La noche siempre era la indicada para ser la única testigo de los atroces crímenes que eran cometidos contra la humanidad. Los monstruos salían de sus escondites para dar rienda suelta a sus más bajos instintos, nadie podía reprocharles algo, después de todo estaba en su naturaleza no tener compasión por seres inferiores, esa era la manera de cómo los humanos eran vistos ante sus ojos.
El Ying y el Yang era lo que mantenía la vida en un perfecto balance, no podía haber más maldad que bondad, siempre debía haber luz en medio de tanta oscuridad, y cuando el peso de la balanza se iba hacia un solo lado, la naturaleza hacía su acto de presencia enviando y creando algo que volviera a equilibrar aquel delicado balance.
—Por favor, no me sigan más…—era la quinta vez en el día que le sucedía lo mismo. ¿Por qué no la dejaban en paz? Todos los días les sucedía lo mismo.
—Ayuda….por favor ayúdanos…—las voces se escuchaban de diferentes partes. Cerraba los ojos y negaba con su cabeza. ¿Era mucho pedir tener un poco de paz?
—No puedo…no puedo…estoy…—cansada. Esa era la palabra. No sólo era cansancio físico, sino mental y espiritual. No había día que no la buscaran o la siguieran hasta su casa.
—Paz…queremos paz…—"paz" era lo que ella también quería, jamás había tenido un minuto de paz. Ella era la paz de ellos, pero ¿quién era su paz?
—Mamá…—se escuchó una delicada voz y ella detuvo su loco y errante andar. Los niños siempre eran su debilidad. ¿Quién en su sano juicio no ayudaría un niño? Sólo alguien desalmado y claramente ella no lo era.
Se giró lentamente, intentando alargar el momento y que algo sucediera para no tener que ver aquel escenario. Su corazón latía rápidamente en su pecho. Intentaba respirar normalmente pero le era imposible. La ansiedad la estaba matando. En el momento que sus ojos hicieron contacto con los de aquel niño, supo que no hubo vuelta de hoja. Los ayudaría, como siempre lo hacía. Como lo venía haciendo desde que era una niña de apenas 5 años.
Cerró los ojos, esperando que el momento suceda. Poco a poco fue sintiendo como la energía de su cuerpo era arrancada, el cansancio la golpeó sin darle tiempo a sostenerse a algo. Siempre era lo mismo. Venían y se llevaban todo o lo poco que le quedaba de su ser para luego marcharse.
—Gracias…—sintió algo cálido posarse en su mejilla y esa calidez fue entrando dentro de su ser hasta posarse en su pecho. ¡Oh, qué maravillosa sensación! Esta era de las pocas veces que sentía que todo su sacrificio y dolor, valía la pena al ayudar a aquellos seres.
Las energías a su alrededor fueron desvaneciéndose al igual que su propia energía. Su cuerpo fue poco a poco cediendo ante el cansancio y ante la ausencia de fuerza dentro de su propio ser la gravedad hizo su trabajo, su cuerpo cayó laxo contra el suelo.
—Eso va a dejar unos enormes morados…—pensó cuando sus rodillas fueron las afectadas al momento de que su cuerpo cedió y sus rodillas se doblaron al no tener las fuerzas necesarias para soportar su propio peso.
Los segundos pasaron a ser minutos y empezó el lento y casi tortuoso momento de intentar respirar normalmente y buscar dentro de su cuerpo algo de energía para poder moverse y salir de aquel lugar, que estaba más que segura pronto iban a venir más de aquellos seres y no precisamente a buscar su ayuda.
—Vamos Hikari, debes moverte…—se decía a sí misma mientras abría los ojos y apoyaba sus manos en el suelo e intentaba moverse y como las veces anteriores, su cuerpo protestaba. Sus músculos dolían como si hubiese corrido una maratón.
—1…2…3…—contaba para darse ánimos y ponerse de pie, pero era inútil.
Cerró los ojos y no pudo evitar que silenciosas lágrimas rodaran por sus ojos. ¿Cuánto tiempo será esta vez hasta que su cuerpo recupere un poco de energía, la suficiente como para que pueda llegar a salvo a su…?
—Hogar…—emitió algo parecido a la risa pero esta era algo nerviosa y se podría decir dolorosa.
Ella desconocía la palabra hogar. Todos la habían desechado como si fuera basura. Nadie se había querido hacer cargo de ella. La miraban de la misma manera que de seguro ella miró por primera vez a aquellos seres, quienes ahora eran los únicos que reconocían su existencia. Miedo.
—Vamos Hikari, tu puedes…—se daba ánimos a sí misma. Abrió los ojos y con algo de impulso se pudo poner de pie lo suficiente como para apoyarse sobre una pared. No pudo evitar sonreír.
—Un paso a la vez…—inhaló profundamente. Sus piernas protestaban por el esfuerzo de hacerlas mover y sus rodillas ardían por la reciente caída, pero ella no se iba a dar por vencida.
Empezó a caminar poco a poco. Sabía que a este paso llegaría a su pequeño departamento, muy entrada en la madrugada, pero eso no le importaba. Debía poner una distancia entre esos seres y ella, si quería sobrevivir un día más.
Con cada paso que daba sentía que sus músculos en cualquier momento se iban a desgarrar pero tenía que hacerlo. No podía darse por vencida tan rápido. Ella no era una debilucha, ella era una sobreviviente. Lo había sido toda su vida. Nadie la iba a venir a rescatar, eso siempre lo ha hecho ella misma.
Al momento que pude ver el final del callejón, quiso chillar de alegría pero de un momento a otro sintió como todo su cuerpo se volvía a desplomar, era como si un enorme ladrillo hubiese sido puesto sobre sus hombros.
— ¿Qué…?—atinó a decir cuando otra vez sus rodillas volvieron a sufrir la caída. Quería ponerse de pie pero no podía. ¿Qué estaba ocurriendo?
Cerró sus ojos intentando localizar algo extraño pero no halló nada. ¿Acaso la habían drenado por completo? No, eso era imposible. Su propio cuerpo siempre guardaba algo de energía para que ella lograse caminar y ponerse a salvo.
—Adelante…vamos…—se animó una vez más y con algo de esfuerzo volvió a ponerse de pie y aquel peso seguía sobre sus hombros. Se sacudió un poco, intentando de esta manera que este desapareciera pero era imposible.
Ignorando la protesta de su espalda, volvió a retomar su camino. Lo poco que le quedaba para salir de aquel callejón le pareció eterno y cuando estaba a un paso de dejar aquel lugar, el peso que sentía sobre su espalda, se duplicó y volvió a caer.
— ¿Qué demonios estaba sucediendo?—volvió a enfocar su energía e intentó localizar algo que esté fuera de lugar pero no hallaba nada.
Cerró los ojos una vez más y empezó a realizar sus ejercicios de respiración. Respirar profundamente por la nariz y dejar salir el aire por su boca. Hizo el ejercicio un par de veces más sintió como aquella energía guardaba dentro de su ser empezaba a rodearla como si fuera un cálido abrazo. Sintió aquel alivio y paz que sólo sentía cuando sucedía eso. En raras ocasiones realizaba eso, dado que siempre terminaba rodeada de aquellos seres.
Cuando supo que todo el cansancio y dolor abandonaba su cuerpo, empezó a ponerse de pie y a pesar de que aún sentía aquel peso sobre sus hombros, pudo levantarse. Al instante que subió su mirada, su cuerpo se paralizó. Había alguien del otro lado de la calle. ¿Por qué no lo había sentido? El extraño tenía ojos dorados que resplandecían en la oscuridad de la noche.
Sintió como todo aire era abandonado de su cuerpo cuando el peso sobre sus hombros volvió a aumentar pero esta vez con muchísima más fuerza pero sus piernas no cedieron y ella se apoyó sus manos en sus rodillas. Quien sea aquel ser, no le iba a dar el gusto de verla derrotada sin antes no darle algo de batalla.
Volvió a realizar sus ejercicios de respiración y la energía dentro de su ser volvió a latir al unísono que los latidos de su corazón. Sintió como la volvía a rodear pero esta vez era algo diferente. No sabía el qué pero lo sentía dentro de su ser.
Al momento de abrir sus ojos, a su campo de visión se podía apreciar un par de zapatos negros que a sus ojos se veían costosos, su ser volvió a estremecerse pero extrañamente no sentía miedo alguno. Era extraño.
Volvió a levantar su cuerpo, sus ojos se toparon con una camisa y un fuerte olor masculino la golpeó en su sentido olfativo. No pudo evitar sentirse algo atraída. Con un poco de esfuerzo levantó su cabeza y se quedó atrapada con aquellos mismos ojos dorados.
