Disclaimer: Los personajes y lugares que aparecen en el siguiente relato no son míos son de J. K. Rowling, Warner Brothers y no sé quien más. Con la excepción de anteriormente nombrada Brigitte Beauséant y alguien más por ahí que no hayan salido en los cuatro primeros libros (no e leído el cinco así que cualquier nombre similar será la coincidencia más grande de la faz de la tierra) así que pido encarecidamente, nada de demandas, no creo merecerlas.

Nota de la autora: Hola a todos los que leyeron el fic quien sabe, los que dejaron reviews y los que no (miren si serán flojos ustedes los del segundo grupo), también a los que no han leído "¿Quién sabe?" Y están leyendo este fic. Aunque para ustedes últimos, les recomiendo que lean antes el otro, sólo para que sepan mejor sobre que hablaré, no es largo así que no se demorarán mucho. Bueno para todos los ya mencionados, aquí está la continuación titulada "Mi reflejo en tus ojos dorados" en la misma narrativa que el anterior, o sea en primera persona, pero con saltos hacía otros tipos de narrativa. Gracias por leer, dejen reviews y aquí les va. A sí, antes de que me olvide, reviews. Se preguntarán que reviews si recién empieza el fic, lo que pasa es que el fic anterior a este fue subido todo el mismo día y hubo un par de personas que me dejaron reviews y a los que no pude responder. A ustedes dos, les agradezco de verdad. Essya: Hola te respondo después de un buen tiempo, gracias por tu review, ¿sabes? Tu review fue el primero que recibí en mi vida y me alegró muchisimo, que bueno que te gusto. Adiós y te dejo con la continuación de la historia, como lo prometí hace mucho. Will Weasley: Hola Will, aquí respondiéndote después de un buen tiempo. Tomé una de tus sugerencias, me gustó mucho, hizo trabajar mi imaginación, espero que no te enojes. Gracias por tu review, me alegró saber que te gustó lo suficiente para dejar review y para pedir una continuación; pues aquí te va la continuación.

Besos de: Lorien Lupin.

"Mi reflejo en tus ojos dorados"

Autora: Lorien Lupin

Primera parte:

Mi madre murió unos meses antes de mi cumpleaños número 24, y debo decir que eso me tranquilizó mucho. Puede parecer frío y cruel de mi parte hablar sobre la muerte de mi madre enferma con alivió, pero hacía mucho que ella ya no era la misma mujer alegre, saludable y activa que siempre fue. La muerte de mi padre la afectó emocionalmente, y las circunstancias en que mi padre perdió la vida la afectaron mental y físicamente. Cuando me uní a la lucha contra Voldemort, sabía que mi actitud tendría un preció; ingenuamente creí que de ese costo podría excluir a mis seres queridos, pero el tiempo nos desbarata los planes, y el señor obscuro halló a dos de las personas que traté de alejar de mi vida. Debo añadir que papá murió defendiendo a mi madre de los mortífagos, ese era el tipo de hombre que era mi padre, se enfrentaba a lo inevitable, igual que James, pero aun no llego a esa parte.

Debido al peligro que aun conllevaba para mi madre mi relación con la orden, entregué su cuidado a unas personas que sabía la podían proteger, pero aun así yo debía ir a visitarla con cierta regularidad, a escondidas de la orden. Nadie se enteró jamás de eso; mi vida era muy estresante por esa época, las misiones en la orden era cada vez más peligrosas, mi madre exigía verme más seguido de lo que yo podía asistir. Esa época hubiera sido insoportable para mi sino hubiera sido por la presencia de mis amigos, hacía mucho que habíamos dejado de ser compañeros y amigos de juegos y fiestas. Enfrentar juntos el peligro, nos había unido más que todos esos años de convivencia en el colegio. Estaba además la llegada del primogénito de James y Lily, el pequeño Harry era una alegría indescriptible para todos nosotros, no había hecho aceptar de pronto, el hecho de que éramos adultos y eso nos divertía. Todo parecía tan bien, ahora sé que debí estar muy absortó en mis propios problemas para no notar lo que estaba pasando a mí alrededor. En los últimos meses Sirius no conversaba tanto como antes, estaba más silencioso; y Peter estaba casi igual. Debí notar que había algo mal con uno de mis mejores amigos, pero como iba a imaginar que Sirius podía ser un espía para Voldemort, y aun más, como iba a imaginar que delataría a James y a Lily, jamás lo hubiera creído posible, él adoraba a James como a un hermano. Y a pesar de que ya todo pasó, y de que sé que esos son los hechos, todavía se me hace difícil creer que Sirius lo halla hecho.

