Fortuna

Cap. 1: Un viaje, mal acompañado.

"Una noche más" –Pensó para sí misma, mientras regocija sobre una manta cálida, en una cueva de grandes dimensiones, pero con una entrada pequeña, y levemente tapada por un gigantesco árbol de Acacio. "Otra noche en la que Akkarin me ignorara" –Pensó con tristeza. ´Akkarin´ ese nombre había estado resonando en su cabeza durante todo el tiempo que llevaban caminando, ¿rumbo?, ninguno, o al menos él no le había querido decir. Pero de pronto una pregunta que siempre había estado ligada con ese nombre la golpeó con fuerza, "¿Por qué vine?" –Una ola de tristeza la aglomeró al recordar la Vista y todo lo sucedido en ella, el hecho de haber abandonado a sus amigos, a Rothen, la persona que más se pareció a un padre, para irse con un "desconocido" a la más segura de las muertes.

Pensó durante un par de segundos en eso hasta que la respuesta vino a su mente

-Porque era lo correcto y debía asegurarme de que él estuviera bien –Pensó en voz alta… Al terminar la frase los recuerdos de la vista golpearon ferozmente su mente como una bola de fuego encandecete.

"Si lo exiliaras a él tendrás que hacer lo mismo conmigo, así me aseguraré de que él siga con vida cuando recuperes la razón y lo busques"

Aquellas palabras, fueron las que gritó al Rey de Kyralia durante la vista, cuando éste dio el veredicto, exiliando a Akkarin a una muerte más que segura, trató de recordar la escena, pero justo en ese momento el susurro de unos pantalones de cuero pasando por el carrasposo suelo interrumpió su meditación.

Soltó una leve sonrisa y cerró los ojos, tratando de hacerse la dormida, esperó sentir otro bulto de carne por sobre su espalda, pero en vez de eso sintió un leve cosquilleo en su piel, como si alguien usara Sanación cerca de ella o incluso como cuando alguien se te queda mirando fijamente durante un largo fragmento de tiempo. Pero antes de que siquiera pudiera abrir los ojos el sueño ganó la batalla y quedó plasmada en la manta.

Al despertar sentía un vacío justo en su espalda, tardó un par de segundos antes de despabilar y notar que Akkarin, como todas las mañanas, no estaba. Aun así, no quería levantarse, pues sabía que en cuanto lo hiciera Akkarin llegaría y sería otro largo y extenuante día de caminata, solitaria, silenciosa, y demasiado pasiva. Recibiendo sólo las órdenes de Akkarin, mientras que sus piernas exhaustas rogarían por un solo segundo de descanso.

De pronto la felicidad con la que había despertado, se esfumó con el simple hecho de recordar la rutina diaria que había tenido desde que habían llegado a las montañas, y del trato de Akkarin hacia ella. "Cuanto daría porque me tratara como una amiga… U al menos una compañera, y no una simple carga" –Pensó tristemente. Se quedó allí, acostada, imaginando que retrasaba el tiempo para detener la rutina… Cuando se dio cuenta, se estaba ya quedando dormida, pero antes de por fin caer en otro sueño profundo y rehabilitador, sintió un fuerte sacudón en su hombro, y unos dedos fríos y largos dañaron aquellas ansias de dormir.

-¡Sonea!… ¡Sonea…!

Escuchó su nombre dicho con fuerza y prisa, la voz desapasionada de Akkarin era muy clara, justo en su oído, trató de ignorarlo pero sólo pensar en sus labios diciendo su nombre… Le hicieron rendirse y abrir los ojos. Tardó un par de segundos en despabilar, con una fluidez sorprendente empezó a delinear una figura, alta, oscura y pálida, observándola fijamente con una máscara fría y desapasionada.

-Levanta, tienes 10 minutos para desayunar antes de que partamos.

El tono frio y desapasionado en su voz, sólo le indicaba que lo mejor era obedecer sin relinchar. Se levantó y masajeó levemente sus cienes suavemente, hasta que se sintió lo suficientemente despierta para levantarse "Podría usar curación para sentirme mejor", tomó la mano de Akkarin y recogió lo que éste le había largado; un par de ramillas húmedas y varios frutos parecidos al Kamar.

-Las ramas aún están un poco húmedas, puedes chuparlas para obtener un algo de agua

Empezó a comer de los frutos, los cuales tenían un sabor semi agrio, a pesar de que las ramas no poseían mucha agua, tenían la suficiente como para quitar el mal sabor de las frutas. Continuó comiendo, suponiendo que en algún momento Akkarin se uniría a ella, "O quizás comió por fuera" –Pensó, mientras se acababa con la última vaya, y observaba a Akkarin, quien reposaba sentado en el borde de la cueva, observando el paisaje, desértico y de vegetación muerta que se extendía por Kilómetros.

Dudó entre si acercarse o quedarse donde estaba, no quería verse envuelta en otra de aquellas discusiones, en las cuales Akkarin le repetía que debía haberse quedado, y que ahora sólo le retrasaría, Le causó una extraña tristeza el hecho de rememorar aquellas discusiones. "Porque ese maldito hombre me afecta tanto" –Pensó con un leve toque de rabia, al final se cansó y se levantó, caminó al lado diestro de Akkarin y tomó asiento, desplegó las piernas y dejó las manos reposar sobre el duro suelo rocoso, mientras fijaba la vista en el Adyacente y hipnotizaste vacío.

Un poco más tranquila y decidida a hacerle responder, empezó a entablar conversación.

-¿Por qué nunca te he visto comer?

Después de terminar la frase, se sintió como una estúpida por haber hecho una pregunta tan poco interesante, pero, supuso que como siempre, la ignoraría, más para su sorpresa Akkarin se volteó un segundo a ver su rostro y luego volvió a entablar la vista en el vacío, como si meditara lo que iba a decir.

-Cuando vives como esclavo, te tienes que acostrumbar a sobrevivir con muy poco.

Movió sus dedos largos y palidos hasta dejarlos sobre el suelo a un par de Centímetros de la mano de Sonea, quien sólo se quedó observando los dedos de Akkarin. "Esos dedos… Cuanto puedo imaginar con esos dedos" – Aquel maldito pensamiento volvió a irrumpir en su mente, aquel pensamiento que le gritaba a los cuatro vientos "Lo amas", trató de deshacerlo, pero el simple hecho de estar cerca de él no hacía nada más que intensificarlo. "No lo amas, no lo amas…" –Se repetía mentalmente constantemente tratando de disolver cualquier otro pensamiento, cuando volvió a la realidad, notó que Akkarin ya no yacia a su lado.

-Es hora de irnos.