— ¿Qué eres…?—no había vacilación en su voz. No le iba a mostrar temor.
—Lo mismo debería preguntar, humana—su cuerpo volvió a estremecerse. Su voz era profunda y pudo notar que había algo de molestia y curiosidad en la manera que la miraba.
—Tú mismo lo has dicho, soy humana—los labios de él se elevaron un poco, en algo parecido a una sonrisa. Sintió un ligero escalofrío ante esa extraña sonrisa.
—El pasado hace presencia en el presente…—ella lo miró sin entender.
El ser en frente de ella, subió su mano y ella se puso a la defensiva pero él alzó una ceja en respuesta y ella negó con su cabeza. Su instinto se había esfumado hace mucho tiempo, debería estar corriendo o alejándose de aquel ser pero no podía.
El lugar tenía poco iluminación lo que no le permitía apreciarlo de una mejor manera. Al instante que su mano entro en contacto con su mejilla, estuvo maravillada y extrañada. Maravillada por el delicioso estremecimiento que aquel simple tacto había ocasionado en su ser y extrañada que su energía no hubiese rechazado su cercanía, como siempre había sucedido con los otros entes con los que se había topado en el pasado.
Las nubes se hicieron a un lado y permitieron que la luz de la luna alumbrara aquel lugar y ella literalmente se quedó sin aliento al apreciar la belleza fuera de este mundo que poseía aquel ser. De tez pálida, afinados rasgos y unos enigmáticos ojos dorados, lo que más le llamó la atención fue aquel largo cabello plateado que lo tenía recogido en una coleta alta.
Aquellos ojos le transmitían tantas emociones que se sintió abrumada. Sentía que podía leerle el alma y se sintió desnuda por unos segundos. Sentía que lo conocía pero al mismo tiempo era un desconocido. ¡Qué extraña sensación!
—Sesshomaru-sama…la está abrumando…—aquel momento extraño fue interrumpido cuando a su lado apareció una linda jovencita.
—Sesshomaru…—susurró ella. Su nombre producía un extraño sentimiento dentro de su ser.
—Hola mucho gusto soy Rin Taisho…—los dos se alejaron y rompieron todo contacto visual y físico al alejarse el uno del otro. Hikari tuvo que mover su cabeza de un lado a otro intentando despejar la bruma que cubría su cerebro.
—Soy Hikari…—giró su rostro y se encontró una sonriente Rin y aquel sentimiento familiar, mismo que sintió con Sesshomaru volvió a invadirla.
—Esos ojos…—susurró Rin y una vez más Hikari sintió como si pudieran leerle el alma y sus más ocultos y profundos pensamientos.
—Rin…—le dijo Sesshomaru y la chica sonrió con algo de tristeza.
—Lo siento Hikari, lo que sucede es que me recuerdas a alguien de mi pasado…—miró de reojo a Sesshomaru…—a nuestro pasado…—Hikari se sintió algo incómoda y dio un paso hacia atrás.
—Ok, esto es lo de más extraño que me ha pasado últimamente…—el encontrarse con aquellos seres ya no era extraño, estaba acostumbrada a que siempre la persiguieran—Fue un gusto… ¿conocerlos?—les dijo y ella intentó alejarse pero Sesshomaru la tomó por el brazo y esta vez su energía la cubrió por completo, alejando así a aquel ser.
—Bueno, por lo menos esta vez si has actuado…—no pudo evitar sonreír. Aquella energía siempre la hacía sentir segura.
—Wow…—sonrió maravillada Rin. Ni siquiera ella tenía tanta energía como aquella chica.
— ¿Es sorprende, verdad?—sonrió Hikari y Rin asintió.
—Sí y es tan cálida…—Rin acercó su mano hacia el brazo, que Sesshomaru había intentado sujetar, pero Rin no la tocó simplemente acercó su mano y pudo sentir la calidez de aquella energía.
—Sí, es lo único que he tenido todos estos años…ha sido mi única compañera—Rin no pudo evitar sentir algo de tristeza. La chica había pasado demasiadas desgracias en tan pocos años.
—Ya no será más tú única compañera—le dijo Rin y Hikari la miró sin entender.
—No te entiendo—Rin le sonrió.
—Estamos aquí para brindarte ayuda—Hikari se tensó. Muchos le habían dicho lo mismo y no había tenido un bonito final feliz.
—No necesito nada de ustedes…ni de nadie…—su energía palpitó al sentir la molestia de ella.
—Tranquila, no te haremos daño…—Rin volvió a intentar acercarse pero la energía de ella protestó en señal de rechazo enviándole un ligero ataque a la chica, la cual chilló de dolor cuando sintió una fuerte descarga recorrerle de pies a cabeza.
Hikari sintió algo de pena por la chica pero tantos años de desconfianza le habían enseñado a no dejarse llevar por las apariencias. No siempre lo que parece lo más delicado, significa que es lo menos mortal.
—Tengo que irme…—se giró hacia el lado opuesto de donde estaban ellos e intentó alejarse pero una vez más se vio siendo presionada por aquel ladrillo pesado en sus hombros pero esta vez no cedió, no le daría el gusto a aquel ser, que estaba segura era el causante de aquella presión.
Miró a los ojos de él y pudo apreciar que estos ya no eran de un color dorado, ahora dos esferas carmesí adornaban su rostro. No le debía mostrar miedo, jamás debía hacerlo. Aquellos seres disfrutaban de ver a sus víctimas hundidas en la desesperación y el miedo, y ella no le iba a dar el gusto precisamente a él.
La presión aumentaba con cada latido de su corazón. Sabía que no iba a poder aguantar demasiado tiempo. El sudor empezaba a recorrerle por la espalda y la frente. Era demasiado para soportar. Respiraba con dificultad. Sus oídos pitaban y su nariz empezaba a mostrar los primeros signos de su esfuerzo cuando algo caliente empezaba a descender por una de sus fosas nasales.
— ¡Basta…! Sesshomaru-sama…deténgase por favor…—rogó la pequeña. Veía como Hikari intentaba soportar la presión del poder de Sesshomaru, era mucho para ella. Tenía emociones encontradas. Admiración y preocupación. Contadas eran las personas que podían soportar la presión del poder del Daiyokai, la admiraba por soportar aquello sin rogar que se detuviera y se sentía preocupada al verla empezar a mostrar signos de deterioro ante tal presión.
Poco a poco la presión fue disminuyendo y ella podía empezar a respirar con normalidad. Limpió la sangre que había rodado por su nariz y miró con furia a aquel ser.
—Es aceptable…—dijo el ser y ella gruñó.
—Bastardo…—Sesshomaru volvió a darle aquella extraña sonrisa y ella quiso golpearlo.
—Por favor, déjanos ayudarte…—Hikari desvió su mirada y miró a Rin, la chica jadeo algo sorprendida al ver aquel color de antaño.
—Muchos han dicho lo mismo y no ha sido precisamente lo que me han otorgado, ¿qué les hace pensar que confiaré en ustedes?—Rin movió su cabeza de un lado a otro, intentando despejar otra vez su mente al verse atrapada en imágenes de su pasado.
—Cuando el señor Sesshomaru te tocó por primera vez, ¿tú energía no lo rechazó, cierto?—la chica tuvo que asentir a regañadientes—Las personas que te han lastimado…han sido rechazadas desde un inicio por tú energía…—le recordó y tenía razón. Todas y cada una de las personas que se han acercado con la supuesta intención de ayudarla, han sido repelidas desde un inicio por su energía. Era como si su energía tuviera conciencia propia y se percatara quiénes eran amigos y quienes enemigos.
—Podemos ayudarte a controlar tu energía…—ella los miró a ambos.
— ¿Cómo?—una ligera chispa de esperanza empezó a brotar dentro de su ser.
—No es la primera vez que vemos a alguien con tu misma energía—respondió Sesshomaru.
— ¿A qué te refieres?— ¿podía ser cierto y no ser la única que había nacido con aquella extraña energía?
—Eres lo que en nuestro mundo llamamos, miko…—ella había escuchado leyendas de aquellos seres con extraordinarios seres pero se habían desaparecido hace cientos de años atrás.
—No puede ser cierto, están extintitos…—el ser volvió a darle aquella extraña sonrisa.
—Así como los demonios, fantasmas, duendes y demás seres que te han estado persiguiendo toda tu vida…—no pudo evitar emitir un ruidito parecido a un gruñido al notar el tono de voz tan sarcástico con el que le habló aquel ser.
—Si eso fuera cierto, eso quiere decir que en mi línea familiar debió haber alguna miko pero…—ella dejó las palabras en el aire cuando Rin la miró con una tristeza tan profunda que la sintió tan propia.
—Lo hubo. Desciendes de una de las líneas de mikos más poderosas que han existido—ella sintió como algo dentro de su ser empezaba a estremecerse.
