Disclaimer applied.
Aviso: este fic "entra" más o menos en el reto de 25 días que estoy elaborando, pero como quedó muy largo, decidí dividirlo en partes para no hacer tan pesada la lectura y la escritura.
Inspirado en la canción "Sin miedo a nada" (2003), interpretada por Alex Ubago y Amaia Montero
SIN MIEDO A NADA
Primera parte. Escúchala
Me muero por suplicarte que no te vayas, mi vida.
Me muero por escucharte decir las cosas que nunca digas
Más me callo y te marchas.
Aún tengo la esperanza de ser capaz algún día
De no esconder la heridas que me duelen
Al pensar que te voy queriendo cada día un poco mas
¿Cuánto tiempo vamos a esperar?
La primera impresión por parte de él había sido muy mala y sonaba un tanto desesperada. Wakana supo a los pocos días, por un mensaje de Eijun, que varios de sus compañeros la encontraban atractiva. "Sobre todo Kuramochi-senpai. A veces él te responde los mensajes" admitió. Wakana no le tomó importancia; ella solo podía pensar en Eijun a pesar de que éste parecía enamorarse de jugadas y ejercicios extraños para calentar.
Wakana esperaba con ansias los mensajes de Eijun, por lo que varias veces fue engañada con la redacción de alguien más. Al principio, Kuramochi respondía los mensajes de Wakana para molestar a Sawamura; mas después de conocerla y después de leer con atención los mensajes, se dio cuenta de lo importante que era el pitcher para ella, por lo que contestaba cuando Sawamura parecía estar lo suficientemente metido en sus tarugadas como para prestarle atención a su teléfono. No quería que ella creyera que Sawamura la había olvidado: era solo que Eijun era demasiado idiota como para darse cuenta.
Sawamura por su parte, creía haber olvidado que había sido él quien había contestado el último mensaje; así que no se inmutaba cuando veía que su celular había dejado de parpadear.
Conforme el tiempo pasaba, fue más común que Kuramochi estirara el brazo cuando el celular de Eijun vibraba mientras estaban jugando videojuegos. Y era cada vez más común que sonriera cuando leía las noticias de Wakana; casi podía verla sonreír cuando algo muy bueno ocurría. Kuramochi se enteró de las buenas notas de Wakana, de cuál era su platillo favorito y qué programas le agradaban de la televisora local. Para no sentir que estaba usando la identidad de Sawamura, terminó por leerle los mensajes a Sawamura y cuando éste se enfadaba por haber robado su celular, aunque lo hubiera dejado olvidado en cualquier parte, le pedía permiso para responder el mensaje. Eijun, en medio de una llave de boxeo, daba su consentimiento. Algunas veces, Eijun mandaba un mensaje disculpándose por los mensajes de Kuramochi; otras, simplemente se dormía y dejaba en Wakana la ilusión de que había sido él quien estaba tan interesado.
Así pasaron varios meses. La segunda vez que Kuramochi vio a Wakana, en el segundo torneo de verano de Eijun, ella lucía más alegre y se sonrojaba con cada risa estúpida de Sawamura. De alguna forma, se sentía mal: ¿qué pasaba si Wakana se ilusionaba por los mensajes que Kuramochi enviaba en nombre de Sawamura?
—You-san, ¿me acompañas? —dijo Haruichi a su lado. Sonreía con confianza.
—¿A dónde?
—Quiero saludar a los amigos de Eijun-kun. Nunca nos hemos presentado, ¿cierto? Es una buena oportunidad para ello —dijo mientras lo empujaba hacia la pequeña multitud que rodeaba a Sawamura.
—¡Eh, espera, Haruichi! ¡Soy tu senpai, no puedes arrastrarme hasta…!
—No tenemos mucho tiempo. Debes hablarle antes de que nos suban al camión. —Lo interrumpió en un susurro, justo antes de colocarlo a un lado de Sawamura.
—¡Ah, Harucci, Cheetah-senpai! —exclamó Sawamura al verlos a su lado, cubriéndose el trasero para evitar que Kuramochi lo pateara.
—¡No me llames así, idiota! —Lo regañó Kuramochi, sonrojado. ¿Así era como se refería a él cuando hablaba con Wakana?
—Nosotros somos amigos de Eijun-kun —intervino Haruichi con rapidez—. Yo soy Kominato Haruichi y él es Kuramochi Youichi, el parador en corto.
—¡Oh! ¡Son la pareja elegante del campo! —exclamó Nobu— The keystone combo!
—¿Eh? —cuestionó Haruichi sonrojándose más que Kuramochi, mientras éste soltaba una carcajada apenada.
