Crepúsculo no me pertenece, al igual que ninguno de sus personajes…
Prólogo
Puedes tener el peor de todos los trabajos, pero si te gusta, lo convertirás en el más preciado de todos
Las gotas de sudor perlaban el acalorado rostro de la joven, haciendo que mechones de pelo se pegasen a su frente. Con el cuerpo fatigado, podría haberse rendido pero no estaba dispuesta a abandonar, aquello que tanto había deseado.
-Más lentamente Bella, con movimientos suaves- le decía él con aquella tierna y dulce voz que siempre dedicaba a su alumna aventajada
-Es que me resulta muy difícil, se que estoy a punto de…
-Se que estas ansiosa, pero debes ir con cuidado. No querrás romperlo ¿verdad?- aquella pausada y cálida voz viril reprochándola por su falta de tacto la ponía nerviosa, haciendo que en ocasiones olvidase la teoría que sabía a la perfección- En este trabajo la paciencia es fundamental, de lo contrario te desesperarías. Piensa que en ocasiones puede que tus esfuerzos sean inútiles.
Su mentor tenía razón, debía reducir el ritmo y ser más delicada en sus movimientos, de lo contrario podía no obtener los resultados óptimos.
El calor abrasador era casi insoportable, los rallos del sol enrojecían la sensible y pálida piel directamente expuesta de la muchacha. Se sentía sedienta y agotada por el duro trabajo.
-Bella, dame la mano, déjame guiarte y enseñarte como se hace- el hombre que la acompañaba le tomó la muñeca y la guió, desplazándola con cuidado sobre la pieza aún semienterrada- así , ¿lo ves? Si te precipitas o eres poco delicada podrías dañar el posible hallazgo. Piensa que se trata de un objeto que ha estado sepultado bajo la arena por mucho tiempo. En ocasiones si pretendes desenterrarlo demasiado rápido podrías retirar junto con la arena los pigmentos de color que recubren los objetos
-Si, profesor Cullen, lo tendré en cuenta- respondió ella mientras continuaba la tarea sola
Bella contempló a su profesor mientras se alejaba de ella en dirección al resto de trabajadores de la excavación, pensó en cuanto lo admiraba, cuanto deseaba algún día llegar a ser tan profesional como lo era él.
Carlisle Cullen era toda una eminencia en el campo de la arqueología, un erudito de la materia, licenciado en Oxford con la nota más alta de su promoción y que ahora ocupaba una cátedra en la universidad de Washington. No había historiador que no reconociese su nombre o hubiese consultado en alguna ocasión alguno de los numerosos manuales que había escrito. El profesor Cullen era un apasionado del tema, hablaba de la historia como si de una excelente amante se tratase, y esta misma ilusión la transmitía a sus alumnos en las aulas.
Se trataba de un hombre cercano a los cuarenta pero de aspecto cuidado y juvenil. Poseía una complexión delgada pero a la vez fuerte, con músculos trabajados y bien delineados sobre una cremosa piel. En ocasiones mechones de su cabello dorado y suave caía sobre sus ojos marrón caramelo, casi dorados provocando suspiros entre sus numerosas admiradoras. Carlisle poseía una belleza digna de una escultura clásica, con sus rectas facciones y su deslumbrante sonrisa, motivo por el cual la mayoría de alumnos en sus clases eran del sexo femenino. Y según estas mismas señoritas, las pequeñas arrugas que se formaban en su frente cuando se concentraba demasiado le hacían verse como un hombre extremadamente interesante, al igual que las diminutas gafas que usaba cuando trabajaba sobre algún documento.
Todos estos atractivos físicos juntamente con un cierto aire misterioso y su bien conocida fortuna familiar lo hacían un hombre enormemente deseado por las féminas.
De infinita paciencia y cultivada inteligencia, Carlisle ponía mucho empeño en intentar conceder una oportunidad a todos aquellos alumnos que mostraban aptitudes para destacar en este trabajo, como era el caso de Bella posiblemente la más impaciente de sus pupilas.
Así que por eso se encontraba ella allí, con unas notas inmejorables desde el inicio de su carrera. Carlisle había detectado su potencial y especial interés. Confiaba en ella, le recordaba a sus inicios y por eso le concedía privilegios que no poseían otros alumnos. No esperaba de ella nada que Bella misma no fuese capaz de conseguir.
La península del Yucatán, donde se encontraban trabajando, acostumbraba a tener un clima cálido, moderado por los vientos alisios, y en el cual, las precipitaciones máximas se recogían durante el verano. Estas dos semanas, por el contrario, se había registrado máximas tan altas como hacía mucho que no se veían, los días habían sido extremadamente arduos y sin una brisa que suavizase el sofocante calor. La lluvia no había hecho acto de presencia en todo el mes de agosto y aquello parecía aumentar los grados por la sequedad ambiental.
