¡Saludos, estimados lectores! Bueno, sé que tengo otras cuantas historias pendientes por allí, ¿pero qué quieren? Las Musas han estado cantando para mí y las condenadas demandan mi atención bajo pena de no seguirme dando ideas para las demás historias si las ignoro u.u

En fin, pues como decía, la inspiración divina ha hecho que mi loca cabecita se pusiera a trabajar en un nuevo proyecto, así que aquí me tienen presentándoles una nueva historia, BASTANTE diferente a mis otros fics n_nU

Sólo aclararé que los personajes de Saint Seiya, para gran frustración mía, no me pertenecen, y una vez dicho eso, aquí los dejo con el primer capítulo de esta nueva ideación de mi mente delirante. Ojalá resulte de su agrado n_n

___________________________________________________________________________________________

TENEBRAE NOCTIS

____________________________________________________________________________________________

1. Pesadillas y Realidades

Una impresionante explosión dorada iluminó por completo lo que hasta hacía unos instantes había sido una sombría habitación, como si el sol mismo hubiera brillado allí al menos durante unos momentos y después… nada.

No había dolor, no había odio ni penas, no había más guerras, no había nada… Parecía que su alma finalmente se había liberado de su cuerpo y de cualquier otra atadura física para volver a ser uno con la energía del Universo; después de todo, la muerte no era el final de la existencia, sino sólo una transformación más y tenía la certeza de que no estaba haciendo esa transformación final él sólo; se sentía acompañado, acompañado por otros con quienes guardaba una profunda conexión y agradecía con todo su ser su presencia a su lado.

Pero la sensación de libertad duró apenas unos instantes; y así como la paz había llegado a su espíritu de manera repentina, así mismo, con una brusquedad total, de pronto se sintió sumido en el más profundo y oscuro vacío y de nuevo volvió a ser consciente de emociones de las que por un momento llegó a sentirse liberado. La nada se convirtió en desesperación, en angustia, miedo y dolor e, irónicamente, la compañía que tan sólo instantes antes agradecía a su lado se volvió una de las peores partes de ese tormento, pues sabía que no sufría solo, sabía que aquellos, que al igual que él habían creído rozar la paz, ahora estaban sumidos en ese abismo de confusión y pena. Estaban condenados y la paz añorada se convertía sólo en una vana ilusión que jamás habría de ser conquistada… ¡Jamás!

-¡¡NOOO!!-

El grito resonó por la pequeña habitación en medio de la oscuridad mientras que el joven que lo había emitido se sentaba de un salto en su cama respirando agitadamente y con el corazón latiéndole a toda velocidad.

Todo su cuerpo temblaba sin control mientras recorría con la mirada la habitación en la que se encontraba. ¿Dónde estaba? Por un momento se sintió completamente confundido, desorientado; nada de lo que lo rodeaba le resultaba familiar y sin embargo… ¿acaso el pequeño escritorio frente a su cama, con gruesos libros sobre él, no era el mismo en el que trabajaba noche tras noche, estudiando las diversas doctrinas que discutían en la Universidad? Y el buró al lado de su cama, el abarrotado librero a un costado de la habitación, la sencilla cómoda y el tocador que amueblaban la estancia, ¿no eran suyos también?

Algo tambaleante, el joven se levantó de la cama y avanzó lentamente hasta el tocador. El espejo que sostenía no tardó en devolverle su imagen y él se observó en silencio, palpando con cuidado su rostro, como si no pudiera reconocerse, pero sabía que no había error alguno en el reflejo del espejo: allí estaba su rostro de piel blanca, delineado suavemente por los cabellos dorados que caían algo desordenados sobre sus hombros. La mirada de sus ojos color turquesa aún estaba un tanto perturbada por la confusión con la que había despertado, pero por lo demás todo estaba como siempre.

¿Dónde estaba? Al volver a formularse esa pregunta no pudo evitar sonreír ligeramente, burlándose de sí mismo. ¿Dónde más iba a estar? Se encontraba en Cambridge, Inglaterra, igual que lo había estado los últimos años, estudiando en una de las Universidades más antiguas y prestigiosas de todo el mundo.

El joven rubio cerró sus ojos a la vez que respiraba profundamente, intentando ordenar sus pensamientos para terminar de serenarse pero, de pronto, unos suaves golpes a su puerta hicieron que se sobresaltara.