—Te contaremos todo lo que quieres saber, pero debes venir con nosotros…prometemos ofrecerte todo lo que necesites…—ella aún los miraba con desconfianza, algo dentro de ella se sentía muy cómoda alrededor de ellos pero tantos años de traición y engaños, la habían llevado a desconfiar de todos.
— ¿Cómo puedo saber que no me harán nada?—el ser emitió algo parecido a una risa y ella se estremeció.
—Eso no podemos demostrártelo, solo debes saber guiarte por tus instintos o ¿acaso tantos años de maltratos y traiciones no te han enseñado a identificar a un compañero leal del enemigo?—su burlona voz hizo que quisiera lanzarle una fuerte descarga de su energía.
— ¡Sesshomaru-sama!—le riñó la niña y el ser la ignoró mientras miraba a Hikari fijamente a los ojos. La estaba retando y ella jamás retrocedía a un reto.
—Está bien iré—el ser volvió a sonreír de aquella manera pero había algo diferente—Iré solo para borrarte esa sonrisa arrogante en tu rostro—el ser volvió a reírse pero esta vez la risa era sincera y ella sintió como sus mejillas se teñían de rojo. Tenía una risa muy varonil.
— ¡Maravilloso!—chilló emocionada Rin mientras aplaudía y tomaba una mano de Hikari entre las suyas y la halaba en dirección hacia el hogar de la nueva compañera de vida.
— ¿Saben dónde vivo?—Rin le sonrió algo apenada. Hikari no quiso preguntar cómo lo sabían.
—No tengo mucho que llevar—Rin volvió sentir aquella tristeza posarse en su corazón.
—Lo poco que tengas, sigue siendo valioso porque es algo que tú misma conseguiste y eso se vuelve valioso—le dijo y Hikari sonrió.
Hikari no sabía que ellos iban a significar un antes y un después en su vida. Aquellos dos personajes la iban a encaminar hacia su futuro destinado. El hilo del destino estaba siendo tejido y enmendado, tirando hacia el lugar correcto, hacia el lugar donde siempre debió estar.
—No dejan de aparecer—se quejó la chica mientras veía como aquellos seres la seguían. Se estremeció al recordar algunas escenas de la serie favorita de Rin.
—Siento que estoy dentro de Walking Dead…—escuchó una risita a través de su auricular y ella gruñó, no le parecía gracioso. Odiaba esas series.
—Eres su pequeño faro de luz, su paz entre las tinieblas, su...—escuchó un golpe del otro lado de su auricular y no pudo evitar reír.
—Deberías dejar de juntarte con esos hombres, mí querido Kyubi-chan—escuchó un gruñido y ella volvió a reírse.
—Que no me digas así…—chilló.
—Cariño, pero es tierno llamarte así…—ella negó con su cabeza. Ese par se amaba, de eso no había duda alguna. Sólo esperaba que no se pongan amorosos como la última vez, o iba a tener que apagar su audífono como sucedió en aquella ocasión.
—Cariño para….no…no toques ahí…no…—y ahí estaban otra vez. Casi se tropieza cuando escuchó un fuerte gemido proveniente de Rin y no quiso escuchar más. Apagó su audífono e intentó que sus mejillas volvieran a su color normal, ya de por sí esos seres la buscaban por su sangre, no quería agregarles más sabor al festín que ella representaba.
Se adentró en un edificio lo suficientemente alejado de testigos o posibles víctimas y empezó la ayuda que esos seres con casi nada de conciencia necesitaban. Creó un arco de energía y empezó a lanzarlas, liberando de esa manera el alma de aquellos seres que ya no tenían conciencia de sus propios actos. Sintió el picor de las lágrimas al querer ser derramadas, ellos no tenían la culpa de haber terminado de aquella manera.
—Malditos vampiros…—gruñó de manera furiosa. Sólo hace un par de años atrás se había enterado de la existencia de aquellos seres y lo había hecho de la peor manera cuando uno quiso hincarle el diente y como siempre sucedía cuando su energía sentía que su vida corría peligro, la cubrió de inmediato y aquel ser se volvió polvo al segundo siguiente.
Habían decidido trasladarse a Inglaterra, dado que generalmente no se quedaban mucho tiempo en un mismo lugar para evitar llamar la atención o crear lazos inútiles, como el mismo Sesshomaru llamaba.
Cuando no quedaba rastro alguno de aquellos seres, se limpió las lágrimas de sus ojos y se percató que en aquel lugar había más de esas almas errantes que habían sido víctimas o más bien comida de aquellos seres. Dentro de ella su luz empezó a proyectarse, llamando hacia ella aquellas almas y estas encontraron el descanso que tanto ansiaban.
Buscó piso por piso posibles víctimas o más de aquellos seres para darles el descanso eterno que suplicaban por tener. Algunas lágrimas más fueron derramadas por todo el dolor que pudo sentir de aquellas almas y una vez más sintió rencor contra aquellos seres que los crearon.
Poco a poco el cansancio empezó a pasarle factura y decidió que era hora de marcharse pero una pequeña explosión detuvo su andar y cuando se dio la vuelta para enfrentar aquella nueva energía su cuerpo se estremeció de repulsión cuando se encontró con la mirada hambrienta y llena de maldad de un vampiro, que por lo que proyectaba su energía, era el responsable de la creación de aquellos ghouls que ella envió a descansar.
—Que deliciosa comida me acabo de encontrar…—ella se estremeció una vez más de repulsión al verlo relamerse la boca.
—Sólo inténtalo…—el vampiro sonrió y se abalanzó contra ella.
Hikari esquivó aquel patético intento de ataque y no dudó en sacar su espada Bakusaiga, regalo de Sesshomaru y empezó la batalla o intento de ella, dado que el vampiro lanzaba golpes sin coordinación alguna.
—Tsk…que aburrido es esto…—el vampiro rugió en furia al ver que la humana no presentaba daño alguno mientras él tenía varios cortes por aquí y por allá que a simple vista parecían inofensivos pero se percató que estos empezaban a expandirse.
— ¿Qué está ocurriendo?—ella sonrió mostrando sus pequeños colmillos.
—Sólo dándote una pequeña cucharada de tu propia medicina…—el vampiro gruñó de dolor cuando las heridas se volvían insoportables.
— ¿Duele, verdad?—ella lo miró con aquel rencor que guardaba por aquellos seres.
— ¿Acaso pensaste en el dolor infringido a tus víctimas? ¿En aquellas inocentes almas que condenaste a perecer por la eternidad o lo que es peor en aquellas almas condenadas a vagar eternamente sobre esta tierra?—la energía de ella fluctuaba mostrando así sus emociones.
—Maldita…—el vampiro se abalanzó otra vez hacia ella pero como el primer ataque, sus movimientos carecían de coordinación.
El vampiro emitido un chillido y empezó a alejarse de ella, lo dejó correr por unos segundos dándole la leve esperanza de que podía escapar para luego cazarlo. Siguió cada movimiento errante del vampiro y se puso en marcha.
Sintió una energía fluctuante detrás de ella pero no le prestó atención pero debió hacerlo. Se acercó lentamente hacia el vampiro pero este le sonrió, ella lo miró extrañada y entendió la razón, al momento que algo chocó contra su barrera natural.
— ¡Qué…!—ella se giró lentamente y vio a una niña de no más de 13 años, empezar a desintegrarse. Miró horrorizada cuando empezó a desvanecerse de poco a poco y sintió el picor de las lágrimas al querer ser derramadas.
El alma de la pobre criatura iba a vagar por la eternidad, no iba a tener descanso. Cuando algo era desintegrado por su campo de energía, la esencia, el alma de la víctima quedaba atrapado en la tierra, era como si se atara y no hubiera manera de darle descanso. Era una especie de castigo. Ella evitaba a toda costa que eso sucediera y ahora una niña iba vagar por toda la eternidad. Su corazón se estrujó y la energía dentro de ella se hundió en lo más profundo de su ser, al sentir el rechazo de su portadora.
El ser detrás de ella miró con fascinación como lo que sea que la cubría, se retiraba dejándola desprotegida y aprovechó el momento de debilidad de su próxima comida.
Hikari estaba perdida en su dolor que no se percató cuando el ser se acercó a ella y la pasaba un brazo por alrededor de su estómago y el otro rodeaba su cuello, exponiéndolo para el vampiro.
—Hueles delicioso, voy a disfrutar cada gota de tu sangre…—su ser completo se estremeció por la repulsión que sentía.
—No te atrevas…—ella intentaba llamar a su energía pero esta no respondía.
—Debes pagar por haber matado a mis esclavos y causar estas feas heridas…—ella empezó a reírse.