Cuando mamá murió decidí dejar mi departamento y regresar a vivir a Londres, a la que fue la casa de mis padres. La casa que había quedado abandonada tras la mudanza de mi madre a las montañas, después del ataque y aun no la había vendido. Tenía apenas veinticuatro años; no tenía un empleo y no podía mantener ninguno que consiguiera, no después que averiguaban que era yo. Tres de mis mejores amigos habían muerto por culpa o manos de mí otro mejor amigo, el cual estaba ahora encerrado en Azkaban por el resto de su vida, el pequeño Harry llevaba dos años viviendo con la horrible hermana de Lily, Petunia y su espantoso esposo Vernon; y lo más probable es que no lo volvería a ver jamás. Pero a pesar de todo eso, a pesar de que mi vida se había caído a pedazos, lo único que rondaba en mi mente mientras daba mi paseo semanal por Londres, enfundado en mi único abrigo muggle, era que jamás había vuelto a verla. Habían pasado cuatro años, y aunque ya no tenía las mismas esperanzas que tenía cuando me uní a la batalla, no podía dejar de preguntarme si me había olvidado, si ya tenía otro, si era feliz sin mí. Esas preguntas rondan mi mente en esos, los momentos más solitarios de mi vida, pero hacía tiempo que habían dejado de dolerme.

Recuerdo que mi abrigo estaba totalmente empapado, al igual que mi cabello y algunas partes de mi ropa, por lo que decidí dejar de deambular en medio de aquel diluvio y entrar a tomarme un café antes de volver a esa casa grande y solitaria. Recuerdo que pasé de largo la cafetería en la que entraba todas las semanas, estaba demasiado llena para mi gusto ese día; y decidí caminar un par de cuadras más hasta una nueva que habían abierto unas dos semanas antes. Era un lugar bastante acogedor y no había demasiada gente así que decidí entrar. Crucé la puerta, una amable mesera se acercó a mí inmediatamente, me ayudó a quitarme el abrigo empapado y me llevó a una mesa antes de tomar mi orden y mi nombre, y llevarse el abrigo al guardarropa. La joven mesera muggle, que no tendría más de dieciocho años, me trajo mi café poco después.

Ya no era extraño para mí sentarme solo en restaurantes, llevaba haciéndolo casi tres años, pero jamás me voy a acostumbrar. Me sentía extraño y mientras leía un libro de bolsillo que había sacado de mi saco, tuve la impresión de que alguien me miraba, una extraña sensación recorrió mi espina dorsal y mis ojos se levantaron para toparse con una figura de pie, aun en la puerta de entrada, y que me miraba intensamente, con una mezcla de alegría, asombro y dolor en sus hermosos ojos azules. Yo no acerté a moverme o a hablar, solamente la miré con expresión perpleja. No me hubiera asombrado si hubiera huido de mí, pero Brigitte no es así, ella no huye de las cosas; tampoco la habría culpado si me hubiera golpeado y maldecido, pero tampoco hizo eso. Entregó su abrigo mojado a la mesera que la esperaba, mirándonos alternativamente con disimulada curiosidad, y después de pedir a la muchacha un café negro sin azúcar se acercó a mi mesa. Me miró con esos ojos que amaba con locura, y me saludó lo más naturalmente que pudo. Me dijo lo mucho que había sentido todo lo sucedido hacía casi tres años, me preguntó cómo estaba y yo balbuceé una mentira, seguramente poco creíble, pero que ella tuvo la delicadeza de no cuestionar, y nuestra conversación migró a temas de menor importancia.

Hablamos de cosas sin importancia durante bastante rato, me contó que había regresado a Londres después de la caída de Voldemort, me dijo que había tratado de ubicarme durante los primeros meses, pero que se había rendido al no tener modo alguno contactarme. Me contó muchas cosas, pero omitió lo único que, en ese primer momento me habría sacado de la cafetería más rápido que un mortífago en plena calle. En ningún momento me contó con quien había vuelto a Londres hacía dos años; omitió ese detalle llamado William Drake; pero no quiero hablar de él ahora.