-¿Shaka?- lo llamó una voz amable afuera de su habitación- ¿Estás bien?-

Los ojos del joven se dirigieron de inmediato hacia el pequeño despertador digital en su buró y los números luminosos de éste le indicaron que apenas pasaban algunos minutos de las 4 am.

-¡Rayos!- murmuró al darse cuenta de que su agitado despertar sin duda no había pasado desapercibido para sus compañeros de vivienda.

El joven respiró profundamente de nueva cuenta y por fin fue a abrir la puerta. Afuera, en un pequeño pasillo, de pie ante la entrada de su habitación, se encontraba otro chico de largos cabellos color lila y apacibles ojos verdes que lo miraba preocupado.

-¿Otra pesadilla?- le preguntó aquel viéndolo de manera benevolente.

-Sí, otro mal sueño- admitió el rubio sonriendo apenado- Perdón por despertarte de nuevo, Mu-

-Mu no acababa de irse a dormir- refunfuñó alguien más a espaldas del pelilila.

Shaka levantó la vista para toparse con la mirada de otro joven de cortos cabellos de tono castaño claro que se encontraba recargado en la pared y cuyos ojos color esmeralda lo observaban atentamente, con cara seria.

-Disculpa, Aioria. No fue mi intención arruinar tus horas de sueño- volvió a disculparse el rubio dedicándole una tímida sonrisa.

-Es la quinta pesadilla que te despierta en este mes- comentó el aludido con un suspiro a la vez que se encogía de hombros- Creo que ya debería haberme acostumbrado-

-¿Alguien quiere un té?- propuso Mu con una amable sonrisa- Voy a preparar té de jazmín-

-¿Por qué mejor no preparas café?- sugirió Aioria haciendo una mueca de desagrado por la bebida de su compañero.

-El café no calma la ansiedad, relaja el cuerpo y anima la mente- explicó Mu encogiéndose de hombros y ya dirigiéndose a la pequeña cocina del departamento.

-¡Pero no me gusta el té!- protestó Aioria con cara de niño enfurruñado.

-Deberían regresar a la cama- sugirió Shaka sin poder evitar sonreír ante la conversación de los otros- No tienen por qué quedarse despiertos por mi culpa-

Pero Mu no se detuvo en su camino a la cocina y Aioria se limitó a resoplar fastidiado para luego acercarse al rubio y palmearle un hombro con rostro serio.

-Si el señor Mu dice que tomaremos té… prepararé mi propio café, ¿gustas?- le ofreció con una sonrisa traviesa.

-Sería mejor que durmieras al menos un poco, dentro de unas horas tienes que ir a clases- le recordó Shaka con tono amable.

-¡Nah! Ya estoy acostumbrado a dormir poco, no te preocupes- Aioria entrecruzó los dedos de sus manos por detrás de su cuello y comenzó a avanzar también hacia la cocina.

-Sé quién soy y dónde estoy- dijo el rubio con voz serena- No tienen por qué seguir preocupándose por mí cada vez que tengo un mal sueño-

-Eso ya lo sé- contestó el otro deteniéndose a la vez que giraba su rostro hacia él- Pero un poco de compañía no le hace mal a nadie cuando algo nos inquieta, y tú también te has quedado despierto por mi culpa en más de una ocasión para ayudarme a estudiar, así que es lo mínimo que te debo- agregó dirigiéndole una franca sonrisa- Por eso, deja de poner excusas de una vez y vamos por tu té antes de que se enfríe, Buda-

-Voy justo detrás de ti, Hipócrates- terminó aceptando Shaka sin poder evitar sonreír a la vez que seguía los pasos de su amigo.

El departamento que los jóvenes compartían constaba de 3 dormitorios, una pequeña cocina, separada de una sala-comedor confortablemente espaciosa por una barra desayunadora, y un baño. No era demasiado grande, pero satisfacía a la perfección las necesidades de los 3 universitarios.

Los jóvenes no tardaron mucho en instalarse alrededor de la mesa del comedor, cada uno con una taza humeante ante sí. Todos se quedaron en silencio unos instantes, simplemente degustando el sabor de sus respectivas bebidas, hasta que alguien se decidió a romper aquel apacible mutismo.

-¿Qué soñaste esta vez?- le preguntó Aioria a Shaka viéndolo de reojo.