—Eres un maldito, ninguna de esas personas merecían lo que les hiciste…—el vampiro pasó su lengua por el contorno derecho de su cuello y ella chilló por el asco y el rencor que este ser le provocaba.
— ¿Qué eres…?—ella intentó moverse pero él la tenía bien sujeta. Intentaba pensar una manera de salir de esto, por el momento no contaba con su energía.
—Me convertiré en tu peor pesadilla si no me sueltas…—empezó a removerse pero no podía hacerlo. Su espada la había colocado de nuevo en su cintillo y no podía alcanzarla.
No le quedó de otra que tirar la cabeza hacia atrás para atinarle un golpe en la cabeza pero no fue suficiente porque el vampiro no la soltó. Lo escuchó soltar unas cuantas maldiciones pero aun así no la soltaba.
—No queda de otra…—buscó aquella punzante energía encima de su ceno izquierdo y sintió latir aquella marca hecha por Sesshomaru al momento que empezó a llamarlo.
—Esto es mejor que un celular—le había dicho la primera vez que había utilizado el llamado a través de la marca. Él como era de esperarse, se sintió algo ofendido.
—Anda muérdeme y observa lo que va a pasar…—ella empezó a reírse. Estaba algo nerviosa, Sesshomaru le había dicho que si alguna vez era mordida por aquellos seres, su cuerpo de manera inmediata iba a eliminar el tóxico que ellos liberan al morder a alguien pero eso no la libraba de que la drenaran.
El ser detrás de ella dudó unos segundos, sentía el peligro acercarse, como una fuerza tremenda de la naturaleza, casi como si la muerte estuviera anunciando su llegada. Sus instintos le decían que huyera y que dejara a esa humana libre pero la tentación de su sangre era mucho más fuerte que su propio instinto de supervivencia.
La temperatura del lugar poco a poco fue descendiendo y empezó a escuchar una risa macabra que hizo que los vellitos se le despelucaran. ¿Qué era esa enorme energía que se sentía en todo el lugar? Era aplastante y asfixiante, era casi como si exigiera su sumisión.
—Pensé que te había asesinado…—el vampiro apretó su agarre entorno a ella y aprovechando su momento de distracción, intentó una vez más llamar su energía.
—Te necesito, siempre lo he hecho y siempre lo haré—pensó mientras intentaba una vez más conectarse con esa parte de su ser que por un tiempo había rechazado.
—Una basura como tú jamás podrá asesinarme…—el nuevo ser apareció en escena.
Hikari apreció al nuevo personaje en escena. Era tan alto como Sesshomaru. Vestía completamente de rojo y tenía unas gafas naranja. En sus manos portaba unos guantes, en los cuales se podían apreciar extraños símbolos.
—No te acerques…—el vampiro intentaba buscar alternativas para huir y ciertamente la chica entre sus brazos era la llave para escapar.
Los pasos de aquel ser resonaban por todo el lugar. Caminaba lentamente. Todo su ser irradiaba poder y una fuerte amenaza que no debía tomarse a la ligera. Era la segunda vez en su vida que Hikari se enfrentaba a otro ser de tal magnitud de poder.
El ser detuvo sus pasos y acercó su mano a su abrigo, el vampiro apretó aún más su agarre entorno a ella y Hikari emitió un chillido de indignación cuando el brazo subió lo suficiente como para que rozara sus senos.
— ¡Maldito pervertido!—su energía estalló como respuesta a su ira. El vampiro al entrar en contacto con su energía se convirtió en polvo al instante.
La chica respiraba agitadamente y sentía sus mejillas arder. Estaba furiosa. Por supuesto tenía que toparse con un pervertido. Intentaba respirar tranquilamente pero no podía.
—Maldito…maldito… ojalá no te hubiese purificado por accidente y hubiese primero pulverizado tu maldito pe…—y la risa de aquel ser volvió a estallar en aquel lugar. El corazón de ella se saltó un latido cuando su ser se estremeció ante la risa de aquel hombre.
— ¡Maravilloso! ¡Maravilloso! ¡Qué criatura tan maravillosa!—ella se giró lentamente y se topó con la mirada rojiza de aquel ser.
— ¡Genial! Tenía que toparme con otro maldito vampiro…—el vampiro sonrió mostrando así sus enormes colmillos, ella se volvió a estremecer ante aquella visión. Su mano inconscientemente subió a su cuello, justo donde su vena latía furiosamente. El ser en frente de ella, asomó su lengua mientras se la pasaba por sus enormes colmillos.
— ¡No seré tú próxima cena!—chilló y el corazón de ella latía rápidamente. Se sintió extrañada ante la falta de miedo que supone que ese ser debía producirle. Hace mucho tiempo había perdido el temor hacia los seres que habitaban por ahí y de vez en cuando una sensación parecida al temor la acariciaba de vez en cuando, ante la presencia de entes con tanta energía negativa como ese ser estaba emitiendo. No, a quien mentía, jamás había sentido ese tipo de energía antes.
—Ya veremos…—el ser empezó a acercarse lentamente hacia ella y Hikari hizo un ademán de buscar su espada pero extrañamente su cuerpo no respondía ante sus demandas. Se sentía paralizada ante la mirada de aquel ser. No se había percatado que las gafas habían desaparecido y ahora sus penetrantes ojos rojos la miraban directamente.
Su energía la rodeaba, la podía sentir y eso le alegraba, que por lo menos tenía esa arma para defenderse. El ser no dejaba de sonreír y ella sentía como su corazón latía más rápidamente.
—Sesshomaru ven pronto…—pensó al momento que vio como el ser se acercaba. Lo vio estremecerse unos segundos cuando atravesó su campo de energía. El pánico la empezó a recorrer.
—No debía suceder eso…—susurró y el ser volvió a reírse.
—Ohhh…—dijo maravillado cuando sus instintos le advertían que se alejara de ella. ¿Desde hace cuánto no sentía esta sensación? Habían pasado décadas, no a quien negaba; nunca había sentido su vida tan en peligro como lo sentía en estos momentos.
—No te acerques…—su voz tembló y quiso golpearse. "Jamás debes mostrar temor ante tus enemigos o perecerás". Era lo que Sesshomaru le había dicho una vez que se enfrentó a un demonio sombra y había atacado a Rin hasta casi matarla. Había sentido miedo pero no su propia vida, sino por la de Rin.
— ¿Qué eres…?—preguntó el ser mientras acercaba su rostro al de ella. Hikari seguía sin poder moverse.
Vio como la enorme mano de él se acercaba a su rostro y esperó que por lo menos su energía la protegiera de su toque pero eso no sucedió, sintió su mano en su mentón y como él movía su cabeza a un lado, dándole acceso libre a su cuello.
—Hmmm…—escuchó un pequeño gruñido salir del pecho de aquel ser y con algo brusquedad volvió a mover se cuello, exponiendo su lado izquierdo.
Sintió como la nariz de él perfilaba su cuello y ella no pudo evitar estremecerse. Escuchó una leve risa proveniente de aquel ser. Al segundo siguiente, algo húmedo se paseaba por su cuello y para su vergüenza un pequeño jadeo escapó de sus labios. ¿Qué le estaba sucediendo?
Sintió como el ser sonreía y seguía haciendo lo mismo. Sintió una leve mordida en su cuello y todo su cuerpo se estremeció. El vampiro subió hasta posarse en su oído y lo escuchó reírse. ¿Por qué su cuerpo estaba reaccionando de esa manera?
— ¿Eres virgen?—todos los colores se le subieron al rostro.
— ¡Pervertido!—gritó. El vampiro en frente de ella volvió a reírse y su rostro volvió a entrar en su campo de visión.
—Sólo hay una manera de averiguarlo, ¿verdad?—su rostro estaba demasiado cerca. Podía sentir su respiración. Ella no pudo evitar inhalar profundamente, quiso que por lo menos el olor nauseabundo a sangre y muerte le hiciera romper el hechizo en el que ese ser la tenía atrapada, pero no funcionó, al contrario el olor de él era fuerte, picante y muy masculino.
Ella se sentía atrapada en aquella mirada rojiza. Debía sentir repulsión, miedo o alguna emoción negativa hacia aquel ser, sin embargo no había nada parecido a eso. Podía ver en aquellos ojos, promesas oscuras y pecaminosas, y por unos breves segundos se hundió en ellas.
Hikari cerró sus ojos al ver la intención de él al robarle un beso, su primer beso. Todas las niñas esperaban ser besadas por un maravilloso príncipe, galán de película pero ella hace mucho tiempo había matado esa imagen, cuando la realidad la había golpeado más de una vez.