—¡Sí, Cheetah-sama y el hombre de los mil nombres: Haruo! ¡La barrera inquebrantable de Seidou y los demonios al bat! —exclamó Sawamura como si se tratara de un presentador de televisión.
Los amigos de Eijun rieron hasta que Haruichi sonrió hacia Eijun y le pidió con tranquilidad que guardara silencio. Kuramochi sonrió: el silencio y las miradas de terror eran causa del efecto Kominato; él ya estaba acostumbrado a ese "maligno gen", como lo había llamado Sawamura.
—¡Sawamura! ¡Al camión! —gritó Kanemaru desde varios metros atrás— ¡Haruichi, Kuramochi-senpai!
—¡Sí! —respondió Haruichi antes de mirar a Kuramochi, como invitándolo a decir al menos unas palabras.
—Ei-chan, te vendremos a ver cuando lleguen a la final —dijo Wakana mirando de nuevo a Sawamura, con aquella evidente mirada que no escondía nada.
—¡Sí! ¡No los defraudaré! ¡No ahora que ya soy el as! —prometió Eijun riendo. Sus amigos, felices, rieron con él.
Kuramochi observó a Wakana. Se veía linda con el cabello atado. Soltó un pequeño gritito cuando sintió el pisotón de Haruichi. Mierda. Ese niño era más descarado que su hermano y eso ya era mucho decir…
La mirada de Wakana por un momento se clavó en él. Su sonrisa permanecía ahí.
—Eh, gracias por venir —balbuceó Kuramochi para mantener la atención de Wakana en él—. Sigan apoyándonos.
—¡Sí! —respondieron Nobu y Akio, emocionados.
—Gracias por cuidar de Ei-chan —dijo Wakana, por fin dirigiéndose a él.
Kuramochi sintió que su corazón iba a explotar o, al menos, se detendría. Maldición, no era la primera chica que le agradaba. Pero el que le hablara era casi tan emocionante como un juego perfecto en la octava entrada.
—¡Sí! —respondió mostrando una postura casi militar.
—¿Cuidarme? ¡Pero si él me…!
—Eijun-kun, silencio —ordenó Haruichi. Sawamura de inmediato soltó una oración sobre lo aterrador que podía ser el demonio con cara de ángel.
—¡Eh, ustedes! —gritó Miyuki desde la puerta del camión— Nos iremos ahora, pueden pagar el tren —añadió con una sonrisa de malicia.
—Ese imbécil… —farfulló Kuramochi antes de darse la vuelta y caminar hacia el camión mientras pensaba en las llaves que todavía no había probado en Miyuki. A veces era aburrido probarlas todas en Sawamura, porque éste era demasiado flexible. ¿Quién podría culparlo si una mañana el capitán amanecía misteriosamente adolorido del cuello? "Durmió mal, hombre, fue su almohada" les diría a todos… O en casos más extremos, quizá le pagara a Okumura para echarle la culpa. No era como si fuera secreto el odio que éste sentía por el cátcher titular.
Ya estaba arriba del camión, susurrando entre dientes sus llaves favoritas, cuando se dio cuenta de que ni siquiera se había despedido de Wakana y los otros…
Sonrió hacia Miyuki. Ahora tenía un mejor pretexto para convertirlo en su nuevo saco de boxeo… Sawamura merecía vacaciones, ¿no es así? Después de todo, Wakana era su amiga.
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Wakana regresó a su casa con una sonrisa. Sabía que Eijun era en ocasiones desesperante, mas había visto que sus compañeros en verdad lo apreciaban. Incluso esos dos, que podrían parecer temibles, festejaban con él cada triunfo y lo animaban desde el cuadro. Eijun tenía buenos amigos, eso la tranquilizaba.
Estaba tan ensimismada en Eijun y en sus logros, que no pudo recordar que a veces los mensajes que recibía eran de ese short stop de risa estruendosa.
Los siguientes días, se dedicó a ayudar en la tienda de su padre y a ver las noticias sobre los partidos del torneo de verano. Eijun pasaría a la final; tenía lo suficiente para llevar al equipo al Koshien, lo sabía. No volvería a repetirse, esta vez derrotarían al rey de Tokio.
Wakana organizaba los recibos de compra, detrás de la caja registradora, cuando una mano grande y pesada golpeó el mostrador. Sobresaltada, alzó el rostro y vio los ojos negros de un hombre que cubría su boca con una mascarilla de tela. Su mano izquierda permanecía en el mostrador, mientras que la derecha sostenía un largo cuchillo de cocina.
