Arthur Weasley y el circuito secreto


Disclaimer: Parece ser que la gente normal no escribe estas idioteces.

[Todo le pertenece a Joanne Katheleen Rowling. Yo utilizo sus personajes sin fines de lucro.]

Este fic ha sido creado para los "Desafíos" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black"

He elegido el desafío de situaciones absurdas y lo que ha salido ha sido:

"Arthur se trae algo entre manos y Molly está comenzando a cabrearse por los continuos desplantes de su novio. Se las ingenia para pedirle el viejo elfo a su tía Muriel Prewett y le ordena que siga a su novio. Cuando Molly descubre que los últimos desplantes de sus citas se debe a que Arthur anda creando un circuito muggle de electricidad, planea la peor de las venganzas."


—¿Sabes Annie? Arthur ha estado extraño estos últimos días. No habla, cada vez que lo veo está distraído, no sé qué le pasa —exclamó Molly, con cara de consternación a su amiga, Annabeth Wood.

Annabeth Wood estaba de visita en la casa de Molly. Era la mejor amiga de Molly desde su primer año en Hogwarts. Ambas tenían la misma edad, pero Molly estaba en Gryffindor y Annabeth en Ravenclaw. De todas formas eso no importó a la hora de volverse amigas. Eran muy unidas, casi como hermanas. Annabeth fue la primera que se enteró que a Molly le gustaba Arthur y Molly fue la dama de honor en el casamiento de Annabeth y Percy. En fin, su amistad era única. Y Annabeth era la indicada para tranquilizar a Molly, quien era muy celosa.

—Pero Molly, no debe ser tan grave. Arthur siempre ha sido distraído. Simplemente debe estar agobiado con su trabajo —respondió Annabeth, arreglándose su cabello cobrizo, que con tanto empeño cuidaba.

—Puede ser, pero tengo un presentimiento de que es algo más. Está demasiado extraño. Además antes llegaba temprano del Ministerio, ahora tarda una hora más en llegar. Todo es muy raro.

—Molly, no te preocupes —la tranquilizó Annabeth—. Si es algo grave, Arthur te lo dirá. Por algo salen juntos, ¿no?

—Sí, no lo sé —repuso Molly con la mirada perdida—. Si sucede algo más te avisaré con una lechuza ¿está bien?

—Está bien Molly. Solo relájate. Ahora tengo que irme a casa. Percy me espera.

Se saludaron, prometiéndose volver a verse y contarse todo y, con un sonoro chasquido, Annabeth desapareció.

Pero ahora, Molly estaba muy nerviosa. Sabía que algo le sucedía a Arthur. Algo extraño. Estaba distraído, callado, casi ni comía. Desaparecía casi todos los días y volvía cansado y sin ganas de nada.

Molly dejó de pensar en el extraño comportamiento de Arthur. Hoy sería su aniversario. Ya nueve meses, pensó. Es mucho tiempo. No importaba lo raro que estuviera su novio, no se olvidaría de su aniversario. Disfrutarían de una agradable cena en casa de Molly como tenían previsto.

Horas más tarde, Molly estaba sentada en la mesa de su casa con su mejor vestido puesto, furiosa. Habían pasado más de dos horas y Arthur no había aparecido. ¿Qué? ¿Acaso ella no era importante? ¿La estaría engañando? "¿Me estará engañando? ¿Sería capaz? Siempre le ha parecido linda Cindy Davis. Oh, Merlín, ese idiota verá."


—Oh, tía Muriel, por favor. Préstame a Wookie. Te lo suplico, tía.

—No, niña, los elfos no son para jugar —dijo Muriel Prewett sin mirarla. Molly había llegado a la casa de su tía para suplicarle que le prestara a su elfo doméstico.

—No lo quiero para jugar, tía. Ya no tengo siete años. Tengo dieciocho —resopló Molly con cansancio. Llevaba cuarenta minutos intentando convencer a su tía de que le prestara al elfo. Lo necesitaba desesperadamente.

—Mira, Molly —la voz de tía Muriel se suavizó un poco pero mantuvo su cara de desprecio—, dime para qué lo quieres y si considero que tienes una buena causa te lo daré.

—Mira, tú conoces a Arthur, mi… novio —Molly titubeó al decir la palabra. Arthur no le caía bien a Muriel—. Bien, me ha dejado plantada en nuestro aniversario y necesito a Wookie para que lo siga y saber qué está haciendo.

—Hmm, interesante. Es digno de una de esas historias de corazón —murmuró la anciana señora, prestando un poco más de atención a la cara de su sobrina, quien lucía realmente desesperada—. Te lo prestaré —Molly sonrió con alegría—, a condición de que si ese traidor a la sangre te hace sufrir me dejes enviarle un vociferador.