No obstante, la fisonomía de la roca y el suelo facilitaba la labor de excavación, puesto que al tratarse principalmente de calizas, de poca dureza, requería menos medios. Por esto mismo, la casi ausencia de vegetación en la zona en que se encontraba la compañía colaboraba a facilitar las labores.
-¡Profesor Cullen! Creo que tengo algo- Carlisle había dado instrucciones a los estudiantes en prácticas, como era el caso de Bella, que si encontraban algo debían avisarlo y a continuación proceder tal y como indicaban los manuales.
-Fantástico Swan- dijo acercándose y situándose tras ella- ¿Que crees que es?
Se trataba de un objeto rectángula que mediría unos cuarenta centímetros aproximadamente, de piedra maciza realizado en una sola pieza. Tallado por los artesanos aztecas, bastante diestros en el arte de la cantería mostraba con todo lujo de detalle una figura central de aspecto semihumano. La representación del dios se basaba en la figura de un hombre con un tocado que casi cubría su rostro en forma de cabeza de serpiente, vestía un atuendo igualmente peculiar representado como una capa con miles de plumas.
La piedra mostraba dos colores, como si la parte de el cuerpo hubiese sido recubierta con pigmentos de un color azulado mientras que la cabeza se mantenía de un cierto tono terracota. El objeto tenía una cierta semejanza a las representaciones totémicas de los indios americanos.
Bella estaba emocionada por su primer descubrimiento, apenas podía hablar. Había soñado con aquello desde pequeña y ahora por fin su sueño comenzaba a tornarse realidad. Respiró hondo, puso sus ideas en orden y procedió a responder; esta era su oportunidad de demostrar todo lo que valía y sabía.
-Yo…- Pasó uno de sus pinceles por encima de la piedra que comenzaba a aparecer, retirando las impurezas para poder observar con mayor detenimiento los detalles de la pieza y su forma- yo diría que se trata de una escultura ceremonial probablemente, puesto que parece hecho en piedra y ese era su principal uso- La chica se detuvo a la espera de una señal que corroborara su teoría
-Sigue, ¿que más ves?- el profesor la instó con una sonrisa ante el acierto de la chica
-Pues…por la zona en la que nos hallamos, los descubrimientos de distintas cronologías…no se. Para datarlo sobre el terreno y ubicarlo en una cultura concreta yo me fijaría en el grabado, las representaciones… - se giró y alzó la mirada para encontrarse con el reconocimiento en los ojos de su mentor- Podría tratarse de un dios central, me atrevería a decir que es el dios azteca Quetzalcóatl, la serpiente emplumada que, de acuerdo con la mitología azteca, creó todas las formas vivientes.
-Así que, según tu, estaríamos ante un objeto azteca usado en alguna ceremonia- reflexionó Carlisle en voz alta- estoy de acuerdo- entonces vio como la expresión de su aprendiz pasó de la preocupación y la concentración al alivio y la satisfacción de si misma- ¿Que es lo siguiente que harías?
-Pues una vez desenterrado hay que tomar fotos del objeto en las condiciones en que se ha encontrado y dibujarlo, después se procedería a limpiarlo más exhaustivamente y volveríamos a tomar fotografías, esta vez ya de todos los planos y detalles del objeto, por si fueran necesarias para una posterior restauración o para su estudio
-Magnifico, corre a por la cámara y sigue el procedimiento
-¿No lo harán el resto de profesores y entendidos?- preguntó confundida
-Es tu primer hallazgo, pueden hacerlo ellos si quieres pero pensé que te gustaría
-Si, yo lo haré, gracias profesor- e impulsivamente la chica le dio un beso en la mejilla mientras salía corriendo en dirección al improvisado toldo donde se hallaban los útiles que necesitaba.
Carlisle la observó alejarse mientras sonreía y se tocaba la zona donde Bella le había besado.
-Esta chica es demasiado impulsiva, si no aprende a controlar esos impulsos tendrá problemas- murmuró para si
Bella tomó las fotos necesarias y después procedió a limpiar minuciosamente aquella figura de piedra tallada con grabados. Puso atención y delicadeza en cada movimiento, aún con manos temblorosas desempolvó la estatuilla con tanto cuidado que parecía que estaba tratando con un pequeño animalillo.
Después de todo, el esfuerzo había tenido una gran recompensa. Tomó una última fotografía con su teléfono móvil y se la mandó a su mejor amiga en Washington, a la cual echaba muchísimo de menos.
"Alice mira, mi primer gran logro, camino de ser famosa XD. Te extraño, besos. Bella"
Su primer logro, si, pero no sería el último. A partir de ese momento los estudios y la carrera profesional de la joven Isabella Swan avanzaron triunfo tras triunfo hacia el éxito.
Concluyó sus estudios en la universidad de Washington en los cinco años reglamentarios con unas excelentes calificaciones, de las mejores de su promoción. Además el profesor Cullen se encargó de que a su mejor alumna no le faltase el trabajo.