Pasaron unos segundos y al ver que no sucedía nada, abrió sus ojos sólo para encontrarse con unos ojos y sonrisas burlescas. Eso la hizo enfurecer y quiso que su energía reaccionara a su furia pero nada sucedió.
—Idiota…—susurró. No sólo se lo decía él, sino así misma al esperar algo de ese ser.
—Mi pequeña y delicada mascota…—eso la hizo enfurecer aún más.
— ¡No me llamas así!—su cabeza se llenaron de imágenes que había suprimido en lo más profundo de su ser. Su energía reaccionó al dolor emocional de ella y salió a relucir, haciendo que el vampiro retrocediera, no al tiempo suficiente como enviarle una descarga que hizo que se estremeciera y una vez más sintió su vida peligrar.
Su energía fluctuaba peligrosamente a su alrededor. Cerró sus ojos intentando que las imágenes volvieran a irse y dejarla de torturar. Sintió de nuevo aquellas manos moverse por su cuerpo y sintió asco y odio hacia los dueños de esas manos.
—No…no….no me toques…—negaba con su cabeza y empezaba a lanzar rayos de energía a su alrededor. El vampiro tuvo suficiente tiempo como para alejar a Sir. Integra que había aparecido en escena al ver que su herramienta no regresaba.
—Hikari…—aquella voz de mando, hizo que su cuerpo se detuviera. Una mano apareció en su campo de visión y ella retrocedió.
—No me toques…—el ser gruñó en advertencia y ella se estremeció.
—Por favor…haz que se detengan…—ella alzó su mirada y el ser gruñó otra vez pero esto no iba dirigido hacia a ella, sino hacia aquellos que fueron los que producían ese dolor en sus ojos.
El ser emitió un pulso de energía hacia su marca y ella le sonrió agradecida mientras se desvanecía en sus brazos. Sintió como la energía de ella la cubría, intentando consolarla. El ser limpió las lágrimas que habían corrido por su rostro y volvió a gruñir.
—Sir Integra espero que coloque una correa más fuerte alrededor de su mascota—Sesshomaru atrajo hacia su pecho a su delicada carga.
—Interesante criatura…—dijo el vampiro mientras sonreía.
—No doy segundas advertencias, Sir Integra—le dijo el Daiyokai mientras empezaba a caminar hacia la salida.
—Espero su llamada Lord Taisho acerca de nuestros negocios o ¿acaso este pequeño incidente interrumpirá nuestros intereses?—el Daiyokai giró un poco su rostro y sus ojos se tiñeron de rojo para volver a ser dorados.
—No mezclo placer con negocios, Sir Integra. Ya debería saberlo—él le dio aquella extraña sonrisa mientras retomaba su camino.
En todos sus años, nadie le había parecido un rival digno de ella y ciertamente este hombre lo era. No podía evitar sentirse atraída hacia él pero ella jamás se dejaría pisotear por nadie, le dejaría en claro la razón por la cual era la cabeza del clan Hellsing.
—Interesantes acontecimientos…—el vampiro volvió a reír y Sir Integra lo ignoró, como siempre lo hacía. Jamás iba a entender la manera de pensar de aquel lunático vampiro.
Siempre había una pequeña luz en medio de la oscuridad y los humanos siempre tendemos a buscarla, independientemente que todo a nuestro alrededor esté derrumbado, aún conversamos la leve esperanza de hallar esa luz, inclusive los monstruos suelen buscar ese pequeño resquicio de luz, aunque sea para apagarlo.
— ¿Y era guapo?—Hikari rodó los ojos, de todo lo que había ocurrido era lo único que le preguntaba su querida hermana Rin.
—Qué se yo…—la chica empezó a reírse mientras negaba con su cabeza.
—Debió serlo para que hubieses querido besarlo…—Hikari sintió como los colores se le subían al rostro y le arrojaba una almohada a la chica.
—Estaba bajo hipnosis…—se defendió.
—Esas cosas jamás te han afectado…—Hikari se cruzó de brazos.
—Él era mucho más poderoso de los todos los que he me enfrentado en estos últimos años—Rin negó con su cabeza mientras seguía riendo.
— ¿Y qué me dices de tus poderes?—ella bufó.
—Los muy cobardes me abandonaron cuando más los necesitaba—Rin se puso seria.
— ¿No crees que es extraño que tu energía santa no haya reaccionado a su maldad?—a ella también le parecía algo desconcertante.
—Aún estoy intentando procesar eso…—recordó el primer encuentro que tuvo con Sesshomaru y sucedió exactamente lo mismo.
—No le demos más vueltas a este asunto—le dijo Rin al ver la cara de preocupación de su querida hermana—Sesshomaru-sama te está esperando en el dojo—Hikari se estremeció.
— ¿Sigue molesto?—Rin se alzó de hombros.
—Quien sabe…—a pesar de los cientos de años que tenía acompañando al Daiyokai, aún le era difícil adivinar su estado de ánimo.
Hikari se cambió de ropa y se colocó algo más cómodo para darle cara a Sesshomaru. Su energía había vuelto a la normalidad y corría por todo su cuerpo como agua corriendo por un río. Esta fluctuaba cuando recordaba al vampiro. Sus mejilla se coloreaban al recordar lo que le había hecho y lo poco o mejor dicho nulo que había hecho para apartarlo.
— ¡Pervertido!—gruñó al recordar la pregunta que le había hecho.
— ¿Por qué me preguntaría algo así?—sus mejillas seguían calientes. No sabía si por la vergüenza o por el enojo.
—Sólo las vírgenes pueden ser transformadas en vampiros sin llegar a ser ghouls—la voz profunda y ronca de Sesshomaru la hizo volver a la realidad.
— ¿Vírgenes?—se volvió a sonrojar.
—Es el único requisito que se requiere para ser vampiro—ahora entendía la pregunta del vampiro. Igual se sentía avergonzada de que le preguntara algo así.
— ¿Por qué tienen que ser vírgenes?—era algo tonto.
—Se piensa que cuando los humanos experimentan el sexo por primera vez, algo en sus hormonas cambian. Al parecer el veneno del vampiro reacciona a eso…—ella recordó algo de sus clases de educación sexual y algo le habían mencionado sobre el cambio hormonal que ocurre cuando los humanos tienen sexo.
Estaba tan sumidad en sus pensamientos que no se percató del ataque que venía hacia ella, de no ser por su campo de energía natural, Sesshomaru la hubiese herido.
— ¡Pero qué…!—dijo ella algo asombrada— ¿Qué te sucede….?—gruñó molesta por el ataque sorpresivo de Sesshomaru.
—No puedes depender siempre de tu campo de energía, cómo pudiste comprobar no siempre funciona…—ella lo miró molesta y se colocó en pose de lucha mientras blandía su espada.
El campo de energía cedió y la lucha empezó. Sesshomaru arremetía con todo. Le estaba costando un poco defenderse. Por lo general siempre empezaban con ataques leves y poco a poco iban subiendo de nivel. Había algo diferente en este entrenamiento y ella no sabía el qué.
Hasta ahora se daba cuenta que en todos los entrenamientos que había tenido con Sesshomaru él siempre se contenía pero ahora, era como si estuviera en una lucha verdadera con el Daiyokai. Sus ojos no mostraban esa calidez que siempre había estado ahí cuando la miraban, tenía aquella misma mirada fría con la que miraba a sus enemigos.
Se sentía exhausta, cada músculo de cuerpo le dolía por la fuerza que tenía que ejercer para mantenerse al día con los golpes lanzados por Sesshomaru, su energía intentaba reparar un poco el daño que él le estaba causando. Había cortes por todo su cuerpo. Él si apenas tenía un rasguño en su ropa. Ella jadeaba y sudaba por todas partes, a él sólo se le había salido un cabello de su cola de caballo.
Sabía que se no hacía algo, muy pronto iba a terminar con una fea herida pero ¿qué podía hacer? Ella no podía lastimarlo, lo apreciaba demasiado como para lastimarlo pero, él al parecer no recordaba que ella alguien preciado en su manada y para sí mismo.
La energía de él empezó a rodear el lugar y ella sintió esa presión como la primea vez que lo conoció y como en aquel encuentro, no iba mostrarle sumisión. Nunca lo había demostrado y ciertamente no iba a empezar ahora.
En un descuido, el látigo de él la alcanzó y le hizo un corte en su pierna izquierda. Ella se estremeció pero no emitió ningún signo de dolor. Ella había dejado de atacar porque ahora sólo se dedicaba a protegerse. No tenía tiempo de regresarle algún golpe.
—Humana débil…—eso la dejó algo mosqueada. Jamás le había dicho algo así. Le dolió.
—No lo soy…—él le dio aquella sonrisa dedicada a sus enemigos.
—Patética…—otro ataque.
