Autora: Naleeh
Título: Her Name
Género: Acción/Aventuras/Angst
Summary: Tras la repentina desaparición de su capitán, la teniente Kusajishi emprenderá un viaje a través de la memoria y las calles de su niñez, acompañada por quién menos habría imaginado. Todo por traerlo de vuelta.
N.A: Esta es una historia situada en un futuro algo lejano. Los protagonistas principales han crecido y aparentan un físico adolescente.
No contiene spoilers.
HER NAME
Capítulo 1
Cuando en la reunión matinal había dicho que estaba nerviosa, nadie le hizo caso.
Lo repitió al menos unas once veces, pero lo único que consiguió fue una de las típicas miradas que solía dirigirle su vicepresidenta. Esas que dejaban clavado en el posadero del asiento a cualquiera.
No a ella.
Para los demás, el hecho de que manifestara su nerviosismo a través de las palabras no significaba nada. Lo habían asociado a aquello que llamaban hiperactividad. Sin embargo, ella sabía que no tenía nada que ver con aquello.
Ese impaciente temblor de su estómago, la sensación de vacío, la ansiedad que la envolvía oprimiéndole el pecho sin dejarla respirar… Era algo nuevo, extraño y molesto. Quería deshacerse de esa horrible tensión que había definido como "nervios".
Pero a medida que el sol avanzaba en el cielo, se iba convenciendo de que no podía tratarse de eso. Puesto que a cada minuto, la desquiciante angustia se agudizaba.
No pudiendo calmarse; notándose cada vez más a merced de su propia estupidez, decidió terminar con ella.
Avanzó a paso ligero hacia el cuartel de su división. Tan rápido, que ni siquiera las perladas baldosas llegaban a sentir el peso de sus sandalias sobre ellas, y pasaba a ser una ráfaga de aire: el desequilibrio de la suave brisa primaveral.
No obstante, por más que se empeñaran sus subordinados en compararla con el viento, ella sabía que no era cierto. Ella era más poderosa que él. Kusajishi Yachiru había nacido bajo la influencia del mar. Y el agua, si se retiene contra su voluntad, es capaz de emerger enfurecida devastándolo todo a su paso.
No viendo calmada aquella incesante agonía ni tras la larga carrera, la adrenalina que bombeaba el organismo de la chica en aquellos instantes, iba a ser comparable con la fiereza del tsunami que arrasaría en breve con la décimo primera división.
Sin dudarlo ni un segundo, le propinó a las pesadas puertas de madera una patada y se descorrieron al instante.
Algunos de los miembros que se encontraban en ese momento ociosos, largos en el entarimado del pasillo, se apresuraron en pegar sus frentes al suelo a modo de reverencia.
Los miró de reojo sintiendo hacia ellos una inusual lástima, y pasó de largo pisoteando sus larguiruchos cuerpos.
Con el paso de las décadas, la pequeña teniente se había convertido en una joven esbelta de envidiables proporciones. Su pelo se había aclarado y ya no era tan rosáceo como antaño. Ahora le cubría hombros y mitad de espalda dibujando graciosos giros que se volvían hacia arriba en pequeños remolinos.
Había pasado a ser la envidia de muchas novatas y el deseo del sexo opuesto en todos los escuadrones de la corte. Sin embargo, eso no cambiaba en absoluto la relación entre ella y cualquier otro miembro del Gotei 13. Cabría añadir que incluso sus subordinados habían llegado a temerla y respetarla aún más que antes. Y eso le gustaba.
Ya no podía colgarse de la espalda de su mejor amigo y capitán. Tampoco podía saltar por encima de los cabezones de sus oficiales; hasta las ruedas de la vaina de su zampakutou, habían pasado a convertirse en uno de los regalos de cumpleaños de Ikkaku, que curiosamente usaba como posa vasos.
A pesar de todo esto, Yachiru seguía siendo la alocada y divertida teniente de siempre, que no vacilaba a la hora de poner motes y expresar sus ideas de forma poco ética. También seguía siendo el ojito derecho del capitán, el cual continuaba brindándole el mismo afecto y cuidaba de ella tanto o más, que ella cuidaba de él.
Se necesitaban. Desde el primer día en que se conocieron habían sido inseparables. Habían avanzado juntos. Se habían abierto paso entre la tempestad. Siempre uno al lado del otro.
Nada en el mundo iba a cambiar eso. Ni una guerra, ni el fin del mundo… Ocurriera lo que ocurriera, su alma siempre viajaría con la suya.