—¡Tía Muriel! ¿Qué cosas dices? Es mi novio, no le puedes hacer eso —se detuvo, pensativa. Quizás un escarmiento no le vendría mal a Arthur. Y al momento esbozó un sonrisita siniestra—. Pero si llega a suceder algo te avisaré y le enviarás cuarenta vociferadores.


—Mira, Wookie, ¿tú conoces a Arthur? —preguntó Molly, sentada en una silla de su casa. No habían pasado ni quince minutos de su llegada de la casa de su tía Muriel que ya estaba explicándole a Wookie qué instrucciones debía seguir.

—Wookie cree conocer al novio de la sobrina del ama. Wookie piensa que es el amable señor con cabello pelirrojo al que el ama trató de "traidor a la sangre" —respondió el elfo con voz monocorde.

—Muy bien, Wookie, ése es. Ahora, te tengo que pedir que lo sigas a todos lados. A su trabajo, a su casa, a donde sea. Pero que no te vea y tú no le hables, ¿está bien?

—Wookie entiende, pero sigue sin saber por qué quiere la amita que haga eso —repuso el elfo, con su voz apagada y monótona.

—Las razones son complicadas Wookie, quizás algún día te las explique. Ahora ve a buscarlo. Y recuerda: no te tiene que ver ¿eh?

El elfo asintió. Hizo una reverencia y con un sonoro "crack" desapareció.


Durante los siguientes días Molly no tuvo ni noticias de Arthur ni de Wookie. Ambos estaban como desaparecidos, pero ella sabía que pronto sabría qué era lo que Arthur escondía. No se equivocaba.

Cuatro días después de encomendarle la misión, Wookie apareció con gran estrépito en la cocina de la casa de Molly. Esta casi saltó de la alegría al verlo y se dispuso a escuchar al elfo.

—La sobrina del ama ha pedido que siga a Arthur Weasley y Wookie ha cumplido con su deber como el buen elfo que es. El señor Weasley suele ir al Londres muggle a comprar cosas muggles y luego va al cobertizo de su casa a…

—¿Comprar cosas muggles? —lo interrumpió Molly, suspirando de alivio. Por lo menos no la estaba engañando con nadie—. Ése maldito fanático. Gracias, Wookie, puedes volver con tía Muriel —Se puso un abrigo y sin pensarlo mucho, desapareció hacía la casa de Arthur.

Apareció en la puerta de La Madriguera con un sonoro chasquido que nadie pareció oír. Molly sabía que el cobertizo estaba en la parte de atrás de la casa y hacia allí se dirigió, caminando lo más cautelosamente que pudo, intentando imaginar qué era lo que estaría haciendo su novio ahí.

Lo primero que pudo sentir mientras se llegaba al cobertizo fue un fuerte olor a chamuscado, seguido por un grito de alegría, que Molly dedujo que era de Arthur.

Con cuidado se acercó al cobertizo y abrió la puerta de la forma más silenciosa que pudo. Lo que vió no se lo pudo sacar de la cabeza en varios meses.

Arthur, con el pelo chamuscado y electrizado, sostenía en la mano un cilindro de metal, muy pequeño, y sonreía de una forma un poco demente. Una sonrisa que se desdibujó al ver a Molly en la puerta.

—¡Arthur Septimus Weasley! —bramó Molly, furiosa— ¿Se puede saber qué diablos estás haciendo?

—Um, Molly, verás…

—Ver, ¿ver qué, Arthur? Me has dejado plantada por ir a comprar cosas muggles. Al menos dime que tienes una razón inteligente para haberte olvidado de nuestro aniversario —repuso ella, indignada.

—Pero Molly, esto es increíble. He creado un circuito de eclecticidad.

—¿Un… circuito de eclecticidad? —murmuró Molly entre dientes, intentando contener la furia.

—Sí, Molly. Después de varias semanas he creado algo que produce eclecticidad. La eclecticidad es la forma en la que los muggles hacen magia.

—¿Y eso qué diablos es, Arthur? —preguntó la pelirroja, señalando el cilindro que Arthur tenía en la mano.

—¿Esto? Se llama batería. Sirve para que los artefactos eclécticos funcionen.

—Mira, Arthur, explícame qué estás haciendo, ahora mismo —chilló furiosa Molly. No lo podía creer. Arthur la había dejado plantada por un estúpido artefacto muggle.

Con paciencia y amabilidad, y un poco de miedo, para qué negarlo, Arthur le fue explicando en lo que estaba trabajando. Le mostró los tres cables, a los que previamente les había sacado el material aislante, y cómo los había atado. Le explicó como la lamparita iba sujeta al portalámparas y cómo había recortado un pedazo de cartón con una tijera para usarlo de enchufe.