—No lo soy…—giró pero no lo suficientemente rápido porque el látigo le había acertado en su brazo. Hace mucho las espadas habían sido olvidadas.
—Mascota…—eso la descolocó y no pudo reaccionar a tiempo cuando las garras de él aterrizaron profundamente a un costado de su vientre. Esta vez no pudo evitar chillar de dolor cuando el veneno empezó a filtrarse.
—Hikari…—susurró su nombre y ella se alejó de su toque. Sus ojos habían regresado a su dorado habitual y ahora estaban cubiertos por una sincera preocupación pero a ella no le importaba. Le dolía y no era la herida física que le había causado.
Ella retrocedía, quería alejarse de él. Necesitaba espacio, necesitaba aire. Su presencia la estaba asfixiando. No podía soportar verlo. No en este momento. No ahora.
—Por favor, sácame de aquí…—cerró los ojos y le rogó a su energía que la alejara de él.
Poco a poco su poder fue creando un capullo a su alrededor y pronto desapareció de la vista del Daiyokai. Dejándolo sólo en aquel lugar.
Hikari no sabía dónde se encontraba, pero estaba aliviada de estar lejos de él. El dolor de su ataque empezaba a calmarse, su energía la estaba curando. Sentía el veneno empezar a recorrerle el cuerpo, debía saber que eso iba a suceder.
—No puedo volver con él…—las palabras se repetían una y otra vez en su cabeza. Le había dicho de aquella manera. Sabía cuánto dolor le causaban esas palabras. Eran peor viniendo de alguien a quien ella apreciaba.
—Tan parecido a ese hombre…—no pudo evitar estremecerse por el asco y repulsión que aquellos recuerdos le traían.
Cerró los ojos intentaba controlar sus emociones fluctuantes. No quería llamar la atención de ningún ser y peor aún de vampiros. Miró hacia donde estaba la herida que le había causado Sesshomaru y vio con horror que esta no dejaba de fluir sangre.
—A este paso moriré desangrada…—susurró.
—El ataque que me proporcionaste fue tanto poderoso…—sonrió sin ganas…— ¿Querías asesinarme como todos los demás?—sintió como las lágrimas empezaban a descender por sus mejillas.
Poco a poco el cansancio le fue ganando y dejó que la oscuridad hiciera su acto de presencia, arrastrándola hacia a inconciencia. Su propia energía creó un campo de energía para protegerla de cualquier que intentara dañarla.
—Ohhh…que maravilloso regalo he hallado…—sonrió el vampiro. Se acercó a Hikari y aquel sentimiento de peligro lo volvió a invadir. Atravesó el campo de energía que la protegía y luego levantó el brazo donde Sesshomaru la había herido. Aspiró profundamente y aquel olor delicioso lo inundó, sus colmillos se alargaron pero resistió el impulso de morderla.
Dejó el brazo donde estaba y procedió a cargarla. Era ligera y se amoldaba en sus brazos. Sonrió cuando la vio buscando su hombro para esconder su rostro en el hueco de su cuello. Aquella energía que la rodeaba se retractó hacia el cuerpo de la chica, no sin antes enviarle una pequeña descarga al vampiro en señal de advertencia. El cuerpo del vampiro se estremeció.
— ¡Que maravillosa sensación!—rió divertido.
Poco a poco se desvaneciendo en el aire mientras re aparecía en su mazmorra. Había un enorme ataúd en medio de todo el lugar. Con sus sombras creó una cama, donde la recostó. Vio las heridas que adornaban todo su cuerpo.
Volvió a alzar su brazo, inhaló profundamente y su lengua se alargó para empezar a lamer los rastros de sangre que se habían escapado de las heridas. Al momento que su sangre entró en contacto con su lengua, aquella bestia sedienta de sangre que había estado encerrada en lo más profundo de su ser, hizo acto de presencia. De lo más profundo de su pecho, emitió un pequeño gruñido de placer mientras sus colmillos se alargaban.
Donde su lengua hacía contacto con sus heridas, estas se cerraban de inmediato. Pasó por cada una de ellas, veía algunas que eran muy profundas y se demoró un poco en las mismas. Al llegar a la que estaba en su vientre, hizo una leve mueca pero procedió a lamer cada rastro de sangre dejando limpia la piel.
Cuando no hubo más heridas que limpiar, empezó a pasear sus colmillos por el contorno de su cuello, y estos hicieron leves heridas que él golosamente lamía y volvía a crear más rasguños que emitían gotitas de sangre. Sus encías picaban por hundirse profundamente en su cuello pero contuvo a su bestia. No era el momento.
Inhaló profundamente intentando llenarse de su olor tan único pero algo no estaba correcto. Había algo diferente en su olor. Siguió el rastro donde antes habían estado las heridas y cuando llegó donde había estado la a un lado de su vientre, identificó la razón del cambio en su olor. Estaba envenenada.
Ahora podía llevarla con el doctor de la mansión Hellsing para que le dieran el tratamiento adecuado pero en ¿dónde estaría su diversión en ello? Con sus colmillos creó una pequeña herida en su muñeca y empezó a succionar la sangre. Su bestia volvió a hacer acto de presencia pero debía contenerse. Cuanto más succionaba su sangre, más hambre sentía.
Hikari empezaba a removerse inquieta y él supo que debía parar. El veneno había dejado su cuerpo, él lamió las últimas gotas que escapaban de la herida hecha por él mismo y volvió a inhalar profundamente y ahí estaba aquella esencia que lo hacía querer comérsela entera.
Sabía que había perdido mucha sangre y la idea de llevarla una vez más donde el doctor le pasó por la cabeza pero no sería divertido si lo hiciera. Levantó un poco la manga de su camisa y procedió morder su brazo, acercó la herida a la boca de la chica y cuando la sangre hizo contacto con sus labios, no pudo evitar sorprenderse un poco al verla abrir su boca y empezar a succionar. Aquel acto tan íntimo hizo que el cuerpo del vampiro se estremeciera de puro placer.
—Eres una criatura fascinante…—vio como ella dejaba de beber y él alejó su brazo de sus labios. No pudo evitar acercarse y lamer la gotita de sangre se escapó de sus labios rodó hasta su mentón. Ese leve contacto hizo que ella abriera los ojos.
Estaba algo desorientada pero no lo suficiente como para no percatarse del enorme hombre que se cernía sobre ella. Lo identificó de inmediato como el vampiro pervertido. No había duda. Él le sonría de aquella manera que la hacía estremecer.
—Podrías por favor alejarte de mí…—él vampiro emitió una pequeña risita mientras se alejaba de ella y procedía a caminar hacia el enorme sillón que hacía de trono en su habitación.
— ¿Dónde estoy?—le preguntó ella mientras empezaba a inspeccionar su cuerpo y se encontró algo sorprendida que no hubiera rastro alguno de heridas o sangre.
—En la mansión Hellsing—le respondió el vampiro. Lo vio alzar una copa, de lo que suponía ella era vino. Esperaba que fuera eso.
— ¿Cómo llegué aquí?—miró todo lo que le rodeaba pero no había mucho que observar. Se puso de pie, aún se sentía algo débil pero sentía como poco a poco sus energías se re establecían.
—Te encontré a fueras de la mansión y el resto ya lo puedes suponer…—los ojos de él brillaban y ella rodó los ojos.
— ¿Curaste todas mis heridas?—él vampiro sonrió. Ella se estremeció. Eso quería decir que había tomado de su sangre.
Ella se acercó con cautela hacia él y se puso en frente del vampiro. Lo vio beber tranquilamente de su copa de vino. No parecía que nada estuviera fuera de lugar.
— ¿Te encuentras bien?—preguntó ella algo preocupada. No lo podía evitar, era su naturaleza preocuparse por todos, sin importar quiénes fueran.
—Tuve una excelente bebida…—ella rodó los ojos al entender a lo que se refería. Sabía que no la había mordido, lo hubiese notado pero no evitó que bebiera de ella.
— ¿No tienes alguna molestia?—el vampiro la observó unos segundos para luego seguir bebiendo. Ella bufó y cruzó de brazos.
—Yo preocupándome, cuando tú estás perfectamente bien… —el vampiro volvió a emitir una risita, que hacía ponerla nerviosa.
—Deja de reírte de mí…—chilló molestia y sus emociones se vieron reflejadas en su energía. Un gruñido se escuchó a espaldas de ella y Hikari se estremeció.
— ¿Qué fue eso?—se giró bruscamente y retrocedió sin percatarse que las largas piernas del vampiro estaban muy cerca por lo que tropezó pero el vampiro fue más rápido y la atrapó, atrayéndola hacia sus piernas.
—Eso fue mi familiar…—le susurró en el oído y ella se estremeció.