Veinte minutos más tarde, el padre de Wakana la sostenía por los hombros mientras ella declaraba a la policía cómo había sucedido el asalto.
Esa semana no llegó ningún mensaje al celular de Eijun, pero éste no se dio cuenta. En contraste, Kuramochi sí lo hizo.
—Sawamura, ¿está todo bien en Nagano? No has enviado nada esta semana —mencionó Kuramochi el viernes antes de cerrar su cuaderno de estudio.
Sawamura y Asada jugaban un viejo videojuego que Kuramochi ya había terminado en varias ocasiones.
—¿Ah?... Supongo que todo está bien. Wakana me diría si algo pasara —respondió Eijun tratando de esquivar un golpe de Asada.
Kuramochi, lejos de tranquilizarse, miró el teléfono de Eijun con ansiedad. Sin embargo, terminó por asentir.
El siguiente día fue el partido contra Maimon. Habían mejorado mucho desde el año pasado: habían entrenado con fuerza a una batería que estaba dando mucho de qué hablar. La batalla habría sido dura de no haber sido porque Seidou poseía al menos tres baterías imparables, que usaron de forma estratégica en todo el partido. Al final, Furuya y Yui terminaron con el verano de Maimon.
El pase a la final estaba a sólo un partido. Inashiro había derrotado a Yakushi casi sin problemas. Miyuki tenía razón al decir que Narumiya sólo había incrementado su poder; era necesario que Seidou pudiera no alcanzar, sino rebasar el nivel que Inashiro poseía. Tanto el capitán como el entrenador confiaban en las nuevas baterías y en los limpiadores que se habían anexado. Además, Haruichi estaba despuntando como un buen jonronero. Éste debía ser el año del niño de la suerte.
Empero, antes de irse a dormir y mientras Sawamura platicaba con Okumura afuera de la habitación, Kuramochi revisó por costumbre el teléfono de Eijun. No había mensajes… Eso comenzaba a ser extraño.
Al día siguiente, el entrenamiento se dedicó al bateo. Todos los pitchers, incluyendo a los del segundo equipo, se prestaron para ayudar a los bateadores del primer equipo. Diferentes estilos, diferentes velocidades, diferentes posturas; todo ayudaba. Miyuki decía que no debían confiarse en nada, ni siquiera aquéllos que habían bateado contra Narumiya. Y aunque su siguiente oponente era Teito, y éste fuera un gran oponente, lo cierto era que su mayor obstáculo seguía siendo Narumiya Mei. Y con un capitán tan obsesivo como Miyuki Kazuya, no podían permitirse un minuto de relajación.
Por supuesto, cuando llegaron a sus dormitorios, bañados y listos para meterse a la cama, lo menos que ocupaba la mente de Sawamura era Nagano. Se había dedicado a farfullar en contra del pitcher rubio y de los cientos de "halagos" que Miyuki había soltado en todo el entrenamiento. Kuramochi, divertido por la extraña expresión del irreverente as, tomó su celular para tomarle una foto. No obstante, tras recordar la extraña ausencia de mensajes, se dio la vuelta, ignorando las nuevas expresiones de Sawamura, y revisó la bandeja de entrada. Wakana no escribía desde diez días atrás.
¿En verdad estaba todo bien?
—¡Agh! ¡No lo aguanto! ¡Tengo que ir a correr! —gritó Sawamura antes de volverse a salir. Asada trató de detenerlo, mas no lo escuchó.
—Kuramochi-senpai, ¿está bien que Sawamura-san se vaya así? —cuestionó el pitcher de primero.
—Ah, no. No tardará en regresar —contestó mientras se debatía entre mandarle un mensaje a Wakana o simplemente esperar.
—Tal vez debería decirle a Miyuki-senpai o a Okumura para que vayan por él…
—Eh, sí. Ve por ellos —respondió casi en un susurro. Asada asintió y salió de la habitación.
En realidad, Sawamura no había hablado mucho de sus amigos y las relaciones que tenía con ellos, mas todos sabían que una de las inspiraciones del as eran sus amigos de Nagano; por lo que nadie dudaba que ellos fueran como un tesoro para Eijun. No obstante, Kuramochi veía que Sawamura no solía iniciar una conversación con Wakana o que a veces se le olvidaba hablar a casa de sus padres cada lunes. No era porque no estuviera interesado en ellos, era que asumía que todo estaba bien y… bueno, no hay que dejar de lado la distracción de Sawamura. Mientras hubiera una pelota de béisbol en su mente, todo lo demás podía esperar. Y, por lo regular, eso no estaba tan mal.
