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Disclaimer: los personajes utilizados en este fanfic no son de mi autoría, pertenecen al Manga Skip Beat, de la gran Yoshiki Nakamura.

Espero que disfruten esta historia, saludos!


Kyoko deambulaba por el salón de aquel enorme hotel donde se llevaba a cabo la reunión de inversores de la empresa de su padre; se movía entre la gente saludando a los caballeros y preguntando alguna que otra cosa sin importancia a las mujeres asistentes a la fiesta, ciertamente tenía un gran don como anfitriona, y es que para una ojousama es algo común codearse con toda la gente importante de Japón.

Ella tenía una gracia indudable, modales perfectos y un refinamiento que relucía aún más al estar vestida con aquel bello kimono rojo con flores blancas, llevando su largo cabello negro suelto, parecía salida de alguna pintura, a sus 24 años, tenía la gracia, la belleza y la sofisticación que todo hombre de buena familia busca en una esposa, pero ella, no estaba interesada en el tema y así es como ya había rechazado más de 20 pretendientes en los últimos años.

Kyoko de pronto se quedó inmóvil, no creía lo que sus ojos veían, ahí estaba él, aquel hombre que alguna vez hizo latir su corazón, aquel corazón que ya creía seco y sin vida. De pronto un flashback apareció en su cabeza, recuerdos de hace 8 años atrás, cuando ella tenía 16 años, pudo verse a sí misma, feliz de la vida, llena de energía. En aquel entonces sus padres insistieron en que tomara clases de matemáticas y aunque ella era muy buena en la materia, no pudo negarse ante las reiteradas exigencias de su madre; para esto contrataron a un joven estudiante para que fuera su tutor.

Kuon tenía 20 años en ese entonces, cuando llego a la mansión de los Mogami a trabajar como tutor de Kyoko, y aunque esta al principio no estaba muy cómoda con su presencia, pronto comenzaron a hacerse más cercanos, Kuon estaba sorprendido por la inteligencia de la muchacha, aun a su corta edad, le fascinaba la forma en que ella se expresaba de forma tan adulta, pero sobre todo lo embobaba su inocencia, casi infantil, su pureza e ingenuidad.

Kyoko se negaba a aceptar sus sentimientos, pero cada vez que veía los verdes ojos de su tutor, su corazón latía a toda prisa. Luego de un tiempo su amor por él era tan grande que hubiera ido al fin del mundo si se lo hubiera pedido. Pero Kyoko era una ojousama, con responsabilidades que cumplir y Kuon era un hombre común sin nada que ofrecerle a alguien como ella y aunque estuvo tentado a declararle su amor, aun no era el momento de hacerlo. Necesitaba algo que ofrecerle a aquella princesa que se merecía todas las bellezas del paraíso y mucho más.

Así que un día sin más Kuon desapareció de la vida de Kyoko y luego de 8 años, había vuelto a aparecer en ella como un huracán que arrasa con todo a su paso, removiendo con él todos los recuerdos dolorosos que ella creía enterrados en su corazón.

–Buenas noches Mogami san, hace mucho tiempo que no la veía –decía un extremadamente atractivo Kuon, que con su traje de diseñador opacaba a todos los hombres que se encontraban en el salón.

–Buenas noches Hizuri san, tiene usted razón, han sido muchos años desde la última vez que lo vi, ¿Qué ha sido de su vida? –preguntaba con cierta frialdad Kyoko, disimulando su curiosidad por saber que había pasado con la vida del rubio en todo ese tiempo.

–No puedo negar que me ha ido bastante bien, me gradué, luego estuve unos cuantos años en el extranjero haciendo un post grado y trabajando al mismo tiempo; y cuando retorné a Tokio me dediqué a trabajar para algunas empresas importantes, ahora tengo mi propia compañía y tengo algunos negocios con su padre, así que creo que de ahora en adelante nos veremos con frecuencia.

Las palabras del rubio retumbaban en su cabeza, ya había pasado una semana desde que lo había visto, "nos veremos con frecuencia" le había dicho él, y no podía dejar de pensar en eso, ¿por qué había vuelto a su vida? Era una cruel broma del destino, ¿acaso Kamisama no la había visto sufrir lo suficiente en el pasado? Lo cierto es que aunque podía disimularlo entre la frialdad de sus gestos y sus palabras, aun lo amaba, aun sentía ese hormigueo cuando él estaba a su alrededor, ese maldito nerviosismo que le hacía sudar las manos, ¿pero por cuánto tiempo más podría ocultarlo?

En el Penthouse de un lujoso edificio, Kuon miraba por la ventana mientras sostenía un vaso de whisky –Mi pequeña Kyoko, estas más hermosa que en mis sueños –cerrando los ojos Kuon podía visualizar a Kyoko en aquel kimono rojo. Ahora tenía todas las armas necesarias para poder hacerla feliz e iba a luchar con todas sus fuerzas para conseguirlo, aunque tuviera que jugar sucio para lograrlo.