Holu, yo por aquí jodiendo (?) nah bueno. Quise volver No.6 un cuento de hadas y… esto fue lo que salió, la cantidad de capítulos dependerá por supuesto de si uds quieran que siga o no, así que ya saben ¿quieren más? Pues les toca pedirlo, si no piden no les doy, ñaca ñaca.

De verdad espero les guste a pesar de que sea una cursilería total.

Advertencias: YOLO (?) ok no, nada, no tiene nada malo además del azúcar que me den ganas de ponerle, sin embargo quizás en el futuro quien sabe, como dije, será largo si así quieren que sea c:

Disclaimer: No.6 no es mío *sniff* ya que.

Capítulo I: Había una vez…

Hacía mucho tiempo, escondido entre la espesura del bosque y la belleza de los blancos lirios, se ubicaba un hermoso y pequeño lugar el cual era conocido como el reino del oeste; este era gobernado por dos soberanos de buen corazón, quienes con sabiduría y bondad mantenían la paz entre sus habitantes.

Hacía 12 años, el cielo les había bendecido con un primogénito; un pequeño de cabellera café oscura y ojos violeta que a vista de sus padres era completamente encantador, sin embargo un terrible maleficio cayó sobre el joven príncipe que hizo que el aspecto del cabello del pequeño cambiase, al mismo tiempo que una cicatriz en forma de serpiente rodease su cuerpo. El rey y la reina entraron en alivio al saber que no era mortal al instante, sin embargo, si aquella cicatriz llegaba a dar la vuelta por completo al cuerpo del príncipe el moriría.

Según los hechiceros del reino, la única cura era que el príncipe recibiera el beso de su verdadero amor antes de llegar a la edad de 17, de lo contrario, en el mismísimo día de su cumpleaños este perecería. La consternación era evidente en los ojos de ambos progenitores, y no era para menos ¿cómo podrían conseguir en su juventud alguien tan especial para el joven? Era evidente que era una cuestión que ninguno de los dos podría forzar, sin contar que él era su amado y pequeño hijo, futuro heredero al trono, tendrían que tomar cartas en el asunto.

La infancia del pequeño, sin embargo, fue muy feliz. Todos en el reino trataban muy bien al príncipe, al cual admiraban por su inteligencia y bondad, el pequeño todos los días mostraba una gran sonrisa a pesar de todo y su gente sabía que él se convertiría en un gran rey. Todas las niñas del reino jugaban con él, en parte porque así era dictaminado, y en parte porque él era muy dado con las personas. Entre todas ellas la más importante era la pequeña Safu con quien pasaba la mayoría del tiempo jugando, platicando, leyendo y compartiendo por lo general su tiempo. La pequeña era una niña que vivía con el guardabosques del pueblo junto a su abuela, era evidente que ella quería muchísimo al príncipe, por lo que sus padres se sentían aliviados ¡quizás ella era a quien se refería la profecía! Por lo que ya no temían tanto por el bienestar de su hijo.

O al menos eso era lo que pensaban.

Un día, el pequeño decidió dar un paseo por el reino en soledad, su usual amiga se encontraba bastante enferma y no era capaz de moverse de sus aposentos, sin contar que uno de los sirvientes del castillo le había dicho al albino que, en el bosque, podía encontrar muchas hierbas medicinales para ayudarla a recuperarse, y por supuesto nuestro valeroso príncipe no podía simplemente ignorar aquello ¡tenía que salvaguardar el bienestar de su más preciada amiga! Por lo que iría él mismo a buscar las hierbas que le ayudarían a recuperarse.

Salió muy temprano en la mañana, viendo curiosamente como la gente del pueblo empezaba con sus labores diarias y le saludaban con una sonrisa ¡de verdad quería mucho a su gente! Esperaba, al ser más grande, poder cuidarlos tan bien como sus padres lo hacían, quizás era esto mucho pedir, pero no podía estar del todo seguro, sin embargo era el sueño que más se repetía en su sub-consiente.