Pero Wakana había sonreído mucho la última vez que vio a Eijun, y se le notaba muy ilusionada… ¿No sería normal que entonces mandara incluso más mensajes?
Sacudió la cabeza y envió un simple mensaje, con un tono propio en lugar de un tono divertido como el de Sawamura: "¿Todo está bien?"
Estaba dejando el teléfono en la cama de Sawamura cuando éste vibró y al ver la pantalla, vio que se trataba de una llamada.
Maldición. Debió suponerlo…
Ansioso, tomó el teléfono y salió, esperando ver a Sawamura dirigiéndose a la habitación; mas no había nadie por ahí. El teléfono continuó vibrando; si no lo contestaba, perdería la llamada de Wakana…
—Le diré que en un momento le paso a Sawamura, sólo eso. —Se convenció antes de aceptar la llamada— Eh…
—¡Ei-chan! —exclamó Wakana, sonaba desesperada, sonaba angustiada— Yo-gracias por el mensaje, Ei-chan, pero nada está bien. Me siento nerviosa, tengo miedo, mucho miedo. El martes nos asaltaron, asaltaron la tienda y yo estaba ahí…
Kuramochi se detuvo al oír lo que Wakana decía de forma atropellada, con una palabra justo detrás de otra. Apenas podía entenderla pues a cada segundo aumentaba la velocidad de su discurso. Quiso detenerla, interrumpirla, decirle que él no era Eijun, pero ella no escuchó.
El parador en corto decidió seguir avanzando hasta llegar al campo de béisbol. Tal vez cuando llegara, encontraría a Eijun para entregarle el celular y que pudiera tranquilizar a su amiga.
—Sueño con eso todas las noches, no puedo concentrarme. Nobu ya vino, pero no pude hacer otra cosa excepto repetir esto una y otra vez. Ya no puedo llorar, ya no puedo ir a la tienda. Ei-chan, lo siento, no creo poder ir este domingo a la final. Sé que lo harás bien, yo-yo estaba dispuesta a ir, te lo juro. Iba a ir y te iba a decir algo muy importante, pero ahora tengo miedo y yo-yo lo siento, Ei-chan, tendrás que escucharlo por aquí.
—Eh, eh, espera —insistió Kuramochi, deteniéndose de nuevo, afuera del campo B.
—¡Me gustas, Ei-chan! —dijo Wakana sin escuchar a su interlocutor— Yo sé que ahora estás ocupado y que no tienes tiempo para mí, lo entiendo. Yo no estoy bien ahora, así que está bien; pero quiero estar contigo en un futuro. Ei-chan, me estoy esforzando mucho para estar al nivel de cualquier universidad a la que decidas ir. ¡Yo iré contigo, aunque esté en Tokio!
—¡Wakana! —gritó Kuramochi, desesperado porque ella no lo escuchaba. El silencio en la otra línea le dio a entender que ella por fin lo había averiguado. Kuramochi suspiró— Sawamura salió a correr, soy Kuramochi Youichi, nos conocimos la vez pasada, soy el… el que no es de cabello rosado.
La muchacha tardó en responder, Kuramochi temió que le colgara. Se recargó en la reja y observó a lo lejos a Sawamura correr en los jardines.
—Sí, te recuerdo… Lo siento.
—No, yo lo siento. Fui yo quien mandó el mensaje, también. Yo he sido el de varios mensajes; a veces Sawamura se queda dormido o hace otras cosas, pero sé qué palabras te diría él. No fue mi intención usurpar su identidad o algo así, sólo no quería que pensaras que no le importas.
La pausa de la contestación volvió a retardarse. Kuramochi supuso que estaba avergonzada y confundida. Eso sería normal.
—Ei-chan mencionó que a veces lo hacías, pero yo no pude identificar cuándo se trataba de él o no… Creo que lo hiciste bien.
—Sí… —Se detuvo un momento, sopesando sus siguientes palabras— Y, lo siento, de nuevo.
—¿Te refieres a la confesión? Yo… supongo que fue algo repentina. Ei-chan debe estar muy ocupado, tal vez ya tiene novia y no lo había pensado, yo…
—A menos que creas que una llanta a la que ve cada noche es su novia, él está soltero. —La interrumpió— Es un maniaco y un idiota; él no ha pensado en eso.
