Un mundo ruinoso y destrozado es todo lo que le rodea a un anciano caído a manos de aquel ángel, un ángel oscuro y, a la vez, luminoso, su pelo es negro, su piel clara, sus facciones aristocráticas, con unos hermosos ojos verdes, ojos de la maldición asesina, ojos de la muerte.

-Harry, mi muchacho, ¿estás seguro de estás decisiones? Aún puedes regresar a la luz, solo detén esto mi querido muchacho y todos seremos felices, házlo por el bien mayor- dijo el anciano (también conocido como Albus-muchos-nombres-Dumbledore).

-Me haces reír vieja cabra, ¿tú, hablando del bien mayor? No juegues con mi paciencia, a mi no me temblara la mano a la hora de matarte o de torturarte en todo caso, y sobre tu primera pregunta, no no me arrepiento de nada, a menos que hables de el haber actuado más tarde, pero bueno todo está bien, ¿últimas palabras?- el ángel conocido como Harry hablo, su voz era melodiosa y destilaba burla así como la sonrisa en su cara.

-Si, siempre estarás sólo, nunca podrás amar, tú complementó ya a muerto y jamás podrás ser felíz, y te recuerdo que disfrute cada minuto de su muerte, así que yo tampoco me arrepiento de nada, aparté de no haberte matado esa noche- conforme hablaba la cara de Harry, pasaba de burla a enojó, cuando acabó de hablar solo levantó la varita, dispuesto a acabar con él.

-¡Arbmesutpes!- siseo Harry en parsel, para después agacharse y hablar normal.

-¿Te gusta? Me lo enseñó Snape, yo lo cambie a parsel, dijo que es muy útil contra enemigos, no lo usó mucho, pero creí que te agradaría verlo y sentirlo, lástima que no puedo jugar contigo. Adiós para siempre, vieja cabra- movió su varita y finalmente grito - ¡Avada Kedavra!- el cuerpo cayó sin vida, su trabajo estaba hecho.

Ni siquiera se digno a ver otra vez el cadáver de aquel que tenía la culpa de todo y se desapareció.

No se arrepentía de nada.

Nunca.

Harry despertó, hacia un año que había conquistado a todo el mundo mágico, hacía un año que todo había acabado y se seguía sintiendo vacío, sólo, a pesar de tener a su lado a sus leales seguidores y amigos. Ellos lo habían notado, más no podían hacer nada, intentaban buscar una forma de animarlo, pero era en vano, hasta ese día, en que el hechizo fue hallado.