en lágrimas, soltó la copa con rapidez en la pequeña mesa de centro y corrió hacia mí para abrigarme con sus brazos.

¿Que ocurre cariño?

Negué sin poder hablar. Las palabras no salían de mi garganta. Un nudo de espinas me impedían hablar y me hería en lo más hondo de mi corazón.

Bella...hija. ¿Pasó algo con Benjamín?—. El nombre de mi amado en los labios de mi abuelo, hizo que gimiera y me recostara con fuerza en su pecho, cobijándome de cualquier dolor mayor que aquel que me consumía. Había tomado una decisión por el bien de Ben... mi Ben. Otro gemido desesperado brotó de mis labios y el abuelo me acunó entre sus brazos, llevándome hacia el sofá y recargándome sobre sus rodillas, como lo había hecho cuando solo era una niña.

Esperó pacientemente que me calmara. Sus ojos sabios me observaban, pero de su boca no salió ni una sola pregunta más. Aro pareció saber el porqué de mi sufrimiento.

Cuando por fin encontré algo de valor y las palabras podían surtir unidas por mi boca, pedí al abuelo el mayor sacrificio de su vida.

Abuelo, carraspeé sé que con dinero se puede hacer cualquier cosa. Dime que me ayudarás a desaparecer. Miré sus ojos claros y vi el brillo de la inteligencia plasmado en ellos. Acarició el tope de mi cabeza con una delicadeza infinita y me apartó, no sin darme antes un beso. Agarró su teléfono y comenzó a llamar a, al menos, una docena de personas durante más de una hora.

Nunca había visto al abuelo saliendo de una crisis, del tipo que fuera. Era una tiburón, sabía todos los pasos que había dar y dónde estaban las teclas indicadas. Como digo, en una hora todo lo tenía planificado y media hora después subió a su oficina y bajó casi inmediatamente para traer varios documentos en un foldier.

Tienes un pasaje en British Airwais. Vas a Londres querida. Allí tendrás una asistente que organizará tu agenda. Roxanne es eficiente y con mi carta de presentación podrás matricularte en cualquier Universidad privada Londinense. Tienes un apartamento de lujo en el barrio de Hapstead, no te preocupes por los ingresos, cada mes te pasaré una fuerte suma a este número de cuenta que, a partir de mañana, estará a tu nombre. Isabella. Sus manos se afianzaron en mis hombros. No te faltará de nada, pero si necesitas volver, no temas... no voy a permitir que te ocurra nada, que nadie te haga daño.

Negué con los ojos, de nuevo, abnegado en lágrimas.

No temo sentir dolor, abuelo. Lo siento, pero no te puedo decir nada. Lo siento de verdad.

Isabella, mírame. Alcé los ojos para mirarlo. Edward estuvo aquí después que te marchaste a ver a Benjamín.

Su nombre me heló la sangre, fruncí los labios mecánicamente.

No quiero saber nada de los Cullen.

Aro frunció el ceño y dejó que me girara completamente dándole la espalda.

¿Que ha pasado con Edward, Bella?

Nada susurré. Y es por eso que está pasando toda esta mierda... pero abuelo, por favor, no preguntes más. ¿Cuándo sale el vuelo?

En cuatro horas. Tienes que estar una hora antes del embarque en el aeropuerto, Bella.

FIN DEL FLASH BACK

—Supongo que sabrás de la vida de mi hermano por los diarios amarillistas. ¿A Londres también llega ese tipo de prensa, no?—. Preguntó sin perder la sonrisa.

—Por supuesto—, susurré.

No había jueves que no saliese en la portada de "The Mirror", con alguna que otra conquista. Era viudo, encantador y rico... rico helado de todos los gustos. Edward no deparaba en sacar en portada a rubias, morenas y hasta a pelirrojas de grandes pechos y piernas largas, que no le duraban más de tres meses. No leí ningún tipo de noticia sobre él en ese tipo de periódico, pero si en uno de administración de empresas. Me llamaba poderosamente la atención cómo podía llegar a manejar la empresa con él solo a la cabeza, desde que el abuelo murió, Carlisle Cullen se había marchado a vivir junto con su esposa a un pueblecito cerca de Seattle, en la península de Olympic, llamado Forks.

—Oye, ¿y tu asistente? ¿Cómo que no ha llegado contigo?—. Comenzamos a llegar por caminos y calles que conocía bien y sentí como el corazón se me encogía en un puño.

— ¿Roxanne?, ella llegará en un par de días. Pensamos que sería mejor que yo...bueno.

—Entiendo. Enfrentar tus cosas... supongo. ¿Debo suponer que, además de asistente, es amiga?