—Ah…
—Pero yo me refería —continuó, tomando fuerzas y jugando con los dedos de su mano disponible— a que siento que hayas pasado por eso, sé que estás asustada. Comprendo el sentimiento y Sawamura también lo hará; conocemos ese miedo y esa impotencia de querer haberlo evitado. Sé que tienes miedo de regresar a la tienda o incluso de salir a la calle; no quieres salir lastimada o que lastimen a alguien por tu incompetencia —dijo mientras recordaba aquella temporada en la que Sawamura se encerró en sí mismo después del partido contra Inashiro—. No tienes de qué avergonzarte, es normal que te sientas así. Solo… solo busca algún apoyo para levantarte, para salir de nuevo. Yo sé que Sawamura entendería que no quisieras venir, pero podrías tenerlo preocupado y eso quizás afecte su juego. Sawamura, él es muy sensible, lo debes saber, y su juego muchas veces se basa en cómo se sienta.
Se pasó la mano por el cabello e hizo una pausa. ¿Estaba bien decirle todo eso a Wakana? Ella ni siquiera lo conocía, apenas le había dirigido una frase de agradecimiento, apenas lo ubicaba… Ella en realidad había buscado hablar con otra persona…
—Pero aún tengo miedo. —Se excusó ella.
—Sí, lo sé, lo sé —contestó él mirando nuevamente a la figura de Eijun en el jardín izquierdo del campo A. Sí, tal vez él no fuera la persona que ella buscaba, mas era la que estaba ahí, con ella, escuchándola. Debía hacer algo por consolarla un poco—. Tendrás miedo por mucho tiempo, Wakana, y eso está bien. Nadie espera que te repongas en una semana; solo… Solo no dejes a Eijun este fin de semana. Él los aprecia mucho a todos y le inspira verlos a todos. Sé que tendrás miedo, pero puedes llamar a este número. Eijun podrá escucharte, y en caso de que él no pueda contestar… entonces lo haré yo. Nosotros estaremos ahí, Wakana.
La muchacha no dijo nada hasta pasados unos segundos. Se escuchó el sonido de cuando tragó saliva.
—Gracias, Kuramochi-san.
—Sí. Yo hablaré esta noche con Sawamura y le explicaré todo. Es probable que te marque enseguida, así que no apagues tu celular.
—¡Kuramochi-san, espera! —pidió ella y el aludido sintió cómo sus mejillas se calentaban.
—¿Eh? —alcanzó a responder.
—No-no le digas a Ei-chan sobre lo último, por favor.
Kuramochi sonrió.
—No lo iba a hacer. Ya se lo dirás tú misma este domingo. Nos vemos entonces.
—Sí… ¡Gracias!
Kuramochi cerró el celular y suspiró de nuevo. Sintió los latidos de su corazón en su pecho. Parecía que esa chica le gustaba mucho… Vaya problema.
Avanzó hasta el campo A y vio a Okumura anudarse una llanta para correr a un lado de su senpai. Ese chico no entendía las instrucciones que se le daban.
—Okumura, ve a descansar. Tengo que hablar con Sawamura, es algo sobre su familia; así que necesitaremos privacidad —explicó con un tono que no aceptaba negativa. El cátcher respondió con una mirada fría y un gruñido por lo bajo.
No entendía cómo es que Miyuki todavía decía que Okumura era un muchacho gracioso; a él le parecía algo posesivo y aterrador.
Sin darle mayor importancia, Kuramochi caminó hacia Sawamura y se detuvo frente a él. El pitcher trató de esquivarlo, mas Youichi lo sostuvo del brazo y le extendió el celular.
—Wakana fue asaltada esta semana, sucedió en la tienda de su papá. Está muy asustada, necesita hablar contigo. —Le resumió. Sabía que eso era suficiente para Sawamura, quien de inmediato lo miró con terror y tomó el celular. Kuramochi nunca vio a alguien correr tan rápido con una llanta anudada a la cintura.
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Durante la siguiente semana, Eijun recibió varias llamadas de Wakana. Sólo en dos ocasiones, pudo contestar Kuramochi pues Sawamura estuvo muy al pendiente de su celular. Kuramochi lo había imaginado: la prioridad de Sawamura seguían siendo sus amigos de Nagano. Era cierto que Sawamura no veía a Wakana de la misma forma como ella lo veía a él; mas seguía siendo una parte muy importante para su vida.
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Tal y como lo calcularon los analistas y aficionados al béisbol, la final se desarrolló en una batalla Seidou-Inashiro. El estadio se llenó y los coros de ambas escuelas no permitían que se escuchara algo más en las butacas.
—¿Wakana te confirmó si vendría? —preguntó Kuramochi al as, quien era el principal relevo para Furuya.
—Sí, ella dijo que aquí estaría. Me dijo que te agradeciera, Chita-senpai —contestó Eijun con una sonrisa honesta—. Me contó lo que le dijiste; ya sabía yo que no siempre eres un antipático gruñón. —Rió. Kuramochi no lo hizo.