-Lo mismo de siempre- suspiró el rubio con la mirada en el contenido de la taza que tenía en sus manos- Una especie de explosión, una mezcla de sentimientos demasiado reales y un oscuro abismo que parecía tenerme atrapado- el joven inspiró profundamente antes de continuar- Cuando desperté…-

-No sabías dónde estabas- lo interrumpió Aioria completando su frase y el otro asintió ligeramente con el rostro.

-No me tomó mucho tiempo orientarme- comentó Shaka con rostro serio- Sigo sin entender por qué ese sueño me deja tan confundido, pero cada vez que despierto de él todo lo que me rodea me parece completamente… irreal-

-¿Yo te parezco irreal?- lo interrogó Aioria señalándose a sí mismo y arqueando ambas cejas con expresión indignada.

-No, tú te pareces mucho a una pesadilla terriblemente realista- declaró el rubio con una ligera sonrisa, consiguiendo que su amigo lo viera con malos ojos.

Mu terminó sonriendo también ante el comentario de Shaka y la expresión que ésta dejó en Aioria; sin embargo, el rostro del pelilila no tardó en ponerse serio, después de todo, él mismo había experimentado esa sensación de irrealidad de la que el rubio hablaba; le bastaba con intentar recordar lo que había vivido antes del año que ya llevaba viviendo en ese departamento con sus amigos para que le pareciera que todo no había sido más que un sueño bastante complejo.

Shaka tampoco tardó en sumirse en sus propias reflexiones. Las pesadillas que lo habían estado despertando esas últimas semanas ya se le habían presentado en otra ocasión, aproximadamente un año atrás. Por aquel entonces, sus compañeros de vivienda y él habían encontrado, cada quien por su lado, el departamento que ahora compartían. Cada uno estudiaba una carrera diversa, pero habían terminado decidiendo convivir juntos y, a pesar de ser tan diferentes entre sí, se habían hecho buenos amigos, a tal grado, que en más de una ocasión alguno de ellos había llegado a comentar que parecía que se conocieran de toda la vida. Y en realidad, Shaka estaba bien consciente de que, antes de conocerlos a ellos, los recuerdos de su mente parecían sumamente confusos y borrosos.

Aioria pudo notar fácilmente cómo sus amigos se sumían en sus pensamientos. Los conocía lo suficiente para comprender lo que los preocupaba… y también para saber que sus reflexiones no los conducirían a ningún lado, salvo a más dudas e incertidumbres, tal y como había estado ocurriendo cada vez que se sumían en ese tipo de pensamientos.

-Si me lo preguntan, andar buscando el origen de todo es lo que los ha llevado a dudar incluso de su propia existencia- comentó despreocupadamente antes de darle un largo sorbo a su café- La Teología y la Astrofísica no deberían ser estudiadas por personas de mente débil e influenciable- agregó con una sonrisa burlona.

-¡Oh! Así que nosotros somos de mente débil e influenciable- exclamó Shaka con fingido interés- Pero dígame, señor galeno, ¿acaso no es más débil e influenciable la mente que hace que una persona termine sintiendo comezón por todo el cuerpo luego de haber leído sobre enfermedades de la piel?-

-¡Tú también habrías terminado con comezón por todo el cuerpo luego de haber tenido que estudiar más de una docena de padecimientos dermatológicos tras varias guardias en el hospital!- protestó Aioria indignado.

-Habías descansado bien cuando estudiaste vértigo y aún así anduviste mareado por lo menos por una hora luego de haber leído sobre el tema- comentó Mu conteniendo la risa.

-Es que yo me concentro mucho en lo que estudio- murmuró Aioria desviando la mirada con rostro enfurruñado, con lo que sus amigos intercambiaron miradas sonriéndose con complicidad- ¿Alguna queja por mis métodos de estudio, Buda, señor Hawking?- los cuestionó viéndolos de reojo, con expresión seria, primero a uno y luego a otro.

-Ninguno/En absoluto- se apresuraron a responder los aludidos sin que las sonrisas hubieran desaparecido de sus rostros.

Aioria resopló fastidiado y les dio la espalda a sus compañeros para recargarse en la mesa, acomodando su cabeza entre sus brazos, pero una sonrisa no tardó en aparecer en su rostro en cuanto estuvo seguro de que sus amigos no lo veían; estaba seguro de que, al menos por algunos momentos, había conseguido que las preocupaciones que los embargaban se disolvieran.