Es por eso, que al descorrer la puerta que daba al despacho de Zaraki Kenpachi, la joven teniente comprendió el motivo de aquel vacío.
No se creyó morir. Tampoco notó su espíritu desprenderse de su cuerpo, puesto que ya estaba lejos. Lejos de allí…
Él se había ido.
Tras unos minutos contemplando la nada, con la mente en blanco, reaccionó.
Su capitán se había ido. La había abandonado. La había dejado sola.
Estaba sola.
Comenzó a caminar en círculo por el interior de la habitación, con los ojos casi fuera de sus órbitas.
¿Por qué¿Por qué había hecho algo así?
¿A dónde había ido…
… sin ella?
Su corazón le aporreó con fuerza el pecho, dándole la respuesta.
Allí…
Por primera vez en su vida sintió miedo. El pánico se apoderó de ella.
Era una sensación tan insólita e irracional como aquel vacío que seguía presente. No tenía nada que temer puesto que él era fuerte. Ella era fuerte…
Pero no estaban juntos.
Incapaz de permanecer ni un minuto más atrapada entre esas cuatro paredes, destrozó la puerta con rabia, ante la atónita mirada de algunos shinigamis que pasaban por allí, y corrió en busca de las únicas personas que podían ayudarla.
Sabía que por más que tratara de explicarle a cualquiera la desaparición del capitán, no conseguiría que lo entendieran. La tacharían de lunática, ya que era normal que un hombre de alto cargo como él, saliera enviado en misión y desapareciera sin avisar, dejando abandonado el cuartel. Y aunque alguno de ellos, consiguiera comprenderlo y la creyeran, jamás la acompañarían a buscarlo.
Ya no quedaban shinigamis en el mundo con ganas de morir. Los días de paz los habían ablandado. La mayoría de los aparentemente fuertes, integrantes de la división once, no eran más que unos cobardes incapaces de dar su vida por nadie.
Aquello de morir por el orgullo de la división, bajo el mando de Kenpachi, era algo que ya había quedado muy atrás en el tiempo.
Pero para aquellos shinigamis que habían vivido la guerra, y los horrores del mundo a lo largo de décadas y décadas, éste sentimiento permanecía. Aquellos que habían sobrevivido… Ellos sí conocían el significado de esas palabras.
Justamente en ese instante, uno de ellos descansaba a la sombra de una enorme encina.
Nadie que no lo conociera en profundidad, habría dicho que en su interior cabía lugar para esas palabras.
Era la excepción que confirmaba la regla.
Las estilizadas manos que sostenían con suma elegancia la pluma estilográfica, que se movía bailando silenciosamente sobre el papel del diario, nunca a ojos de nadie habrían teñido las calles con sangre enemiga. Tampoco en su rostro de agradables facciones, había ni una sola cicatriz o arruga que dejara entrever los estragos de las guerras y los años.
Pero así era.
Y ella sabía que era una de las pocas personas que podía ayudarle.
"¡Ey, pavito-chan!"
El hipnótico baile de la pluma sobre las hojas, se vio interrumpido de forma tan busca, que el papel se rasgó y quedó emborronado con una gigantesca gota negra.
Ayasegawa Yumichika apretó los dientes indignado, y sacudió el diario para que la tinta no echara a perder el resto de su obra.
"¡No me llames así!" –la reprimió irritado, por el mote que le acababa de endosar su teniente. – "¡Puede oírte alguien!"
Así que dijo esto, se arrepintió profundamente. Sabía lo que ocurriría a continuación.
Aquella endiablada chica se pondría a canturrear su estúpido apodo a voz en grito y a los cuatro vientos, a pura mala idea, para que su reputación se hundiera en las profundidades.
Era uno de los pasatiempos favoritos de Yachiru y jamás perdía estas oportunidades. Sin embargo, esta vez fue diferente. La tortuosa repetición de aquella palabra nunca llegó a sus oídos.
La joven se quedó muda y clavó en él sus inmensos ojos castaños.
Yumichika se quedó helado.
¿Estaría soñando¿Su teniente le había obedecido?
No… eso era imposible. Por mucho que Yachiru hubiera crecido, su cerebro seguía padeciendo el síndrome de Peter Pan.
Además, la chica no reía. Tan sólo esbozaba una media sonrisa involuntaria. Es decir, estaba seria.
"¿Ocurre algo malo?" –se aventuró a decir finalmente.
La joven siguió sosteniéndole la mirada con intensidad.