—Eso deberías decirle a tu cátcher. ¿Acaso nunca sonríe?
—No, jé. Al menos yo no lo he visto sonreír. ¡Pero algún día lo haré reír, ése será mi propósito de año nuevo!
Kuramochi quiso alegar que para año nuevo faltaban seis meses, mas al final se dio cuenta de que eso no importaba. Okumura podría no sonreír, pero quien le importaba en ese momento era alguien más.
Enseguida, Miyuki los llamó para que se reunieran en torno a Kataoka y escucharon las palabras que éste tenía para darles.
Todos sonrieron. Esta vez, el partido sería suyo.
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Wakana se sentó entre Akio y el abuelo de Sawamura. Vestía una falda de holanes, una blusa de manga corta y cubría su cabeza con una gorra que combinaba con su blusa. Su rostro ya no lucía cansado y las ojeras habían desaparecido. Aún miraba a su alrededor, con temor, y buscaba en el rostro de los desconocidos a quien le hizo daño; pero sabía que solo tenía que pensar en Eijun y el partido para que todo mejorara.
El ruido de la orquesta y los vítores del público la ponían nerviosa, mas el mirar a Eijun en la caseta o a Kuramochi entre segunda y tercera base, la reconfortaban. Las risas del primero y las palabras del segundo resonaban en su cabeza más que el ruido exterior. Para cuando llegó la quinta entrada y Eijun ya estaba en el montículo, Wakana por fin pudo aplaudir.
Sus ojos veían el partido, pero su corazón observaba a esos jugadores que tanto la habían apoyado desde esa llamada en la noche. Estaba agradecida con ambos, por lo que esa tarde estaba ahí por los dos. Quería apoyarlos, quería que ellos supieran que estaba ahí. Pero todavía no se atrevía a gritar.
En la séptima entrada, Eijun consiguió ponchar al as de Inashiro. Akio y el abuelo de Sawamura gritaron al unísono. Sawamura consiguió ubicarlos por una laguna de silencio que se ejerció entre ambas orquestas, y giró el rostro hasta ubicarlos. Feliz por verlos a todos, alzó el brazo y lo sacudió con fuerza, soltando su famoso grito:
—¡Osh, osh, osh!
—¡Osh, osh, osh! —respondió parte del público. Wakana rió. Eijun siempre lo conseguía: al final, todos terminaban apreciándolo. Él era como una luz natural.
En la baja de esa entrada, Kuramochi permaneció en una cerrada cuenta de 2-2-2. El pitcher de Inashiro no parecía desesperarse; mantenía el mismo semblante al recibir cada lanzamiento de su cátcher. Kuramochi llevaba ya seis fauls; no permitiría que lo dominaran. Wakana juntó ambas manos frente a su rostro mientras veía al short stop mandar la séptima bola a faul. Miró su rostro: parecía estar concentrado, no se veía nervioso. Sí, así lo había imaginado en cada una de las llamadas.
Narumiya lanzó el décimo lanzamiento y Kuramochi hizo contacto de nuevo. El batazo resonó en el estadio, al igual que la maldición expulsada por el mismísimo rey de Tokio. Wakana vio la pelota alejarse mientras parte de los espectadores se levantaban y exclamaban lo extraño que eso era.
—¡Kuramochi ha metido un jonrón!
—¡¿Kuramochi sabe meter jonrones?!
—¡Debe haber aprendido de Miyuki y Kominato!
Wakana no pudo evitarlo: aplaudió con fuerza y sonrió. Kuramochi reía con fuerza mientras pasaba por la tercera base. La banca de Seidou lo esperaba ansioso, para felicitarlo y lanzarse hacia él apenas llegara a home.
Los ojos de Wakana no se desviaron de él incluso cuando anunciaron al siguiente bateador. Haruichi parecía estarlo felicitando y Sawamura hacía una imitación de lo que había sucedido. A su alrededor, los novatos de primero escuchaban y celebraban, a excepción del cátcher rubio, quien simplemente escuchaba en silencio. Wakana quiso gritar, quiso felicitarlo. Mas sus labios no pudieron abandonar esa sonrisa de orgullo.
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El partido terminó cuarenta minutos más tarde. Seidou había obtenido la victoria a pesar de los esfuerzos de Inashiro. Narumiya estrechó la mano de Sawamura y luego lo hizo enojar con un comentario que Wakana, por lógica, no pudo escuchar. Nobu exclamó, asustado, que debían evitar que Eijun volviera a darle una cachetada al contrincante.