Él no los culpaba por llegar a sentir que el mundo que los rodeaba era irreal, después de todo, ambos se encontraban en un mundo completamente diferente al que habían conocido con anterioridad. Shaka, por ejemplo, había pasado buena parte de su vida en la India y había crecido bajo los principios budistas, pero, no obstante, conocía a la perfección las bases y formas de pensamiento del cristianismo, del judaísmo y también de la religión musulmana y varias religiones menores y había adquirido ese conocimiento no por buscar el origen divino del Universo, sino pensando en una manera de conjugar las ideologías para lograr al menos una mayor armonía en la humanidad. Por otro lado, Mu había crecido en el Tíbet, siendo descendiente de una raza prácticamente extinta en la actualidad, misma que le había legado un vasto conocimiento sobre diversas áreas del saber humano y una filosofía propia bajo la cual regirse, pero él había decidido hundirse en el mundo de la ciencia para estudiar a fondo el Universo, no para negar lo que sus ancestros habían dicho, sino para unificar ambos conocimientos y de ese modo poder fortalecerlos. Ambos chicos apenas pasaban de los 21 años, pero Aioria sabía que eran dignos de admiración… y se sentía agradecido de tenerlos como amigos.

Un agradable silencio se extendió por el lugar sin que ninguno de los jóvenes hiciera algo por evitarlo. Shaka tenía la mirada sobre lo que quedaba de su ya fría bebida, mientras que Mu había recargado su cabeza en el respaldo de la silla y tenía la vista en el techo del departamento. Las expresiones de ambos eran bastante serenas y era obvio que Aioria había conseguido su propósito de despejar un poco sus ideas.

El tibetano había recuperado su tranquilidad habitual. ¿En realidad era importante que una parte de su pasado le pareciera borrosa? Las amorosas memorias de una madre que había muerto mucho tiempo atrás y las historias que ella le había contado sobre un padre fallecido al que nunca conoció parecían perderse en algún lugar de su mente, pero en cambio, recordaba con claridad las lecciones que alguien más le había dado y el cariño, el respeto y la admiración que él había desarrollado por esa persona, sentimientos que aún sentía vigentes a pesar de los muchos años que tenía sin verlo. Esas lecciones habían sido el centro de su existencia cuando vivía en los indómitos paisajes del Tíbet, así que no era tan absurdo pensar que lo demás se había ido perdiendo poco a poco en su memoria con el paso del tiempo. Después, al marcharse del Tíbet, se había hundido por completo en sus estudios y no le había tomado mucha importancia a otra cosa… hasta que había conocido a los 2 chicos con lo que ahora vivía y a los que tenía el gusto de poder llamar sus amigos.

Por su parte, el hindú sabía que no tenía caso agobiarse por el pasado. Sus padres habían muerto cuando él era aún muy pequeño, así que no era de extrañarse que casi no pudiera recordarlos. Había quedado bajo el amparo de algunos familiares maternos, de orígenes anglo-hindúes, hasta que había decidido retomar las raíces totalmente inglesas de su padre mudándose al Reino Unido para completar ahí sus estudios superiores. Nunca hubo un verdadero apego emocional con su familia y él había crecido sumergiéndose en el conocimiento que algunos monjes le habían enseñado a través de sus lecciones y de la meditación y esas enseñanzas sí las recordaba, aunque los rostros de quienes se las hubieran impartido no le resultaran precisamente claros. Lo que en verdad preocupaba al rubio era el significado de las peculiares pesadillas que lo embargaban, pero al menos nunca había tenido que soportar la confusión que le dejaban en soledad. Quizás el pasado le parecía borroso y hasta irreal, pero Aioria y Mu eran completamente reales… y estaban a su lado.

Aún en silencio, ambos jóvenes intercambiaron miradas y, por las sonrisas que sus rostros mostraban, no tuvieron dificultad para entender que habían estado pensando en algo muy similar, y luego, como si se hubieran puesto de acuerdo, las miradas de ambos se dirigieron hacia Aioria, quien seguía recargado en la mesa y cuya respiración se había vuelto profunda y bastante regular.

-Se quedó dormido, ¿verdad?- preguntó Shaka con voz suave y aún viendo a su amigo, con una ligera sonrisa en el rostro.