Finalmente habló:
"Kenchan se ha ido."
El oficial no contestó. Tan sólo se quedó unos instantes pensativo, tratando de desentrañar el verdadero motivo por el cual la teniente Kusajishi estaba tan rara. No comprendió lo que realmente significaba lo dicho, así que ignoró por completo la revelación de la joven.
Lo único que logró sacar en claro, es que tal vez por todos aquellos asuntos de la luna y el cosmos, la chica estuviera en uno de esos días…
Yumichika arqueó una ceja molesto.
¿Tenía él pinta de saber sobre el tema?
Seguro que algún desgraciado se la había enviado para reírse un rato de él. Cuando descubriera quién había sido, se lo haría pagar infinitamente caro. Si la cabeza de aquel tipejo, terminaba adornando las paredes del cuartel de la división doce, era porque se lo había ganado a pulso.
"No creo que yo sea la persona más indicada para darte consejos¿Sabes? Deberías hablar con Rangiku. Ella es mujer y le van más ese tipo de cosas…"
No pudo seguir hablando. La teniente le propinó una buena patada en el estómago.
"¡Idiota¿Es qué no me has escuchado¡Kenchan se ha ido!" –repitió histérica.
Yumichika se incorporó, aún dolorido por el golpe y contempló a la chica con los ojos increíblemente abiertos.
"¿Se ha ido?" –repitió sin entender. – "¿A dónde?"
Ahora la media sonrisa de la chica se esfumó por completo.
"Allí…"
El oficial notó un escalofrío recorrer su espalda. El tono con el que había pronunciado la palabra, era más que suficiente para saber a qué lugar se había dirigido.
Definitivamente, su capitán se había vuelto loco.
"¿Lo sabe alguien más?" –preguntó, comenzando a alterarse.
La chica negó fuertemente con la cabeza.
"¿Para qué cojones habrá vuelto ahí? No lo entiendo… ¿Estás segura, no?"
Como respuesta lo fulminó con la mirada.
"Está bien… Espero que no tarde en regresar, sea lo que sea que haya ido a hacer…"
"¡Nada de eso¡Tenemos que ir a buscarlo!" –le espetó ella.
"¿Qué!" –exclamó el otro. – "Estarás de broma. Yo no pienso volver a ese lugar tan asqueroso. ¡Es un suicidio!"
"Pero…"
"El capitán sabe cuidarse solo. Sabe lo que se hace. Ya volverá." –argumentó, volviendo a coger su diario y acomodándose de nuevo en el tronco del árbol.
Yachiru lo contempló indignada.
"Es una orden." –le dijo autoritaria. – "No te diría de ir en su busca de no ser que presintiera que va a ocurrir algo malo. Ve a buscar a Ikkaku, partimos de inmediato."
"Espera… ¿Lo estás diciendo en serio?" –insistió el otro, sin moverse del sitio. – "¿Volver ahí¿YO? Sólo soy un simple oficial…"
Esta vez la chica lo tomó por el cuello del kimono con brusquedad, obligándole a mirarla a los ojos.
"Ve a buscar a Ikkaku…" –le ordenó furiosa.
El aura de su descomunal reiatsu era perceptible desde varios kilómetros a la redonda. Hacía tiempo que no perdía el control de esas maneras. Eso la convertía en alguien terrible.
"Está bien…" –concluyó el hombre, viendo que tenía todas las de perder. – "Pero tu querido calvito está fuera del Seireitai y no volverá hasta esta noche o mañana. Así que tendremos que esperar."
La joven soltó a su oficial y en su rostro volvió a dibujarse una sonrisa.
"En cuanto cabecita de billar regrese, iremos a buscarle. Estate preparado." –concluyó, alejándose de allí y entrando una vez más en el cuartel.
Se encaminó de nuevo hacia el despacho de su capitán.
El haber hablado con Yumichika la había tranquilizado un poco, pero esa falsa tranquilidad se fue esfumando poco a poco, a medida que el recuerdo de Kenpachi la sorprendía detrás de cada puerta, cada pared y rincones del cuartel.
Yachiru no era lo que se podía definir como una persona paciente. Ella podía hacer que los demás aguardaran durante horas si no le apetecía cumplir con su deber de inmediato. Pero ella nunca había conseguido quedarse de brazos cruzados esperando. Era una pérdida de tiempo. De un valioso tiempo.
La situación en la que se veía envuelta en esos momentos era una muestra de esto.