De entre las sombras salió lo que parecía un perro, excepto que este tenía 6 ojos, debió asustarla pero extrañamente no lo hacía. Quiso acercarse pero el vampiro no le permitió moverse de su sitio. Ella bufó.
—Quiero tocarlo…—el vampiro rió pero no la dejó ir.
—No es una mascota…—ella alzó sus hombros restándole importancia.
Estiró una mano, intentando de esta manera que el animal se acercara. El familiar poco a poco se fue acercando y ella no retiró su mano hasta que éste la oliera, ella sonrió y acercó su mano hacia su hocico. Lo vio abrir sus enormes fauces pero ella no se dejó intimidar. Detuvo su andar y permitió que el animal la volviera a oler y retomó su camino. Cuando su mano hizo contacto con el animal, tanto ella como él perro se estremecieron.
—Me gusta, ¿cómo se llama?—preguntó mientras los ojos del perro se cerraban, disfrutando de la caricia.
—Baskerville…—ella arrugó el entrecejo.
— ¿Por qué le pusiste un nombre tan complicado?—el vampiro no respondió y ella siguió acariciando el hocico del animal.
Al cabo de unos minutos el animal retrocedió para luego perderse entre las sombras del lugar. Ella hizo un puchero y el vampiro rió.
— ¿Por qué hiciste que se fuera?—el vampiro la volvió a ignorar mientras la acomodaba mejor en su regazo. Ella chilló algo asustada pero no hizo ademán de moverse.
—Eres un pervertido…—el vampiro sonrió. Con un brazo la tenía rodeada por la cintura y con el otro, en la mano tenía otra vez de vuelta su copa de vino.
—Por cierto, ¿cómo te llamas?—el vampiro siguió bebiendo de su vino.
—O ¿prefieres que te llame vampiro pervertido?—el vampiro emitió una risita y ella rodó los ojos. ¿Qué tenía aquel hombre con las risitas escalofriantes?
—Alucard…—ella se quedó callada unos segundos y su mente procesó aquel nombre.
— ¡No puede ser…!—giró su rostro y se topó con sus ojos rojizos.
—Eres Drácula…—el vampiro sonrió y ella no pudo evitar chillar de emoción.
—Eres real…pensé que sólo eran invenciones de la gente…—el vampiro no quitó su mirada de ella.
—Yo soy Hikari…—el vampiro simplemente se limitó a observarla y seguir bebiendo de su vino.
—No eres muy hablador que digamos…—otro más que se limitaba a observarla y dejaba que ella adivinara sus pensamientos. Al llegarle el recuerdo de Sesshomaru, una sombra de tristeza apareció en su rostro. Su mano instintivamente se movió hasta posarse sobre la marca que él le había hecho hace tantos años atrás. La sentía latir, lo que significaba que la estaba llamando pero ella ignoró aquel llamado. Seguía molesta y dolida por sus palabras.
Sintió una mano posarse en su mentón y luego como una lengua aparecía en su campo de visión para luego borrar el camino de lágrimas que paseaba por su rostro. No se había percatado que había empezado a llorar.
—Deliciosas como tu sangre…—sus mejillas enrojecieron.
—Pervertido…—el vampiro volvió a reír.
Se quedaron en silencio y ella empezó a inspeccionar el lugar. Había uno que otro objeto en el lugar pero nada que dijera algo sobre él. Sus ojos se quedaron prendados en el enorme ataúd que había en la habitación.
— ¿Duermes en ese ataúd?—el vampiro se limitó a sonreírle.
—Pensé que eran mitos…—ella se removió inquieta.
—Quiero verlo…—él negó con su cabeza.
—No querrás hacer eso…—ella lo miró sin entender. El vampiro dejó su copa suspendida en el aire y ella vio maravillada como esta flotaba hasta desaparecer entre las sombras del lugar.
Él soltó su agarre entorno a ella y Hikari se puso de pie, el vampiro la siguió al verla encaminarse hacia su ataúd. La chica tenía curiosidad de aquel objeto.
A medida que se acercaba, su energía emergía dentro de ella como intentando protegerla de lo que sea que había ahí dentro. ¿Qué era esa sensación? Al momento de llegar hacia el objeto, sus ojos se abrieron un poco al ver tan solo oscuridad dentro del lugar pero lo que la dejó sin habla era el tremendo sentimiento de soledad que empezó a embargarla. Era un sentimiento desgarrador, que la hacía asfixiarse.
Su mano instintivamente se movió hacia el lugar y una mano enguantada la interceptó a medio camino. Alzó su rostro y se encontró con aquellos ojos rojizos, desprovistos de aquellas gafas. Al momento de que sus ojos se encontraron, aquel sentimiento de soledad la volvió a embargar.
Al ver su mano izquierda atrapada entre la mano del vampiro, su mano derecha fue la que se alzó hacia el vampiro y este había borrado toda sonrisa de su rostro. Veía los ojos de él brillar de una manera tan peligrosa y salvaje. No le importaba. Ni siquiera los colmillos asomándose por la boca del vampiro, hizo que se detuviera.
Cuando su mano derecha hizo contacto con la mejilla del vampiro, lo cual tuvo que empinarse un poco debido a la altura del vampiro, el corazón de ella empezó una loca carrera. ¿Qué era este sentimiento que la embargaba? ¿Tristeza? ¿Soledad? No entendía esas emociones.
— ¿Qué eres realmente, mi intrigante criatura…?—ella le sonrió.
— ¿En dónde estaría la diversión si te lo dijera?—el vampiro le sonrió.
— ¡Que criatura tan maravillosa!—ella negó divertida.
La mano que tenía atrapada en la propia, la soltó para luego posar esa misma mano en la mejilla de ella. Ambos estaban midiendo la fuerza del otro.
Alucard estaba maravillado con el ser en frente de él. Aquella emoción de sentir su vida en riesgo, lo emocionaba. Ella podía significar su inminente muerte, pero no le importaba. No podía permitir que Hikari se alejara de su vista, no hasta descubrir hasta el último de sus secretos.
Su marca volvió a latir pero esta vez con más fuerza, no pudo evitar hacer una mueca de dolor. ¿Qué le estaba sucediendo a Sesshomaru?
—Debo volver…—el vampiro alejó su mano de ella y Hikari hizo lo mismo con él.
La mirada de la chica volvió a dirigirse al ataúd y suspiró. No podía evitar tener curiosidad en ver lo que había dentro. Peor aún, ahora que el vampiro la había detenido.
—Algún día veré lo que hay dentro de ese ataúd —el vampiro rió.
—Pequeña traviesa…—ella se alzó de hombros.
Alucard la envolvió en sus sombras y en un abrir y cerrar de ojos se hallaba en el patio de la mansión Taisho. Al sentir la presencia aplastante de Sesshomaru, ella se estremeció.
—Gracias por traerme…y por todo lo demás…—le dijo la chica al vampiro mientras le sonreía. El vampiro no hizo ademán de querer irse.
—Alucard, por favor…—el vampiro la miró.
—Ohhh…es una noche estupenda para un enfrentamiento…—ella suspiró.
—Lo sé, pero estoy cansada y soñolienta…por favor…—el vampiro la miró unos segundos más y luego empezó a reírse.
— ¡Que criatura tan maravillosa e intrigante eres!—ella le sonrió.
—Gracias…—el vampiro le sonrió una última vez antes de desvanecerse.
Cerró los ojos e intentó que sus emociones empezaran a serenarse. Todo era confuso y ciertamente la tenían algo mareada. ¿Cómo podía haber pasado tanto en tan poco tiempo? Sentía que su vida había dado, una vez más, un giro de 360º sin poder hacer nada.
Lo sintió acercarse pero no hizo ademan alguno de moverse su sitio. Ella no era una cobarde y debía darle la cara. Cada paso que daba, hacía que sus emociones vuelvan a emerger. Sus crueles palabras se repetían una y otra vez en su cabeza.
—Hikari…—la manera en la que lo llamaba, era diferente.
—No puedo perdonarte—sintió las emociones de él.
—No pensaba pedirte algo tan irrazonable—ella abrió los ojos y se encontró con aquellas frías orbes. Aquel cálido dorado que siempre estaba ahí cuando la miraba, no se hallaban más.
— ¿Entonces para qué me llamaste?—ella lo miró a los ojos.
—Debes recordar tú lugar en esta manada—dolió. Aquella manera como la miraba y como se dirigía a ella.
—Lo recuerdo cada día, no tienes de qué preocuparte. Sé que soy solo una intrusa, que está ocupando el lugar de alguien más…—se abrazó a sí misma. ¿Por qué tenía que ser tan cruel?
— ¿Tienes algo más para…?—ella negó con su cabeza— ¿Tiene alguna otra orden, Sesshomaru-sama?—él Daiyokai no dijo nada.