—Supones bien. Roxanne, además de ayudarme en Londres, ha sido un apoyo constante. No sé que hubiera hecho sin ella.

Roxanne Randall era mi mano derecha y mucho más que eso.

Sonreí ante la perspectiva de estar de nuevo juntas en un par de días, mirando de nuevo aquella zona de casas. Estábamos muy cerca de casa del abuelo, la que ahora, era mi casa.

— ¿Preparada, Bells? —Preguntó Jake cuando al fin aminoró velocidad y quedó la casa de frente al auto.

—Nunca podré olvidarlo. Siempre vivirá conmigo mientras lo recuerde. Me duele enormemente no tenerlo a mi lado ahora. Pero sé que de alguna manera lo está. Él me ayudará a manejar todo esto y cumplir con lo que tengo en mente.

Jacob elevó una ceja y preguntó.

— ¿Y qué tienes en mente?

Elevé las cejas y me hice la desentendida.

—Nada que te afecte, Jake.

Nos bajamos del coche y me ayudó con las maletas hasta la entrada principal de la casa. Cuando agarré la maneta de la puerta, la gente de servicio del abuelo me sonrió con ternura y me dieron la bienvenida.

Jake se marchó con una de aquellas sonrisas que me hacía pensar en tiempos pasados.

Fue aquella sonrisa y no otra, la que no me hizo llorar esa noche.

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EDWARD'S POV

—La sala de juntas está llena de periodistas, Edward. ¿Quién va a manejar esto?

Los ojos de Tanya, azules e inteligentes, parecían burlarse de mi estado de nerviosismo.

— ¿Me tomas el pelo? ¿Para que pagamos a esos perros de publicidad? Que se hagan cargo ellos de eso, no me interesa ser primera plana de portadas amarillistas.

Ella bajó la cabeza y se llevó la mano a su boca, maquillada por un rouge de labios imposible.

—Ya eres primera plana de esos periódicos Edward—. Suspiró y parpadeó varias veces, fingiendo una pena que, sabía muy bien, no sentía. —Te has pasado los últimos cuatro años follándote todo bicho viviente que te se ponía a tiro y la discreción no ha sido tu fuerte, querido.

Le lancé una mirada de "me cago en tu puta madre" y cerré los ojos fuertemente, paseándome una mano por la frente.

—Está bien. Si quieren a Edward Cullen, lo tendrán—. Abrí los ojos y esbocé una de mis mejores sonrisas. ¿Como me veo?

Ella sonrió.

—Eres un rompe bragas, querido. Cuando entres en la sala de juntas todas las féminas de la estancia se creerán todo lo que les digas.

Reí de manera irónica y caminé hacia la sala de juntas, acompañado por el repiqueteo de los tacones de Tanya.

Tomé aire varias veces antes de abrir la sala de juntas, pero se me heló la sangre de las venas cuando la vi sentada en la mesa que yo presidía normalmente. La envolvía un aire de suficiencia, su cabello algo más largo de lo que yo recordaba y su figura mucho más redondeada y sensual. El aire se escapó caliente de entre mis dientes, mientras oía la risita de Tanya a mis espaldas. Ella sabía que Bella estaba allí, después de tanto tiempo.

Incapaz de dejar de mirarla, sus ojos llegaron hasta mí y me sentí vapuleado, esa no era la mirada inocente que yo recordaba. Aquella era fría e inquietante. Su boca formó una sonrisa diabólica y juntó sus manos debajo del micrófono que tenía delante.

—Parece ser que el señor Cullen nos honrará con su presencia—. Su voz como cuchillos destilaba un odio atroz. — ¿Verdad señor Cullen?

Decenas de cabezas se giraron hacia mí y por primera vez en mi vida, me sentí intimidado por tantas miradas femeninas. Algunas sonrieron y otras susurraron mientras caminaba hacia la presidencia, para tomar asiento junto a Bella.

—Esto es realmente una sorpresa, señorita Swan—. Susurré, tapando uno de los micrófonos con la mano.

—No te equivoques Cullen, esto es una puta pesadilla, y no es la mía—. Sus ojos inescrutables miraban los míos, pero por más que quisiera adentrarme en ellos, no había nada más que odio.

Forcé una sonrisa y agarré a Bella por los hombros para pegarla a los míos. Los flashes habían comenzado a centellear y, de cara a la galería, debíamos ser un equipo perfecto.

—Suéltame, Cullen —susurró con los dientes apretados y forzando una sonrisa—. Tengo la mano rozando tus huevos, te juro que si no me sueltas vas a gritar, y no precisamente de placer.

