Título: White blank page
Fandom: The Mortal Instruments
Claim: Jace Wayland. Alec Lightwood. Jace/Alec
Disclaimer: Por mucho que me duela, le pertenecen a la Clare. (Y Alec Lightwood es propiedad de Ellie.)
Summary: Sabes que volverá a pasar. Porque resistirse a Jace es imposible. Y retar a lo imposible, es retar a la cordura.—Drabble, Jace/Alec. Para Analu.
Note: Iniciado por Annie, terminado por Ellie. Yeah, hacemos complemento y ajá. Beteado por Leeh. (Gracias, bonita.)
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«You desired my attention but denied my affections»
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Ni siquiera eres consciente de si esto (los labios de Jace sobre los tuyos, sus manos recorriendo cada centímetro de tu espalda ahora desnuda) es real.
Cuando te besa, sus labios te saben a mentiras nunca dichas y a recuerdos incompletos. A verdades a medias y a dolor agridulce. Te sabe a un «Basta» murmurado contra la piel desnuda que no suena ni medianamente convincente. Te saben a ese dolor sordo que te invade cada mañana (día, noche) cuando no le encuentras a tu lado; a despedida implícita porque el adiós arde a través de ellos y te asfixia de tal manera que no puede ni pronunciarlo.
Y le besas hasta que se te acaban los labios y te duelen los besos. Le besas hasta que no puedes saber cuáles son tus labios y cuáles los suyos, le besas hasta que no puedes más, le besas hasta que con una mano en medio de los dos te corres gritando su nombre, le besas hasta que el mundo se vuelve blanco, hasta que te flaquean las piernas, hasta que el tiempo corre normalmente, hasta que la oscuridad se diluye y deben esconderse nuevamente.
Te deshaces bajo sus dedos cuando te toca. Te besa ahí, en el cuello, donde te palpita el pulso frenéticamente, donde la piel es más sensible, y succiona un poco, lo suficiente para hacer que tu espalda se arquee, pero no como para que una marca quede. Gimes sin poder impedirlo.
Pero él da un paso atrás, alejándose de toda proximidad. Sonríe. No es una sonrisa sincera, no es una sonrisa alegre, triste o indecisa. Es una simple sonrisa (a secas). Su mirada recorre tu rostro, tu mentón, tu pecho, tu vientre. Jadeas, sintiendo sus ojos como si fueran sus labios. Desearías que lo fueran.
Sabes que algo va mal cuando una risa sale de entre sus dientes y se separa de ti, negando con la cabeza. Y es cuando sabes que no es real. El dolor vuelve, más intenso que antes. Se siente como algo físico; algo que ablanda tus huesos, volviéndolos simples esponjas, incapaces de aguantar el peso en tus hombros, tu espalda, tu cabeza...
Él se va. Tu respiración se normaliza y tu ira aumenta.
Tus instintos te exigen golpear la pared. Deshacer algo con tus propias manos, sólo para que otra persona pudiera sentir la frustración que tu sientes.
Pero en vez de eso, te inclinas al piso, recogiendo la ropa esparcida por la alfombra. Arreglas la maraña de hebras negras y respiras una última vez antes de abrir la puerta del armario.
La luz del Instituto te impacta sobre los ojos, dejándote indefenso. Ves a tu hermana a lo lejos, a tus padres, y a miembros del Cónclave. Sonríes a dos que tres personas conocidas e intentas unirte a la celebración del ambiente. Pero tu mirada se cruza con un par de ojos leonados que te miran con obstinación, burla y una pizca de desdén. Los mismos ojos que recorren tu cuerpo, sin que puedas impedirlo. Te sientes expuesto (ahí, frente a más de una persona que te ha visto crecer), sientes que tu piel se enchina y tus sentidos se alteran.
Y lo sabes.
Sabes que volverá a pasar. Porque resistirse a Jace es imposible. Y retar a lo imposible, es retar a la cordura.
