PREFACIO
El Dr. Bruce Banner y el genio excéntrico Tony Stark se encontraban en el laboratorio mejorando el traje de Iron Man.
Steve Rogers junto a Clint Barton estaban en el gimnasio en su rutina diaria de entrenamiento.
Thor había vuelto a Asgard para visitar a su padre y corroborar que Loki siguiera encarcelado.
Natasha Romanoff había regresado a Rusia para cumplir una misión que le habían encargado; hace dos años ya que se había ido y no había vuelto a ver a ninguno de sus compañeros. Pero ellos aun la recordaban.
– Escuche que Natasha finalizo su misión, pronto volverá – comentaba Bruce a Tony mientras trabajan en la armadura.
– Siempre será bienvenida aquí – comento como si nada Tony siguiendo su labor.
– ¿No piensas hacer nada?
– Dices así como una fiesta de bienvenida… no es muy de su estilo. – Se hizo el desentendido.
– Sabes a que me refiero Tony, llevas años enamorado de ella y jamás le dijiste nada. Incluso cuando se fue, la dejaste marchar como si nada – le soltó Bruce.
– ¿Qué pretendías? Que le dijera que la amo, que se quede conmigo. Eso era imposible, Nick la envió a una misión y no había marcha atrás, tenía que cumplirla – por primera vez en toda la conversación Tony se detuvo de lo que estaba haciendo para mirar a Bruce – Los superhéroes no podemos enamorarnos.
– No pueden. Pero lo hacen – Bruce se dispuso a salir del laboratorio – el ser superhéroes no los hace menos humanos; sentimos igual que cualquier persona Stark. – Le dijo para luego marcharse y dejar a un Iron Man molesto y frustrado.
En todo este tiempo no hubo un solo día en que él no dejara de pensar en Natasha Romanoff.
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– La agente Romanoff vuelve hoy por la noche, podríamos decirle a la cocinera que le prepare una cena especial. Posiblemente llegue cansada – Steve le comentaba a Clint su idea, esperando que él diera su aprobación al ser quien más conocía a la viuda negra.
– Deja ese estúpido plan de lado. Va a ser un día como cualquier otro – Clint rompió las esperanzas de Steve mientras levantaba pesas – ella llegara, tal vez saludara y luego se irá a dar una ducha y a dormir. Todo seguirá como si nada.
– Como usted diga, es quien la conoce. – Dijo no muy de acuerdo Steve.
Desde que él la había visto supo que era la mujer de su vida. Y también supo que no tenía chances. Ambos eran muy distintos, como el agua y el aceite. Como Norteamérica y Rusia. Como el Capitán América y La Viuda Negra.
Steve Rogers estaba decidido a llevarse a la tumba el amor que sentía por la bella espía.
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Hola, ¿como están? Bueno, soy nueva escribiendo sobre estos personajes así que espero que me den una oportunidad y me comenten que opinan de la historia. Si quieren que la continué o no vale la pena.