—Bueno, la mánager de Seidou dijo que por eso se había interesado en él —respondió el abuelo—. Tal vez haya un buscador de talentos por aquí que también pueda interesarse en eso.
Nadie pudo objetar nada.
Wakana, sin embargo, profundizó más aquel pensamiento. Durante meses, ella había asumido que Eijun iría a una gran universidad que pudiera estilizar su habilidad en el béisbol; estaba segura de querer seguirlo a donde fuera... Mas no había considerado que, quizá, Eijun fuera contratado enseguida para jugar en un equipo profesional. Ya lo había demostrado, había derrotado al rey de Tokio y había dominado a Inashiro. No sería extraño que, si lo hacía bien en el Koshien, algún equipo buscara anexarlo.
En ese caso, ¿qué haría ella?
Sus acompañantes recogieron sus cosas y la apresuraron para bajar. Eijun estaría feliz de verlos cuando saliera.
Suspiró. Tal vez era momento de renunciar a él… Ya se lo habían dicho y en realidad, ella ya lo sabía: para él, no había otro mundo además del béisbol.
Los muchachos comenzaron a hablar sobre el partido y las grandes jugadas. Wakana se dedicó a escucharlos y a pensar en su propio futuro.
Sawamura salió apenas unos minutos después de terminado el encuentro. Sus manos seguían mojadas por el agua del lavabo, pero no pareció importarle a nadie. Su abuelo lo alzó de los hombros y le advirtió que ganara el Koshien o no volvería a comprarle su pan favorito. Akio y Nobu repitieron lo asombroso que estuvo y Sawamura rió apenado mientras se rascaba la nuca. Wakana miró su rostro y su sonrisa. Aún era ese niño inquieto que quería volar antes de aprender a caminar. Siempre sería su amigo, de eso no había duda. Pero debía aprender a despegarse de él.
—¡Y ese jonrón! ¡Oh, sí, Cheetah-sama sí que sabe batear! —exclamó Akio.
Wakana por fin intervino:
—¿Dónde está él, Ei-chan?
Sawamura dejó de rascarse la nuca y miró a su alrededor, como si Kuramochi pudiera emerger desde los suelos.
—No lo sé, creo que él siempre se sube al autobús sin siquiera pasar al baño… Pero no lo he visto… ¡Kuramochi-senpai! —gritó.
—Eh, está bien. Sólo quería agradecerle, pero podrás hacerlo tú por mí. No grites. —Se apresuró a decir Wakana, cruzándose de brazos.
—No, no, no, no. Es de las pocas veces en las que Kuramochi-senpai se comporta como un caballero, sería una lástima que no…
—¿Cómo que pocas veces? —contestó Kuramochi a su espalda antes de soltar una fuerte patada a su trasero.
Sawamura saltó y le reclamó por esa patada. Sonrojado, le dijo que debía cuidarlo más ahora que era el as que Seidou llevaría al Koshien. Kuramochi sonrió, sin ninguna intención de disculparse.
—Kuramochi-san. —Lo llamó Wakana y el aludido de inmediato volteó a verla. Apenas pudo controlar el nerviosismo que lo llenó. Wakana era realmente linda…
—¡¿Sí?! —exclamó como cuando Ryosuke lo llamaba. Miyuki solía decir que parecía una respuesta militar, pero él reconocía que era, en el caso de Ryosuke, miedo; y en el caso de Wakana, nerviosismo. Nunca sabía lo que podía salir de la boca de ambos…
—Solo quería agradecerte en persona, Kuramochi-san —dijo ella mientras se inclinaba un poco. Youichi se sonrojó.
—¡No es necesario que hagas eso! Yo-yo sólo quería asegurarme de que estuvieras bien —respondió con las manos pegadas a los costados.
Wakana sonrió y asintió. La conversación volvió a dirigirse a Sawamura y Kuramochi se apartó un poco de ellos. No entendía siquiera porque había caminado hasta ahí; aun antes de que Sawamura lo llamara, él ya estaba dirigiéndose a donde había visto a Wakana. No había tenido un pretexto, nada que pudiera decir si alguien le preguntara…
—Kuramochi-san. —Volvió a llamarlo Wakana cuando él ya estaba por llegar al camión. No había notado que ella lo había seguido.
Haruichi ya lo esperaba en la entrada, mas al ver la suerte de Kuramochi, sonrió por lo bajo y decidió darle la privacidad que lo salvaría de posibles burlas.
Kuramochi volteó, entre asustado, confundido y feliz.
—¿Eh?