Elevé una ceja y no separé ni un sólo dedo de encima de aquellos hombros cubiertos por una chaqueta ejecutiva, al contrario, la apreté mas contra mí. Deseaba saber hasta qué punto la Isabella Swan que se quedó lívida ante mis palabras en Paris había desaparecido.

Algo me decía que, de aquella niña, quedaba poco.

—No suelo dar segundas oportunidades, Cullen.

Noté sus dedos en mis huevos, agarrando con firmeza aquellas pelotas que se habían encogido ante su toque perfecto, las sopesó, haciéndome carraspear y apretó. La muy maldita, apretó mucho...

Fue un acto reflejo, mi rodilla colisionó con la madera caoba de la mesa y mis ojos pasaron a ser dos huevos fritos, aquellos que Bella había estrujado hasta calentarlos y pasármelos de corbata. La solté como si me hubiera pillado los dedos y oí su risilla demoníaca acariciándome los oídos.

—Te avisé Cullen.

La miré con intensidad, ella me había apretado las bollas y aunque el dolor ardía, me había empalmado. La muy jodida tenía ese poder sobre mí... aún lo tenía.

—Buenos días—. La voz de Tanya nos hizo mirar hacia nuestra derecha. —Pueden comenzar la ronda de preguntar por favor.

Una rubia escultural se levantó poniendo en orden sus tetas, me guiñó un ojo antes de comenzar a hablar y yo me limpié las comisuras de la boca, por no lanzar una carcajada.

—Señor Cullen, ¿qué hay de cierto en los rumores que dicen que, con la vuelta de las señorita Swan, nieta del fallecido Aro Vulturi, usted se dedicará a supervisar las filiales de Cullen Ltda. de varios países?

Bien, una buena pregunta. Nada personal, de momento podía respirar tranquilo.

Sonreí de aquella manera que yo solo podía recrear y me paseé las manos sobre mi cabello.

—No es cierto—. Me demoré algo en seguir hablando y miré a Bella, quien observaba a la multitud con indiferencia. —Sin duda la presencia de señorita Swan hará mucho más emocionante trabajar en esta empresa.

La sexy rubia "tengo las tetas como balones", sonrió y agradeció antes de sentarse.

El turno pasó a otra muchacha, esta vez no tan ordinaria y con una sonrisa hermosa.

—Señorita Swan, le doy el pésame por la muerte de su abuelo. Sabemos que estaba usted muy apegada a él.

Miré a Bella, su mirada cambió unos instantes, atisbando algo de dolor en aquellos ojos profundamente marrones, sonrió apenas y agradeció en un susurro a la muchacha de sonrisa ancha.

—Bien, ahora que ha vuelto después de terminar su carrera de derecho en Londres, ¿tiene planeado formar algún cambio en la empresa? Hay rumores muy extendidos que trae su propia asistente personal y que quiere cambiar la manera de manejar de la empresa.

Ella asintió con una sonrisa de depredadora.

—Así es.

Giré la cabeza de nuevo y juro que casi se me cae la mandíbula al suelo. ¿Qué iba a hacer… qué coño qué?

Un bullicio se instaló en la sala y busqué la mirada de Tanya que había estrellado su mirada con la mía, llena de temor.

Negué con la cabeza. No había nada que temer, nada, absolutamente.

—Calma—. Gritó Tanya. —Calma, por favor, si no se calman el presidente y la vicepresidenta, no podrán seguir contentado a la ronda de preguntas.

—No hay más preguntas—. Mi buen humor se había ido a la puta mierda. Quería estar con Bella a solas por muchos motivos; pero ahora el más importante era aquel "así es", que me había vuelto un jodido animal. Me levanté de la silla y agarré a Bella por el codo, haciendo paso y arrastrándola hacia mi despacho.

—Pero... ¡Señor Cullen!—. Una de las periodistas se acercaba a nosotros, pasándose por el forro de las bragas a el vigilante de seguridad.

Caminé unos metros, pero la muy malnacida de la reportera se lanzó contra nosotros y me estrelló la alcachofa en la cara, antes preguntar.

—Señor Cullen... ¿Es cierto que tiene una relación con la ex-mujer del senador JhonTunner?

Me quedé de piedra y miré a Bella, pero ella se soltó de mi agarre con fuerza, y caminó deprisa, dejándome solo con aquella hija de puta, que me había reventado la oportunidad de estar a solas con Isabella Swan.

Continuará...


Chicas,

Aquí tenéis el primer capítulo de la ansiada secuela de Plugged. Disfrutadla tanto como yo.