—Si no tiene ninguna otra orden para mí, me retiro Sesshomaru-sama—ella hizo una reverencia de por más exagerada y antes de que él pueda decir o hacer algo, ya había desaparecido.
Los ojos del Daiyokai refulgían de furia y odio pero no hacia ella, si no así mismo. Al percatarse del olor de sus lágrimas, no pudo evitar gruñir. Apretó sus manos e incrustó sus garras en las palmas de las mismas.
—Eres un idiota—el Daiyokai no dijo nada.
—Si tanto deseas…—Sesshomaru gruñó—Debes hablarle con la verdad… ¿qué crees que pasará cuando se entere por alguien más?—el nuevo personaje negó con su cabeza.
—Con tus acciones sólo haces que se aleje de ti…—se escuchó un suspiro—No siempre podrás alejar a sus pretendientes…—miró hacia el cielo—Esta vez es diferente…él es diferente—el Daiyokai volvió a gruñir.
—Es sólo un interés pasajero…—el invitado negó con su cabeza. Era tan necio, no quería ver la verdad. Lo que estaba sucediendo y lo que estaba a punto de ocurrir, podría escaparse de las manos si él no actuaba rápido.
— ¿Realmente piensas eso?—Sesshomaru no respondió—La oscuridad siempre se verá atraída por la luz…—le dijo la otra persona.
La luz de la luna alumbró a ambos personajes. Aquellos personajes y seres del pasado que eran seres mitológicos en los libros de historia antigua japonesa. Ambos yokais de poderosos linajes.
—Recuerdas esas palabras…—el yokai sonrió.
—Tengo cada palabra gravada en mi cabeza…mi madre era tan sabia…—dorado chocó con verde. Ambos yokais se miraron para luego mirar hacia la luna. Aquel majestuoso astro que había sido testigo de la historia que ambos personajes compartían.
El tiempo pasa sin darnos cuenta. Un día eres un niño y al día siguiente eres un adulto. Cada decisión tomada, inclusive antes de tu concepción, ha llevado a lo que eres hoy. El hilo del destino puede estirarse pero jamás romperse. Lo que está destinado a ser, será.
— ¡Cuidado!—gritó Hikari mientras lanzaba una flecha sagrada hacia un demonio que se había abalanzado en contra de Rin.
—Gracias, nee-chan…—la chica sonrió.
Algunas explosiones se escuchaban por todo el lugar. En medio de todo ese ruido también salían a relucir gruñidos y pasos resonaban por todos los pasillos, de clara evidencia de que intentaba de huir de su futura muerte a mano de los cazadores.
Hikari lanzaba flechas de luz a todos los demonios de bajo nivel que habían invadido y tomado como sus huéspedes a los humanos de ese edificio departamental. Era increíble la cantidad de demonios que había ahí y ahora también se sumaban los vampiros. Tuvo que levantar un pequeño campo de energía alrededor del sitio para que ni demonios ni vampiros huyeran y terminaran lastimando a más inocentes.
Inocentes. Esa palabra era un pequeño recuerdo de todas las almas cegadas en ese edificio. Había encontrado varios niños, como era normal en un edificio departamental, y el dolor al tener que darles paz a esas almas, le había roto un poco su ya de su desquebrajado corazón. Los demonios que se habían apoderado de los humanos, eran conocidos como demonios parásitos, entes que se alimentaban de la esencia vital del huésped, dejando nada más que un cascarón vacío cuando dejaban el cuerpo de su víctima, esta fallecía inevitablemente.
—Primer piso limpio—se escuchó una voz varonil por el auricular en su oído.
—Segundo piso despejado—esta voz era la de una chica.
—Estoy despejando el tercero y ya estoy avanzando al cuarto—era en ese piso donde se escuchan los pasos de personas/seres corriendo lejos de su verdugo.
Al subir las escaleras su campo de energía actúo una vez más en su defensa cuando un ghoul iba en pos de ella. No había tenido tiempo de reaccionar pero su campo de energía natural, lo hizo por ella. Vio como el ser se volvía polvo en el segundo que su mano hacía contacto con su energía santa.
Alzó su arco de energía y empezó a disparar a todo ser que cruzaba por su campo de visión. Pequeñas redes de energía empezaron a correr por el lugar, localizando y cazando. Había demonios sombra por doquier. Esto era algo que había estado sucediendo en las últimas semanas. En el mismo lugar donde se hallaban ghouls, estos entes estaban presentes.
Mientras disparaba sus flechas, no se percató que un humo morado empezaba a rodearla y una energía oscura empezaba hacerse presente en el lugar. Era como si la energía tuviera vida propia. Intentaba atravesar el campo de energía pero no lo lograba.
— ¡Mamá, ayúdame!—el mundo se paralizó para ella.
En frente de Hikari había una niña de larga cabellera negra, quien se cubría los ojos intentando inocentemente no ver lo que el monstruo le hacía. Era su única manera de protegerse de aquel demonio que la atormentaba siempre.
—Por favor, no lo haga…—la niña se apegaba a la pared que tenía detrás, como intentando fundirse con la misma y huir del monstruo.
— ¡Mamá…!—gritaba la niña. Mientras inútilmente lanzaba sus manitas intentando alejar a aquel demonio.
—Nadie vendrá…estás sola—Hikari negaba con su cabeza.
— ¡No lo estoy!—gritaba. Su campo de energía fluctuaba, estaba intentando consolarla.
—Ellos te odian…eres un monstruo—
—Monstruo…monstruo…—la gente a su alrededor le gritaba. ¿Acaso no veían que ella estaba sufriendo?
— ¡Niña maldita!—no lo era. No lo era. No lo era. Se repetía mentalmente.
El monstruo agarró a la niña de las manos mientras sonreía siniestramente. La niña intentaba soltarse pero era inútil. No quería que ese demonio la tocara. ¿Por qué le hacía eso? ¿Nadie podía ver lo que ese hombre le hacía?
—Asesinaste a tu madre…—ella negaba con su cabeza.
— ¡Basta…! ¡Basta!...—se cubrió los oídos con sus manos mientras negaba con su cabeza.
El campo de energía crecía rápidamente, purificando todo a su paso. El humo morado no se despejaba, al contrario crecía alrededor del campo de energía de Hikari.
Las voces otra vez la atormentaban, como cada noche en sus pesadillas recordándole que ella no era más que una niña maldita. Los gritos que jamás fueron escuchados. Los lamentos y llantos que jamás fueron consolados. Las heridas que nunca fueron sanadas. Todo el daño que le fue infringido por años, sin nadie quien le brindara una palabra de aliento o algo de calor, sólo encontraba frialdad por todas partes.
—Hikari…—en la bruma y desesperación de su mente, una voz diferente se escuchaba. Intentaba filtrarse en aquella oscuridad que se había sumergido.
—Es el monstruo que viene a matarte…—le dijo una voz.
—Hikari…—esa voz era atrayente y exigía que la siguiera.
—Es el monstruo que te lastimó…—dudó. Esa voz…No esa voz era diferente, no era cálida pero había algo en ella que le hacía sentir segura.
—Hikari…—aquella voz resonaba en medio de las demás voces en su cabeza.
Sintió unos brazos rodearla y las voces desaparecieron, sólo quedó la oscuridad pero no le temía porque en medio de ellas habían dos pares de ojos rojos, que refulgían y le indicaban que estaba segura. Se sentía cálida y protegida, a pesar de que aquellos ojos estaban empañados por malicia y ferocidad casi animal, se sentía segura.
— ¡Maestro!—se sorprendió Seras, al ver a Alucard siendo casi purificado por la energía santa de Hikari. Ella tuvo que mantenerse alejada, porque su ser se estremecía y todo el cuerpo le dolía tan solo estar a unos pasos de la chica.
—Encárgate de los que quedan, chica policía—le dijo su maestro mientras desaparecía con su preciada carga.
—Sí, maestro…—le dijo la vampira mientras los veía desaparecer y con ellos aquella neblina morada.
—Tranquilo cariño, ella está a salvo con él—le dijo Rin a su querido esposo.
— ¿Estás segura?—Rin le sonrió y el chico suspiró—Ahora, ¿quién le dirá a Sesshomaru-sama lo que sucedió aquí?— Ambos se miraron y se alzaron de hombros. Iban a dejar a la suerte para ver quien le daba las buenas nuevas al Daiyokai.
Los malos actos obrados contra otros, no siempre terminan con resultados negativos. Aquellas acciones con malas intenciones, muchas veces terminan encaminando hacia el futuro a los que quieren herir, lastimar y destruir. Todos cumplimos un rol en la vida de cada individuo con los que nos cruzamos en la vida.