Debía esperar a que Ikkaku regresara… sólo entonces podría ir en busca de Kenchan.
¿Por qué no podían ir de inmediato?
Cada minuto que pasaba se hacía más angustioso. No podía dejar de sentirse impotente pensando que podría haber salido ya a su encuentro y no lo había hecho.
Podía haber ido sola, sí. Pero esa extraña sensación que le había dejado su capitán tras su marcha le decía que por su cuenta no conseguiría nada.
Tal y como había dicho Yumichika: Era un suicidio.
Al menos necesitaba el apoyo de otro shinigami con su mismo nivel. No era que no se sintiera preparada, a ella no podrían vencerla tan fácilmente. Era una de las personas más fuertes de todo el Seireitai. Era el hecho de volver allí…
El origen de todas sus pesadillas, el más puro infierno. Ningún shinigami podía hacerse la idea de lo que era aquel lugar si no lo había pisado. Ella sabía que incluso podía ser peor…
Comenzó a temblar.
Otra vez los nervios. Otra vez la ansiedad. Aquella odiosa sensación que había decido hacerse presente en tal momento de su vida. No podía soportarlo más. Necesitaba que él volviera. Necesitaba su compañía. Sólo entonces volvería a estar bien. Y ese tortuoso sentimiento moriría de una vez por todas.
Entonces, completamente incapaz de aguardar tanto tiempo, sus pasos cambiaron de rumbo y le llevaron a su habitación.
Comenzó a desvestirse temblorosa, presa de esa excitante emoción cercana a la locura. Desde luego, aquella iba a ser la locura más grande de toda su existencia. Pero no podía esperar.
Sus oficiales le darían alcance más adelante.
Abrió los cajones de la cómoda en busca del yukata más viejo y raído que tuviera. Cuando dio con él, le hizo unos cuantos rasguños y lo tiñó con su propia sangre cortándose con su espada. Después se vistió con él de mala manera y se ató la zampakutou a la cintura con los retajos sobrantes.
Se miró en el espejo para darse su propia aprobación.
Su pelo llamaba demasiado la atención. La marcada musculatura de sus brazos y piernas también lo hacía… y su rostro reflejaba que era una chica bien alimentada y cuidada.
Se recogió su larga melena en un nudo, y después la cubrió atándose unos trapos a la cabeza.
Muchísimo mejor, así.
Acarició la empuñadura de su zampakutou y dirigiéndose una alegre sonrisa a su propio reflejo en el espejo, se despidió de si misma y salió por la puerta.
Encontraría a Kenchan sola o acompañada. No importaba las normas que incumpliera ni las personas a las que matara. Tan sólo importaba su capitán. Volvería a verle, lo traería de vuelta aunque tuviera que ir a buscarlo al fin del mundo. A aquel lugar.
Si él había ido por su cuenta, ella podría seguir sus pasos. Era fuerte y estaba convencida de que a lo largo del camino se haría aún más.
Toda una gran oportunidad para divertirse. No necesitaba a nadie más.
Sonrió presa de la euforia, con el viento cortándole la cara a causa de la velocidad a la que avanzaba.
Pero ella no era el viento, era como el agua perseverante. Al lado de una roca siempre tendría las de vencer. No por que fuera más fuerte, si no porque era más escurridiza, impredecible y devastadora.
Aunque estuviera sola y avanzara a ciegas, nadie se interpondría en su camino. No podrían impedirle alcanzar su objetivo. Si lo hacían serían arrollados.
Nada ni nadie es capaz de controlar el agua…
Continuará…
N.A: Mi nueva ocurrencia. En parte me alegro de estar escribiéndola porque es la primera vez que me voy a centrar un poco en el pasado de la división once y algunos de sus miembros.
Podéis ver que Yachiru es la indiscutible protagonista, y aunque tal vez le veáis la personalidad un poco cambiada, es porque la niña ha crecido. Necesito una personalidad de Yachiru adolescente, partiendo de la base de la que ha sido en el pasado.
Será una historia corta de unos tres o cuatro capítulos… En el siguiente desvelaré la identidad de la misteriosa persona que la acompañará en busca de Kenchan… ¿Alguna idea de quién puede ser¿Alguna teoría sobre el lugar al qué ha ido el hombre y porqué está allí?
Bueno, espero que os haya gustado aunque sea un poquito esta introducción. Por qué sí, es sólo una introducción. A partir del siguiente la cosa se anima
Ya sabéis! Cualquier cosa dejadme comentarios!
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