-No había dormido nada en toda la noche- contestó Mu sin dejar de sonreír, en un tono de voz similar y también con la mirada en Aioria- Aunque no lo demostró, estaba muy cansado, a tal grado, que ni siquiera notó que le cambié su café normal por otro descafeinado-

Los dos jóvenes volvieron a intercambiar miradas sonriéndose y de nuevo cada uno se sumió en sus pensamientos, dejando que el silencio volviera a reinar en la habitación. A ninguno le desagradaba esa calma silenciosa, de hecho, les resultaba de verdad reconfortante estar simplemente así, disfrutando en silencio de la compañía del otro. Ni siquiera sintieron cómo siguió pasando el tiempo hasta que los primeros indicios de los rayos del sol comenzaron a teñir el cielo que se veía por una ventana cercana.

-¿A qué hora es la clase de Aioria?- preguntó Mu viendo con algo de pena a su aún durmiente amigo y consiguiendo que Shaka volteara a ver un reloj de pared en la cocina que indicaba que eran las 6:30.

-Faltan 30 minutos para tu clase, Hipócrates- dijo con voz fuerte, aunque también con rostro apenado.

-¿Eh?- Aioria levantó la cabeza aún con cara de sueño y sus ojos se dirigieron de inmediato al mismo reloj que el rubio hubiera consultado- ¡¡Demonios!!- exclamó al ver la hora y no tardó en salir corriendo rumbo a su habitación para ir a alistarse.

-¿Crees que le dé tiempo?- le preguntó Mu al hindú, viendo cómo éste se levantaba también de la mesa para dirigirse a la pequeña cocina.

-Le sobra- respondió él tranquilamente a la vez que iba preparar algo de café.

Y Shaka no se equivocaba, pues durante los siguientes 15 minutos, Aioria se arregló a toda velocidad hasta que estuvo listo para salir del departamento, con todo y un vaso térmico de buen tamaño lleno con café bien cargado, cortesía del hindú, y finalmente salió a toda prisa, con lo que por poco atropella a un joven de cabellos castaños un tanto largos, que justamente estaba por tocar a la puerta del departamento de los chicos y que de no haber tenido buenos reflejos hubiera terminado siendo arrollado.

-¡Fíjate por dónde vas, Aioria!- protestó aún pegado a la pared, luego de haber tenido que brincar a un lado para esquivar al mencionado.

-¡Perdón, Bian!- se disculpó Aioria apenas volteando lo suficiente para ver al chico y sin detenerse en su apresurada salida.

-Ese choque les hubiera dolido a ambos- comentó Mu asomándose a la puerta y viendo con una sonrisa a su joven vecino, otro universitario un par de años menor que ellos, que no se había movido de dónde estaba- ¿Necesitas algo, Bian?-

-Buen día, Mu- saludó el aludido sonriendo con una mano tras la cabeza- Sí, verás, lo que pasa es que… se me descompuso mi cafetera y… quería ver si ustedes podrían…-

-Hay café caliente en la cocina, tazas limpias en el fregadero, azúcar en la alacena y leche y crema en el refrigerador- intervino Shaka desde atrás del tibetano- Sabes dónde está todo, Bian, sólo, por favor, no dejes desorden antes de irte a tus clases de Biología Marina- le pidió con un tono que parecía dejar en claro que algo así ya había ocurrido antes y luego volteó a ver al pelilila- Mu, ¿te molesta que me bañe primero? Tengo clase a las 8-

-Tómate tu tiempo, yo entro hasta las 10- asintió el aludido a la vez que dejaba pasar al visitante.

-De verdad que me da curiosidad cómo es la vida que llevan un astrofísico, un teólogo y un médico que viven bajo el mismo techo- comentó Bian viendo cómo Shaka se alejaba, internándose en el departamento.

-No es nada del otro mundo- contestó Mu sonriendo despreocupadamente- Aunque te aseguro que siempre hay temas para conversar y debatir- agregó sonriendo con más ganas.

Unos 10 minutos después, Aioria entraba respirando agitadamente al aula en la que tenía su primera clase del día, luego de la bendita carrera que había tenido que realizar desde su departamento, y esa mañana de verdad que se sentía agradecido por la velocidad y agilidad que había ganado luego de toda una vida de ejercitarse diariamente.

