Bienvenidos hipotéticos lectores. Antes de comenzar, os robo unos segundos para presentar el proyecto.
"Los demenciales chicos acelerados" nace del caos que tengo en la cabeza, dónde las historias se crean y se destruyen con una facilidad pasmosa. En este caso, la idea llevaba meses rondándome la cabeza: una serie de oneshots de temática sexual sobre algunas parejas y/o personajes de Harry Potter. Me he decidido a publicarlo pues a veces la inspiración es así, y mientras te niega una historia ("Maelstrom", que aún no he terminado), te alienta a escribir otra. Así que aprovecho a publicar, y así no pierdo el ritmo.
Mi idea es centrarme en parejas poco habituales de la saga, aunque supongo que al final acabaré muriendo al palo de los protagonistas. Además, y como esto va de ir al infierno y tal, creo que meteré también algo de drogas y rock'n'roll. No obstante acepto ideas, así que si os apetece algun momento calenturiento de alguna parejita en particular, no dudéis en dejármelo en un review.
Nada más, gracias por leer y... sed malos.
Disclaimer: como os podéis imaginar puesto que se trata de un fanfic, los personajes de esta historia no me pertenecen.
Advertencia: lenguaje y escenas sexuales explícitos.
1. El hombre en el espejo
- ¿Me estás escuchando Draco?
El chico volvió la cabeza hacia su interlocutora con gesto de molestia.
- Claro que sí – contestó a Pansy – Y no, no tengo ganas de ir.
- Podríamos ir al salón de Madame Pudipié. O subir un ratito a la habitación de las Tres Escobas – se insinuó ella.
- He dicho que no, joder – Draco se sirvió un poco de zumo de calabaza y se lo bebió en silencio.
Por supuesto que iría a Hogsmeade. Pero no podía ir con sus amigos. Debía de ir sólo, pues tenía que encargarse de "regalarle" el collar que el Señor Oscuro le había hecho llegar.
- ¿A quién buscabas? – preguntó Pansy tratando de localizar la zona de la mesa de los Gryffindor que Draco había estado mirando.
- A nadie. ¿Quién demonios esperas que busque en esa mesa llena de zoquetes y sangresucias? – respondió el chico, tratando de disimular sus pálidas mejillas se habían teñido levemente de rojo.
- Seguro que estaba buscando a Granger – Zabini le lanzó la puñalada directa a la mandíbula.
- No Blaise, Granger es toda tuya. Y de tu mano derecha, por supuesto – Draco esgrimió una sonrisa afilada.
Sus compañeros rieron la broma mientras Blaise Zabini agachaba un poco la cabeza. Nadie en Slytherin, obviando a Zabini - cuyo ego miraba a los ojos al del rubio – y algunos alumnos mayores, sería tan insensato como para burlarse de Draco Malfoy abiertamente, pero estaba muy bien visto jactarse de sus ocurrencias.
- ¿Estabas mirando a esa zorra? – la voz de Pansy sonó más aguda y por tanto más irritante de lo habitual.
- No digas gilipolleces Pansy – Draco se apresuró a beber nuevamente de su copa para ocultar su sonrojo.
- No me mientas.
Draco respiró hondo, bebió el resto de su zumo de calabaza y miró a la chica fijamente.
- Sabes que yo solo tengo ojos para ti, mi pequeña arpía – contestó con un aplomo digno de un político experimentado que sabe que aunque lo que diga sea la mentira más grande jamás contada, su actitud convencerá a la audiencia de lo contrario.
Pansy pareció satisfecha y se puso a charlar con Zabini sobre otras cosas que a Draco le importaban más bien poco.
Había esquivado la bala, pero el revólver aún no estaba descargado. A partir de ahora sería más cuidadoso cuando decidiera poner sus ojos en la sangresucia de Granger.
Porque sí, la estaba mirando a ella. Draco no estaba seguro de cuál era la razón. Quizás los nervios que le causaban la misión que le habían confiado sus compañeros mortífagos. Era realmente frustrante, pero no podía evitarlo. La muy guarra tenía algo que lo hechizaba y sacaba su lado más animal. Cuanto más la miraba, con ese aire tan casual y vulgar, más ganas tenía de follársela.
Y es que Draco no se sentía atraído por Hermione, ni mucho menos. Despertaba en él un sentimiento irracional, totalmente deshonesto y despreciable. Fantaseaba con hacerla gritar de dolor, con abofetearla, con escupir en su boca, mientras la penetraba furiosamente. Quería hacerle daño mientras él sentía todo lo contrario. Quería domesticarla, someterla como el ser inferior que era.
Una dolorosa erección lo devolvió a la realidad de la que había escapado. La imagen de Granger sollozando en una esquina, vestida como una prostituta barata, aún le revoloteaba por los ojos.