—… Llegaste justo cuando iba a atar uno de los cables a un polo de la batería. ¿Sabías que los muggles tienen muchos tipos de baterías? —preguntó Arthur con entusiasmo—. Ahora tendría que…

—No, Arthur, no tienes que hacer nada —dijo Molly lentamente, interrumpiendo el largo discurso de Arthur acerca de los circuitos eléctricos—. Me has dejado plantada por un estúpido artefacto muggle. Me vengaré, Arthur. Ya verás. Desearás no haberme plantado.

—Pero, Molly, querida… —tartamudeó Arthur, mirándola con súplica.

—No digas nada. Adiós —Y sin más, desapareció.

—Molly —suspiró Arthur, viéndola irse del cobertizo. Tenía que prepararse. Conocía a Molly, y sabía que no se detendría hasta vengarse. "¿Por qué diablos, se me ocurrió que le gustaría un circuito ecléctico por nuestro aniversario?"


—No imaginé que Molly fuera tan violenta —susurró Arthur, con una triste sonrisa. Molly había cumplido su promesa. Se había vengado. Y ahora Arthur, devastado, estaba en la casa de los hermanos de Molly, Fabian y Gideon, para contarles lo que su hermana había hecho.

—Pero, ¿qué es lo que ha hecho mi hermana? —preguntó Gideon, desesperado por saber cuál había sido la fechoría de su hermanita.

—Sí, Arthur, dinos qué ha pasado. Lo único que has dicho en veinte minutos fue "no imaginé que Molly fuera tan violenta". ¡Habla, Arthur! ¿Qué ha hecho? —chilló Fabian.

Arthur los miró. Suspiró. Cerró los ojos. Recordó lo que había sucedido. Cayeron unas lagrimitas. Abrió los ojos de nuevo y suspiró de nuevo, más fuerte. Al final se decidió a hablar.

—Lo que hizo Molly fue… —Fabian y Gideon lo miraron expectantes—. Fue…

—¿Qué diablos hizo? —gritó Gideon, ya harto.

—Destruyó mi circuito de eclecticidad muggle —murmuró Arthur. Y se largó a sollozar.

Fabian y Gideon largaron sendas carcajadas.

—¿Y por eso lloras, Arthur? —exclamó Fabian, intentando no derramar lágrimas. Lágrimas de risa, por supuesto.

—No se rían. ¡Insensibles! —gritó Arthur, dejando de llorar—. Era algo importante. Se lo quería regalar a Molly.

—Pues, díselo a Molly si era para ella. Verás que se arrepiente. Nosotros la conocemos bien —dijo Gideon, con una sonrisa—. Aunque, para serte sincero, no creo que le hubiera gustado que le regales algo muggle por su aniversario.

—¿Crees que me perdonará? ¿Y qué se arrepentirá? —preguntó Arthur con escepticismo—. ¿Ustedes están bromeando?

—Por supuesto que no, Arthur —Gideon fingió desmayarse, causando una risita del Weasley—. Sabemos cómo es Molly, solo ve y dile que era para ella y que lamentas mucho no haberte presentado a su aniversario. Y listo.


Ya en su casa, Arthur pensó y repensó. Le dio vueltas al asunto, intentando detectar si los hermanos Prewett le habían dicho una mentira. Eran dos bromistas, después de todo. O quizás sí era verdad. ¿Debería decirle a Molly?

Decidió callarse y no decirle nada a Molly. No confiaba mucho en ese par de pelirrojos con mirada pícara. Y tampoco confiaba en que Molly no lo reprendería. O aún peor, que no lo dejara. Así que decidió callarse y dejar pasar el tiempo. Al final Molly dejó de ser Prewett para ser una Weasley, así que, quizás no estuvo tan mal no decirle nada.

Pero claro que no sabía que Fabian y Gideon, después de enterarse que Arthur jamás le había contado qué había sucedido ese fatídico día, le habían dicho a su hermana que el circuito era para ella. Por eso se sorprendió cuando un día encontró en su cobertizo, un circuito de eclecticidad totalmente armado. Y mientras "jugaba" a encender y apagar la lamparita, Molly lo miraba con ternura desde la ventana.


Historia reeditada el 09/12/13 (¡Hoy cumple Tré Cool, el baterista de Green Day!)

Pequeñas cosillas: Annabeth Wood y Percy Wood son personajes de mi invención. Si lo notaron, me gusta muuucho Percy Jackson y en especial la pareja de Annabeth y Percy, so... Wookie también me pertenece (de hecho, está haciéndome la comida ahora mismo).

En fin, espero que les haya gustado tanto como me gustó escribir esta historia a mí.