-¿Te sientes bien?- le preguntó de pronto alguien, mientras él continuaba intentando recuperar el aliento, recargado en la puerta del salón.

Aioria levantó la mirada para toparse con un joven alto y delgado, de cortos cabellos rubios y ondulados y ojos color miel, que se había acercado a él y lo observaba atentamente.

-Estoy… bien… gracias- le respondió aún intentando regularizar su frecuencia respiratoria- ¿Te conozco?- le preguntó en cuanto se hubo recuperado un poco.

-Resulta que ya no eres el único griego de la clase, Hipócrates- se adelantó a responder otro joven de largos cabellos negros y ojos verdes acercándose a ellos desde su asiento- El chico nuevo también viene de Grecia-

-¡¿En serio?!- exclamó Aioria fijando su mirada en el alumno nuevo- ¡Genial! ¿De qué parte eres?-

-Nací en una pequeña isla de las Cícladas, pero luego me fui a vivir a la prefectura de Fócida, en Grecia Central- respondió el joven con una agradable sonrisa.

-¡Vaya!- Aioria le devolvió la sonrisa de buena gana- Yo había vivido toda mi vida en Atenas antes de venir a estudiar aquí. Es genial encontrar a un compatriota tan lejos- comentó a la vez que le tendía la mano a su nuevo compañero- Me llamo Aioria Nenidis, es un gusto conocerte-

El joven de los ojos color miel observó la mano que le tendían durante algunos segundos antes de responder el saludo.

-Licio Deligiannis, el placer es mío-

Ambos se sostuvieron la mano durante apenas unos momentos, pero ese tiempo fue suficiente para que una extraña sensación invadiera por completo a Aioria, quien fijó sus ojos en el chico nuevo con mirada un tanto sorprendida, pero aquél se limitó a sonreírle sin inmutarse.

-¡Ay! Si todos los griegos son como ustedes dos, ya sé dónde pasaré mis próximas vacaciones- comentó en eso una joven de largos y rizados cabellos castaños que se había acercado a ellos mientras se presentaban y favoreciendo que ambos se soltaran.

-No por nada las estatuas de los atletas griegos se hicieron famosas, Alice- declaró Aioria sonriéndole entretenido y procurando ignorar esa peculiar sensación que había creído sentir por unos instantes.

-Sí, sí, sí. Ya sabemos que Grecia es la cuna de todo lo bueno del mundo, así que no tienes que recordárnoslo- intervino el joven de cabellos negros con fingida y sobreactuada exasperación- Espero que tú no quieras darnos también lecciones de historia como el señor Grecia es lo Máximo, aquí presente- le dijo a Licio, poniendo su mano en el hombro del rubio a la vez que señalaba a Aioria con gesto despectivo.

-¿Acaso hay necesidad de recordarle a alguien todo lo que le legó Grecia a la humanidad?- se limitó a contestar el alumno nuevo sonriendo con orgullo- Artes y ciencias, incluida la medicina, fueron verdaderos regalos que los Dioses les hicieron a los griegos y ellos se los dieron al mundo- declaró con expresión dramática.

-Venerados sean Apolo, Asclepio, Higía, Egle, Yaso y Panacea por darnos a los simples mortales la ciencia y el arte de la medicina- lo siguió Aioria en tono solemne.

-Loados sean cada uno de ellos- terminó Licio poniendo su mano derecha sobre su corazón y con una expresión demasiado convincente de seriedad en su rostro.

Mientras ellos hablaban, la mayoría de sus compañeros se habían congregado en torno a ellos, pero la llegada de su maestro hizo que todos se dirigieran rápidamente a sus respectivos lugares, con excepción del nuevo alumno, quien se quedó hablando algunas cosas con él antes de ocupar su propio puesto y mientras duró esa breve conversación, las miradas del resto de los estudiantes se mantuvo fija en el recién llegado, incluyendo la de Aioria.

Algo había en Licio que resultaba terriblemente atrayente y no se trataba sólo del hecho de que bien habría podido modelar para una estatua o un cuadro del bello Adonis; algo había en él que hacía de su presencia algo agradable… al mismo tiempo que completamente avasalladora.

Casi sin proponérselo, Aioria se sujetó la mano que su nuevo compañero había estrechado, intentando recordar aquella peculiar sensación que lo había invadido mientras duraba el contacto con él. ¿Qué había sido eso? Licio le sonreía mientras sujetaba su mano y sin embargo, desde el primer roce con su piel, Aioria había sentido que su cuerpo se estremecía sobrecogido.