Nada más terminar la carrera pasó seis meses en España donde a parte de aprender el idioma trabajaba en la restauración de unos antiguos baños árabes en Córdoba. Después viajó al Cairo, donde se empleó como guía turística y posteriormente asesora de el museo de la ciudad. Dos años después volvió a Washington donde pasó a ejercer su docencia como profesora de historia antigua en la Universidad que la había visto formarse, este trabajo llevó aparejadas algunas expediciones arqueológicas con objeto de recuperar valiosas obras históricas para entregarlas a los museos que la contrataban. Escribió diversos tratados sobre arqueología y colaboró en las más importantes revistas científicas.
Desde pequeña se había sentido fascinada por la historia, atrapada por los relatos de tierras lejanas con reyes que intentaban doblegar a la iglesia bajo su voluntad, revoluciones…
Siempre había sido como un pequeño ratón de biblioteca, enterrada bajo un montón de libros de historia, prefería quedarse en casa leyendo o viendo documentales que salir con las niñas de su edad a jugar a la calle. René se preocupaba pensando en la actitud antisocial de su hija pero Charlie siempre intentaba tranquilizarla, él entendía lo que era tener un sueño, se sentía orgulloso de que su hija tuviese tan claras las cosas.
En ocasiones Bella había perseguido a Jacob Black, su amigo de la infancia, para que le explicase historias del folklore de su cultura, los Quileutes, y aprender sus tradiciones.
Durante el desempeño de sus trabajos y sus numerosas expediciones, la ahora profesora Isabella Swan fue forjándose un nombre y una muy buena reputación entre los entendidos en la materia. Llegaron incluso a considerarla la sucesora del profesor Cullen. En los círculos académicos algunos la comenzaron a apelar como "la reina sin tiempo" debido a que por sus grandes conocimientos en ocasiones parecía haber vivido en aquellas lejanas épocas, haber sido la soberana de aquellos remotos tiempos pero a la vez sin pertenecer a ningún reino real.
-Cuidado, suavemente- ahora era ella la que daba indicaciones a sus alumnos sobre la forma apropiada en que debían desenterrar un objeto, el instrumento optimo para cada momento o los materiales apropiados para la restauración. Se sentía orgullosa de si misma y satisfecha con lo que había conseguido a pesar de las vicisitudes que la vida había interpuesto en su camino.
Ya era una mujer que rondaba la treintena, con ojos marrones al igual que su largo y ondulado cabello, de un intenso tono chocolate. Poseía una figura pequeña y estilizada de a penas 1'65, esculpida en una nívea piel que contrastaba con el color de su pelo. Sus labios carnosos y sonrojados destacaban en la palidez de su rostro de facciones marcadas, que con los pómulos angulosos le daban aspecto de mujer con carácter. Se sonrojaba con facilidad lo que en ocasiones, junto a las pequeñas y casi inapreciables pecas que cubrían su pequeña nariz y parte de los mofletes le daba el aire de una dulce e inocente niña.
Era una chica hermosa aunque ella misma no era consciente de ello. Sus sinuosas curvas solían estar enfundadas en trajes de falda y chaqueta cuando daba clases en la facultad y vaqueros y cómodas camisetas de algodón cuando se encontraba fuera.
Ese era el carácter de la joven Bella Swan, práctico, decidido, fuerte y seguro. Justo lo que se necesitaba para su trabajo.
-Entendido profesora
Mike el nuevo alumno de practicas era como un torbellino de energía, demasiado activo. Pretendía hacer las cosas demasiado rápido y en ocasiones la volvía loca.
-Imagina que se trata del cuerpo de una mujer, debes ser suave y cuidadoso, usa movimientos pequeños y tranquilos- aquello era lo que alguna vez había escuchado que Carlisle les decía a los chicos que trabajaban con él, tal vez a Mike también le fuese útil el comentario
Mike reemprendió su tarea con más cuidado, sin lograr aún hacerlo correctamente. Bella se posicionó tras él y tomándole las manos le mostró la forma correcta de manejar el objeto mientras le guiaba. El muchacho sintió que la piel le quemaba en aquellos lugares donde entraba en contacto con la de ella, una sensación extraña y placentera que le hizo evidente la atracción física que sentía por su joven profesora.
Una atracción que se había manifestado en él desde el primer momento, desde que entró en su clase cuatro años antes.
Para Bella, la tensión en el cuerpo de su alumno no pasó desapercibida. Respiró hondo, trató de mostrarle la técnica rápidamente y le soltó.
En su trabajo pasar muchas horas con los estudiantes. Se dijo a si misma que debía tener cuidado, no dar señales que la mente del joven pudiese confundir. Se sintió además mucho mas aliviada cuando pensó en llegar a casa y encontrarse con su novio, Jacob, que le hacía olvidar todos los males del mundo.