Wakana seguía sonriendo, pero algo en su postura evidenciaba su inseguridad.
—Tal vez creas que es absurdo, pero es parte de mi decisión. —Comenzó— Yo… admito que cuando llamaba al celular de Ei-chan, esperaba que siempre fuera él quien me contestara; me disculpo por eso. Pero hoy he comprendido que quizá el camino de Ei-chan no esté en la misma dirección que el mío.
—Ah. —Kuramochi miró hacia algún objeto nada interesante a la derecha de Wakana— Entonces ya no llamarás, ¿cierto? —preguntó mirando de nuevo los ojos de la muchacha.
—No, ya no. No quiero preocupar más a Ei-chan ni molestarte más. Ya puedes dejar de estar tan al pendiente del teléfono; lo siento por eso.
Kuramochi asintió luego de unos segundos. Si Wakana decidía renunciar a Sawamura, entonces dejaría de marcar y de mandar mensajes. Eso estaba bien para ella y quizá también para Eijun, pero Kuramochi sentía una pizca de egoísmo. Él todavía quería ver los mensajes de Wakana y responder sus llamadas… ¿De qué otra forma podía encontrar un pretexto para hablarle si no fuera por Eijun?
Takuma, el segunda base de primero, interrumpió sus pensamientos al detener su carrera justo en la entrada del camión, estrellando la palma de su mano contra ésta. Sonreía como casi siempre; pero esta vez parecía divertirse por una broma local.
—¡Lo siento, senpai! —Se disculpó Takuma antes de inclinarse ante la joven que de repente se había abrazado. Ella asintió, sin responderle la mirada. Takuma entonces miró a Kuramochi y se percató de la mirada que le dirigía a ella. No dijo nada más y le hizo una seña a Koushuu y los demás, que venían varios metros detrás, para que fueran silenciosos al subir.
Youichi vio la expresión de Wakana y su reacción ante un golpe fuerte. Mordió su labio, indeciso, y luego resopló.
—A mí no me molestan tus llamadas —dijo, y Wakana alzó el rostro, casi sin darse cuenta de que seguía ahí—. Pero no será necesario que le marques a Sawamura. Te daré mi teléfono.
—¿Eh? —cuestionó ella mientras Kuramochi rebuscaba en su maleta el teléfono.
—Sigues teniendo miedo, ¿no es así? Seguiré escuchándote hasta que te repongas. Tengo entrenamientos por las tardes los lunes, miércoles y cada tercer viernes. Los martes y jueves, de todas formas, salgo a batear por unas horas. De cualquier modo, a las siete contestaré lo que sea que envíes —prometió mientras accedía a la agenda de su teléfono. Alzó el rostro y observó a la atónita Wakana—. ¿Tienes dónde anotar o…?
—¿Está bien que hagas eso? ¿Por qué?
Kuramochi, esta vez, no lo pensó mucho.
—Tú lo viste: hace un año, Inashiro nos derrotó por varios errores en equipo. No hubo un culpable, así como no hubo un inocente. Algunos nos recuperamos rápido, otros necesitaron solo de un grito enérgico y otros se recuperaron tras unas prácticas de bateo o fildeo. Pero Sawamura no pudo sonreír hasta después de dos semanas y tuvo un problema severo en cuanto a sus mejores lanzamientos. Yo no supe cómo ayudarlo, nunca pude hacer algo por él; fue la presencia de un senpai lo que lo sacó adelante. Me he sentido culpable por eso todo este tiempo: Sawamura ha hecho mucho por el equipo y no he sabido agradecérselo. —Tragó saliva, apartando las malas memorias de esos días— No quiero sentarme a esperar que otra persona ayude a alguien a quien tal vez yo pueda ayudar. Si puedes confiar en mí, déjame ayudarte.
Wakana quiso decir algo; su mente se había llenado de muchas palabras y dudas. Empero, sus manos fueron más rápidas y de inmediato sacó su celular.
¡Hola, de nuevo!:
Aunque no lo crean, esta cosa iba a ser un simple y llano OS de 3,00 palabras... Hasta ahora llevo 12,500 y todavía no lo acabo; así que he decidido mantenerlo en un shortfic... espero se quede en solo tres capítulos. Dioses, yo y mis manotas, yo y mis manotas.
De cualquier modo, es un fic lleno de amorts y ternura. Nuestro Mochi merecía algo así; por favor, escuchemos sus ruegos y arrojémosle una Wakana. O una novia, que para eso yo estoy dispuesta a sacrificarme, jejejejeje...
Espero disfruten este fic. :)
¡Abrazos!
Nayla.