La lluvia había amainado bastante, Brigitte me propuso dar un paseo y yo acepté. Pagué la cuenta, recogimos los abrigos y salimos a las calles de Londres a vagar sin rumbo fijo; sin la menor cosa de que hablar, eso había quedado claro para mí durante los minutos pasados en la cafetería, tan sólo con el deseo de poder estar juntos un momento más. Cada momento que pasaba junto a ella se despertaban en mí sentimientos casi olvidados. Volvían a mí, tres veces más fuertes que antes, la pasión que despertaban en mi su mirada y sus movimientos felinos, volvían a mí la ternura y el amor, y toda la locura y la impulsividad que siempre caracterizó a mi amor por ella.

Cuando llevábamos casi diez minutos caminando en silencio uno al lado del otro, y cuando la tenía de nuevo incrustada en el fondo de mi alma, Brigitte tomó mi mano y me hizo detenerme. Nos quedamos de pie en medio del parque que en ese momento cruzábamos; sus ojos azules se clavaron en los míos, observándome con una intensidad tal, que agradecí el momento en que, tomando una decisión silenciosa, bajó la mirada para volver a subirla momentos después, junto con sus brazos que se enredaron a mi cuello, y sus labios, que ansiosos buscaron los míos para fundirse en un apasionado beso.

Mis manos enguantadas rodearon su cintura y sentí las suyas ascender por mi espalda hasta mi cabello mojado.

¡Oh Remus, no sabes la falta que me has hecho! - fue lo único que exclamó antes de que sus manos soltaran un poco mi bufanda y su boca se hundiera en mi cuello.

Pude recuperar el control en mi mismo lo suficiente para sugerir que fuéramos a su casa, pero ella prefirió ir a la mía, que en realidad estaba más cerca. Caminamos hasta mi casa, los brazos enredados en las cinturas del otro; su cabeza apoyada en mi hombro y su boca que periódicamente alcanzaba mi cuello, aun descubierto. Su mano libre jugueteando en mi pecho, mientras yo besaba sus cabellos.

La caminata a mi casa se nos hizo eterna, así me dijo ella una vez que estuvimos en la puerta, y antes de que volviéramos a acercarnos, como atraídos por un imán, y entráramos en la casa sin siquiera molestarnos en prender otra luz que no fuera la débil luz de la lampara de la sala. Sus manos terminaron de desprender mi bufanda y empezaron el trabajo de liberarme de mi pesado abrigo, mientras yo la liberaba del suyo con igual ansiedad; todo mientras salíamos del vestíbulo, pasando por la sala de la casa y con dirección a la escalera. Brigitte me despojó del sacó, dejándome en mis pantalones vaqueros azules y mi camisa negra, no llegamos más allá del sillón, porque ella me aventó sobre él en cuanto estuvimos a su lado, para luego sentarse sobre mí con la misma mirada seductora que siempre me había vuelto loco. Lentamente abrió su blusa roja dejando al descubierto su corpiño color dorado y esa piel de marfil que tanto había extrañado.

Mira Remus, es el color de tus ojos - comentó risueña pasando su dedo índice a lo largo de una de las tiras también doradas.

Yo me levanté prendiéndome a su cintura y empecé a besar su cuello y su pecho, mientras mis manos desabrochaban su pantalón. Recuerdo que empezaba a bajar el dichoso, y ceñido pantalón cuando ella volvió a echarme en el sillón y riendo seductoramente me dijo que ella iba primero y empezó a desabotonar mi camisa; abriéndola y besando cada parte de mi pecho que quedaba descubierta.

Debo decir que fue la experiencia más embriagadora del mundo, volver a oírla decir mi nombre de aquella manera, como si estuviera repitiendo un encantamiento. Escucharla llamarme su lobito una vez más y experimentar de nuevo, el sonido tan mágico que tenía su voz mientras aullaba en mi oído. Esa noche fue maravillosa, más de lo que hubiera podido imaginar o soñar a lo largo de esos cuatro años de separación. Fue la mañana siguiente lo que me devolvió a la realidad. Fue el sol que entraba por la ventana, alumbrando su mano pálida que descansaba sobre mi pecho y con ella el aro dorado que brillaba en su dedo medio.

Fin de la primera parte. *******************

Nota de la Autora: Bueno hasta aquí la primera parte de este pequeño fic, salido de los pocos momentos románticos y melancólicos que se apoderan de mi cabeza. Espero que les haya gustado, que dejen review y que le comenten de él a sus conocidos del ff.net, si lo creen merecedor de ese trabajo. Besos a mis queridos lectores y gente linda del ff.net: Lorien Lupin.