Dedicado a Chimel.

La trama es mía, los personajes no.


Pasatiempo


Por esas razones se dice "nunca digas nunca".

- Nunca me inmiscuiría con alguien de esa insulsa familia…

Y nunca es la palabra que Dios escucha cuando necesita reír con ganas.

¿Qué es lo que sucede ahora? El fuerte cuerpo de él la apresa con sus brazos, conforme sus ojos azul cielo la observan con un brillo particular, muy curioso. Siente un tirón en la boca del estómago, y cosquillas en el resto de su sistema.

- ¿No deberíamos estar insultándonos? Nos detestamos ¿no? – la voz de Pansy es tan sólo un leve susurro para los oídos del pelirrojo, resultado del hecho de estar tan cerca uno del otro. – Un tonto Gryffindor, traidor a la sangre, comadreja, amigo de Potter… - le suelta aquellos reproches sin ningún ápice de ira, como si no le importara. – Novio de Granger – y realmente, lo odia por eso, sólo por eso. ¿Desde cuándo? ¿Cómo es posible?

Y es después de aquella última frase, que las uñas barnizadas de sus manos aferradas a los brazos del muchacho se clavan en su blanca piel. Le deja marcas rojas en forma de medias lunas, que al pelirrojo parece no molestarles.

- Detestable Slytherin, mimada… amiga de Malfoy.

- ¿Por qué estás conmigo ahora? – ni ella tiene una respuesta a esa pregunta, y supone que él tampoco logra dar con ella. O sí, pero no la van a decir.

- ¿Por qué estás tú conmigo acá?

La atracción nace sin más; vuela libre como un virus dispuesto a acoger los cuerpos de adolescentes no inmunes a las hormonas de la edad.

- ¿Pasatiempo? – quizá no es la respuesta correcta, mas es la que ellos aceptan.

- Pasatiempo. – Se sonríen. Y Ron comienza…

La forma en la que sus manos la desnudan y la tocan, no le resulta familiar. La adora con una vehemencia que nunca llegó a ver en los ojos de aquel con el cual compartió varios momentos de intimidad.

Es que son tan diferentes… en todos los aspectos.

La pasión y la lujuria se apodaran de él, pero la ternura y la suavidad no llegan a desaparecer. Así es Ronald Weasley. Y le gusta, le gusta muchísimo.

Siente a sus labios juguetear con los de ella con parsimonia, como si todo el tiempo del mundo estuviera a favor de ellos. Sus roces se esparcen por cada poro de su piel, diseminando caricias que la transportan más allá de todo lo que de verdad existe. La arrastra sin piedad, sin miramientos. La tiene dominada, aunque no quiera aceptarlo.

La boca del muchacho deja marcas visibles sobre su tez; mordisquea su cuello con poca delicadeza, pasando inmediatamente la lengua sobre aquella zona ahora rojiza, con la intención de aliviar cualquier dolor que pudo ocasionar. Su cuerpo joven no tarda en verse libre de toda aquella ropa innecesaria y fastidiosa. Ella desliza sus palmas sobre su blanco pecho con lentitud, pasa por sus pecosos hombros, y las posa en su espalda. Adora su piel pálida, cubierta de pecas y erizada por sus caricias; realmente le gusta.

El roce que Ron propicia sobre sus caderas la hace gemir, volviéndola loca. Él comienza a moverse raudo, sin contemplaciones, entre sus piernas abiertas. La ropa interior es lo único que se interponer entre aquella placentera conexión… quiere arrancárselas; arrojar sus bragas húmedas hacia el otro extremo de la sala y mandar a los bóxers de él junto con ellas.

Ronald tiene otros planes. Siempre tiene otros planes.

Siente su boca asir uno de sus senos con frenesí. Sus dientes alrededor de su pezón la doblegan, le hacen jadear y apretarse más a él. Necesita del idílico placer compartido, que se hunda en ella y se descubran.

- Siempre tu tortura… - mueve sus caderas al ritmo de las de su amante, exigiendo más, deseando más. Aquella intensa fricción arranca un áspero gruñido de los labios del chico.

- Piensas que te odio – el pelirrojo acelera su baile pélvico, antes de detenerse, repentinamente, sin darle tiempo de nada.

- ¿Y acaso no es así? – gime al sentir los dedos de él aferrarse al borde de sus bragas empapadas. Sus oídos se preparan para lo que desea escuchar… sabe que él lo dirá, siempre lo dice. Y ella siempre lo escucha.

- No te odio – su boca se desliza por su abdomen y sus bragas llegan al lugar donde deseaba arrojarlas desde el inicio. La lengua del Gryffindor recorre aquellos parajes exactos que la hacen arquearse contra su cuerpo; las zonas claves para hacerla perder la razón, junto con todo lo demás. No se siente ella misma. Está perdida, y le encanta.

- Ron… - los labios masculinos se posan con apremio sobre su cálida intimidad, sacando de ella pequeños suspiros de placer, después gime, desaforada, entregada con todo lo que tiene. Aferra sus manos a la cabellera pelirroja y empieza a mover sus caderas nuevamente, de adelante hacia atrás, incitándolo a darle más. – Ron… por favor – el realiza una última arremetida con su lengua sobre su botoncito de seda, antes de sentir come el primer orgasmo se la lleva de la habitación. El calor de su vientre y las palpitaciones de sus labios vaginales no cesan con aquello. Necesita mucho más, y él lo sabe. Es un deseo doloroso, una vibración insoportable. Cree que puede morir si no lo posee, si no se une a él, si no se entrega con todo lo que tiene.

- No digas que te odio… - el pelirrojo se apoya sobre su cuerpo, transpirado, sudoroso, acelerado y amado. – eres mi pasatiempo favorito –muerde el lóbulo de su oreja. Pansy cree estar al borde de un abismo.

- Tu pasatiempo favorito… - lo siente acomodarse entre sus piernas. - Debo… decirte que tú eres el mío, ¿cierto? – está empezando a creer que aquello es más que un simple pasatiempo… sí, está segura.

- Tu pasatiempo… - se hunde en ella profunda y rápidamente, casi con rudeza.

El baile es desenfrenado, sus corazones laten escandalosamente. No respiran; jadean y gimen con libertad, los sonidos retumban en las paredes y llegan a sus oídos como una nueva forma de pasión. La fogosidad del acto es aplastante. Sienten que se pierden, y les gusta, les tiene en sus manos aquella sensación.

Cuando la magia acaba y el encanto se rompe, se supone que ya todo debe regresar a la normalidad.

Pansy Parkinson sale de la sala de los menesteres con la barbilla en alto y su mirada clara. El corazón le late desbocado. Para ella, es más que un pasatiempo, y sí, está segura. ¿Cómo pasó? No tiene idea, y tampoco es que importe mucho. Sea como sea que haya ocurrido, ocurrió.

Ronald Weasley se mantiene sentado al borde de la cama. Mechones de cabello se le pegan al rostro debido al sudor y de su espalda se deslizan gotas como cuentas brillantes. Sus mejillas están sonrojadas y los ojos azules brillan como dos gemas recién pulidas. ¿Cómo pasó? También se pregunta, pero tampoco tiene idea. Sea como sea que haya ocurrido, ocurrió.

La verdad es que él nunca pensó que amaría más a un pasatiempo, que a la mismísima Hermione Granger.


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