Necesitaba un polvo, urgentemente. No podía pasearse por el castillo así, con la entrepierna en pie de guerra. Además, un poco de sexo lo ayudaría a relajarse y dormir bien, algo que no hacía desde hacía unas cuantas semanas.
Señaló a Crabbe y a Goyle que se levantaran y se acercó al cuello de Pansy.
- Siento haber sido tan brusco antes. Y siento no poder acompañarte a Hogsmeade. Pero puedo compensártelo – le susurró al oído.
La chica no se hizo mucho de rogar y se agarró del brazo de Draco.
Bajaron a las mazmorras a paso ligero. La excitación de Draco aún no se había evaporado y casi arrastraba a Pansy tras de sí.
En la sala común de Slytherin no había mucha gente, sólo algunos alumnos que llegaban tarde a desayunar. Draco y Pansy subieron al dormitorio de los chicos, acompañados de Crabbe y Goyle, que se apostaron en la puerta obedientes como perros de caza.
Por suerte para los alumnos de su casa, Salazar Slytherin confiaba tanto en su criterio de selección que no vio la necesidad de vetar el acceso a los dormitorios del sexo contrario mediante ningún hechizo. Los Slytherin eran astutos y ambiciosos. Irían a Hogwarts a convertirse en los más grandes magos del mundo. No iban a perder el tiempo en flirteos y arrebatos bajo sábanas, como esos idiotas hormonados que traía Godric Gryffindor.
Cuando la puerta del dormitorio, Pansy se sentó en la cama de Draco y comenzó a desnudarse. Draco se despojó de los justo y necesario. La túnica, la camisa, los zapatos. Se bajó un poco la cremallera del pantalón y se acercó a Pansy. Ella se encargaría de lo demás.
Cualquier otra chica habría esperado que "compensar" significase algo distinto. Habría esperado que Draco hubiera tratado de complacerla. Que hubiera empezado con un beso, una caricia y que después le hubiera hecho disfrutar.
Desde luego, cualquier otra chica no se habría puesto de rodillas a chuparle la polla.
Pero Pansy no era una chica cualquiera. Conocía a Draco desde que eran niños. Sabía lo que le gustaba y lo que no le gustaba. Y sabía que Draco nunca concebiría una relación sexual en la que él no fuera el protagonista, y mucho menos una en la que él tuviera que esforzarse.
A ella no le importaba. Era un pequeño precio a pagar por estar a su lado. Y tampoco estaba tan mal, le gustaba pensar que era la única que conseguía excitarlo. De hecho, apenas había acercado la boca a su cintura y ya estaba empalmado.
Pansy no lo hacía mal, pensaba Draco. Un poco brusca, si no llevaba cuidado se ahogaría. Pero lo hacía bien. Tanto que si no paraba acabaría corriéndose en su boca. Y no era eso lo que Draco quería.
Apartó a la chica con muy poca delicadeza, provocando que la saliva que ésta retenía en su boca gotease hasta el suelo. La empujó contra el colchón de la cama y la giró para ponerla de espaldas. Pansy entendió a la perfección lo que Draco pretendía y se colocó a cuatro patas sobre las sábanas, de frente al enorme espejo con marco de plata que el chico tenía junto a la cama.
Draco no esperó a que ella estuviera preparada y simplemente la agarró de la cintura y la penetró con rabia. Pansy emitió un gemido de sorpresa pero pronto las embestidas de Draco la hicieron olvidarse de nada más que no fueran las manos del chico en sus caderas y su propio aliento, húmedo, contra las sábanas.
Draco cerró los ojos y trató de imaginarse que era a Granger la que gemía escandalosamente. El resultado fue el contrario al esperado pues ahora, demasiado esclavo de sus propios sentidos como para ignorar a quién se estaba follando realmente, sólo pudo sentir un asco atroz cuando la sonrisa de Hermione Granger cruzó por su mente.
Asustado por el simple hecho de haber tratado de imaginarse una aberración como esa, abrió los ojos y se encontró, sorprendido, con su propio reflejo, que le devolvía la mirada desde el espejo. La piel pálida, tersa y sudorosa, los continuos vaivenes de sus caderas. Su pelo rubio platino, brillando con la luz matinal de la ventana. Sus pómulos marcados y su barbilla altiva.
Sin apenas darse cuenta, eyaculó.
Pansy respiró profundamente mientras Draco era presa del mejor orgasmo que recordaba haber tenido en su corta vida. La chica relajó los músculos y se tumbó sobre la cama, con los ojos cerrados, disfrutando de ese instante en el que las endorfinas te superan.
- Te quiero – dijo Pansy, con la felicidad eterna plasmada en cada una de sus facciones.
Draco contempló su reflejo una vez más. Un mechón rebelde había desertado de su perfecto y antinatural peinado y ahora le hacía cosquillas en la nariz. Sonrió, y dijo sin apartar la vista del espejo.
- Yo también.