Apenas entró al bosque bajo de su caballo, caminando ahora a su lado buscando dos cosas: un lugar donde el animal pudiese beber agua y, por supuesto las hierbas para curar a su preciada persona. Por un momento entró a una parte del bosque que no conocía del todo, la espesura se le hacía sorprendente y su innata curiosidad le hizo investigar un poco más a fondo el fascinante lugar.

Los pequeños animales del bosque se dieron cuenta de inmediato de su extraño visitante, el príncipe encontró encantadores a todas las pequeñas ardillas y… ¿eran esos roedores? Que salían desde las inmediaciones, sin contar que toda el aura mágica no hizo mas que fascinarlo, de manera que cuando su amiga se mejorase en definitiva tenía que llevarla a ese lugar…

¡Oh, y hablando de Safu, la medicina!

Apenas recordó, el pequeño Shion examinó todo el lugar hasta dar con la planta que le había descrito su sirviente, al verla sonrió y la guardo en el pequeño bolso de cuero atada a la silla de su caballo. Acabada la tarea ahora se disponía a buscar algún arroyo donde darle de beber.

Caminó por un largo rato hasta encontrar finalmente un fino lago de aguas cristalinas, de inmediato su sediento compañero se dispuso a beber y el joven príncipe se dispuso a esperarle el tiempo que fuese necesario. Lo que no sabía es que ese hecho cambiaría su vida de forma casi radical.

Al esperar escuchó perfectamente el sonido de alguien… ¿llorando? No muy lejos de él, de manera que, nuevamente movido por la curiosidad, se dirigió rumbo al origen de aquél ruido. Sus pasos eran lo más sigilosos posibles, al mismo tiempo que buscaba con la mirada hacia todos lados de donde podría ser la procedencia de aquel llanto. Pronto sus ojos encontraron una figura que no encajaba con el bosque y que, por supuesto, era el punto de su nueva búsqueda.

Era una figura pequeña, delgada y en apariencia muy fina, con solo verle podría entrever que era de menor tamaño que él. Su cabello era oscuro y de apariencia azulada llegándole hasta los hombros, aunque no podía ver del todo su rostro en la posición en la que estaba, vestía algo parecido a un camisón blanco que caía hasta sus rodillas y luego… luego dirigió su mirada a Shion quien de inmediato atinó a sonrojarse.

Tenía la cara llena de tierra, sin embargo la belleza de la criatura era algo que nunca había vislumbrado; tenía un rostro muy fino y de apariencia frágil, unos profundos y fascinantes ojos grises en los que era quizás demasiado fácil perderse, enmarcado por finas y muy largas pestañas, sus mejillas tenían un ligero rubor cubriéndolas y su expresión denotaba entre tristeza y miedo repentino.

Resumiéndolo; era la niña más hermosa que el príncipe hubiese visto en su vida.

- ¡¿Quién eres!? – el príncipe derrepente se congeló, no sabiendo que era lo que más le sorprendía: si la pregunta, el tono amenazante con el que estaba hecha, o la voz de la persona en cuestión ¡era una voz muy grave! Una voz hermosa, sin duda alguna, pero muy grave, no iba para nada bien con su imagen… momento ¿entonces se trataba de un chico? ¿pero cómo era eso posible?

- S-Soy el príncipe del reino cercano… no tengas miedo yo…

- ¿Miedo? ¿de ti? ¿Quién crees que soy? –derrepente, con una daga en mano se acercó hasta el príncipe, que antes de poder parpadear ya estaba bajo el otro chico, con el arma cerca de su cuello en menos tiempo del que pudiera creer

Sin embargo, el príncipe noto que varias zonas del cuerpo del más pequeño se encontraban sangrantes ¿pero qué había ocurrido? No podía estar seguro, de momento tenía que salir de aquella situación… pero también quería ayudarlo, se veía tan delicado que simplemente no podría dejarle así.

Más le valía a su mente idear un plan rápido.