Los ojos esmeralda del griego siguieron a su compatriota mientras él se dirigía a su asiento. Al llegar allí, como si hubiera sido consciente de la mirada sobre él, Licio volteó a ver a Aioria y le sonrió amigablemente. Aioria le devolvió el gesto con calma pero, en el momento en que sus miradas se cruzaron, hubiera jurado sentir una ligera opresión sobre su estómago.

Aioria procuró centrar su atención en su maestro en cuanto este empezó a hablar, intentando ignorar esas extrañas sensaciones, convenciéndose a sí mismo de que no eran otra cosa que productos de su imaginación, pero no pudo evitar llevarse una mano al pecho para sujetar por encima de su ropa una medalla de oro que colgaba de su cuello. No necesitaba verla para saber que de un lado tenía tallada en relieve el símbolo que identificaba al signo de Leo, mientras que al reverso tenía grabada una "A"; y le bastó con sentirla para recordar de inmediato que otra persona usaba en ese preciso momento otra medalla muy similar a esa, pero con el símbolo del signo de Sagitario en lugar del de Leo.

El joven griego sonrió ligeramente al pensar en su hermano mayor. Cientos de kilómetros los separaban, pero aún así sabía que podía contar con él en todo momento. Sin duda, saber eso era lo que evitaba que la sensación de irrealidad que embargaba a sus amigos se apoderara también de él, porque en más de una ocasión, al intentar pensar en el pasado, sus recuerdos le habían parecido terriblemente borrosos, pero el rostro de su hermano se mantenía claro, al igual que el cariño y la admiración que le tenía y todo lo que él le había enseñado siempre. Esos recuerdos le daban fortaleza y más de una vez se había aferrado a ellos con desesperación, porque Shaka no era el único que había tenido pesadillas en ese tiempo; Aioria también había experimentado sueños que lo llenaban de angustia y lo hacían despertar sobresaltado. Pero él no soñaba con explosiones ni vacíos. Su peor pesadilla, aquella que hacía que su corazón latiera dolorosamente más rápido, era en la que su hermano no estaba y lo que la hacía tan espantosa… era que prácticamente podía palparla como algo muy, muy real.

-Qué tonterías estás pensando- se dijo a sí mismo al darse cuenta de que esos simples pensamientos estaban consiguiendo que se exaltara- Aioros está en Grecia y yo estoy aquí… ignorando una clase de cardiología- se reprochó al darse cuenta de que se había perdido buena parte de la explicación que su maestro estaba dando sobre las anomalías congénitas del corazón- ¡Rayos!- murmuró apresurándose a tomar nota del resto de lo que el médico docente le decía a la clase.

Y mientras Aioria se centraba por fin en las palabras del catedrático, una fila por detrás y varios asientos a un lado de la hilera en la que se encontraba, Licio mantenía sus ojos de color miel sobre él a la vez que se limpiaba con un pañuelo la mano con la que había estrechado a su compatriota.

-Todo sea por un bien mayor- se dijo a sí mismo en cuanto terminó con lo que hacía, para después sacudirse discretamente el hombro sobre el que su otro compañero hubiera recargado su mano- Yo ya he cumplido con esta parte de mi misión, eso me pone a la cabeza, ¿cierto? - agregó con tono arrogante sólo en su mente, como si estuviera hablando con alguien más y, desde diversos y distantes puntos, otras voces respondieron también en su mente con resoplidos molestos o con ligeras sonrisas despreocupadas- Más les vale que ustedes hagan lo mismo lo más pronto posible- instó a quienes habían respondido con tono serio- La verdadera pesadilla apenas está por comentar- finalizó en un suave susurro sin que su mirada se hubiera desviado ni un momento de Aioria.

__________

¿Qué les pareció? ¿Algo confuso? No se preocupen, las cosas irán tomando forma poco a poco… espero. Je, no, ya en serio, hay un motivo para que haya empezado de este modo con la historia, sólo ténganme un poquito de paciencia, por favor n_nU

Espero sus reviews para conocer sus opiniones. De verdad deseo que este nuevo fic resulte de su agrado, pero pues son ustedes los que dirán si le ven futuro o no. Que estén muy bien. Hasta la próxima n_n